«Dios se manifiesta en la humildad, no en el espectáculo», explica el Papa Francisco en Santa Marta
El Papa Francisco, en su homilía matinal en la capilla de la Casa Santa Marta este lunes 9 de marzo ha asegurado que Dios actúa en la humildad y en el silencio, y que su estilo no es el espectáculo.
En el evangelio del día, Jesús recrimina a los habitantes de Nazaret por su falta de fe: al principio -ha afirmado el Santo Padre durante la homilía- es escuchado con admiración, pero después explota “la ira, la indignación”.
“Esta gente escuchaba con gusto lo que decía Jesús, pero no a uno, dos o tres, no les ha gustado lo que decía, y quizás algún murmurador se levantó y dijo: ‘¿Pero éste de qué viene a hablarnos? ¿Dónde ha estudiado para decirnos estas cosas? ¡Que nos enseñe la licenciatura! ¿En qué Universidad ha estudiado? Este es el hijo del carpintero y le conocemos bien’. Y estalló la furia, también la violencia. “Y le echaron fuera de la ciudad y lo llevaron al borde del monte”. Querían despeñarlo”.
La primera lectura habla de Naamán, comandante del ejército sirio, leproso. El profeta Eliseo le dice que se bañe siete veces en el río Jordán para curarse, y también él se indigna porque pensaba en un gesto más grande. Después escucha el consejo de los siervos, hace lo que le dice el profeta, y la lepra desaparece. Tanto los habitantes de Nazaret como Naamán -ha observado el Pontefíce- “querían el espectáculo”, pero “el estilo del buen Dios no es hacer un espectáculo: Dios actúa en la humildad, en el silencio, en las cosas pequeñas”. Esto -ha subrayado- desde la Creación, donde el Señor no toma “la varita mágica”, sino que crea al hombre “con barro”. Es un estilo que atraviesa “toda la historia de la salvación”.
“Cuando ha querido liberar a su pueblo, lo ha liberado por la fe y la confianza de un hombre: Moisés. Cuando ha querido hacer caer la poderosa ciudad de Jericó, lo ha hecho a través de una prostituta. También para la conversión de los samaritanos ha pedido el trabajo de otra pecadora. Cuando Él ha enviado a David a luchar contra Goliat, parecía una locura: el pequeño David ante ese gigante, que tenía una espada, tenía tantas cosas, y David sólo la honda y las piedras. Cuando ha dicho a los Magos que había nacido el Rey, el Gran Rey, ¿qué se han encontrado? Un niño, un pesebre. Las cosas sencillas, la humildad de Dios, este es el estilo divino, nunca el espectáculo”.
El Papa ha recordado “también una de las tres tentaciones de Jesús en el desierto: el espectáculo”. Satanás lo invita a tirarse del pináculo del Templo para que, viendo el milagro, la gente pueda creer en él.
“El Señor -en cambio- se revela en la sencillez, en la humildad”. “Nos hará bien en esta Cuaresma -ha concluido Francisco- pensar en nuestra vida en cómo el Señor nos ha ayudado, en cómo nos ha hecho seguir adelante, y encontraremos que siempre lo ha hecho con cosas sencillas”.
“Así actúa el Señor: hace las cosas con sencillez. Te habla silenciosamente al corazón. Recordemos en nuestra vida las muchas veces que hemos oído estas cosas: la humildad de Dios es su estilo; la sencillez de Dios es su estilo. Y también en la celebración litúrgica, en los sacramentos, lo bonito es que se manifieste la humildad de Dios y no el espectáculo mundano. Nos hará bien recorrer nuestra vida y pensar en las muchas veces que el Señor nos ha visitado con su gracia, y siempre con este estilo humilde, el estilo que también Él nos pide que tengamos: la humildad”.
En el evangelio del día, Jesús recrimina a los habitantes de Nazaret por su falta de fe: al principio -ha afirmado el Santo Padre durante la homilía- es escuchado con admiración, pero después explota “la ira, la indignación”.
“Esta gente escuchaba con gusto lo que decía Jesús, pero no a uno, dos o tres, no les ha gustado lo que decía, y quizás algún murmurador se levantó y dijo: ‘¿Pero éste de qué viene a hablarnos? ¿Dónde ha estudiado para decirnos estas cosas? ¡Que nos enseñe la licenciatura! ¿En qué Universidad ha estudiado? Este es el hijo del carpintero y le conocemos bien’. Y estalló la furia, también la violencia. “Y le echaron fuera de la ciudad y lo llevaron al borde del monte”. Querían despeñarlo”.
La primera lectura habla de Naamán, comandante del ejército sirio, leproso. El profeta Eliseo le dice que se bañe siete veces en el río Jordán para curarse, y también él se indigna porque pensaba en un gesto más grande. Después escucha el consejo de los siervos, hace lo que le dice el profeta, y la lepra desaparece. Tanto los habitantes de Nazaret como Naamán -ha observado el Pontefíce- “querían el espectáculo”, pero “el estilo del buen Dios no es hacer un espectáculo: Dios actúa en la humildad, en el silencio, en las cosas pequeñas”. Esto -ha subrayado- desde la Creación, donde el Señor no toma “la varita mágica”, sino que crea al hombre “con barro”. Es un estilo que atraviesa “toda la historia de la salvación”.
“Cuando ha querido liberar a su pueblo, lo ha liberado por la fe y la confianza de un hombre: Moisés. Cuando ha querido hacer caer la poderosa ciudad de Jericó, lo ha hecho a través de una prostituta. También para la conversión de los samaritanos ha pedido el trabajo de otra pecadora. Cuando Él ha enviado a David a luchar contra Goliat, parecía una locura: el pequeño David ante ese gigante, que tenía una espada, tenía tantas cosas, y David sólo la honda y las piedras. Cuando ha dicho a los Magos que había nacido el Rey, el Gran Rey, ¿qué se han encontrado? Un niño, un pesebre. Las cosas sencillas, la humildad de Dios, este es el estilo divino, nunca el espectáculo”.
El Papa ha recordado “también una de las tres tentaciones de Jesús en el desierto: el espectáculo”. Satanás lo invita a tirarse del pináculo del Templo para que, viendo el milagro, la gente pueda creer en él.
“El Señor -en cambio- se revela en la sencillez, en la humildad”. “Nos hará bien en esta Cuaresma -ha concluido Francisco- pensar en nuestra vida en cómo el Señor nos ha ayudado, en cómo nos ha hecho seguir adelante, y encontraremos que siempre lo ha hecho con cosas sencillas”.
“Así actúa el Señor: hace las cosas con sencillez. Te habla silenciosamente al corazón. Recordemos en nuestra vida las muchas veces que hemos oído estas cosas: la humildad de Dios es su estilo; la sencillez de Dios es su estilo. Y también en la celebración litúrgica, en los sacramentos, lo bonito es que se manifieste la humildad de Dios y no el espectáculo mundano. Nos hará bien recorrer nuestra vida y pensar en las muchas veces que el Señor nos ha visitado con su gracia, y siempre con este estilo humilde, el estilo que también Él nos pide que tengamos: la humildad”.
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