90.000 personas en Morelia en un festival lleno de color y música
Francisco, a los jóvenes: Atrévanse a soñar, agárrense a Cristo, ayuden al caído con escucho-terapia
Uno de los actos masivos más coloridos del viaje del Papa Francisco a México ha sido el encuentro en la tarde del martes con unos 90.000 jóvenes en el estadio "José María Morelos" de Morelia, capital de Michoacán.
A la llegada del Pontífice en un mini-papamóvil los jóvenes católicos corearon gritos alegres como "Esta es la juventud del papa" y "Que lo vengan a ver, que lo vengan a ver, el Papa es mexicano, cómo la ven".
El encuentro estuvo lleno de elementos culturales de simbología indígena, de origen purépecha, sobe todo en las ofrendas y en los bailes del recibimiento al Pontífice.
El festival cultural, todo un espectáculo visual, incluyó escenas de indígenas llevando copal, charales del Lago Pátzcuaro, la "danza de los viejitos" y la representación de mariposas monarca, que se refugian en la región de Michoacán huyendo del frío de Canadá.
En realidad, en el estadio sólo cabían 40.000 personas. El resto escuchaban fuera del estadio a través de grandes pantallas. Y no sólo asistieron jóvenes, sino personas de todas las edades, aunque eran los jóvenes los que más se hacían ver con sus coros y gritos.
En un momento, se dio cuenta de que una niña Down intentaba acercarse al estrado. Le hizo señas de que subiese, y los escoltas la dejaron pasar a ella y una compañera. Las dos chiquillas se abrazaron al Papa y se echaron a llorar mientras el estadio entero tronaba con aplausos emocionados.
La organización del acto quiso ofrecer al Papa el canto "Vive Jesús el Señor", muy popular en la Renovación Carismática y también en ocasiones de adoración eucarística. Se sabe que el Papa no suele cantar, pero sí cantó esta canción en 2004 en el encuentro de la Renovación Carismática mundial en Roma. Este martes volvió a cantarla en unión a la multitud del estadio.
Al finalizar el canto, el conductor del acto proclamó tres veces el grito "Viva Cristo Rey", ligado al tema de la canción, el Señorío de Jesús.
Francisco bendijo una cruz que entregó a los jóvenes para que la lleven por las ciudades de México, "callejeando la fe", según su expresión.
La cruz fue protagonista también del acto de cierre del encuentro: unas danzas fueron descubriendo este signo en el escenario, mientras en las gradas se desplegaba un manto con la paloma de Espíritu Santo. El final incluyó, como en casi todos los actos de Francisco en México, un rezo del Avemaría.
Saludando a los jóvenes desde cerca, uno llegó a agarrarle y tirarle con tanta fuerza que el Papa tuvo que reprocharle: "Eso no se hace, no seas egoísta", se podía leer en sus labios. (Vea aquí el vídeo del enfado del Papa)
Los jóvenes también plantearon algunos temas de reflexión. Una chica llamó la atención sobre «la mala educación sexual, la influencia de los medios de comunicación, la carencia afectiva, el miedo al compromiso con otra persona». «¿Cómo recuperar el sueño de formar una familia?», planteó.
Un joven habló de la violencia y sus secuelas: «El aumento entre nosotros de las víctimas del narcotráfico, la violencia, de las adicciones y la explotación de personas», y también del escándalo de la impunidad de los asesinos: «las familias pueden tan solo llorar la pérdida de sus hijos, porque la impunidad ha dado alas a quienes secuestran, estafan y matan».
El Papa les escuchó con atención y tomó notas para responder después, en la alocución que recogemos a continuación.
Texto completo del discurso del Papa Francisco a los jóvenes de México en Morelia (Michoacán)
“Buenas tardes. Ustedes jóvenes de México, están aquí, a los que están mirando por televisión, están escuchando. Y quiero enviar un saludo y una bendición a los miles de jóvenes que en la arquidiócesis de Guadalajara están reunidos en la plaza San Juan Pablo II siguiendo lo que está pasando aquí. Y como ellos tantos otros, pero me mandaron avisar que eran miles y miles allí reunidos escuchando. Así que somos dos Estadios. La plaza San Juan Pablo II de Guadalajara y nosotros aquí. Y después tantos otros.
Yo conocía las inquietudes de ustedes porque me habían hecho llegar el borrador de lo que más o menos iban a decir. Es verdad, para qué les voy a mentir. Pero a medida que hablaban también iba tomando notas de cosas que me parecían importantes, para que no quedaran en el aire, si no aparecían en lo que yo resumí de lo que ustedes me habían dicho, y como respuesta.
Les cuento que cuando llegué a esta tierra fui recibido con una calurosa bienvenida, constaté ahí mismo algo que intuía desde hace tiempo: la vitalidad, la alegría, el espíritu festivo del Pueblo mexicano. «Ahorita»…, después de escucharlos, pero especialmente después de verlos, constato nuevamente otra certeza, algo que le dije al Presidente de la Nación en mi primer saludo.
Uno de los mayores tesoros de esta tierra mexicana tiene rostro joven, son sus jóvenes. Sí, son ustedes la riqueza de esta tierra. Cuidado, no dije la esperanza de esta tierra, dije: «Su riqueza». La montaña puede tener minerales ricos, que van a servir para el progreso de la humanidad, es su riqueza. Pero esa riqueza hay que transformarla en esperanza con el trabajo como hacen los mineros cuando van sacando esos minerales. Ustedes son la riqueza. Hay que transformarla en esperanza.
Y Daniela al final, echó un desafío y además también nos dio la pista sobre la esperanza. Pero todos los que hablaron cuando marcaban las dificultades, las cosas que pasaban decían una verdad muy grande, que todos podemos vivir. Pero no podemos vivir sin esperanza.
Sentir el mañana, no podemos sentir el mañana si primero uno no logra valorarse, no logra sentir que su vida, sus manos, su historia vale la pena. Sentir eso que Alberto decía que ‘con mis manos, con mi corazón y con mi mente puedo construir esperanza’. Si yo no siento eso, la esperanza no podrá entrar en mi corazón. La esperanza nace cuando se puede experimentar que no todo está perdido, y para eso es necesario el ejercicio de empezar «por casa», empezar por sí mismo. No todo está perdido. No estoy perdido, yo valgo, yo valgo mucho.
Les pido silencio ahora. Cada uno se contesta en su corazón. ¿Es verdad que no todo está perdido? ¿Yo estoy perdido, estoy perdida? ¿Yo valgo? ¿Valgo poco? ¿Mucho? La principal amenaza a la esperanza son los discursos que te desvalorizan, te van como chupando el valor y terminas como caído, ¿no es cierto? Como arrugado con el corazón triste. Discurso que te hacen sentir no de segunda, sino de cuarta. La principal amenaza a la esperanza es cuando sentís que no le importas a nadie o que estás dejado de lado.
Esa es la gran dificultad para la esperanza. Cuando en una familia o en una sociedad, o en una escuela, o en un grupo de amigos te hacen sentir que no les importas. Y eso es duro, es doloroso. Pero sucede, ¿o no sucede? ¿Sí o no? Sí, sucede. Eso mata, eso nos aniquila y esa es la puerta de ingreso para tanto dolor. Pero también hay otra principal amenaza a la esperanza, la esperanza de que esa riqueza que son ustedes crezca y dé su fruto.
Y hacerte creer que empiezas a ser valioso cuando te disfrazas de ropas, marcas del último grito de la moda, o cuando te ponés prestigio, importante por tener dinero pero, en el fondo, tu corazón no cree que seas digno de cariño, digno de amor. Y eso tu corazón lo intuye. La esperanza está amordazada por lo que te hacen creer, no te la dejan surgir. La principal amenaza es cuando uno siente que tiene que tener plata para comprar todo, incluso el cariño de los demás. La principal amenaza es creer que por tener un gran «carro» sos feliz. ¿Es verdad esto, que por tener un gran carro sos feliz?
Ustedes son la riqueza de México, ustedes son la riqueza de la Iglesia. Y no les estoy, permítanme que les diga una frase de mi tierra, no les estoy sobando el lomo, no los estoy adulando. Y entiendo que muchas veces se vuelve difícil sentirse la riqueza cuando nos vemos expuestos continuamente a la pérdida de amigos o de familiares en manos del narcotráfico, de las drogas, de organizaciones criminales que siembran el terror.
Es difícil sentirse la riqueza de una nación cuando no se tienen oportunidades de trabajo digno, Alberto lo expresaste claramente. Posibilidades de estudio y capacitación, cuando no se sienten reconocidos los derechos que terminan impulsándolos a situaciones límites. Es difícil sentirse la riqueza de un lugar cuando, por ser jóvenes, se los utiliza para fines mezquinos seduciéndolos con promesas que al final no son reales, son pompas de jabón. Es difícil sentirse rico así. La riqueza la llevan adentro y la esperanza la llevan adentro. Pero no es fácil por todo esto que les estoy diciendo y dijeron ustedes.
Faltan oportunidades de trabajo, dijeron Alberto y Roberto. Pero, pese a todo, esto no me voy a cansar de decirlo: ustedes son la riqueza de México. Roberto vos dijiste una frase que se me escapó cuando leí tu apunte. Quiero detenerme. Vos dijiste que perdiste algo. Y no dijiste que perdí el celular, perdí la billetera con plata, perdí el tren porque llegué tarde. Perdiste, perdimos el encanto de disfrutar del encuentro, perdimos el encanto de caminar juntos, perdimos el encanto de soñar juntos. Y para que esta riqueza movida por la esperanza vaya adelante hay que caminar juntos, hay que encontrarse, hay que soñar, no pierdan el encanto de soñar. Atrévanse a soñar. Soñar, que no es lo mismo que estar dormilones, eso no ¿eh?
No crean que les digo esto, de que ustedes son la riqueza de México y esa riqueza con la esperanza va adelante, porque soy bueno, o porque la tengo clara, no queridos amigos, no es así. Les digo esto y estoy convencido, ¿saben por qué? Porque como ustedes creo en Jesucristo. Y creo que Daniela fue muy fuerte cuando nos habló de esto.
Yo creo en Jesucristo y por eso les digo esto. Él es quien renueva continuamente en mí la esperanza, es Él el que renueva continuamente mi mirada. Es Él quien despierta en mí, o sea en cada uno de nosotros, el encanto de disfrutar, el encanto de soñar, el encanto de trabajar juntos. Es él quien continuamente me invita a convertir el corazón. Sí, amigos míos, les digo esto porque en Jesús yo encontré a Aquel que es capaz de encender lo mejor de mí mismo.
Y es de su mano que podemos hacer camino, es de su mano que una y otra vez podemos volver a empezar, es de su mano que podemos animarnos a decir: Es mentira que la única forma de vivir, de poder ser joven es dejando la vida en manos del narcotráfico o de todos aquellos que lo único que están haciendo es sembrar destrucción y muerte. Eso es mentira y lo decimos de la mano de Jesús. Es también de la mano de Jesús, de Jesucristo el Señor que podemos decir que es mentira que la única forma que tienen de vivir los jóvenes aquí es en la pobreza y en la marginación; en la marginación de oportunidades, en la marginación de espacios, en la marginación de la capacitación y educación, en la marginación de la esperanza.
Es Jesucristo el que desmiente todos los intentos de hacerlos inútiles, o meros mercenarios de ambiciones ajenas. Son las ambiciones ajenas las que a ustedes los marginan para usarlos en todas estas cosas que yo dije y que saben y que terminan en la destrucción. Y el único que me puede tener bien fuerte de la mano es Jesucristo. Él hace que esta riqueza se transforme en esperanza.
Me han pedido una palabra de esperanza, la que tengo para darles, la que está en la base de todo, se llama Jesucristo. Cuando todo parezca pesado, cuando parezca que se nos viene el mundo encima, abracen su cruz, abrácenlo a Él y, por favor, nunca se suelten de su mano aunque les esté llevando adelante arrastrando. Y si se caen una vez, déjense levantar por Él.
Los alpinistas tienen una canción muy linda que a mí me gusta repetirla a los jóvenes. Mientras suben van cantando: ‘En el arte de ascender, el triunfo no está en no caer sino en no permanecer caído’. Ese es el arte. ¿Y quién es el único que te puede agarrar de la mano para que no permanezcas caído? Jesucristo. El único. Jesucristo que a veces te manda un hermano para que te hable y te ayude.
No escondas tu mano cuando estás caído. No le digas no me mires que estoy embarrado o embarrada. No me mires que ya no tengo remedio. Solamente déjate agarrar la mano y agárrate a esa mano. Y la riqueza que tienes adentro, sucia, embarrada, dada por perdida, va a empezar otra vez de la esperanza a dar su fruto pero siempre pero siempre agarrado de la mano de Jesucristo. No se olviden. En el arte de ascender, el triunfo no está en no caer sino en no permanecer caído. No se permitan permanecer caídos. Nunca ¿De acuerdo?
Y si ven un amigo o una amiga que se pegó un resbalón en la vida y se cayó, anda y ofrécele la mano. Ofrécesela con dignidad. Ponte al lado de él, al lado de ella, escúchalo. No le digas ‘te traigo la receta’ No, como amigo, despacito, dale fuerza con tu palabra, dale fuerza con la escucha. Esa medicina que se va olvidando la “escucho-terapia”. Déjalo hablar, déjalo que te cuente y entonces poquito a poco te va a ir extendido la mano y vos lo vas a ayudar en nombre de Jesucristo.
Pero si vas de golpe y empiezas a predicarle y a darle, darle, pues pobrecito lo vas a dejar peor que como estaba. ¿Está claro?
Nunca se suelten de la mano de Jesucristo. Nunca se aparten de Él. Y si se apartan, se levantan y sigan adelante. Él comprende lo que son estas cosas. Porque de la mano de Jesucristo es posible vivir a fondo, de su mano es posible creer que la vida vale la pena, vale la pena dar lo mejor de sí, ser fermento, ser sal, ser luz en medio de sus amigos, de sus barrios, de su comunidad, en medio de la familia.
Después Rosario voy a hablar un poquito de esto que vos dijiste de la familia. Por eso, queridos amigos, de la mano de Jesús les pido que no se dejen excluir, no se dejen desvalorizar, no se dejen tratar como mercancía. Jesús nos dio un consejo para esto, para no dejarnos excluir, para no dejarnos desvalorizar. Sean astutos como serpientes y humildes como palomas. Las dos virtudes juntas.
A los jóvenes viveza no les falta, a veces les falta la astucia para que no sean ingenuos. Las dos cosas, astutos pero sencillos, bondadosos. Es cierto, que por este camino capaz que no tendrán el último carro en la puerta, no tendrán los bolsillos llenos de plata, pero tendrán algo que nadie nunca podrá sacarles que es la experiencia de sentirse amados, abrazados y acompañados.
Es el encanto de disfrutar del encuentro, el encanto de soñar en el encuentro de todos. Es la experiencia de sentirse familia, de sentirse comunidad. Y es la experiencia de mirar al mundo, a la cara, con la frente alta. Sin el carro, la plata, pero la frente alta, la dignidad.
Tres palabras que las vamos a repetir: riqueza, que se la dieron; esperanza porque quieren abrirse a la esperanza; dignidad. ¿Lo repetimos? Riqueza, esperanza, dignidad. La riqueza que Dios le dio a ustedes, ustedes son la riqueza de México. La esperanza que les da Jesucristo. Y la dignidad que les da el no dejarse sobar el lomo y ser mercadería para los bolsillo de otros.
Hoy el Señor los sigue llamando, los sigue convocando, al igual que lo hizo con el indio Juan Diego. Los invita a construir un santuario. Un santuario que no es un lugar físico, sino una comunidad, un santuario llamado parroquia, un santuario llamado Nación. La comunidad, la familia, el sentirnos ciudadanos, es uno de los principales antídotos contra todo lo que nos amenaza, porque nos hace sentir parte de esta gran familia de Dios.
No para refugiarnos, no para encerrarnos, para escaparnos de las amenazas de la vida o los desafíos, al contrario, para salir a invitar a otros; para salir a anunciar a otros que ser joven en México es la mayor riqueza y por lo tanto, no puede ser sacrificada. Y porque es riqueza es capaz de tener esperanza y nos da dignidad. Otra vez las tres palabras. Riqueza, esperanza y dignidad. Riqueza, esa que Dios nos dio y tenemos que hacer crecer.
Jesús, el que nos da la esperanza, nunca nos invitaría a ser sicarios, sino que nos llama discípulos, nos llama amigos. Jesús nunca nos mandaría a la muerte, sino que todo en Él es invitación a la vida. Una vida en familia, una vida en comunidad; una familia y una comunidad a favor de la sociedad. Y aquí Rosario retomo lo que vos dijiste, una cosa tan linda. En la familia se aprende cercanía, se aprende solidaridad, se aprende a compartir, a discernir, a llevar adelante los problemas unos de otros, a pelearse y arreglarse, a discutir y abrazarse y besarse.
La familia es la primera escuela de la nación. Y en la familia está esa riqueza que tienen ustedes. La familia es como quien custodia esa riqueza. Y en la familia van a encontrar esperanza porque está Jesús. Y en la familia van a tener dignidad. Nunca, nunca dejen de lado la familia. La familia es la piedra de base de la construcción de una gran nación. Ustedes son riqueza, tienen esperanza y sueñan, también Rosario habló de soñar. ¿Ustedes sueñan con tener una familia? Casi no escuché la respuesta ¿eh?
Queridos hermanos ustedes son la riqueza de este país y, cuando duden de eso, miren a Jesucristo, que es la esperanza, el que desmiente todos los intentos de hacerlos inútiles, o meros mercenarios de ambiciones ajenas. Les agradezco este encuentro y les pido que recen por mí. Gracias”.
A la llegada del Pontífice en un mini-papamóvil los jóvenes católicos corearon gritos alegres como "Esta es la juventud del papa" y "Que lo vengan a ver, que lo vengan a ver, el Papa es mexicano, cómo la ven".
El encuentro estuvo lleno de elementos culturales de simbología indígena, de origen purépecha, sobe todo en las ofrendas y en los bailes del recibimiento al Pontífice.
El festival cultural, todo un espectáculo visual, incluyó escenas de indígenas llevando copal, charales del Lago Pátzcuaro, la "danza de los viejitos" y la representación de mariposas monarca, que se refugian en la región de Michoacán huyendo del frío de Canadá.
En realidad, en el estadio sólo cabían 40.000 personas. El resto escuchaban fuera del estadio a través de grandes pantallas. Y no sólo asistieron jóvenes, sino personas de todas las edades, aunque eran los jóvenes los que más se hacían ver con sus coros y gritos.
En un momento, se dio cuenta de que una niña Down intentaba acercarse al estrado. Le hizo señas de que subiese, y los escoltas la dejaron pasar a ella y una compañera. Las dos chiquillas se abrazaron al Papa y se echaron a llorar mientras el estadio entero tronaba con aplausos emocionados.
La organización del acto quiso ofrecer al Papa el canto "Vive Jesús el Señor", muy popular en la Renovación Carismática y también en ocasiones de adoración eucarística. Se sabe que el Papa no suele cantar, pero sí cantó esta canción en 2004 en el encuentro de la Renovación Carismática mundial en Roma. Este martes volvió a cantarla en unión a la multitud del estadio.
Al finalizar el canto, el conductor del acto proclamó tres veces el grito "Viva Cristo Rey", ligado al tema de la canción, el Señorío de Jesús.
Francisco bendijo una cruz que entregó a los jóvenes para que la lleven por las ciudades de México, "callejeando la fe", según su expresión.
La cruz fue protagonista también del acto de cierre del encuentro: unas danzas fueron descubriendo este signo en el escenario, mientras en las gradas se desplegaba un manto con la paloma de Espíritu Santo. El final incluyó, como en casi todos los actos de Francisco en México, un rezo del Avemaría.
Saludando a los jóvenes desde cerca, uno llegó a agarrarle y tirarle con tanta fuerza que el Papa tuvo que reprocharle: "Eso no se hace, no seas egoísta", se podía leer en sus labios. (Vea aquí el vídeo del enfado del Papa)
Los jóvenes también plantearon algunos temas de reflexión. Una chica llamó la atención sobre «la mala educación sexual, la influencia de los medios de comunicación, la carencia afectiva, el miedo al compromiso con otra persona». «¿Cómo recuperar el sueño de formar una familia?», planteó.
Un joven habló de la violencia y sus secuelas: «El aumento entre nosotros de las víctimas del narcotráfico, la violencia, de las adicciones y la explotación de personas», y también del escándalo de la impunidad de los asesinos: «las familias pueden tan solo llorar la pérdida de sus hijos, porque la impunidad ha dado alas a quienes secuestran, estafan y matan».
El Papa les escuchó con atención y tomó notas para responder después, en la alocución que recogemos a continuación.
Texto completo del discurso del Papa Francisco a los jóvenes de México en Morelia (Michoacán)
“Buenas tardes. Ustedes jóvenes de México, están aquí, a los que están mirando por televisión, están escuchando. Y quiero enviar un saludo y una bendición a los miles de jóvenes que en la arquidiócesis de Guadalajara están reunidos en la plaza San Juan Pablo II siguiendo lo que está pasando aquí. Y como ellos tantos otros, pero me mandaron avisar que eran miles y miles allí reunidos escuchando. Así que somos dos Estadios. La plaza San Juan Pablo II de Guadalajara y nosotros aquí. Y después tantos otros.
Yo conocía las inquietudes de ustedes porque me habían hecho llegar el borrador de lo que más o menos iban a decir. Es verdad, para qué les voy a mentir. Pero a medida que hablaban también iba tomando notas de cosas que me parecían importantes, para que no quedaran en el aire, si no aparecían en lo que yo resumí de lo que ustedes me habían dicho, y como respuesta.
Les cuento que cuando llegué a esta tierra fui recibido con una calurosa bienvenida, constaté ahí mismo algo que intuía desde hace tiempo: la vitalidad, la alegría, el espíritu festivo del Pueblo mexicano. «Ahorita»…, después de escucharlos, pero especialmente después de verlos, constato nuevamente otra certeza, algo que le dije al Presidente de la Nación en mi primer saludo.
Uno de los mayores tesoros de esta tierra mexicana tiene rostro joven, son sus jóvenes. Sí, son ustedes la riqueza de esta tierra. Cuidado, no dije la esperanza de esta tierra, dije: «Su riqueza». La montaña puede tener minerales ricos, que van a servir para el progreso de la humanidad, es su riqueza. Pero esa riqueza hay que transformarla en esperanza con el trabajo como hacen los mineros cuando van sacando esos minerales. Ustedes son la riqueza. Hay que transformarla en esperanza.
Y Daniela al final, echó un desafío y además también nos dio la pista sobre la esperanza. Pero todos los que hablaron cuando marcaban las dificultades, las cosas que pasaban decían una verdad muy grande, que todos podemos vivir. Pero no podemos vivir sin esperanza.
Sentir el mañana, no podemos sentir el mañana si primero uno no logra valorarse, no logra sentir que su vida, sus manos, su historia vale la pena. Sentir eso que Alberto decía que ‘con mis manos, con mi corazón y con mi mente puedo construir esperanza’. Si yo no siento eso, la esperanza no podrá entrar en mi corazón. La esperanza nace cuando se puede experimentar que no todo está perdido, y para eso es necesario el ejercicio de empezar «por casa», empezar por sí mismo. No todo está perdido. No estoy perdido, yo valgo, yo valgo mucho.
Les pido silencio ahora. Cada uno se contesta en su corazón. ¿Es verdad que no todo está perdido? ¿Yo estoy perdido, estoy perdida? ¿Yo valgo? ¿Valgo poco? ¿Mucho? La principal amenaza a la esperanza son los discursos que te desvalorizan, te van como chupando el valor y terminas como caído, ¿no es cierto? Como arrugado con el corazón triste. Discurso que te hacen sentir no de segunda, sino de cuarta. La principal amenaza a la esperanza es cuando sentís que no le importas a nadie o que estás dejado de lado.
Esa es la gran dificultad para la esperanza. Cuando en una familia o en una sociedad, o en una escuela, o en un grupo de amigos te hacen sentir que no les importas. Y eso es duro, es doloroso. Pero sucede, ¿o no sucede? ¿Sí o no? Sí, sucede. Eso mata, eso nos aniquila y esa es la puerta de ingreso para tanto dolor. Pero también hay otra principal amenaza a la esperanza, la esperanza de que esa riqueza que son ustedes crezca y dé su fruto.
Y hacerte creer que empiezas a ser valioso cuando te disfrazas de ropas, marcas del último grito de la moda, o cuando te ponés prestigio, importante por tener dinero pero, en el fondo, tu corazón no cree que seas digno de cariño, digno de amor. Y eso tu corazón lo intuye. La esperanza está amordazada por lo que te hacen creer, no te la dejan surgir. La principal amenaza es cuando uno siente que tiene que tener plata para comprar todo, incluso el cariño de los demás. La principal amenaza es creer que por tener un gran «carro» sos feliz. ¿Es verdad esto, que por tener un gran carro sos feliz?
Ustedes son la riqueza de México, ustedes son la riqueza de la Iglesia. Y no les estoy, permítanme que les diga una frase de mi tierra, no les estoy sobando el lomo, no los estoy adulando. Y entiendo que muchas veces se vuelve difícil sentirse la riqueza cuando nos vemos expuestos continuamente a la pérdida de amigos o de familiares en manos del narcotráfico, de las drogas, de organizaciones criminales que siembran el terror.
Es difícil sentirse la riqueza de una nación cuando no se tienen oportunidades de trabajo digno, Alberto lo expresaste claramente. Posibilidades de estudio y capacitación, cuando no se sienten reconocidos los derechos que terminan impulsándolos a situaciones límites. Es difícil sentirse la riqueza de un lugar cuando, por ser jóvenes, se los utiliza para fines mezquinos seduciéndolos con promesas que al final no son reales, son pompas de jabón. Es difícil sentirse rico así. La riqueza la llevan adentro y la esperanza la llevan adentro. Pero no es fácil por todo esto que les estoy diciendo y dijeron ustedes.
Faltan oportunidades de trabajo, dijeron Alberto y Roberto. Pero, pese a todo, esto no me voy a cansar de decirlo: ustedes son la riqueza de México. Roberto vos dijiste una frase que se me escapó cuando leí tu apunte. Quiero detenerme. Vos dijiste que perdiste algo. Y no dijiste que perdí el celular, perdí la billetera con plata, perdí el tren porque llegué tarde. Perdiste, perdimos el encanto de disfrutar del encuentro, perdimos el encanto de caminar juntos, perdimos el encanto de soñar juntos. Y para que esta riqueza movida por la esperanza vaya adelante hay que caminar juntos, hay que encontrarse, hay que soñar, no pierdan el encanto de soñar. Atrévanse a soñar. Soñar, que no es lo mismo que estar dormilones, eso no ¿eh?
No crean que les digo esto, de que ustedes son la riqueza de México y esa riqueza con la esperanza va adelante, porque soy bueno, o porque la tengo clara, no queridos amigos, no es así. Les digo esto y estoy convencido, ¿saben por qué? Porque como ustedes creo en Jesucristo. Y creo que Daniela fue muy fuerte cuando nos habló de esto.
Yo creo en Jesucristo y por eso les digo esto. Él es quien renueva continuamente en mí la esperanza, es Él el que renueva continuamente mi mirada. Es Él quien despierta en mí, o sea en cada uno de nosotros, el encanto de disfrutar, el encanto de soñar, el encanto de trabajar juntos. Es él quien continuamente me invita a convertir el corazón. Sí, amigos míos, les digo esto porque en Jesús yo encontré a Aquel que es capaz de encender lo mejor de mí mismo.
Y es de su mano que podemos hacer camino, es de su mano que una y otra vez podemos volver a empezar, es de su mano que podemos animarnos a decir: Es mentira que la única forma de vivir, de poder ser joven es dejando la vida en manos del narcotráfico o de todos aquellos que lo único que están haciendo es sembrar destrucción y muerte. Eso es mentira y lo decimos de la mano de Jesús. Es también de la mano de Jesús, de Jesucristo el Señor que podemos decir que es mentira que la única forma que tienen de vivir los jóvenes aquí es en la pobreza y en la marginación; en la marginación de oportunidades, en la marginación de espacios, en la marginación de la capacitación y educación, en la marginación de la esperanza.
Es Jesucristo el que desmiente todos los intentos de hacerlos inútiles, o meros mercenarios de ambiciones ajenas. Son las ambiciones ajenas las que a ustedes los marginan para usarlos en todas estas cosas que yo dije y que saben y que terminan en la destrucción. Y el único que me puede tener bien fuerte de la mano es Jesucristo. Él hace que esta riqueza se transforme en esperanza.
Me han pedido una palabra de esperanza, la que tengo para darles, la que está en la base de todo, se llama Jesucristo. Cuando todo parezca pesado, cuando parezca que se nos viene el mundo encima, abracen su cruz, abrácenlo a Él y, por favor, nunca se suelten de su mano aunque les esté llevando adelante arrastrando. Y si se caen una vez, déjense levantar por Él.
Los alpinistas tienen una canción muy linda que a mí me gusta repetirla a los jóvenes. Mientras suben van cantando: ‘En el arte de ascender, el triunfo no está en no caer sino en no permanecer caído’. Ese es el arte. ¿Y quién es el único que te puede agarrar de la mano para que no permanezcas caído? Jesucristo. El único. Jesucristo que a veces te manda un hermano para que te hable y te ayude.
No escondas tu mano cuando estás caído. No le digas no me mires que estoy embarrado o embarrada. No me mires que ya no tengo remedio. Solamente déjate agarrar la mano y agárrate a esa mano. Y la riqueza que tienes adentro, sucia, embarrada, dada por perdida, va a empezar otra vez de la esperanza a dar su fruto pero siempre pero siempre agarrado de la mano de Jesucristo. No se olviden. En el arte de ascender, el triunfo no está en no caer sino en no permanecer caído. No se permitan permanecer caídos. Nunca ¿De acuerdo?
Y si ven un amigo o una amiga que se pegó un resbalón en la vida y se cayó, anda y ofrécele la mano. Ofrécesela con dignidad. Ponte al lado de él, al lado de ella, escúchalo. No le digas ‘te traigo la receta’ No, como amigo, despacito, dale fuerza con tu palabra, dale fuerza con la escucha. Esa medicina que se va olvidando la “escucho-terapia”. Déjalo hablar, déjalo que te cuente y entonces poquito a poco te va a ir extendido la mano y vos lo vas a ayudar en nombre de Jesucristo.
Pero si vas de golpe y empiezas a predicarle y a darle, darle, pues pobrecito lo vas a dejar peor que como estaba. ¿Está claro?
Nunca se suelten de la mano de Jesucristo. Nunca se aparten de Él. Y si se apartan, se levantan y sigan adelante. Él comprende lo que son estas cosas. Porque de la mano de Jesucristo es posible vivir a fondo, de su mano es posible creer que la vida vale la pena, vale la pena dar lo mejor de sí, ser fermento, ser sal, ser luz en medio de sus amigos, de sus barrios, de su comunidad, en medio de la familia.
Después Rosario voy a hablar un poquito de esto que vos dijiste de la familia. Por eso, queridos amigos, de la mano de Jesús les pido que no se dejen excluir, no se dejen desvalorizar, no se dejen tratar como mercancía. Jesús nos dio un consejo para esto, para no dejarnos excluir, para no dejarnos desvalorizar. Sean astutos como serpientes y humildes como palomas. Las dos virtudes juntas.
A los jóvenes viveza no les falta, a veces les falta la astucia para que no sean ingenuos. Las dos cosas, astutos pero sencillos, bondadosos. Es cierto, que por este camino capaz que no tendrán el último carro en la puerta, no tendrán los bolsillos llenos de plata, pero tendrán algo que nadie nunca podrá sacarles que es la experiencia de sentirse amados, abrazados y acompañados.
Es el encanto de disfrutar del encuentro, el encanto de soñar en el encuentro de todos. Es la experiencia de sentirse familia, de sentirse comunidad. Y es la experiencia de mirar al mundo, a la cara, con la frente alta. Sin el carro, la plata, pero la frente alta, la dignidad.
Tres palabras que las vamos a repetir: riqueza, que se la dieron; esperanza porque quieren abrirse a la esperanza; dignidad. ¿Lo repetimos? Riqueza, esperanza, dignidad. La riqueza que Dios le dio a ustedes, ustedes son la riqueza de México. La esperanza que les da Jesucristo. Y la dignidad que les da el no dejarse sobar el lomo y ser mercadería para los bolsillo de otros.
Hoy el Señor los sigue llamando, los sigue convocando, al igual que lo hizo con el indio Juan Diego. Los invita a construir un santuario. Un santuario que no es un lugar físico, sino una comunidad, un santuario llamado parroquia, un santuario llamado Nación. La comunidad, la familia, el sentirnos ciudadanos, es uno de los principales antídotos contra todo lo que nos amenaza, porque nos hace sentir parte de esta gran familia de Dios.
No para refugiarnos, no para encerrarnos, para escaparnos de las amenazas de la vida o los desafíos, al contrario, para salir a invitar a otros; para salir a anunciar a otros que ser joven en México es la mayor riqueza y por lo tanto, no puede ser sacrificada. Y porque es riqueza es capaz de tener esperanza y nos da dignidad. Otra vez las tres palabras. Riqueza, esperanza y dignidad. Riqueza, esa que Dios nos dio y tenemos que hacer crecer.
Jesús, el que nos da la esperanza, nunca nos invitaría a ser sicarios, sino que nos llama discípulos, nos llama amigos. Jesús nunca nos mandaría a la muerte, sino que todo en Él es invitación a la vida. Una vida en familia, una vida en comunidad; una familia y una comunidad a favor de la sociedad. Y aquí Rosario retomo lo que vos dijiste, una cosa tan linda. En la familia se aprende cercanía, se aprende solidaridad, se aprende a compartir, a discernir, a llevar adelante los problemas unos de otros, a pelearse y arreglarse, a discutir y abrazarse y besarse.
La familia es la primera escuela de la nación. Y en la familia está esa riqueza que tienen ustedes. La familia es como quien custodia esa riqueza. Y en la familia van a encontrar esperanza porque está Jesús. Y en la familia van a tener dignidad. Nunca, nunca dejen de lado la familia. La familia es la piedra de base de la construcción de una gran nación. Ustedes son riqueza, tienen esperanza y sueñan, también Rosario habló de soñar. ¿Ustedes sueñan con tener una familia? Casi no escuché la respuesta ¿eh?
Queridos hermanos ustedes son la riqueza de este país y, cuando duden de eso, miren a Jesucristo, que es la esperanza, el que desmiente todos los intentos de hacerlos inútiles, o meros mercenarios de ambiciones ajenas. Les agradezco este encuentro y les pido que recen por mí. Gracias”.
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