La palma de Domingo de Ramos del Papa la hacen en Elche 5 o 6 trabajadores: 20 años de tradición
Este Domingo de Ramos se renueva la tradición de enviar al Vaticano, desde la localidad española de Elche, la palma que preside la bendición previa a la celebración eucarística, y es colocada junto al obelisco situado en el centro de la plaza.
Del mismo modo, un año más se entregan las palmas al Santo Padre, los cardenales y fieles presentes en la plaza de San Pedro, procedentes de la localidad italiana de Sanremo.
Como dice la tradición, las palmas están realizadas una a una por los maestros que con gran habilidad trabajan las hojas de las palmas preparadas para la ocasión.
La palma de Elche, junto al obelisco
El ayuntamiento de Elche ha cumplido con la tradición en los días previos al inicio de la Semana Santa y ha enviado las palmas blancas que regala a distintas personalidades para el Domingo de Ramos. Y entre estas personalidades está también el papa Francisco. Así, la palma situada en el obelisco es una creación del taller Serrano Valero. Una empresa familiar, que desde hace más de cinco generaciones, se dedica al trabajo de la palma blanca.
ZENIT ha entrevistado a Paqui Serrano, una de las trabajadoras de este taller. De este modo ha explicado que la tradición de enviar al Vaticano una palma realizada por ellos tiene más de 20 años. Tal y como ha indicado “es un encargo del ayuntamiento, es un regalo que la ciudad de Elche hace al Papa y al Vaticano cada año”.
Las palmas que envían son dos, una de artesanía y una lisa. La palma de este taller de Elche, hasta la fecha, es la que se sitúa en el obelisco, debajo del crucifijo, para la bendición previa a la misa. Es una pieza bastante grande, de unos tres metros de altura, indica Paqui. La labor de realización de esta palma implica a todos los trabajadores del taller, entre 5 y 6 personas.
Así es una palma para el Papa, con emblemas
pontificios (las Llaves de Pedro, la Tiara)
Al ser una empresa familiar, durante toda la temporada trabajan solo ellos, pero cuando se acerca esta época otros familiares y amigos colaboran en esta labor. “Para nosotros es un honor que cada año el ayuntamiento nos haga este encargo. Además es un orgullo ver que una pieza tan importante, que trabajamos en el taller con mucho cariño, se muestra en la plaza de San Pedro y es visible para todo el mundo. Es un orgullo y cuando la vemos ese día nos emocionamos”, asegura Paqui.
Las palmas italianas y el obelisco que caía
Mucho más antigua es la tradición de las palmas llegadas desde Sanremo, por un antiguo privilegio que el capitán Bresca obtuvo en el año 1586, de entregar a la Iglesia de San Pedro las palmas para el Domingo de Ramos.
El capitán Benedetto Bresca estaba en Roma en la plaza de San Pedro el 10 de septiembre de 1586, día que se iba a alzar el obelisco egipcio, así dispuesto por el papa Sixto V. Alzar el obelisco, de 26 metros de alto y 350 toneladas era una labor complicada, por lo que el Pontífice pidió a los fieles presentes en la plaza guardar silencio absoluto.
Pero el capitán desafió la orden y gritó “Aiga ae corde” (agua a las cuerdas en dialecto de Liguria) en el momento en el que las cuerdas que sostenían el obelisco, recalentadas y demasiado tensas, parecía que iban a ceder. Por su tradición marinera, el capitán sabía que si se mojaban las cuerdas se evitaría que se deshilacharan. Y así, el Papa quiso recompensarlo y le pidió que fuera él mismo el que eligiera la forma. Por eso, Bresca pidió tener el privilegio, él y sus descendientes, de ser los proveedores oficiales de las palmas pascuales al Pontífice. Desde entonces, la tradición sigue viva hasta hoy.
Del mismo modo, un año más se entregan las palmas al Santo Padre, los cardenales y fieles presentes en la plaza de San Pedro, procedentes de la localidad italiana de Sanremo.
Como dice la tradición, las palmas están realizadas una a una por los maestros que con gran habilidad trabajan las hojas de las palmas preparadas para la ocasión.
La palma de Elche, junto al obelisco
El ayuntamiento de Elche ha cumplido con la tradición en los días previos al inicio de la Semana Santa y ha enviado las palmas blancas que regala a distintas personalidades para el Domingo de Ramos. Y entre estas personalidades está también el papa Francisco. Así, la palma situada en el obelisco es una creación del taller Serrano Valero. Una empresa familiar, que desde hace más de cinco generaciones, se dedica al trabajo de la palma blanca.
ZENIT ha entrevistado a Paqui Serrano, una de las trabajadoras de este taller. De este modo ha explicado que la tradición de enviar al Vaticano una palma realizada por ellos tiene más de 20 años. Tal y como ha indicado “es un encargo del ayuntamiento, es un regalo que la ciudad de Elche hace al Papa y al Vaticano cada año”.
Las palmas que envían son dos, una de artesanía y una lisa. La palma de este taller de Elche, hasta la fecha, es la que se sitúa en el obelisco, debajo del crucifijo, para la bendición previa a la misa. Es una pieza bastante grande, de unos tres metros de altura, indica Paqui. La labor de realización de esta palma implica a todos los trabajadores del taller, entre 5 y 6 personas.
Así es una palma para el Papa, con emblemas
pontificios (las Llaves de Pedro, la Tiara)
Al ser una empresa familiar, durante toda la temporada trabajan solo ellos, pero cuando se acerca esta época otros familiares y amigos colaboran en esta labor. “Para nosotros es un honor que cada año el ayuntamiento nos haga este encargo. Además es un orgullo ver que una pieza tan importante, que trabajamos en el taller con mucho cariño, se muestra en la plaza de San Pedro y es visible para todo el mundo. Es un orgullo y cuando la vemos ese día nos emocionamos”, asegura Paqui.
Las palmas italianas y el obelisco que caía
Mucho más antigua es la tradición de las palmas llegadas desde Sanremo, por un antiguo privilegio que el capitán Bresca obtuvo en el año 1586, de entregar a la Iglesia de San Pedro las palmas para el Domingo de Ramos.
El capitán Benedetto Bresca estaba en Roma en la plaza de San Pedro el 10 de septiembre de 1586, día que se iba a alzar el obelisco egipcio, así dispuesto por el papa Sixto V. Alzar el obelisco, de 26 metros de alto y 350 toneladas era una labor complicada, por lo que el Pontífice pidió a los fieles presentes en la plaza guardar silencio absoluto.
Pero el capitán desafió la orden y gritó “Aiga ae corde” (agua a las cuerdas en dialecto de Liguria) en el momento en el que las cuerdas que sostenían el obelisco, recalentadas y demasiado tensas, parecía que iban a ceder. Por su tradición marinera, el capitán sabía que si se mojaban las cuerdas se evitaría que se deshilacharan. Y así, el Papa quiso recompensarlo y le pidió que fuera él mismo el que eligiera la forma. Por eso, Bresca pidió tener el privilegio, él y sus descendientes, de ser los proveedores oficiales de las palmas pascuales al Pontífice. Desde entonces, la tradición sigue viva hasta hoy.
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