Jornada Mundial de la Paz: Francisco pide una gran acción mundial contra el esclavismo moderno
El Mensaje del papa Francisco para la 48 Jornada Mundial de la Paz, que se celebra cada 1 de enero, se titula "No esclavos, sino hermanos". Al comienzo de un nuevo año, el Santo Padre dirige a cada hombre y mujer, así como a los pueblos y naciones del mundo, a los jefes de Estado y de Gobierno, y a los líderes de las diferentes religiones, sus mejores deseos de paz, que acompaña con sus oraciones por el fin de las guerras, los conflictos y los muchos sufrimientos causados por el hombre o por antiguas y nuevas epidemias, así como por los devastadores efectos de los desastres naturales.En el texto difundido el pasado 8 de diciembre, el Pontífice aboga también por abolir "el flagelo cada vez más generalizado de la explotación del hombre por parte del hombre", que "pisotea los derechos fundamentales de los demás y aniquila su libertad y dignidad". Ya que, a pesar de que el derecho de toda persona a no ser sometida a esclavitud ni a servidumbre está reconocido en el derecho internacional como norma inderogable, "todavía hay millones de personas –niños, hombres y mujeres de todas las edades– privados de su libertad".
El Papa se refiere a "tantos trabajadores y trabajadoras, incluso menores, oprimidos de manera formal o informal en todos los sectores, desde el trabajo doméstico al de la agricultura, de la industria manufacturera a la minería, tanto en los países donde la legislación laboral no cumple con las mínimas normas y estándares internacionales, como, aunque de manera ilegal, en aquellos cuya legislación protege a los trabajadores".
Además, Francisco piensa "en las condiciones de vida de muchos emigrantes que, en su dramático viaje, sufren el hambre, se ven privados de la libertad, despojados de sus bienes o de los que se abusa física y sexualmente"; "en aquellos que son detenidos en condiciones a veces inhumanas"; "en los que se ven obligados a la clandestinidad por diferentes motivos sociales, políticos y económicos"; "en aquellos que aceptan vivir y trabajar en condiciones inadmisibles"; "en las personas obligadas a ejercer la prostitución, entre las que hay muchos menores, y en los esclavos y esclavas sexuales"; "en las mujeres obligadas a casarse, en aquellas que son vendidas con vistas al matrimonio o en las entregadas en sucesión"; "en los niños y adultos que son víctimas del tráfico y comercialización para la extracción de órganos, para ser reclutados como soldados, para la mendicidad, para actividades ilegales como la producción o venta de drogas, o para formas encubiertas de adopción internacional"; "en todos los secuestrados y encerrados en cautividad por grupos terroristas, puestos a su servicio como combatientes o, sobre todo las niñas y mujeres, como esclavas sexuales".
Entre las causas que ayudan a explicar las formas contemporáneas de esclavitud, el Santo Padre se refiere en primer lugar a "una concepción de la persona humana que admite el que pueda ser tratada como un objeto". A continuación, cita a "la pobreza, al subdesarrollo y a la exclusión, especialmente cuando se combinan con la falta de acceso a la educación o con una realidad caracterizada por las escasas, por no decir inexistentes oportunidades de trabajo". Denuncia también "la corrupción de quienes están dispuestos a hacer cualquier cosa para enriquecerse. En efecto, la esclavitud y la trata de personas humanas requieren una complicidad que con mucha frecuencia pasa a través de la corrupción de los intermediarios, de algunos miembros de las fuerzas del orden o de otros agentes estatales, o de diferentes instituciones, civiles y militares". Y no se olvida de los conflictos armados, la violencia, el crimen y el terrorismo.
Así, el Pontífice pide un compromiso común para acabar con el "fenómeno abominable" de la esclavitud. "Debemos reconocer --indica-- que estamos frente a un fenómeno mundial que sobrepasa las competencias de una sola comunidad o nación". "Para derrotarlo, se necesita una movilización de una dimensión comparable a la del mismo fenómeno", añade.
Por esta razón, el papa Francisco hace "un llamamiento urgente a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, y a todos los que, de lejos o de cerca, incluso en los más altos niveles de las instituciones, son testigos del flagelo de la esclavitud contemporánea, para que no sean cómplices de este mal, para que no aparten los ojos del sufrimiento de sus hermanos y hermanas en humanidad, privados de libertad y dignidad".
(Mensaje completo en Vatican.va aquí)
El Papa se refiere a "tantos trabajadores y trabajadoras, incluso menores, oprimidos de manera formal o informal en todos los sectores, desde el trabajo doméstico al de la agricultura, de la industria manufacturera a la minería, tanto en los países donde la legislación laboral no cumple con las mínimas normas y estándares internacionales, como, aunque de manera ilegal, en aquellos cuya legislación protege a los trabajadores".
Además, Francisco piensa "en las condiciones de vida de muchos emigrantes que, en su dramático viaje, sufren el hambre, se ven privados de la libertad, despojados de sus bienes o de los que se abusa física y sexualmente"; "en aquellos que son detenidos en condiciones a veces inhumanas"; "en los que se ven obligados a la clandestinidad por diferentes motivos sociales, políticos y económicos"; "en aquellos que aceptan vivir y trabajar en condiciones inadmisibles"; "en las personas obligadas a ejercer la prostitución, entre las que hay muchos menores, y en los esclavos y esclavas sexuales"; "en las mujeres obligadas a casarse, en aquellas que son vendidas con vistas al matrimonio o en las entregadas en sucesión"; "en los niños y adultos que son víctimas del tráfico y comercialización para la extracción de órganos, para ser reclutados como soldados, para la mendicidad, para actividades ilegales como la producción o venta de drogas, o para formas encubiertas de adopción internacional"; "en todos los secuestrados y encerrados en cautividad por grupos terroristas, puestos a su servicio como combatientes o, sobre todo las niñas y mujeres, como esclavas sexuales".
Entre las causas que ayudan a explicar las formas contemporáneas de esclavitud, el Santo Padre se refiere en primer lugar a "una concepción de la persona humana que admite el que pueda ser tratada como un objeto". A continuación, cita a "la pobreza, al subdesarrollo y a la exclusión, especialmente cuando se combinan con la falta de acceso a la educación o con una realidad caracterizada por las escasas, por no decir inexistentes oportunidades de trabajo". Denuncia también "la corrupción de quienes están dispuestos a hacer cualquier cosa para enriquecerse. En efecto, la esclavitud y la trata de personas humanas requieren una complicidad que con mucha frecuencia pasa a través de la corrupción de los intermediarios, de algunos miembros de las fuerzas del orden o de otros agentes estatales, o de diferentes instituciones, civiles y militares". Y no se olvida de los conflictos armados, la violencia, el crimen y el terrorismo.
Así, el Pontífice pide un compromiso común para acabar con el "fenómeno abominable" de la esclavitud. "Debemos reconocer --indica-- que estamos frente a un fenómeno mundial que sobrepasa las competencias de una sola comunidad o nación". "Para derrotarlo, se necesita una movilización de una dimensión comparable a la del mismo fenómeno", añade.
Por esta razón, el papa Francisco hace "un llamamiento urgente a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, y a todos los que, de lejos o de cerca, incluso en los más altos niveles de las instituciones, son testigos del flagelo de la esclavitud contemporánea, para que no sean cómplices de este mal, para que no aparten los ojos del sufrimiento de sus hermanos y hermanas en humanidad, privados de libertad y dignidad".
(Mensaje completo en Vatican.va aquí)
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