Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Francisco reservó para los sacerdotes el mensaje más bello de su exigente visita a Calabria

ReL

El encuentro catedralicio con los sacerdotes calabreses fue sencillo y sentido.
El encuentro catedralicio con los sacerdotes calabreses fue sencillo y sentido.
Exigente porque en las últimas fechas Francisco ha tenido que cancelar dos veces su agenda por agotamiento. Y exigente porque no es plato de gusto enfrentarse a un escenario de crueldad como el que ha condenado con duras palabras señalando a los responsables: la ´Ndrangheta, la criminalidad organizada calabresa que no duda en asesinar a niños de tres años como parte de las vendettas entre bandas. Fue el caso de Cocó Campolongo, a cuyos familiares visitó en la cárcel donde cumplen condena por diversos delitos.

Pero tras ese difícil momento, el Papa mantuvo un emotivo encuentro con sacerdotes en la catedral de Cassano. El discurso del Papa se centró en dos puntos: la alegría de ser sacerdotes y la belleza de la fraternidad. Resaltó la alegría de haber sido llamado por el Señor para llevar su Palabra y su Perdón. Enfatizó que no es fácil mantenerse delante del Señor por todos los factores que atan al hombre, por eso insistió en la oración, el silencio y la reflexión sobre el propio trabajo.

Insistió mucho en la fraternidad: “Ser sacerdotes juntos, seguir al Señor no solos, no uno a uno, sino juntos, a pesar de la gran variedad de los dones y de las personalidades”. El Papa reconoció que no es fácil esto ni siquiera inmediato, porque a veces los sacerdotes también se dejan llevar por la cultura del ‘yo’, del individualismo pastoral: “La comunión pide ser vivida buscando formas concretas adaptadas a los tiempos y a la realidad del territorio, pero siempre en perspectiva apostólica, con estilo misionero, con fraternidad y la sencillez de vida”.

Texto íntegro de las palabras de Francisco

Queridos sacerdotes, ¡les agradezco su acogida! Deseaba mucho tener este encuentro con ustedes que soportan la carga diaria de trabajo parroquial.

En primer lugar me gustaría compartir con ustedes la alegría de ser sacerdotes. La sorpresa siempre nueva de haber sido llamado, de hecho, de ser llamado por el Señor Jesús. Llamado a seguirlo, a estar con Él, para llegar a los demás llevándole a Él, su palabra, su perdón... No hay nada más hermoso para un hombre que esto, ¿no es así? Cuando nosotros sacerdotes estamos delante del tabernáculo, y nos detenemos un momento allí, en silencio, entonces escuchamos la mirada de Jesús de nuevo sobre nosotros, y esta mirada nos renueva, nos reanima...

Claro, a veces no es fácil mantenerse delante del Señor; No es fácil porque estamos atados de tantas cosas, de tanta gente... pero a veces no es fácil porque sentimos una cierta inquietud, la mirada de Jesús nos inquieta un poco, también nos pone en crisis ... ¡Pero esto nos hace bien! En el silencio de la oración, Jesús nos hace ver si estamos trabajando como buenos trabajadores, o si tal vez nos hemos vuelto un poco "empleados, funcionarios"; o si somos "canales" abiertos, generosos a través los cuales fluye abundante su amor, su gracia, o si por el contrario nos ponemos en el centro nosotros mismos, y así en lugar de ser "canales", nos convertimos en "pantallas" que no ayudan a la reunión con Señor, con la luz y el poder del Evangelio.

Y la segunda cosa que quiero compartir con ustedes es la belleza de la fraternidad: del ser sacerdotes juntos, de seguir al Señor no solos, no uno a uno, pero juntos, a pesar de la gran variedad de los dones y de las personalidades; de hecho, justamente esto enriquece el presbiterio, esta variedad de orígenes, de edades, de talentos ... Es todo vivido en la comunión, en la fraternidad.

Incluso esto no es fácil, no es inmediato y evidente. En primer lugar porque también nosotros sacerdotes, estamos inmersos en la cultura subjetivista de hoy, esta cultura que exalta el ‘yo’ hasta idolatrarlo. Y luego, a causa de un cierto individualismo pastoral que por desgracia está muy extendido en nuestras diócesis. Por esto tenemos que reaccionar a esto con la elección de la fraternidad. Intencionalmente hablo de "elección". No puede ser sólo una cosa dejada por casualidad, a las circunstancias favorables ... No, es una elección que se corresponde a la realidad que nos constituye, al don que hemos recibido, pero que siempre es bien recibido y cultivado: la comunión en Cristo en el santuario, en torno al Obispo. Esta comunión pide ser vivida buscando formas concretas adaptadas a los tiempos y a la realidad del territorio, pero siempre en perspectiva apostólica, con estilo misionero, con fraternidad y la sencillez de vida. Cuando Jesús dice: “En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn 13,35), lo dice cierto para todos, pero en primer lugar por los Doce, a los que llamó seguirlo más de cerca.

La alegría de ser sacerdotes y la belleza de la fraternidad. Éstas son las dos cosas más importantes que sentía pensando en ustedes. Una última cosa así de paso: Les animo en su trabajo con las familias y para las familias. Es un trabajo que el Señor nos pide hacer en un modo particular en este tiempo, que es un momento difícil sea para la familia como para la institución, sea para las familias, debido a la crisis. Pero justo cuando es difícil el momento, Dios nos hace sentir su cercanía, su gracia, la fuerza profética de su Palabra. Y nosotros estamos llamados a ser testigos, mediadores de esta cercanía con las familias y esta fuerza profética para la familia.
Queridos hermanos, les agradezco. Y continuemos adelante, animados por el amor común al Señor y por la Santa Madre Iglesia. Nuestra Señora les proteja y acompañe. Permanezcamos unidos en la oración. ¡Gracias!
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