Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

En su catequesis del miércoles Francisco recuerda a los mártires egipcios y pide orar por Ucrania

Rocío Lancho García/Zenit/ReL

El Papa en su audiencia de los miércoles recuerda a los cristianos asesinados y pide oración
El Papa en su audiencia de los miércoles recuerda a los cristianos asesinados y pide oración
El corazón del Papa sigue en oración por los 21 coptos asesinados recientemente en Libia, a manos de los extremistas del Estado Islámico. Ayer, ofreció la misa de Santa Marta por ellos y en este Miércoles de Ceniza, en la audiencia general los ha tenido presentes nuevamente.

“Quisiera invitar una vez más a rezar por nuestros hermanos egipcios que hace tres días fueron asesinados en Libia por el solo hecho de ser cristianos. El Señor les acoja en su casa y dé consuelo a sus familias y a sus comunidades”.

Asimismo ha pedido rezar por la paz en Oriente Medio y el Norte de África, “recordando a todos los difuntos, los heridos y los refugiados”.

Que la comunidad internacional -ha pedido- pueda encontrar soluciones pacíficas a la difícil situación en Libia.

Bajo un tímido sol de febrero, miles de fieles se han reunido en la plaza de san Pedro una semana más, para escuchar y saludar al santo padre Francisco. Así, el Papa ha paseado por los pasillos de la plaza en su papamóvil y ha pasado bendiciendo y con algunos afortunados, intercambiando el solideo. Esta mañana, dos niños han tenido la oportunidad de subir al jeep y acompañar desde ahí al Santo Padre en su recorrido.

Desde hace varias semanas, el Pontífice está dedicando las catequesis de la audiencia general a la familia y esta semana ha sido el turno de los hermanos y las hermanas.

Palabras del Papa pronunciadas en español
Queridos hermanos y hermanas. Seguimos con el tema de la familia, en concreto hoy hablamos de los hermanos. La fraternidad era un valor esencial en el pueblo de Israel, encontrando cumplidos elogios de ella en el Antiguo Testamento”. Su ruptura -ha proseguido el Papa-, sin embargo, abre un abismo profundo en el hombre. La pregunta de Dios a Caín: «¿Dónde está tu hermano?» no cesa de resonar a lo largo de la historia.

Es en la familia donde aprendemos a abrirnos a los demás, a crecer en libertad y en paz, siendo esa primera convivencia fraterna la que se propone como un ideal para cualquier relación dentro de la sociedad y entre los distintos pueblos”, ha asegurado el Papa.

Y así, ha recordado que “con Jesús, este vínculo de hermandad se dilata hasta superar cualquier diferencia de nación, lengua, cultura o religión. Qué mayor elogio puede haber que decir: Es como un hermano para mí. Sin este valor, la libertad y la igualdad alcanzadas por muchos pueblos se convierten en individualismo y conformismo. Cómo brilla esta virtud cuando en la familia hay un hermano más débil, con qué afecto los demás cuidan de él. También los cristianos debemos ver así a los pobres, a los pequeños, dejando que el hermano toque nuestro corazón como nos enseñó Jesús”.

A continuación el Papa ha saludado a los peregrinos de lengua española, “en particular a los numerosos jóvenes, así como a los grupos provenientes de España, Chile, Argentina y otros países latinoamericanos. Pidamos al Señor que en esta Cuaresma, que hoy iniciamos, bendiga a las familias y su generosa entrega. Que en ellas aprendamos a ser siempre hermanos. Muchas gracias”.

Una lengua nueva: el ucraniano
En los saludos a los peregrinos en distintas lenguas, hoy ha habido uno más: en ucraniano. Francisco ha saludado a los obispos de este país, que se encuentran en Roma en visita ad limina y a los peregrinos de sus diócesis que los acompañan. “Hermanos y hermanas, sé que entre las tantas otras intenciones que lleváis a las tumbas de los apóstoles está la petición de la paz en Ucrania. Llevo en el corazón el mismo deseo y me uno a vuestra oración, para que llegue la paz duradera a vuestra patria lo antes posible”, ha pedido el Papa.

Después de todos los saludos, el Papa ha dedicado unas palabras a los jóvenes de la Renovación Carismática Católica internacional, que hoy, en distintas partes del mundo, se recogen en oración para la campaña de adoración "Venid a mí", este Miércoles de Ceniza a las 19 horas. “Me uno espiritualmente a ellos al expresar aprecio por esta iniciativa y deseo que las nuevas generaciones puedan ir cada vez más al encuentro de Cristo”.

Finalmente ha saludado a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. “La Cuaresma es un tiempo favorable para intensificar vuestra vida espiritual”, ha recordado el Papa. De este modo ha pedido que “la práctica de ayuno os ayude, queridos jóvenes, para adquirir dominio de vosotros mismos; la oración sea para vosotros, queridos enfermos, el medio para confiar a Dios vuestros sufrimientos y sentir su presencia amorosa; las obras de misericordia, finalmente, os ayuden a vosotros, queridos recién casados, a vivir vuestra existencia conyugal abriéndose a las necesidades de los hermanos”.

Catequesis completa del Papa, traducida del italiano
Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
En nuestro camino de catequesis sobre la familia, después de haber considerado el rol de la madre, del padre y de los hijos, hoy es el turno de los hermanos. “Hermano”, “hermana”, son palabras que el cristianismo ama mucho. Y, gracias a la experiencia familiar, son palabras que todas las culturas y todas las épocas comprenden.

La unión fraterna tiene un lugar especial en la historia del pueblo de Dios, que recibe su revelación en el vivo de la experiencia humana. El salmista canta la belleza de la unión fraterna, y dice así: “¡Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos!” (Salmo 133, 1) Y esto es verdad, la fraternidad es bella. Jesucristo ha llevado a su plenitud también esta experiencia humana del ser hermanos y hermanas, asumiéndola en el amor trinitario y potenciándola así que vaya más allá de las uniones de parentesco y pueda superar cualquier muro de extrañeza.

Sabemos que cuando la relación fraterna se estropea, se estropea esta relación entre hermanos, abre el camino a experiencias dolorosas de conflicto, de traición, de odio. El pasaje bíblico de Caín y Abel constituye el ejemplo de este éxito negativo. Después de la muerte de Abel, Dios pregunta a Caín: “¿Dónde está Abel, tu hermano?” (Gen 4, 9a). Es una pregunta que el Señor continúa repitiendo en cada generación. Y lamentablemente, en cada generación, no cesa de repetirse también la dramática respuesta de Caín: “No lo sé. ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?” (Gen 4,9b). Cuando se rompe la unión entre los hermanos, se convierte en algo feo y también mala para la humanidad. Y también en la familia, ¿cuántos hermanos han peleado por pequeñas cosas, o por una herencia? Y después no se saludan más, no se hablan más, feo. La hermandad e una algo grande. Pensar que los dos han vivido en el vientre de la misma madre durante nueve meses, vienen de la carne de la madre, y no se puede romper la fraternidad. Pensemos un poco, todos conocemos familias que tienen hermanos divididos, que se han peleado. Pensemos un poco y pidamos al Señor por estas familias, quizá en nuestra familia haya algunos casos, para que el Señor nos ayude a reunir a los hermanos, reconstituir la familia. La fraternidad no se debe romper, y cuando se rompe sucede esto que ha sucedido con Caín y Abel. Y cuando el Señor pregunta a Caín dónde está su hermano, “yo no lo sé, a mí no me importa mi hermano”. Esto es feo, es algo muy muy dolorosa para escuchar. En nuestras oraciones, siempre recemos por los hermanos que se han dividido.

La unión de fraternidad que se forma en la familia entre los hijos, se lleva a cabo en un clima de educación a la apertura a los otros, es la gran escuela de libertad y de paz. En la familia entre hermanos se aprende la convivencia humana, cómo se debe convivir en sociedad. Quizá no siempre somos conscientes, ¡pero es precisamente la familia la que introduce la fraternidad en el mundo! A partir de esta primera experiencia de fraternidad, nutrida por los afectos y la educación familiar, el estilo de la fraternidad se irradia como una promesa sobre toda la sociedad y sus relaciones entre los pueblos.

La bendición que Dios, en Jesucristo, derrama sobre esta unión de fraternidad lo dilata de una forma inimaginable, haciéndole capaz de traspasar cualquier diferencia de nación, de lengua, de cultura e incluso de religión.

Pensad en qué se convierte la unión entre los hombres, también muy diferentes entre ellos, cuando pueden decir de otros: “¡Este es como mi hermano, es como una hermana para mí!” Es bonito esto, es bonito. La historia ha mostrado suficientemente, por otra parte, que también la libertad y la igualdad, sin la fraternidad, pueden llenarse de individualismo y de conformismo, también de interés.

La fraternidad en familia resplandece de forma especial cuando vemos la consideración, la paciencia, el efecto con el que se rodea al hermanito o la hermanita más débil, enfermo o que tiene alguna discapacidad. Los hermanos y las hermanas que hacen esto son muchísimos en todo el mundo, y quizá no apreciamos lo bastante su generosidad. Y cuando los hermanos son muchos en la familia, ahí he saludado una familia que tiene nueve, el más grande, la más grande ayuda al papá y la mamá a cuidar a los más pequeños y esto es bonito, este trabajo de ayuda entre los hermanos.

Tener un hermano, una hermana que te quiere es una experiencia fuerte, impagable, insustituible. De la misma forma sucede con la fraternidad cristiana. Los más pequeños, los más débiles, los más pobres deben enternecernos: tienen “derecho” de tomarnos el alma y el corazón. Sí, estos son nuestros hermanos y como tales debemos amarlos y tratarlos. Cuando esto sucede, cuando los pobres son como de casa, nuestra misma fraternidad cristiana retoma vida. Los cristianos, de hecho, van al encuentro de los pobres y débiles no por obedecer a un programa ideológico, sino porque la palabra y el ejemplo del Señor nos dicen que todos somos hermanos. Este es el principio del amor de Dios y de toda justicia entre los hombres.

Os sugiero una cosa, antes de terminar, me quedan pocas líneas, en silencio cada uno de nosotros, pensamos en nuestros hermanos y en nuestras hermanas. Pensamos, en silencio, y en silencio desde el corazón rezamos por ellos. Un instante de silencio. Con esta oración, les hemos llevado a todos, hermanos y hermanos, con el pensamiento, el corazón, aquí en la plaza para recibir la bendición.

Hoy más que nunca es necesario llevar de nuevo la fraternidad al centro de nuestra sociedad tecnocrática y burocrática: entonces también la libertad y la igualdad tomarán su justa entonación. Por eso, no privemos al corazón ligero de nuestras familias, por temor o por miedo, de la belleza de una amplia experiencia fraterna de hijos e hijas. Y no perdamos nuestra confianza en la amplitud de horizonte que la fe es capaz de sacar de esta experiencia iluminada por la bendición de Dios. Gracias.
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