La Iglesia excomulga a la secta del Niño Jesús de Gallinaro, con su difunta vidente y falso profeta
Es la primera excomunión firmada por el Papa Francisco, la primera comunidad expulsada de la comunión de los fieles en este pontificado.
Se trata de una organización italiana pseudo-religiosa, centrada en el culto a la difunta vidente Giuseppina Norcia y guiada por su yerno Samuel, presentado como profeta, que estaba comprometida con la difusión de “doctrinas falsamente religiosas y enseñanzas bíblicas distorsionadas y extrañas a la verdad de los textos sagrados”. Se les conoce también por "el Niño Jesús de Gallinaro".
La noticia se hizo pública el domingo por la mañana, con la lectura del decreto de la Congregación para la Doctrina de la Fe durante la misa en todas las parroquias de la diócesis italiana de Sora-Cassino-Aquino-Pontecorvo.
Excomulgados latae sententiae por “el delito canónico de cisma” es la motivación adoptada por el Vaticano. Una decisión tomada por el explícito compromiso de la secta a difundir en diversas localidades “doctrinas falsamente religiosas y enseñanzas bíblicas distorsionadas y extrañas a la verdad de los textos sagrados” como se lee en una nota de la curia de Sora.
Esta organización pseudo-religiosa se autodeclara católica pero se presenta en su página web como “Iglesia cristiana universal de la nueva Jerusalén” y señala al Vaticano como “nueva Babilonia”.
Existen testimoniso de personas que han frecuentado el grupo y que se reconocen escandalizadas por las “herejías” del líder del grupo, Samuel, yerno de la fundadora del movimiento, Giuseppina Norcia, y auto proclamado su “heredero espiritual”.
Giuseppina Norcia era una vidente que decía que se le aparecían regularmente Dios, la Virgen, Jesús y el arcángel Miguel.
Cuando ella falleció en 1989, a los 49 años, entró en escena Samuel, marido de su hija Anna, ‘profeta’ desconocido del que ni siquiera se sabe su apellido. La suegra le había confiado el encargo de mantener el destino del grupo.
A lo largo de los años, Samuel ha centrado todo el culto de la secta en su persona, dando así lugar a un devocionismo popular. Y la situación fue degenerando con el paso del tiempo: se prohibió a los fieles frecuentar los sacramentos, rechazar las enseñanzas y la autoridad del Papa definido como “herético” y “blasfemo”, interrumpir cualquier tipo de relación con los sacerdotes y las respectivas comunidades parroquiales.
Además de las herejías y las transgresiones de la disciplina eclesiástica, detrás de la obra del “Niño Jesús de Gallinaro” hay un imperio económico e inmobiliario alzado con los ofrendas de miles de peregrinos y grupos de oración que llegaban al pequeño pueblo para visitar el “santuario”.
Es decir, un inmueble no consagrado construido poco después de la muerte de Norcia, llamado ‘Cuna del Niño Jesús’ y destinado a la acogida de los fieles que iban cada año a rendir homenaje a “mamá Giuseppina” y el culto al Niño.
Por todo ello, en el documento de la Congregación para la Doctrina de la fe se subraya que “para cuidar la integridad de la fe, de la comunión eclesial, y de la acción pastoral de la Iglesia a favor del pueblo de Dios”, las iniciativas de la llamada ‘Iglesia cristiana universal de la nueva Jerusalén’ están “en absoluta oposición con la doctrina católica, y por tanto no tienen nada que ver con la gracia de la fe y de la salvación entregada por Jesucristo a la Iglesia fundada sobre la roca firma del apóstol Pedro”.
Se trata de una organización italiana pseudo-religiosa, centrada en el culto a la difunta vidente Giuseppina Norcia y guiada por su yerno Samuel, presentado como profeta, que estaba comprometida con la difusión de “doctrinas falsamente religiosas y enseñanzas bíblicas distorsionadas y extrañas a la verdad de los textos sagrados”. Se les conoce también por "el Niño Jesús de Gallinaro".
La noticia se hizo pública el domingo por la mañana, con la lectura del decreto de la Congregación para la Doctrina de la Fe durante la misa en todas las parroquias de la diócesis italiana de Sora-Cassino-Aquino-Pontecorvo.
Excomulgados latae sententiae por “el delito canónico de cisma” es la motivación adoptada por el Vaticano. Una decisión tomada por el explícito compromiso de la secta a difundir en diversas localidades “doctrinas falsamente religiosas y enseñanzas bíblicas distorsionadas y extrañas a la verdad de los textos sagrados” como se lee en una nota de la curia de Sora.
Esta organización pseudo-religiosa se autodeclara católica pero se presenta en su página web como “Iglesia cristiana universal de la nueva Jerusalén” y señala al Vaticano como “nueva Babilonia”.
Existen testimoniso de personas que han frecuentado el grupo y que se reconocen escandalizadas por las “herejías” del líder del grupo, Samuel, yerno de la fundadora del movimiento, Giuseppina Norcia, y auto proclamado su “heredero espiritual”.
Giuseppina Norcia era una vidente que decía que se le aparecían regularmente Dios, la Virgen, Jesús y el arcángel Miguel.
Cuando ella falleció en 1989, a los 49 años, entró en escena Samuel, marido de su hija Anna, ‘profeta’ desconocido del que ni siquiera se sabe su apellido. La suegra le había confiado el encargo de mantener el destino del grupo.
A lo largo de los años, Samuel ha centrado todo el culto de la secta en su persona, dando así lugar a un devocionismo popular. Y la situación fue degenerando con el paso del tiempo: se prohibió a los fieles frecuentar los sacramentos, rechazar las enseñanzas y la autoridad del Papa definido como “herético” y “blasfemo”, interrumpir cualquier tipo de relación con los sacerdotes y las respectivas comunidades parroquiales.
Además de las herejías y las transgresiones de la disciplina eclesiástica, detrás de la obra del “Niño Jesús de Gallinaro” hay un imperio económico e inmobiliario alzado con los ofrendas de miles de peregrinos y grupos de oración que llegaban al pequeño pueblo para visitar el “santuario”.
Es decir, un inmueble no consagrado construido poco después de la muerte de Norcia, llamado ‘Cuna del Niño Jesús’ y destinado a la acogida de los fieles que iban cada año a rendir homenaje a “mamá Giuseppina” y el culto al Niño.
Por todo ello, en el documento de la Congregación para la Doctrina de la fe se subraya que “para cuidar la integridad de la fe, de la comunión eclesial, y de la acción pastoral de la Iglesia a favor del pueblo de Dios”, las iniciativas de la llamada ‘Iglesia cristiana universal de la nueva Jerusalén’ están “en absoluta oposición con la doctrina católica, y por tanto no tienen nada que ver con la gracia de la fe y de la salvación entregada por Jesucristo a la Iglesia fundada sobre la roca firma del apóstol Pedro”.
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