El cardenal Sarah: «No defendemos a África, sino al hombre»
«Me aterra la voluntad de imponer la visión occidental del mundo, el chantaje de Naciones Unidas»
La cuarta personalidad de la Curia, el cardenal Sarah, defensor de la doctrina y la familia. En su opinión, la visión de matrimonio que quiere imponer Occidente es "sorprendente".
Originario del norte de la República de Guinea, el cardenal Robert Sarah, de 69 años, fue nombrado en noviembre prefecto de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos. En el Vaticano, en el que sólo hay dos cardenales africanos, aconseja al Papa Francisco en la preparación de su primer viaje al continente negro, que lo llevará en diciembre a Uganda y a la República Centroafricana. Nombrado obispo con 34 años por Juan Pablo II y cardenal en 2010 por Benedicto XVI, defiende a la iglesia africana y sus 187 millones de fieles.
-Divorcios, matrimonios para todos, uniones libres, familias recompuestas... La noción de familia cambia. El Vaticano acaba de enviar un cuestionario a los cristianos del mundo entero para preguntarles sobre estas cuestiones. ¿Está preparada la Iglesia para una mayor apertura?
-¡La Iglesia ya está abierta! Los divorciados tienen su lugar, sus hijos igual. Como también los homosexuales, que deben ser acompañados en su fe.
-La cuestión no es esta. La Iglesia, ¿debe ir más allá para seguir la evolución de la sociedad?
-Pienso a menudo en la historia de Nabot, que poseía un viña codiciada por Acab. Nabot murió porque rehusó vender su tierra, herencia de su padre y sus antepasados. La herencia es un tesoro que hay que conservar incluso si en apariencia no representa nada. ¿Por qué debería cambiar la Iglesia si acaba de entrar en su tercer milenio? Sobre las cuestiones que usted ha planteado, Dios es claro: Él considera que la matriz de la familia está formada por un hombre y una mujer. Juan Pablo II se pronunció sin ambigüedad sobre los divorciados que se han vuelto a casar. No pueden comulgar.
-Usted forma parte de los que han hecho oír una voz disidente, vinculada a la tradición, en el último sínodo sobre la familia…
-El sínodo no tiene ningún poder doctrinal; sólo pastoral. Los obispos hacen propuestas discretas al Papa. Son sólo exhortaciones. Sanar a alguien pertenece al ámbito de la pastoral, pero la composición de los medicamentos atañe a la doctrina. En última instancia, es el Papa quien decide. Formo parte de los que - y son muy numerosos - no dejarán que la pastoral se imponga a la doctrina. La doctrina es el fundamento sin el cual la casa se hunde.
-¿Aunque con esto se agrande un poco más el abismo entre la Iglesia y la sociedad?
-Si no podemos admitir la fuerza de la doctrina, sigamos siendo paganos. En nombre de esta doctrina hay mártires en el mundo, sacerdotes asesinados en Pakistán, coptos capturados por su fe. La visión de matrimonio que nos quieren imponer es sorprendente. He viajado mucho y estoy aterrado ante esta voluntad de legislar e imponer a los otros esta visión occidental del mundo. Por otra parte, en Francia se han manifestado contra este diktat.
-Como africano, ¿usted se considera guardián de la doctrina?
-Los africanos, a pesar de su pobreza, se han afirmado en ella. Formamos parte de la Iglesia. No defendemos a África, defendemos a la humanidad. Las últimos Papas han subrayado la importancia de África. Benedicto XVI ha evocado "el pulmón de la Iglesia", Pablo VI, "la nueva patria de Cristo". Francisco visitará África este año. Personalmente, he luchado contra el chantaje de las Naciones Unidas, que imponen a los estados africanos ministerios de género a cambio de conceder ayudas para el desarrollo.
-Pero se trata de defender los derechos de las mujeres y de los homosexuales…
-Se trata de imponer una visión de la familia occidental.
-Religiones como el islam ganan terreno en Occidente, pero también en África. La Iglesia católica lo pierde. ¿Se puede permitir la Iglesia rechazar el cambio?
-¡La Iglesia no pierde nada! Se debilita en Europa, pero todos los años gana fieles en el resto del mundo. El islam progresa también porque propone un ideal, fija unos objetivos. Toda la moral, todos los valores cristianos son relativizados. Los jóvenes ya no tienen referencias. Atacando a la familia no se va a salvar la sociedad. Pienso que es a la inversa. La familia es la célula humana más agredida en Occidente. Las dificultades financieras y económicas pesan sobre ella. Como cristiano, pienso que es necesario volver a poner a Dios en el corazón de la sociedad.
-Pero, ¿qué discurso político debe aportar la Iglesia a un mundo en crisis?
-La Iglesia no está para dar soluciones. Nuestro combate es Cristo, nuestra referencia el Evangelio. Pienso que la gran crisis que estamos atravesando es una crisis antropológica. En la época de Cristo había también grandes problemas en la sociedad, grandes crisis. La colonización del Imperio romano, por ejemplo. Cristo no dijo nada al respecto. A Él le bastaba dar una imagen de Dios, rechazar la esclavitud. Una sociedad sin Dios, una sociedad secularizada no puede responder a las necesidades del hombre. El bienestar material no colma sus expectativas.
-Sin embargo, en Guinea, ¿no ha hecho usted política al oponerse al presidente Sékou Touré?
-En Guinea me he opuesto a un poder que quería destruir la Iglesia. Me he ocupado de teologia, de hospitales, de prisiones. Mi predecesor, el obispo Tchidimbo, estuvo en la cárcel nueve años, los sacerdotes extranjeros fueron expulsados: sólo quedaron nueve sacerdotes en toda Guinea.
-Pero el Papa Francisco, ¿no hace política siempre?
-Los medios de comunicación han decidido que es un Papa político. No lo creo. Si miramos su recorrido, constatamos que siempre se ha mantenido alejado de los movimientos demasiado comprometidos presentes en América del Sur, como el de la teología de la liberación. Está vinculado a la pastoral. La Iglesia debe formar, sanar, educar, abrir escuelas y dispensarios. La Iglesia no emite mensajes políticos. El sueño de la Iglesia no es hacer que el mundo sea justo. La Iglesia debe ser la que reúne.
-En cualquier caso, en el Vaticano su gobierno está imponiendo sacrificios…
-Ha emprendido reformas fundamentales, sobre todo en el ámbito económico. Pienso que lo conseguirá. Comparto totalmente su aversión al arribismo y la tentación de la mundanidad.
-Esto le vale una popularidad a toda prueba…
-Estamos muy felices por ello, incluso si a veces lamento que este amor es un poco superficial. Los fieles se amontonan para ver al Papa, tocarlo, fotografiarlo, pero los sacerdotes italianos constatan que sus iglesias se vacían…
-Al mismo tiempo, la curia parece paralizada. La "fuga" [de noticias] sobre el ambiente nocivo que reina en ella se multiplican…
-Los dicasterios, nuestros ministerios, siguen funcionando. No hay paralización. Sin embargo, es una decadencia humana no conservar un secreto, sobre todo para un hombre de Iglesia que tiene la responsabilidad de confesar. Ya no se respeta al Papa.
-Última indiscreción. Parece ser que Francisco ha llamado al orden a George Pell, su secretario de economía. El colmo…
-Conozco muy bien a George Pell. Las acusaciones sobre su tren de vida me parecen totalmente infundadas. Además, yo vivo en una casa cercana a la suya que fue totalmente restaurada antes de su llegada. Los trabajos tan caros que se le atribuyen no son realistas, como tampoco las reprimendas que le habría hecho el Papa.
(Traducción de Le Journal du Dimanche de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
Originario del norte de la República de Guinea, el cardenal Robert Sarah, de 69 años, fue nombrado en noviembre prefecto de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos. En el Vaticano, en el que sólo hay dos cardenales africanos, aconseja al Papa Francisco en la preparación de su primer viaje al continente negro, que lo llevará en diciembre a Uganda y a la República Centroafricana. Nombrado obispo con 34 años por Juan Pablo II y cardenal en 2010 por Benedicto XVI, defiende a la iglesia africana y sus 187 millones de fieles.
-Divorcios, matrimonios para todos, uniones libres, familias recompuestas... La noción de familia cambia. El Vaticano acaba de enviar un cuestionario a los cristianos del mundo entero para preguntarles sobre estas cuestiones. ¿Está preparada la Iglesia para una mayor apertura?
-¡La Iglesia ya está abierta! Los divorciados tienen su lugar, sus hijos igual. Como también los homosexuales, que deben ser acompañados en su fe.
-La cuestión no es esta. La Iglesia, ¿debe ir más allá para seguir la evolución de la sociedad?
-Pienso a menudo en la historia de Nabot, que poseía un viña codiciada por Acab. Nabot murió porque rehusó vender su tierra, herencia de su padre y sus antepasados. La herencia es un tesoro que hay que conservar incluso si en apariencia no representa nada. ¿Por qué debería cambiar la Iglesia si acaba de entrar en su tercer milenio? Sobre las cuestiones que usted ha planteado, Dios es claro: Él considera que la matriz de la familia está formada por un hombre y una mujer. Juan Pablo II se pronunció sin ambigüedad sobre los divorciados que se han vuelto a casar. No pueden comulgar.
-Usted forma parte de los que han hecho oír una voz disidente, vinculada a la tradición, en el último sínodo sobre la familia…
-El sínodo no tiene ningún poder doctrinal; sólo pastoral. Los obispos hacen propuestas discretas al Papa. Son sólo exhortaciones. Sanar a alguien pertenece al ámbito de la pastoral, pero la composición de los medicamentos atañe a la doctrina. En última instancia, es el Papa quien decide. Formo parte de los que - y son muy numerosos - no dejarán que la pastoral se imponga a la doctrina. La doctrina es el fundamento sin el cual la casa se hunde.
-¿Aunque con esto se agrande un poco más el abismo entre la Iglesia y la sociedad?
-Si no podemos admitir la fuerza de la doctrina, sigamos siendo paganos. En nombre de esta doctrina hay mártires en el mundo, sacerdotes asesinados en Pakistán, coptos capturados por su fe. La visión de matrimonio que nos quieren imponer es sorprendente. He viajado mucho y estoy aterrado ante esta voluntad de legislar e imponer a los otros esta visión occidental del mundo. Por otra parte, en Francia se han manifestado contra este diktat.
-Como africano, ¿usted se considera guardián de la doctrina?
-Los africanos, a pesar de su pobreza, se han afirmado en ella. Formamos parte de la Iglesia. No defendemos a África, defendemos a la humanidad. Las últimos Papas han subrayado la importancia de África. Benedicto XVI ha evocado "el pulmón de la Iglesia", Pablo VI, "la nueva patria de Cristo". Francisco visitará África este año. Personalmente, he luchado contra el chantaje de las Naciones Unidas, que imponen a los estados africanos ministerios de género a cambio de conceder ayudas para el desarrollo.
-Pero se trata de defender los derechos de las mujeres y de los homosexuales…
-Se trata de imponer una visión de la familia occidental.
-Religiones como el islam ganan terreno en Occidente, pero también en África. La Iglesia católica lo pierde. ¿Se puede permitir la Iglesia rechazar el cambio?
-¡La Iglesia no pierde nada! Se debilita en Europa, pero todos los años gana fieles en el resto del mundo. El islam progresa también porque propone un ideal, fija unos objetivos. Toda la moral, todos los valores cristianos son relativizados. Los jóvenes ya no tienen referencias. Atacando a la familia no se va a salvar la sociedad. Pienso que es a la inversa. La familia es la célula humana más agredida en Occidente. Las dificultades financieras y económicas pesan sobre ella. Como cristiano, pienso que es necesario volver a poner a Dios en el corazón de la sociedad.
-Pero, ¿qué discurso político debe aportar la Iglesia a un mundo en crisis?
-La Iglesia no está para dar soluciones. Nuestro combate es Cristo, nuestra referencia el Evangelio. Pienso que la gran crisis que estamos atravesando es una crisis antropológica. En la época de Cristo había también grandes problemas en la sociedad, grandes crisis. La colonización del Imperio romano, por ejemplo. Cristo no dijo nada al respecto. A Él le bastaba dar una imagen de Dios, rechazar la esclavitud. Una sociedad sin Dios, una sociedad secularizada no puede responder a las necesidades del hombre. El bienestar material no colma sus expectativas.
-Sin embargo, en Guinea, ¿no ha hecho usted política al oponerse al presidente Sékou Touré?
-En Guinea me he opuesto a un poder que quería destruir la Iglesia. Me he ocupado de teologia, de hospitales, de prisiones. Mi predecesor, el obispo Tchidimbo, estuvo en la cárcel nueve años, los sacerdotes extranjeros fueron expulsados: sólo quedaron nueve sacerdotes en toda Guinea.
-Pero el Papa Francisco, ¿no hace política siempre?
-Los medios de comunicación han decidido que es un Papa político. No lo creo. Si miramos su recorrido, constatamos que siempre se ha mantenido alejado de los movimientos demasiado comprometidos presentes en América del Sur, como el de la teología de la liberación. Está vinculado a la pastoral. La Iglesia debe formar, sanar, educar, abrir escuelas y dispensarios. La Iglesia no emite mensajes políticos. El sueño de la Iglesia no es hacer que el mundo sea justo. La Iglesia debe ser la que reúne.
-En cualquier caso, en el Vaticano su gobierno está imponiendo sacrificios…
-Ha emprendido reformas fundamentales, sobre todo en el ámbito económico. Pienso que lo conseguirá. Comparto totalmente su aversión al arribismo y la tentación de la mundanidad.
-Esto le vale una popularidad a toda prueba…
-Estamos muy felices por ello, incluso si a veces lamento que este amor es un poco superficial. Los fieles se amontonan para ver al Papa, tocarlo, fotografiarlo, pero los sacerdotes italianos constatan que sus iglesias se vacían…
-Al mismo tiempo, la curia parece paralizada. La "fuga" [de noticias] sobre el ambiente nocivo que reina en ella se multiplican…
-Los dicasterios, nuestros ministerios, siguen funcionando. No hay paralización. Sin embargo, es una decadencia humana no conservar un secreto, sobre todo para un hombre de Iglesia que tiene la responsabilidad de confesar. Ya no se respeta al Papa.
-Última indiscreción. Parece ser que Francisco ha llamado al orden a George Pell, su secretario de economía. El colmo…
-Conozco muy bien a George Pell. Las acusaciones sobre su tren de vida me parecen totalmente infundadas. Además, yo vivo en una casa cercana a la suya que fue totalmente restaurada antes de su llegada. Los trabajos tan caros que se le atribuyen no son realistas, como tampoco las reprimendas que le habría hecho el Papa.
(Traducción de Le Journal du Dimanche de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
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