Francisco pide fervor misionero: «El Espíritu convertirá así a los fieles rutinarios en discípulos»
El Papa Francisco ha recibido este jueves por la mañana a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, [responsable de los territorios de misión, más de un tercio de los territorios y diócesis de la Iglesia Católica; nota de ReL]que han estado analizando el futuro de la misión “ad gentes”.
Al saludar a los presentes, el Santo Padre ha recordado lo que él mismo pudo ver durante su reciente visita al continente africano: “Estoy de regreso de mi primer viaje apostólico a África, donde he tocado con las manos el dinamismo espiritual y pastoral de tantas jóvenes Iglesias de aquel continente, como también las graves dificultades en que vive buena parte de la población. He podido constatar que, allí donde hay necesidades, casi siempre hay una presencia de la Iglesia dispuesta a curar las heridas de los más necesitados, en los que reconoce el cuerpo llagado y crucificado del Señor Jesús. ¡Cuántas obras de caridad, de promoción humana! ¡Cuántos anónimos buenos samaritanos trabajan cada día en las misiones!”.
Después de destacar que la Iglesia es evangelizadora por su misma naturaleza y aludir al decreto conciliar Ad gentes y a la encíclica Redemptoris missio, de San Juan Pablo II, el Pontífice se ha referido a la investigación que esta congregación ha llevado a cabo en los últimos meses sobre la vitalidad de las Iglesias jóvenes, para comprender cómo hacer más eficaz la obra de esta misión “ad gentes”, teniendo en cuenta también la ambigüedad a la que hoy suele estar expuesta la experiencia de la fe.
Por este motivo, el Papa ha señalado que el mundo secularizado, incluso cuando se muestra acogedor hacia los valores evangélicos del amor, de la justicia, de la paz y de la sobriedad, no muestra la misma disponibilidad hacia la persona de Jesús, a quien no lo considera Mesías ni Hijo de Dios, sino, como mucho, “un hombre iluminado”.
Y ha asegurado que es vital que en el momento presente la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, “sin demora, sin repulsiones y sin miedo”.
“La misión es una fuerza capaz de transformar a la Iglesia en su propio interior antes que la vida de los pueblos y de las culturas”, ha dicho Francisco.
Por tanto, “que cada parroquia haga propio el estilo de la missio ad gentes”.
De este modo, “el Espíritu Santo transformará a los fieles rutinarios en discípulos, los discípulos desapegados en misioneros, sacándolos de los miedos y de las cerrazones y proyectándolos hacia cada dirección, hasta los confines de la tierra”.
Tras destacar que los primeros evangelizadores, como los apóstoles Pablo y Bernabé no disponían de un dicasterio misionero como ahora, el Santo Padre les ha manifestado su reconocimiento por la labor que realizan: “Les agradezco su trabajo de animación y cooperación misionera, con el que recuerdan a toda las Iglesias que, si están constreñidas en sus propios horizontes, corren el riesgo de atrofiarse y apagarse”. “La Iglesia vive y crece ´en salida´, tomando la iniciativa y haciéndose cercana. Por eso ustedes animan a las comunidades a ser generosas también en los momentos de crisis vocacional”, ha añadido.
Al final de su mensaje, el Pontífice invitó a los participantes en la Asamblea a rezar y trabajar para que la Iglesia se asemeje cada vez más al modelo de los Hechos de los Apóstoles, dejándose impulsar por la fuerza del Evangelio y del Espíritu Santo.
Y se despidió con las siguientes palabras: “Que María Santísima, Madre de Dios, san Francisco Javier y santa Teresita del Niño Jesús, patronos de las misiones, iluminen nuestros pasos en el servicio al Evangelio del Señor Jesús. Los acompaño con la bendición apostólica y les pido, por favor, que recen por mí”.
Al saludar a los presentes, el Santo Padre ha recordado lo que él mismo pudo ver durante su reciente visita al continente africano: “Estoy de regreso de mi primer viaje apostólico a África, donde he tocado con las manos el dinamismo espiritual y pastoral de tantas jóvenes Iglesias de aquel continente, como también las graves dificultades en que vive buena parte de la población. He podido constatar que, allí donde hay necesidades, casi siempre hay una presencia de la Iglesia dispuesta a curar las heridas de los más necesitados, en los que reconoce el cuerpo llagado y crucificado del Señor Jesús. ¡Cuántas obras de caridad, de promoción humana! ¡Cuántos anónimos buenos samaritanos trabajan cada día en las misiones!”.
Después de destacar que la Iglesia es evangelizadora por su misma naturaleza y aludir al decreto conciliar Ad gentes y a la encíclica Redemptoris missio, de San Juan Pablo II, el Pontífice se ha referido a la investigación que esta congregación ha llevado a cabo en los últimos meses sobre la vitalidad de las Iglesias jóvenes, para comprender cómo hacer más eficaz la obra de esta misión “ad gentes”, teniendo en cuenta también la ambigüedad a la que hoy suele estar expuesta la experiencia de la fe.
Por este motivo, el Papa ha señalado que el mundo secularizado, incluso cuando se muestra acogedor hacia los valores evangélicos del amor, de la justicia, de la paz y de la sobriedad, no muestra la misma disponibilidad hacia la persona de Jesús, a quien no lo considera Mesías ni Hijo de Dios, sino, como mucho, “un hombre iluminado”.
Y ha asegurado que es vital que en el momento presente la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, “sin demora, sin repulsiones y sin miedo”.
“La misión es una fuerza capaz de transformar a la Iglesia en su propio interior antes que la vida de los pueblos y de las culturas”, ha dicho Francisco.
Por tanto, “que cada parroquia haga propio el estilo de la missio ad gentes”.
De este modo, “el Espíritu Santo transformará a los fieles rutinarios en discípulos, los discípulos desapegados en misioneros, sacándolos de los miedos y de las cerrazones y proyectándolos hacia cada dirección, hasta los confines de la tierra”.
Tras destacar que los primeros evangelizadores, como los apóstoles Pablo y Bernabé no disponían de un dicasterio misionero como ahora, el Santo Padre les ha manifestado su reconocimiento por la labor que realizan: “Les agradezco su trabajo de animación y cooperación misionera, con el que recuerdan a toda las Iglesias que, si están constreñidas en sus propios horizontes, corren el riesgo de atrofiarse y apagarse”. “La Iglesia vive y crece ´en salida´, tomando la iniciativa y haciéndose cercana. Por eso ustedes animan a las comunidades a ser generosas también en los momentos de crisis vocacional”, ha añadido.
Al final de su mensaje, el Pontífice invitó a los participantes en la Asamblea a rezar y trabajar para que la Iglesia se asemeje cada vez más al modelo de los Hechos de los Apóstoles, dejándose impulsar por la fuerza del Evangelio y del Espíritu Santo.
Y se despidió con las siguientes palabras: “Que María Santísima, Madre de Dios, san Francisco Javier y santa Teresita del Niño Jesús, patronos de las misiones, iluminen nuestros pasos en el servicio al Evangelio del Señor Jesús. Los acompaño con la bendición apostólica y les pido, por favor, que recen por mí”.
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