Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

90.000 personas en la cita de San Cristóbal de las Casas

En la misa de Chiapas, en lenguas indígenas, el Papa denuncia los abusos contra pueblos nativos

Figuras de animales llenas de simbolismo de las culturas chiapanecas enmarcan la homilía de Francisco en San Cristóbal de las Casas
Figuras de animales llenas de simbolismo de las culturas chiapanecas enmarcan la homilía de Francisco en San Cristóbal de las Casas

ReL

El Papa Francisco aterrizó este lunes por la mañana en el sureño estado mexicano de Chiapas, de los más pobres del país y el que menos porcentaje de población católica declara, para celebrar la Eucaristía en San Cristóbal de las Casas, diócesis donde el 75 % de la población es indígena.

Al bajar del avión fue recibido por centenares de personas en el aeropuerto de Tuxtla Gutiérrez, la capital del Estado, entre ellos un coro de niños con síndrome de down, que lo recibieron con flores y cantos que llevaban semanas ensayando.



Al pie de la escalinata le esperaba también el gobernador del estado, Manuel Velasco, y su esposa, Anahí Puente, popular por haber sido cantante del grupo RBD. En la comitiva de bienvenida también se encontraba el arzobispo de Tuxtla Gutiérrez, Fabio Martínez, y varios sacerdotes.

Un grupo de mujeres indígenas vestidas con su ropa tradicional entregaron un bastón de mando y una corona de flores al Pontífice. El bastón de mando mayor es un reconocimiento de las comunidades indígenas de la zona, entre ellas la tzotzil y la zoque, y con él lo señalan como máximo jerarca de la Iglesia. Le colocaron también una corona de flores y le entregaron obsequios que el séquito papal guardó.



Como en otras ocasiones, el Pontífice se saltó el protocolo al salir de la alfombra roja y acercarse a la grada a saludar a los fieles, mientras muchos chiapanecos lo fotografiaban con su móvil. Tras unos 20 minutos, el papa se dirigió hacia el cercano helicóptero que le llevó San Cristóbal de las Casas, a 45 kilómetros de distancia, donde llegó a las 9.09 hora local (las 16.00 en España). La ciudad tiene unos 160.000 habitantes. Allí se celebró una misa en el centro deportivo municipal con unos 90.000 asistentes.



Una misa en las lenguas nativas
Las lecturas litúrgicas, los textos bíblicos y los cantos se proclamaron en las lenguas nativas tzeltal (que tiene unos 350.000 hablantes), tzotzil (emparentada con la anterior, con unos 400.000 hablantes) y chol (180.000 hablantes, muy cercana al maya clásico). Recientemente el Papa ha aprobado las traducciones de algunas de estas lenguas para su uso litúrgico.

Cánticos, marimbas y trajes tradicionales multicolores se integraron en la Eucaristía: el altar mostraba alusiones a la tierra, el agua y otros elementos.



Indígenas de todo el país
Muchos indígenas habían llegado de regiones muy lejanas, como la familia Navarrete Guzmán, de etnia huichole llegada del estado norteño de Nayarit. "La familia es lo primero, lo primordial. Debemos rescatar los valores familiares. Estamos como estamos en el país y en el mundo a consecuencia del descuido que se tiene con las familias", explicaba Julia Guzmán a la agencia AP. Tienen cinco hijos y sirven a la diócesis de la capital de su estado.

Ana Carmen Cabas Cabas, consejera de los pueblos indígenas en el estado sureño de Campeche, dijo que llegó desde temprano para recibir la bendición del papa y renovar su fe. "Siento que (el encuentro de las familias) va a simbolizar la unidad entre indígenas, pobres, ricos y sin distinción", comentó Cabas, una indígena guatemalteca nacionalizada mexicana, de 43 años.

Mónica López González, oriunda de Tuxtla, estaba encantada con el Papa: "Es lo mejor que nos pudo haber pasado. Es muy significativo porque es una representación de Nuestro Señor Jesucristo en la tierra, porque llena nuestros corazones, pues está lleno de paz, de alegría, de bendición y de humildad más que nada. Es hermoso".



Una condena a la explotación y el desprecio
En la misa de San Cristóbal de las Casas el Papa condenó "cómo de modo sistemático y estructural, sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad". "Algunos han considerado inferiores sus valores, su cultura y sus tradiciones", continuó el pontífice ante las comunidades que representan a los 11 millones de mexicanos indígenas que viven en el país. "El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita", añadió el Pontífice.

Francisco, que citó el Popol Vuh (el libro de leyendas míticas de los mayas quiché, recopilado en el siglo XVI o XVII) alabó el ansia de libertad de los pueblos nativos. Denunció cómo "de muchas formas y maneras se ha querido silenciar y callar ese anhelo".

Citando su encíclica Laudato Si´, añadió: "La creación también sabe levantar su voz. Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella". Francisco finalizó con uno de los salmos en lengua indígena: "Li smantal Kajvaltike toj lek. La ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma".

Al finalizar la misa, el Papa recibió la Biblia en lenguas indígenas (tzotzil del municipio de Zinacantán y en tzeltal; el Nuevo Testamento, en dialecto tzotzil, del municipio de Huixtán). Este acto fue acompañado de gritos y vítores de los participantes.



Homilía completa del Papa Francisco en San Cristóbal de las Casas

Li smantal Kajvaltike toj lek – la ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma, así comenzaba el salmo que hemos escuchado. La ley del Señor es perfecta; y el salmista se encarga de enumerar todo lo que esa ley genera al que la escucha y la sigue: reconforta el alma, hace sabio al sencillo, alegra el corazón, es luz para alumbrar el camino.

Esa es la ley que el Pueblo de Israel había recibido de mano de Moisés, una ley que ayudaría al Pueblo de Dios a vivir en la libertad a la que habían sido llamados. Ley que quería ser luz para sus pasos y acompañar el peregrinar de su Pueblo. Un Pueblo que había experimentado la esclavitud y el despotismo del Faraón, que había experimentado el sufrimiento y el maltrato hasta que Dios dice basta, hasta que Dios dice: ¡No más! He visto la aflicción, he oído el clamor, he conocido su angustia (cf. Ex 3,9). Y ahí se manifiesta el rostro de nuestro Dios, el rostro del Padre que sufre ante el dolor, el maltrato, la inequidad en la vida de sus hijos; y su Palabra, su ley, se volvía símbolo de libertad, símbolo de alegría, de sabiduría y de luz. Experiencia, realidad que encuentra eco en esa expresión que nace de la sabiduría acuñada en estas tierras desde tiempos lejanos, y que reza en el Popol Vuh de la siguiente manera: El alba sobrevino sobre las tribus juntas. La faz de la tierra fue enseguida saneada por el sol (33). El alba sobrevino para los pueblos que una y otra vez han caminado en las distintas tinieblas de la historia.

En esta expresión, hay un anhelo de vivir en libertad, hay un anhelo que tiene sabor a tierra prometida donde la opresión, el maltrato y la degradación no sean moneda corriente. En el corazón del hombre y en la memoria de muchos de nuestros pueblos está inscrito el anhelo de una tierra, de un tiempo donde la desvalorización sea superada por la fraternidad, la injusticia sea vencida por la solidaridad y la violencia sea callada por la paz.

Nuestro Padre no sólo comparte ese anhelo, Él mismo lo ha estimulado y lo estimula al regalarnos a su hijo Jesucristo. En Él encontramos la solidaridad del Padre caminando a nuestro lado. En Él vemos cómo esa ley perfecta toma carne, toma rostro, toma la historia para acompañar y sostener a su Pueblo; se hace Camino, se hace Verdad, se hace Vida, para que las tinieblas no tengan la última palabra y el alba no deje de venir sobre la vida de sus hijos.

De muchas maneras y de muchas formas se ha querido silenciar y callar este anhelo, de muchas maneras han intentado anestesiarnos el alma, de muchas formas han pretendido aletargar y adormecer la vida de nuestros niños y jóvenes con la insinuación de que nada puede cambiar o de que son sueños imposibles. Frente a estas formas, la creación también sabe levantar su voz; «esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que “gime y sufre dolores de parto” (Rm 8,22)» (Laudato si’, 2).

El desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos impactan a todos (cf. Laudato si’,14) y nos interpelan. Ya no podemos hacernos los sordos frente a una de las mayores crisis ambientales de la historia.

En esto ustedes tienen mucho que enseñarnos, que enseñar a la humanidad. Sus pueblos, como han reconocido los obispos de América Latina, saben relacionarse armónicamente con la naturaleza, a la que respetan como «fuente de alimento, casa común y altar del compartir humano» (Aparecida, 472).

Sin embargo, muchas veces, de modo sistemático y estructural, vuestros pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, sus culturas y sus tradiciones. Otros, mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las contaminaban. ¡Qué tristeza! Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡Perdón!, perdón hermanos. El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita a ustedes.

Los jóvenes de hoy, expuestos a una cultura que intenta suprimir todas las riquezas, características y diversidades culturales en pos de un mundo homogéneo, necesitan estos jóvenes que no se pierda la sabiduría de sus ancianos.

El mundo de hoy, preso del pragmatismo, necesita reaprender el valor de la gratuidad.

Estamos celebrando la certeza de que «el Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, que no se arrepiente de habernos creado» (Laudato si’, 13). Celebramos que Jesucristo sigue muriendo y resucitado en cada gesto que tengamos con el más pequeño de nuestros hermanos. Animémonos a seguir siendo testigos de su Pasión, de su Resurrección haciendo carne li smantal Kajvaltike toj lek – la ley del Señor que es perfecta del todo y reconforta el alma.

La llegada a San Cristóbal y la misa completa, seguida de comentarios (3 horas 38 minutos) en en canal de YouTube de TelevisionESNE

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