Lo de «las periferias» va muy en serio: «El Señor dice con palabras claras que nos juzgará de esto»
En su visita a los enfermos y ancianos acogidos en la Casa de la Caridad en Nalukolongo, Kampala (Uganda), el Papa Francisco alentó a las parroquias y a las familias a atender con misericordia las personas que pasan sufrimiento y necesidad, pues ahí está Jesús.
El Santo Padre señaló que deseaba mucho visitar la Casa de la Caridad, que “siempre ha estado ligado al compromiso de la Iglesia en favor de los pobres, los discapacitados y los enfermos”.
Un lugar de rescate y educación
“Aquí, en los primeros tiempos, se rescató a niños de la esclavitud y las mujeres recibieron una educación religiosa”, recordó, al tiempo que agradeció a las Hermanas del Buen Samaritano, “que llevan adelante esta excelente obra”.
El Santo Padre aseguró que “Jesús está presente aquí, Jesús está presente donde están los pobres, los enfermos, encarcelados y en los que sufren. Jesús está presente”.
En la Casa de la Caridad, destacó, las personas enfermas y con discapacidad “pueden sentir la presencia de Jesús nuestro hermano, que nos ama a cada uno con ese amor que es propio de Dios”.
“Hoy, desde esta Casa, quisiera hacer un llamamiento a todas las parroquias y comunidades de Uganda –y del resto de África– para que no se olviden de los pobres”, exhortó.
Seremos juzgados por nuestro comportamiento con quienes sufren
Francisco subrayó que “el Evangelio nos impulsa a salir hacia las periferias de la sociedad y encontrar a Cristo en el que sufre y pasa necesidad. El Señor nos dice con palabras claras que nos juzgará de esto”.
El Santo Padre lamentó que en el mundo actual “da la impresión de que el egoísmo y la indiferencia se va extendiendo por muchas partes”.
“Cuántos hermanos y hermanas nuestros son víctimas de la cultura actual del ‘usar y tirar’, que lleva a despreciar sobre todo a los niños no nacidos, a los jóvenes y a los ancianos”, criticó. Ante esto, alentó, “como cristianos, no podemos permanecer impasibles. Algo tiene que cambiar”.
“Nuestras familias han de ser signos cada vez más evidentes del amor paciente y misericordioso de Dios, no solo hacia nuestros hijos y ancianos, sino hacia todos los que pasan necesidad”, dijo, al tiempo que señaló que “nuestras parroquias no han de cerrar sus puertas y sus oídos al grito de los pobres”.
“Cristo, precisamente en aquellos que servimos, se revela cada día y prepara la acogida que esperamos recibir un día en su Reino eterno”, aseguró. El Papa explicó que “a través de gestos sencillos, a través de acciones sencillas y generosas, que honran a Cristo en sus hermanos y hermanas más pequeños, conseguimos que la fuerza de su amor entre en el mundo y lo cambie realmente”.
El Santo Padre señaló que deseaba mucho visitar la Casa de la Caridad, que “siempre ha estado ligado al compromiso de la Iglesia en favor de los pobres, los discapacitados y los enfermos”.
Un lugar de rescate y educación
“Aquí, en los primeros tiempos, se rescató a niños de la esclavitud y las mujeres recibieron una educación religiosa”, recordó, al tiempo que agradeció a las Hermanas del Buen Samaritano, “que llevan adelante esta excelente obra”.
El Santo Padre aseguró que “Jesús está presente aquí, Jesús está presente donde están los pobres, los enfermos, encarcelados y en los que sufren. Jesús está presente”.
En la Casa de la Caridad, destacó, las personas enfermas y con discapacidad “pueden sentir la presencia de Jesús nuestro hermano, que nos ama a cada uno con ese amor que es propio de Dios”.
“Hoy, desde esta Casa, quisiera hacer un llamamiento a todas las parroquias y comunidades de Uganda –y del resto de África– para que no se olviden de los pobres”, exhortó.
Seremos juzgados por nuestro comportamiento con quienes sufren
Francisco subrayó que “el Evangelio nos impulsa a salir hacia las periferias de la sociedad y encontrar a Cristo en el que sufre y pasa necesidad. El Señor nos dice con palabras claras que nos juzgará de esto”.
El Santo Padre lamentó que en el mundo actual “da la impresión de que el egoísmo y la indiferencia se va extendiendo por muchas partes”.
“Cuántos hermanos y hermanas nuestros son víctimas de la cultura actual del ‘usar y tirar’, que lleva a despreciar sobre todo a los niños no nacidos, a los jóvenes y a los ancianos”, criticó. Ante esto, alentó, “como cristianos, no podemos permanecer impasibles. Algo tiene que cambiar”.
“Nuestras familias han de ser signos cada vez más evidentes del amor paciente y misericordioso de Dios, no solo hacia nuestros hijos y ancianos, sino hacia todos los que pasan necesidad”, dijo, al tiempo que señaló que “nuestras parroquias no han de cerrar sus puertas y sus oídos al grito de los pobres”.
“Cristo, precisamente en aquellos que servimos, se revela cada día y prepara la acogida que esperamos recibir un día en su Reino eterno”, aseguró. El Papa explicó que “a través de gestos sencillos, a través de acciones sencillas y generosas, que honran a Cristo en sus hermanos y hermanas más pequeños, conseguimos que la fuerza de su amor entre en el mundo y lo cambie realmente”.
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