Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Viacrucis de Viernes Santo en el Coliseo

Los abandonados y perseguidos, la corrupción y la mundanidad: así rezó el Papa al Cristo desfigurado

Francisco, como Cantalamessa horas antes, mencionó a los decapitados y crucificados por ser cristianos.
Francisco, como Cantalamessa horas antes, mencionó a los decapitados y crucificados por ser cristianos.

ReL

El Papa Francisco presidió el Via Crucis del Viernes Santo en las afueras del Coliseo romano, al que acudieron miles de personas llevando velas y acompañando las meditaciones encargadas este año a Renato Corti, obispo emérito de Novara (Italia), bajo el lema La cruz, vértice luminoso del amor de Dios que nos custodia. Llamados a ser también nosotros custodios por amor. Pincha aquí para leer el texto completo de las catorce meditaciones.

Protagonistas, los perseguidos y las familias
Entre las personas que portaron la cruz estaban fieles provenientes de países en donde los cristianos sufren una intensa persecución: en la sexta estación, dos religiosas iraquíes dominicas de Santa Catalina de Siena; en la séptima estación, dos católicos sirios; en la octava estación, dos personas de Nigeria; en la novena, dos fieles egipcios; y en la décima, dos católicos de China.

En la cuarta estación, los participantes hicieron una especial oración por la familia, pidiendo especiales oraciones por el Sínodo que tendrá lugar en octubre en el Vaticano.

La meditación decía lo siguiente: “Señor Jesús, el drama que afrontas junto a tu Madre por una callejuela de Jerusalén nos hace pensar en tantas tragedias familiares de nuestro mundo. Hay para todos: madres, padres, hijos, abuelos y abuelas. Es fácil juzgar a los demás, pero lo más importante es saber ponerse en su lugar y ayudarles en la medida de lo posible. Lo intentaremos”.



Para destacar la importancia de esta cuestión, tres familias llevaron la cruz: en la segunda estación, una familia numerosa; en la tercera, una familia con hijos adoptivos; y en la cuarta, una familia con sus tres hijos.

Cuestiones candentes iluminadas por la Cruz

Otros temas de las meditaciones fueron los marginados, los cristianos tibios, el tráfico de seres humanos, la pena de muerte, la explotación infantil y el papel de la mujer en la Iglesia.

Esta última reflexión rezaba así: “Señor Jesús, las mujeres sostienen en gran medida el anuncio de la fe en el mundo y el camino de las comunidades cristianas. Haz que sigan siendo testigos de esa felicidad que brota del encuentro contigo y que constituye el secreto profundo de sus vidas. Cuídalas como signo luminoso de maternidad junto a los últimos que, en sus corazones, son los primeros”.



Tras concluir el Viacrucis, el Papa dirigió una oración a Nuestro Señor Jesucristo, que se centró en la memoria que su rostro desfigurado y su cuerpo maltratado deben ser para arrepentimiento de los pecados y confianza en su misericordia.

La oración del Papa

Dijo así:

"¡Oh Cristo crucificado!

"Tu Viacrucis es la síntesis de tu vida, el icono de tu obediencia a la voluntad del Padre y la realización de tu infinito amor por nosotros pecadores y la prueba de tu misión y el cumplimiento definitivo de la Revelación y de la historia de la salvación.

"El peso de tu cruz nos libera de todas nuestras cargas. En tu obediencia a la voluntad del Padre nos damos cuenta de nuestra rebelión y desobediencia.

"En el hecho de ser vendido, tradicionado y crucificado por tu gente, por tus seres queridoss, vemos nuestras cotidianas traiciones y nuestras infidelidades habituales. En tu inocencia inmaculada vemos nuestra culpabilidad, en tu rostro escupido y desfigurado vemos la brutalidad de nuestros pecados, en la crueldad de tu Pasión vemos la crueldad de nuestro corazón y de nuestras acciones, en tu sentirte abandonado vemos a todos los abandonados, por sus familiares y por la sociedad, de la atención y de la solidaridad.

"En tu cuerpo sacrificado y destruido vemos el cuerpo de nuestros hermanos abandonados en  las calles, desfigurados por nuestra negligencia y por nuestra indiferencia. En tu sed, Señor, vemos la sed de tu Padre misericordioso, que en ti ha querido abarazar, perdonar y salvar a toda la humanidad. En tu divino amor vemos todavía hoy a nuestros hermanos perseguidos, decapitados y crucificados por su fe en Ti, bajo nuestros ojos o a menudo con nuestro silencio cómplice.

"Imprime, Señor, en nuestro corazón sentimientos de fe, esperanza y caridad y dolor por nuestros pecados, y llévanos a arrepentirnos de nuestros pecados, que te han crucificado.

"Llévanos a transformar nuestra conversión hecha de palabras en conversión de vida y de obras, llévanos a custodiar en nosotros un recuerdo vivo de tu rostro desfigurado para no olvidar jamás el precio inmenso que has pagado para liberarnos.

"Jesús crucificado, refuerza en nosotros la fe: que no se derrumbe ante las tentaciones y que reavive en nosotros la esperanza de que no desaparecerá siguiendo las seducciones del mundo.

"Custodia en nosotros la caridad, que no se deje engañar por la corrupción y la mundanidad. Enséñanos que la Cruz nos lleva  a la Resurrección, enséñanos que el Viernes Santo camina hacia la Pascua y la luz, enséñanos que Dios no olvida jamás a ninguno de sus hijos, y no se cansa jamás de perdonar ni de abrazarnos con su infinita misericordia.

"Enséñanos también a no cansarnos jamás de conceder el perdón y de creer en la misericordia sin límites".

Una bendición y una despedida

Tras concluir esta oración, Francisco recitó el Anima Christi [Alma de Cristo]. Se oyeron algunos vítores al Papa, quien impartió la bendición antes de decir unas últimas palabras: "Volvamos a casa con el recuerdo de Jesús y de su Pasión, de su gran amor, y con la esperanza de su gozosa Resurrección".

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