«La misión es el termómetro de la Iglesia», dice el nuevo presidente mundial de Obras Misionales
El pasado mes de noviembre el Papa Francisco nombraba a monseñor Giovanni Pietro Dal Toso secretario adjunto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y presidente de Obras Misionales Pontificias a nivel internacional. Este sacerdote italiano ya había tenido un contacto directo en tierras de misión debido a su labor durante años en el Pontíficio Consejo Cor Unum.
Ahora el Papa le ha dado una importante responsabilidad en la evangelización y la animación misionera, de la que de Dal Toso es muy consciente. En una entrevista con la agencia Fides, explica de la importancia de la evangelización y la misión en la Iglesia, y cómo ésta marca la salud de la institución. El anuncio del Evangelio es, en su opinión, una necesidad urgente para el mundo de hoy:
- Excelencia, ¿con que espíritu y deseos inicia su servicio de Presidente de las Obras Misionales Pontificias?
- Estoy muy agradecido al Papa Francisco por haberme encomendado este encargo que vivo con gran entusiasmo. Estoy contento porque llevo la misión en mi corazón. En el pasado he podido conocer algunos territorios bajo la jurisdicción de Propaganda Fide pero, más allá de eso, creo que la misión de alguna manera es el termómetro de la situación de la Iglesia. La idea de poder contribuir a animar la dimensión misionera de la Iglesia es un gran privilegio para mí.
- ¿Puede contarnos algo sobre su experiencia en “territorios de misión”?
- En el pasado he trabajado en el que era el Consejo Pontificio “Cor Unum” y esto me ha puesto en contacto con muchas situaciones difíciles en todo el mundo. En el último período me ocupaba, en particular, de Oriente Medio y el Sahel, un área crucial desde el punto de vista político, humanitario y religioso para África. Otro canal que me ha permitido entrar en el “mundo misionero” ha sido la red de Caritas Internationalis, que es importante para conocer las realidades eclesiales locales, especialmente en África y Asia, acercándonos más bien desde el 'lado humanitario'.
- Ahora con las Obras Misionales Pontificias, podrá apreciarlas desde otra perspectiva...
- Las Obras Misionales Pontificias (OMP) tienen un valor muy importante por dos razones: en primer lugar, dan a las iglesias jóvenes la oportunidad de estructurarse, de darse una configuración, una columna vertebral, financiando seminarios, iglesias y cursos de estudio. Esto representa, para una comunidad, una ayuda válida para estabilizarse. Una segunda tarea es la animación misionera: la ayuda financiera tiene sentido solo si se considera dentro de una visión general que es el deseo de llevar el Evangelio. Cuando nacieron en Francia en el siglo XIX, la idea original de las Obras Misionales era despertar el espíritu misionero en cada persona bautizada; luego siguió el apoyo económico a las misiones. Las OMP hoy están llamadas a mantener vivos estos dos aspectos y, por lo tanto, son muy actuales.
- Caminamos hacia el Mes extraordinario Misionero anunciado por el Papa para octubre de 2019: ¿cuáles son los objetivos y perspectivas para este evento?
- Estoy convencido de que el Mes extraordinario Misionero representa una gran oportunidad para toda la Iglesia; y me gustaría que en este tiempo podamos gastarnos, en los modos que ya se están estudiando, para preparar este evento a nivel universal, ya que es una ocasión preciosa para revivir el espíritu misionero: así lo ha querido el Papa y así lo viviremos. Estamos en la fase preparatoria, y por ello es importante que no se perciba como una “iniciativa centralista”, sino que todas las iglesias locales se vean involucradas: la misión es crucial para toda la Iglesia, no se trata de un tema para unos pocos especialistas. El mes misionero extraordinario implica la participación de todos los fieles. Con el mismo espíritu nació el Día Mundial de las Misiones, para subrayar que la misión es una llamada que pertenece a todo el pueblo de Dios y de la que toda persona bautizada es responsable.
- ¿Cómo interpreta hoy el concepto de “misión”, en esta era del Papa Francisco? ¿Cuáles son los acentos y peculiaridades?
- El significado de “misión” ha tenido su evolución: lo vivo y lo interpreto, con el Papa Francisco, con la idea de la oveja perdida. El Papa nos pide que seamos pastores. La misión hoy es la siguiente: estamos llamados a buscar la oveja perdida. La “Iglesia en salida” toma la iniciativa para buscar a aquellos que están lejos de Dios y que perciben en sus corazones un vacío que llenar. La imagen de la oveja perdida es útil porque una oveja necesita un pasto, de lo contrario no puede sobrevivir. Del mismo modo el hombre de hoy necesita encontrar el pasto que es Dios, su Palabra, los Sacramentos, de lo contrario no sobrevive, aunque crea que puede hacerlo. Por esta razón, como dice el Concilio, la missio ad gentes todavía es válida hoy porque hay personas y poblaciones que aún no conocen a Jesucristo. Pero también es válida en las regiones donde el Evangelio ya está presente. El testimonio de la Pascua de Jesús es un verdadero anuncio y una oferta de vida nueva, divina y eterna para todos.
- La misión no es fruto de un esfuerzo humano...
- Cuando Jesús anuncia el Reino de Dios, recuerda que el Reino le pertenece a Dios: como observa Benedicto XVI en su trilogía sobre Jesús, es un genitivo subjetivo. El Reino no pertenece al hombre ni tampoco a la iglesia, que pese a ello es signo eficaz como dice el Concilio. Es Dios quién mueve los corazones a la misión de donar el Evangelio. El Espíritu Santo ha suscitado el ardor de muchos misioneros en la historia de la iglesia y actúa aún hoy: cuanto más se cultiva la pertenencia a Cristo, más nacen las fuerzas para anunciar la Buena Nueva. Durante muchos siglos hemos visto a misioneros irse a tierras desconocidas, a veces sin saber qué les esperaba o poniendo en peligro sus vidas. El Espíritu Santo despertaba en ellos el deseo de ser testigos y proclamadores del Evangelio. Esta es la clave para el despertar de una conciencia misionera: el anuncio del Evangelio es una acción del Espíritu Santo. Si la Iglesia se deja animar por el Espíritu Santo, hace que el Evangelio encuentre difusión. El Papa usa el término “primear” para reafirmar la primacía de Dios: el Reino le pertenece a Él, que da la gracia de anunciarlo.
- ¿Tiene algún santo o misionero como fuente de inspiración?
- Me gustaría mencionar un episodio y dos santos. Hace algunos años visité la abadía de Keur Moussa en Senegal, fundada por los benedictinos franceses a principios del siglo XX. En el cementerio había varias tumbas de monjes, todos de entre 30 y 35 años, que habían partido desde Francia sabiendo que no habrían vivido mucho tiempo en ese país: pero llevaban en sus corazones algo más grande que sus propias vidas y son un ejemplo de quienes dan su vida para servir a Cristo. Entre los santos me gustaría citar a Francisco de Asís, que fue a Egipto sin temor, con sencillez, a presentar su fe al sultán, donando la paz de Cristo. También llevo en mi corazón a un misionero de mi diócesis de Bolzano-Bressanone, Giuseppe Freinademetz, uno de los primeros verbitas: fue misionero en China, donde murió apreciado por los chinos debido a su ejemplo de vida. Nació en un contexto familiar maravilloso, y tenía un fuego dentro que lo llevó a ir más allá. Freinademetz nos ayuda a comprender que el tesoro de la fe es demasiado grande como para mantenerlo solo para nosotros.
Ahora el Papa le ha dado una importante responsabilidad en la evangelización y la animación misionera, de la que de Dal Toso es muy consciente. En una entrevista con la agencia Fides, explica de la importancia de la evangelización y la misión en la Iglesia, y cómo ésta marca la salud de la institución. El anuncio del Evangelio es, en su opinión, una necesidad urgente para el mundo de hoy:
- Excelencia, ¿con que espíritu y deseos inicia su servicio de Presidente de las Obras Misionales Pontificias?
- Estoy muy agradecido al Papa Francisco por haberme encomendado este encargo que vivo con gran entusiasmo. Estoy contento porque llevo la misión en mi corazón. En el pasado he podido conocer algunos territorios bajo la jurisdicción de Propaganda Fide pero, más allá de eso, creo que la misión de alguna manera es el termómetro de la situación de la Iglesia. La idea de poder contribuir a animar la dimensión misionera de la Iglesia es un gran privilegio para mí.
- ¿Puede contarnos algo sobre su experiencia en “territorios de misión”?
- En el pasado he trabajado en el que era el Consejo Pontificio “Cor Unum” y esto me ha puesto en contacto con muchas situaciones difíciles en todo el mundo. En el último período me ocupaba, en particular, de Oriente Medio y el Sahel, un área crucial desde el punto de vista político, humanitario y religioso para África. Otro canal que me ha permitido entrar en el “mundo misionero” ha sido la red de Caritas Internationalis, que es importante para conocer las realidades eclesiales locales, especialmente en África y Asia, acercándonos más bien desde el 'lado humanitario'.
- Ahora con las Obras Misionales Pontificias, podrá apreciarlas desde otra perspectiva...
- Las Obras Misionales Pontificias (OMP) tienen un valor muy importante por dos razones: en primer lugar, dan a las iglesias jóvenes la oportunidad de estructurarse, de darse una configuración, una columna vertebral, financiando seminarios, iglesias y cursos de estudio. Esto representa, para una comunidad, una ayuda válida para estabilizarse. Una segunda tarea es la animación misionera: la ayuda financiera tiene sentido solo si se considera dentro de una visión general que es el deseo de llevar el Evangelio. Cuando nacieron en Francia en el siglo XIX, la idea original de las Obras Misionales era despertar el espíritu misionero en cada persona bautizada; luego siguió el apoyo económico a las misiones. Las OMP hoy están llamadas a mantener vivos estos dos aspectos y, por lo tanto, son muy actuales.
- Caminamos hacia el Mes extraordinario Misionero anunciado por el Papa para octubre de 2019: ¿cuáles son los objetivos y perspectivas para este evento?
- Estoy convencido de que el Mes extraordinario Misionero representa una gran oportunidad para toda la Iglesia; y me gustaría que en este tiempo podamos gastarnos, en los modos que ya se están estudiando, para preparar este evento a nivel universal, ya que es una ocasión preciosa para revivir el espíritu misionero: así lo ha querido el Papa y así lo viviremos. Estamos en la fase preparatoria, y por ello es importante que no se perciba como una “iniciativa centralista”, sino que todas las iglesias locales se vean involucradas: la misión es crucial para toda la Iglesia, no se trata de un tema para unos pocos especialistas. El mes misionero extraordinario implica la participación de todos los fieles. Con el mismo espíritu nació el Día Mundial de las Misiones, para subrayar que la misión es una llamada que pertenece a todo el pueblo de Dios y de la que toda persona bautizada es responsable.
- ¿Cómo interpreta hoy el concepto de “misión”, en esta era del Papa Francisco? ¿Cuáles son los acentos y peculiaridades?
- El significado de “misión” ha tenido su evolución: lo vivo y lo interpreto, con el Papa Francisco, con la idea de la oveja perdida. El Papa nos pide que seamos pastores. La misión hoy es la siguiente: estamos llamados a buscar la oveja perdida. La “Iglesia en salida” toma la iniciativa para buscar a aquellos que están lejos de Dios y que perciben en sus corazones un vacío que llenar. La imagen de la oveja perdida es útil porque una oveja necesita un pasto, de lo contrario no puede sobrevivir. Del mismo modo el hombre de hoy necesita encontrar el pasto que es Dios, su Palabra, los Sacramentos, de lo contrario no sobrevive, aunque crea que puede hacerlo. Por esta razón, como dice el Concilio, la missio ad gentes todavía es válida hoy porque hay personas y poblaciones que aún no conocen a Jesucristo. Pero también es válida en las regiones donde el Evangelio ya está presente. El testimonio de la Pascua de Jesús es un verdadero anuncio y una oferta de vida nueva, divina y eterna para todos.
- La misión no es fruto de un esfuerzo humano...
- Cuando Jesús anuncia el Reino de Dios, recuerda que el Reino le pertenece a Dios: como observa Benedicto XVI en su trilogía sobre Jesús, es un genitivo subjetivo. El Reino no pertenece al hombre ni tampoco a la iglesia, que pese a ello es signo eficaz como dice el Concilio. Es Dios quién mueve los corazones a la misión de donar el Evangelio. El Espíritu Santo ha suscitado el ardor de muchos misioneros en la historia de la iglesia y actúa aún hoy: cuanto más se cultiva la pertenencia a Cristo, más nacen las fuerzas para anunciar la Buena Nueva. Durante muchos siglos hemos visto a misioneros irse a tierras desconocidas, a veces sin saber qué les esperaba o poniendo en peligro sus vidas. El Espíritu Santo despertaba en ellos el deseo de ser testigos y proclamadores del Evangelio. Esta es la clave para el despertar de una conciencia misionera: el anuncio del Evangelio es una acción del Espíritu Santo. Si la Iglesia se deja animar por el Espíritu Santo, hace que el Evangelio encuentre difusión. El Papa usa el término “primear” para reafirmar la primacía de Dios: el Reino le pertenece a Él, que da la gracia de anunciarlo.
- ¿Tiene algún santo o misionero como fuente de inspiración?
- Me gustaría mencionar un episodio y dos santos. Hace algunos años visité la abadía de Keur Moussa en Senegal, fundada por los benedictinos franceses a principios del siglo XX. En el cementerio había varias tumbas de monjes, todos de entre 30 y 35 años, que habían partido desde Francia sabiendo que no habrían vivido mucho tiempo en ese país: pero llevaban en sus corazones algo más grande que sus propias vidas y son un ejemplo de quienes dan su vida para servir a Cristo. Entre los santos me gustaría citar a Francisco de Asís, que fue a Egipto sin temor, con sencillez, a presentar su fe al sultán, donando la paz de Cristo. También llevo en mi corazón a un misionero de mi diócesis de Bolzano-Bressanone, Giuseppe Freinademetz, uno de los primeros verbitas: fue misionero en China, donde murió apreciado por los chinos debido a su ejemplo de vida. Nació en un contexto familiar maravilloso, y tenía un fuego dentro que lo llevó a ir más allá. Freinademetz nos ayuda a comprender que el tesoro de la fe es demasiado grande como para mantenerlo solo para nosotros.
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