Francisco sintetizó ante los hijos de inmigrantes el «sueño de sus padres: que crezcan con alegría»
La escuela Nuestra Señora Reina de los Ángeles fue este viernes el lugar de acogida donde el Santo Padre se reunió con niños y familias de inmigrantes en Nueva York. El centro forma parte de un grupo de seis escuelas católicas situadas en los barrios desfavorecidos de Harlem y del sur del Bronx, que son financiadas y gestionadas por la fundación católica de caridad Partnership, en estrecha colaboración con la archidiócesis de Nueva York.
En la primera parte del encuentro, en una sala preparada con mesas y sillas para los niños, de forma completamente espontánea y natural, distintos grupos de escolares se iban presentando y mostrando algunos de sus trabajos, acompañados por sus profesores. Entre risas y emociones, se creó un clima de familiaridad y cercanía.
Las dificultades de ser inmigrante
A continuación, el Santo Padre pasó al gimnasio, donde le esperaban más niños con sus familias. Un joven, en representación de un grupo procedente de Centroamérica, le regaló un balón de fútbol y una camiseta y le hizo una pequeña demostración de sus habilidades futbolísticas. Dos hombres, que representaban a los trabajadores inmigrantes en Nueva York, le entregaron un casco de obra y una bolsa de herramientas. Y así poco a poco, otros presentes fueron dedicando unas palabras de cariño y agradecimiento a Francisco, mientras él paseaba entre el numeroso grupo de asistentes.
Tras el saludo del presidente de la fundación, el Papa dirigió unas palabras a los presentes.
En primer lugar dio gracias “por recibirme” y pidió perdón especialmente a los maestros “por «robarles» unos minutos de la lección”.
El Santo Padre señaló que una de las “lindas características de esta escuela es que algunos de sus alumnos vienen de otros lugares, inclusive de otros países”. Al mismo tiempo reconoció que “no siempre es fácil tener que trasladarse y encontrar una nueva casa, nuevos vecinos, amigos”. Así como puede ser cansado “aprender un nuevo idioma, adaptarse a una nueva cultura, un nuevo clima”.
También quiso recordar lo bueno de esta experiencia: “Encontramos nuevos amigos, encontramos personas que nos abren puertas y nos muestran su ternura, su amistad, su comprensión, y buscan ayudarnos para que no nos sintamos extraños”.
La escuela, segundo hogar
Por otro lado, el Papa reconoció “qué lindo que es poder sentir la escuela como una segunda casa”. De esta manera, aseguró, “la escuela se vuelve una gran familia para todos, en donde junto a nuestras madres, padres, abuelos, educadores, maestros y compañeros aprendemos a ayudarnos, a compartir lo bueno de cada uno, a dar lo mejor de nosotros, a trabajar en equipo y a perseverar en nuestras metas”.
Francisco también habló a los niños y sus familias de Martin Luther King. “El soñó que muchos niños, muchas personas tuvieran igualdad de oportunidades. El soñó que muchos niños como ustedes tuvieran acceso a la educación”, explicó. Es hermoso -aseguró el Papa- tener sueños y poder luchar por ellos.
El sueño de todo padre: verlos crecer con alegría
Por ello, el Santo Padre subrayó que “hoy queremos seguir soñando” y “celebramos todas las oportunidades que, tanto a ustedes como a nosotros los grandes, nos permiten no perder la esperanza en un mundo mejor, con mayores posibilidades”. Sé -ha indicado- que uno de los sueños de sus padres, de sus educadores, es que ustedes puedan crecer con alegría. “Siempre es muy bueno ver a un niño sonreír”, añadió.
El Pontífice recordó a los niños que “tienen derecho a soñar” y se alegró de que “puedan encontrar en esta escuela, en sus amigos, en sus maestros, ese apoyo necesario para poder hacerlo”. Y donde hay sueños, donde hay alegría, ahí está siempre Jesús, “porque Jesús es alegría y quiere ayudarnos a que esa alegría permanezca todos los días”, aseguró.
Para finalizar, el Santo Padre puso una tarea a los niños: rezar “por mí para que pueda compartir con muchos la alegría de Jesús” y “para que muchos puedan disfrutar de esta alegría como la que tienen ustedes”.
http://videos.religionenlibertad.com/video/wcuSboTpiR/Ninos-de-Harlem-cancion-y-oracion
En la primera parte del encuentro, en una sala preparada con mesas y sillas para los niños, de forma completamente espontánea y natural, distintos grupos de escolares se iban presentando y mostrando algunos de sus trabajos, acompañados por sus profesores. Entre risas y emociones, se creó un clima de familiaridad y cercanía.
Las dificultades de ser inmigrante
A continuación, el Santo Padre pasó al gimnasio, donde le esperaban más niños con sus familias. Un joven, en representación de un grupo procedente de Centroamérica, le regaló un balón de fútbol y una camiseta y le hizo una pequeña demostración de sus habilidades futbolísticas. Dos hombres, que representaban a los trabajadores inmigrantes en Nueva York, le entregaron un casco de obra y una bolsa de herramientas. Y así poco a poco, otros presentes fueron dedicando unas palabras de cariño y agradecimiento a Francisco, mientras él paseaba entre el numeroso grupo de asistentes.
Tras el saludo del presidente de la fundación, el Papa dirigió unas palabras a los presentes.
En primer lugar dio gracias “por recibirme” y pidió perdón especialmente a los maestros “por «robarles» unos minutos de la lección”.
El Santo Padre señaló que una de las “lindas características de esta escuela es que algunos de sus alumnos vienen de otros lugares, inclusive de otros países”. Al mismo tiempo reconoció que “no siempre es fácil tener que trasladarse y encontrar una nueva casa, nuevos vecinos, amigos”. Así como puede ser cansado “aprender un nuevo idioma, adaptarse a una nueva cultura, un nuevo clima”.
También quiso recordar lo bueno de esta experiencia: “Encontramos nuevos amigos, encontramos personas que nos abren puertas y nos muestran su ternura, su amistad, su comprensión, y buscan ayudarnos para que no nos sintamos extraños”.
La escuela, segundo hogar
Por otro lado, el Papa reconoció “qué lindo que es poder sentir la escuela como una segunda casa”. De esta manera, aseguró, “la escuela se vuelve una gran familia para todos, en donde junto a nuestras madres, padres, abuelos, educadores, maestros y compañeros aprendemos a ayudarnos, a compartir lo bueno de cada uno, a dar lo mejor de nosotros, a trabajar en equipo y a perseverar en nuestras metas”.
Francisco también habló a los niños y sus familias de Martin Luther King. “El soñó que muchos niños, muchas personas tuvieran igualdad de oportunidades. El soñó que muchos niños como ustedes tuvieran acceso a la educación”, explicó. Es hermoso -aseguró el Papa- tener sueños y poder luchar por ellos.
El sueño de todo padre: verlos crecer con alegría
Por ello, el Santo Padre subrayó que “hoy queremos seguir soñando” y “celebramos todas las oportunidades que, tanto a ustedes como a nosotros los grandes, nos permiten no perder la esperanza en un mundo mejor, con mayores posibilidades”. Sé -ha indicado- que uno de los sueños de sus padres, de sus educadores, es que ustedes puedan crecer con alegría. “Siempre es muy bueno ver a un niño sonreír”, añadió.
El Pontífice recordó a los niños que “tienen derecho a soñar” y se alegró de que “puedan encontrar en esta escuela, en sus amigos, en sus maestros, ese apoyo necesario para poder hacerlo”. Y donde hay sueños, donde hay alegría, ahí está siempre Jesús, “porque Jesús es alegría y quiere ayudarnos a que esa alegría permanezca todos los días”, aseguró.
Para finalizar, el Santo Padre puso una tarea a los niños: rezar “por mí para que pueda compartir con muchos la alegría de Jesús” y “para que muchos puedan disfrutar de esta alegría como la que tienen ustedes”.
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