Durante el Ángelus
El Papa Francisco recuerda que «en Navidad Dios se nos da a sí mismo donando a su Hijo»
A la hora del Ángelus del IV domingo de Adviento, en que tradicionalmente la Plaza de San Pedro acoge a los niños de los Oratorios Romanos – quienes con alegría esperan el saludo del Papa y la bendición de las estatuillas del Niño Jesús que colocarán en los pesebres de sus casas –el Santo Padre Francisco recordó que en Navidad, Dios se nos da completamente a sí mismo donando a su Hijo, el Único que es toda su alegría.
En efecto, en esta ocasión, y en el ámbito del Jubileo extraordinario de la Misericordia, llegaron en peregrinación numerosos niños de los Oratorios Romanos para cruzar la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro y asistir a las 10.00, en la Basílica Vaticana, a la Santa Misa que presidió el Cardenal Angelo Comastri, Vicario del Papa para la Ciudad del Vaticano, en espera del rezo del Ángelus.
Al comentar el Evangelio de San Lucas, que relata la visita de María a su prima Isabel – que se sintió envuelta en un gran estupor al ver a la madre de su Señor – el Santo Padre recomendó que para celebrar la Navidad de manera proficua, nos detengamos en los “lugares” del estupor.
Y el primer lugar del estupor – dijo – es el otro, en el que debemos reconocer a un hermano, porque desde el nacimiento de Jesús, “cada rostro lleva impresas las semblanzas del Hijo de Dios”. Y de modo especial cuando se trata del rostro del pobre, porque Dios entró en el mundo siendo pobre y permitió que fueran los pobres los primeros que se acercaron a Él.
Otros lugares en los que, si miramos con fe, experimentamos el estupor – siguió explicando el Pontífice – son la historia, ante la que corremos el riesgo de no interpretarla bien, cuando nos parece determinada por la economía de mercado, regulada por la finanza y las especulaciones, y dominada por los poderosos de turno. Y la misma Iglesia, que debemos sentirla como Madre y no sólo como una institución religiosa, la cual, a pesar de sus manchas y arrugas, deja translucir los lineamientos de la Esposa amada y purificada por Cristo Señor.
En efecto, en esta ocasión, y en el ámbito del Jubileo extraordinario de la Misericordia, llegaron en peregrinación numerosos niños de los Oratorios Romanos para cruzar la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro y asistir a las 10.00, en la Basílica Vaticana, a la Santa Misa que presidió el Cardenal Angelo Comastri, Vicario del Papa para la Ciudad del Vaticano, en espera del rezo del Ángelus.
Al comentar el Evangelio de San Lucas, que relata la visita de María a su prima Isabel – que se sintió envuelta en un gran estupor al ver a la madre de su Señor – el Santo Padre recomendó que para celebrar la Navidad de manera proficua, nos detengamos en los “lugares” del estupor.
Y el primer lugar del estupor – dijo – es el otro, en el que debemos reconocer a un hermano, porque desde el nacimiento de Jesús, “cada rostro lleva impresas las semblanzas del Hijo de Dios”. Y de modo especial cuando se trata del rostro del pobre, porque Dios entró en el mundo siendo pobre y permitió que fueran los pobres los primeros que se acercaron a Él.
Otros lugares en los que, si miramos con fe, experimentamos el estupor – siguió explicando el Pontífice – son la historia, ante la que corremos el riesgo de no interpretarla bien, cuando nos parece determinada por la economía de mercado, regulada por la finanza y las especulaciones, y dominada por los poderosos de turno. Y la misma Iglesia, que debemos sentirla como Madre y no sólo como una institución religiosa, la cual, a pesar de sus manchas y arrugas, deja translucir los lineamientos de la Esposa amada y purificada por Cristo Señor.
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