Hasán Ruhani, presidente de Irán, visita a Francisco con un gran séquito y le pide que rece por él
El presidente iraní, Hasán Ruhani, mantuvo este martes por la mañana un coloquio privado con el Papa Francisco que duró cuarenta minutos.
Hablaron de la difusión del terrorismo, el tráfico de armas, la importancia del diálogo interreligioso y la responsabilidad de las comunidades religiosas en la promoción de la reconciliación, de la tolerancia y de la paz”. En el momento de la despedida el presidente le pidió al Papa “le pido rece por mí”.
Una nota de prensa de la Santa Sede explica que en el encuentro se habló del papel que “Irán está llamado a desarrollar, junto a otros países de la región, para promover adecuadas soluciones políticas” para los problemas de Medio Oriente, “contrastando la difusión del terrorismo y el tráfico de armas” y “la importancia del diálogo interreligioso y la responsabilidad de las comunidades religiosas en la promoción de la reconciliación, de la tolerancia y de la paz”.
La nota señala que en el "cordial coloquio" “se evidenciaron los valores espirituales comunes y luego se hizo referencia al buen estado de relaciones entre la Santa Sede y la República Islámica de Irán, también se habló sobre la vida de la Iglesia en el país y la acción de la Santa Sede en favor de la promoción de la dignidad de la persona humana y de la libertad religiosa” y también “sobre la conclusión y la aplicación del acuerdo sobre energía nuclear”.
El presidente iraní llegó al Vaticano poco después de las 11 horas, con algunos minutos de atraso. Eran muy importantes las medidas de seguridad en la Avenida de la Conciliación, que antes de la llegada del presidente fue completamente cerrada al tráfico. Más de veinte automóviles acompañaban al dignatario chiíta.
Ruhani es el segundo presidente iraní que es recibido en el Vaticano. El primero fue Mohamed Jatami que visitó a Juan Pablo II en 1999. Su sucesor, Mahmud Ahmadineyad, más radical, no visitó el Vaticano.
Ruhani también se entrevistó con el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, acompañado por monseñor Paul Gallagher, secretario para las relaciones con los Estados.
Ruhani presentó su séquito de doce personas al Papa, entre ellos el ministro de Exteriores, Mohammad Zarif y una sola mujer, la traductora, funcionaria de la embajada en Roma.
El iraní regaló al Papa una alfombra persa: “Esta alfombra fue hecho a mano en la ciudad santa de Qom”, le dijo, refiriéndose al centro espiritual del chiísmo en Irak. Otro regalo que llegó de Teherán fue un gran libro con una colección artística de miniaturas.
Francisco regaló a Ruhani un medallón de San Martín, explicándole que el santo se quita su capa para cubrir del frío a un pobre: un signo de fraternidad gratuita”.
“Gracias realmente”, le respondió el presidente, al cual el Papa le donó también una copia de la encíclica “Laudato si” con la explicación: “Es mi documento sobre la protección de lo creado, pero no existe la versión en farsi, así que le doy una copia en inglés y permítame también una en árabe”.
Al final el Papa lo acompañó hacia la puerta diciéndole: “Le agradezco mucho por esta visita, que me ha dado un verdadero placer, espero en la paz y le deseo un buen trabajo”.
En el momento de la despedida el presidente iraní dijo al Papa: “Le pido rece por mí”.
Hablaron de la difusión del terrorismo, el tráfico de armas, la importancia del diálogo interreligioso y la responsabilidad de las comunidades religiosas en la promoción de la reconciliación, de la tolerancia y de la paz”. En el momento de la despedida el presidente le pidió al Papa “le pido rece por mí”.
Una nota de prensa de la Santa Sede explica que en el encuentro se habló del papel que “Irán está llamado a desarrollar, junto a otros países de la región, para promover adecuadas soluciones políticas” para los problemas de Medio Oriente, “contrastando la difusión del terrorismo y el tráfico de armas” y “la importancia del diálogo interreligioso y la responsabilidad de las comunidades religiosas en la promoción de la reconciliación, de la tolerancia y de la paz”.
La nota señala que en el "cordial coloquio" “se evidenciaron los valores espirituales comunes y luego se hizo referencia al buen estado de relaciones entre la Santa Sede y la República Islámica de Irán, también se habló sobre la vida de la Iglesia en el país y la acción de la Santa Sede en favor de la promoción de la dignidad de la persona humana y de la libertad religiosa” y también “sobre la conclusión y la aplicación del acuerdo sobre energía nuclear”.
El presidente iraní llegó al Vaticano poco después de las 11 horas, con algunos minutos de atraso. Eran muy importantes las medidas de seguridad en la Avenida de la Conciliación, que antes de la llegada del presidente fue completamente cerrada al tráfico. Más de veinte automóviles acompañaban al dignatario chiíta.
Ruhani es el segundo presidente iraní que es recibido en el Vaticano. El primero fue Mohamed Jatami que visitó a Juan Pablo II en 1999. Su sucesor, Mahmud Ahmadineyad, más radical, no visitó el Vaticano.
Ruhani también se entrevistó con el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, acompañado por monseñor Paul Gallagher, secretario para las relaciones con los Estados.
Ruhani presentó su séquito de doce personas al Papa, entre ellos el ministro de Exteriores, Mohammad Zarif y una sola mujer, la traductora, funcionaria de la embajada en Roma.
El iraní regaló al Papa una alfombra persa: “Esta alfombra fue hecho a mano en la ciudad santa de Qom”, le dijo, refiriéndose al centro espiritual del chiísmo en Irak. Otro regalo que llegó de Teherán fue un gran libro con una colección artística de miniaturas.
Francisco regaló a Ruhani un medallón de San Martín, explicándole que el santo se quita su capa para cubrir del frío a un pobre: un signo de fraternidad gratuita”.
“Gracias realmente”, le respondió el presidente, al cual el Papa le donó también una copia de la encíclica “Laudato si” con la explicación: “Es mi documento sobre la protección de lo creado, pero no existe la versión en farsi, así que le doy una copia en inglés y permítame también una en árabe”.
Al final el Papa lo acompañó hacia la puerta diciéndole: “Le agradezco mucho por esta visita, que me ha dado un verdadero placer, espero en la paz y le deseo un buen trabajo”.
En el momento de la despedida el presidente iraní dijo al Papa: “Le pido rece por mí”.
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