«Adorar, caminar y acompañar»: las instrucciones de Francisco para los misioneros claretianos
«Adorar, caminar y acompañar». Son las tres palabras sobre las que reflexionó el Papa Francisco –improvisando todo el discurso– al recibir en audiencia en el Vaticano a los participantes del Capítulo General de los Claretianos (Misioneros Hijos del Corazón Inmaculado de María) sobre el tema “Testimonios y mensajeros de la alegría del Evangelio”.
Esta congregación religiosa fue fundada en el siglo XIX por el catalán San Antonio María Claret, quien, curiosamente siendo sacerdote, quiso hacerse jesuita y partir a las misiones. Finalmente una enfermedad no se lo permitió obligándolo a permanecer en España. (Años después fue arzobispo en Santiago de Cuba, de 1849 a 1859).
Adorar
“Nosotros en el mundo de la eficiencia hemos perdido el sentido de la adoración”, subrayó el Pontífice. “Incluso en la oración”, añadió.
El Papa aseguró que “es cierto, rezamos, alabamos al Señor, pedimos, agradecemos… Pero la adoración, ese estar delante del único Dios, de aquello que es lo único que no tiene precio, que no se negocia, que no se cambia… Y todo lo que está fuera de Él es imitación de cartón, es ídolo. Adorar”.
En concreto a ellos les solicitó “un esfuerzo” por crecer en la adoración. “Es una carencia de la Iglesia en este momento, por falta de pedagogía. Ese sentido de la adoración que vemos en el primero Mandamiento de la Biblia, adorar al único Dios. ‘No tendrás, acuérdate Israel, no tendrás otro Dios más que el único’. Adorar: ‘a Él solo adorarás’”.
El Papa propuso ese ‘perder tiempo’ sin pedir, sin agradecer, incluso sin alabar, solamente adorar, con el alma postrada”.
Caminar
Francisco aseguró que “Dios no puede adorarse a sí mismo, pero quiso caminar, no quiso estar quieto. Desde el primer momento caminó con su pueblo”.
Esto es importante puesto que “caminar es abrir fronteras, salir, abrir puertas, buscar caminos. Caminar. No estar sentados. No instalarse, en el mal sentido de la palabra”.
No obstante es consciente de que “hay que organizar cosas, que hay trabajos que exigen estarse quietos, pero con el alma, el corazón y la cabeza, caminar, buscar. Ir a las fronteras, a las fronteras de todo tipo, incluso las del pensamiento”.
Precisamente, a los intelectuales pidió que vayan a las fronteras y no permanezcan quietos, “porque el que está quieto, el que no se mueve se corrompe. Como el agua: el agua estancada se corrompe enseguida. En vez, el agua del río que corre no se corrompe. Caminar como caminó Dios, que se hizo compañero del camino”.
“Caminar con ese deseo de llegar algún día a contemplarlo a Él, y no como desgraciadamente suele pasar –pasa en todas partes–con gente que más bien viene a asegurar su vida, o a un instituto o a quedarse quieto, a que no le falte nada, no… Caminar, caminar”.
Acompañar
En opinión de Francisco, caminar solo “es medio aburrido” y además “Dios caminó acompañando”. “Y me viene tan lindo eso de Jesús cuando se hizo el ‘tonto’ con los que se escapaban de Jerusalén a Emaús: se les puso al lado y acompañó, acompañó todo un proceso, hasta que ese corazón frío se volvió a calentar y ardía el corazón, y se dieron cuenta”.
El Papa también recomendó a los claretianos: “acompañen los momentos de alegría, acompañen la felicidad de los matrimonios, de las familias. Acompañen los momentos duros, los momentos de cruz, los momentos de pecado”. “Jesús no le tenía miedo a los pecadores, los buscaba”, agregó.
Por otro lado, en el discurso que les entregó, el Papa los invitó a “mirar al pasado con gratitud, vivir el presente con pasión y abrazar el futuro con esperanza”, al igual que hizo en la carta que dirigió a todos los consagrados con motivo del Año de la Vida Consagrada. En el texto destaca tres objetivos:
“Vivir el presente con pasión”: “es fundamentar su programa misionero en el espíritu de san Antonio María Claret que puso como lema en su escudo episcopal el Caritas Christi urget nos. Amar como amó Jesús debe interpelar cada una de nuestras opciones vitales y pastorales”.
El Año de la Vida Consagrada convocado por el Papa Francisco comenzó el 30 de noviembre de 2014, primer domingo de Adviento, y concluirá el 2 de febrero de 2016, fiesta de la Presentación del Señor. Uno de los motivos de su celebración es el 50 aniversario de la Constitución dogmática Lumen Gentium sobre la Iglesia.
El 21 de noviembre de 2014, el Pontífice firmó una carta a todos los consagrados en la que explica los motivos de este Año especial.
Esta congregación religiosa fue fundada en el siglo XIX por el catalán San Antonio María Claret, quien, curiosamente siendo sacerdote, quiso hacerse jesuita y partir a las misiones. Finalmente una enfermedad no se lo permitió obligándolo a permanecer en España. (Años después fue arzobispo en Santiago de Cuba, de 1849 a 1859).
Adorar
“Nosotros en el mundo de la eficiencia hemos perdido el sentido de la adoración”, subrayó el Pontífice. “Incluso en la oración”, añadió.
El Papa aseguró que “es cierto, rezamos, alabamos al Señor, pedimos, agradecemos… Pero la adoración, ese estar delante del único Dios, de aquello que es lo único que no tiene precio, que no se negocia, que no se cambia… Y todo lo que está fuera de Él es imitación de cartón, es ídolo. Adorar”.
En concreto a ellos les solicitó “un esfuerzo” por crecer en la adoración. “Es una carencia de la Iglesia en este momento, por falta de pedagogía. Ese sentido de la adoración que vemos en el primero Mandamiento de la Biblia, adorar al único Dios. ‘No tendrás, acuérdate Israel, no tendrás otro Dios más que el único’. Adorar: ‘a Él solo adorarás’”.
El Papa propuso ese ‘perder tiempo’ sin pedir, sin agradecer, incluso sin alabar, solamente adorar, con el alma postrada”.
Caminar
Francisco aseguró que “Dios no puede adorarse a sí mismo, pero quiso caminar, no quiso estar quieto. Desde el primer momento caminó con su pueblo”.
Esto es importante puesto que “caminar es abrir fronteras, salir, abrir puertas, buscar caminos. Caminar. No estar sentados. No instalarse, en el mal sentido de la palabra”.
No obstante es consciente de que “hay que organizar cosas, que hay trabajos que exigen estarse quietos, pero con el alma, el corazón y la cabeza, caminar, buscar. Ir a las fronteras, a las fronteras de todo tipo, incluso las del pensamiento”.
Precisamente, a los intelectuales pidió que vayan a las fronteras y no permanezcan quietos, “porque el que está quieto, el que no se mueve se corrompe. Como el agua: el agua estancada se corrompe enseguida. En vez, el agua del río que corre no se corrompe. Caminar como caminó Dios, que se hizo compañero del camino”.
“Caminar con ese deseo de llegar algún día a contemplarlo a Él, y no como desgraciadamente suele pasar –pasa en todas partes–con gente que más bien viene a asegurar su vida, o a un instituto o a quedarse quieto, a que no le falte nada, no… Caminar, caminar”.
Acompañar
En opinión de Francisco, caminar solo “es medio aburrido” y además “Dios caminó acompañando”. “Y me viene tan lindo eso de Jesús cuando se hizo el ‘tonto’ con los que se escapaban de Jerusalén a Emaús: se les puso al lado y acompañó, acompañó todo un proceso, hasta que ese corazón frío se volvió a calentar y ardía el corazón, y se dieron cuenta”.
El Papa también recomendó a los claretianos: “acompañen los momentos de alegría, acompañen la felicidad de los matrimonios, de las familias. Acompañen los momentos duros, los momentos de cruz, los momentos de pecado”. “Jesús no le tenía miedo a los pecadores, los buscaba”, agregó.
Por otro lado, en el discurso que les entregó, el Papa los invitó a “mirar al pasado con gratitud, vivir el presente con pasión y abrazar el futuro con esperanza”, al igual que hizo en la carta que dirigió a todos los consagrados con motivo del Año de la Vida Consagrada. En el texto destaca tres objetivos:
“Vivir el presente con pasión”: “es fundamentar su programa misionero en el espíritu de san Antonio María Claret que puso como lema en su escudo episcopal el Caritas Christi urget nos. Amar como amó Jesús debe interpelar cada una de nuestras opciones vitales y pastorales”.
El Año de la Vida Consagrada convocado por el Papa Francisco comenzó el 30 de noviembre de 2014, primer domingo de Adviento, y concluirá el 2 de febrero de 2016, fiesta de la Presentación del Señor. Uno de los motivos de su celebración es el 50 aniversario de la Constitución dogmática Lumen Gentium sobre la Iglesia.
El 21 de noviembre de 2014, el Pontífice firmó una carta a todos los consagrados en la que explica los motivos de este Año especial.
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