Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Francisco: «Que san Juan Pablo II nos ayude a ser viandantes resucitados»

Zenit

El Papa Francisco explica las lecturas de Cuaresma y llama a la conversión
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El papa Francisco ha celebrado esta mañana una Misa de Acción de gracias por la canonización de Juan Pablo II en la iglesia de San Estanislao en Roma. Situada en la calle Botteghe Oscure, es la iglesia nacional de Polonia, punto de referencia para los casi 20.000 polacos residentes en la Ciudad Eterna.La historia de este templo se remonta al siglo XVI, cuando el cardenal Estanislao Osio pidió a Gregorio XIII que diera a la comunidad polaca un lugar en donde poder recibir ayuda espiritual y material. El purpurado se encargó de su reconstrucción en 1582 y lo dedicó a San Estanislao.

La actual parroquia fue construida por el arquitecto Francesco Ferrari entre los años 1729 y 1735, siendo concluidas las obras con la contribución del rey Estanislao Augusto Poniatowski. El título primitivo de este templo era San Salvatore Pensilis de Surraca, recordado en una carta del archivo de Santa Praxede de 1174.

En el año 1982, la iglesia de San Estanislao fue elevada a la condición de parroquia nacional de los polacos en Roma. Karol Wojtyla visitó esta iglesia más de ochenta veces, según ha señalado el propio Pontífice en la Eucaristía de hoy, y en tres ocasiones durante su pontificado.

En su homilía, el Santo Padre ha afirmado que, como Pedro, "Juan Pablo II fue una verdadera piedra". "Él siempre vino aquí en diversos momentos de su vida y de la vida de Polonia. En los momentos de tristeza y de abatimiento, cuando todo parecía perdido, él no perdía la esperanza. Él no perdía la esperanza, porque su fe y su esperanza estaban fijos en Dios. Y así era piedra, roca, para esta comunidad", ha subrayado.

El Pontífice argentino ha recordado también que el pueblo polaco ha sido duramente golpeado en su historia, por lo que, ha asegurado, "sabe bien que para entrar en la gloria es necesario pasar a través de la pasión y la cruz". "Y no lo saben porque lo han estudiado, sino porque lo han vivido. San Juan Pablo II, como digno hijo de su patria terrena, siguió este camino. Lo siguió de un modo ejemplar, recibiendo de Dios el despojo total. Por esto su carne reposa en la esperanza", ha insistido.

Así, Francisco ha invitado a los fieles congregados en la llamada “iglesia de los polacos” a seguir el camino de Jesús, pero ha explicado que Juan Pablo II decía que hay que ser "peregrinos pero no vagabundos". "Que san Juan Pablo II nos ayude a ser viandantes resucitados", ha concluido el Papa.

Antes de la bendición final, el Santo Padre ha recibido como regalo de la comunidad polaca un cuadro con la imagen de la Divina Misericordia. Esta devoción recibió un gran impulso durante el pontificado de Karol Wojtyla y su fiesta, que se celebra el primer Domingo después del Domingo de Pascua, está especialmente vinculada a la vida del nuevo santo. 

Al termino de la celebración, el Pontífice argentino ha saludado también a un grupo de personas sin hogar que son asistidas por esta parroquia.

Texto de la homilía del Santo Padre
En el pasaje de los Hechos de los Apóstoles hemos escuchado la voz de Pedro, que anuncia con fuerza la resurrección de Jesús. Y en la segunda lectura es también Pedro que confirma a los fieles en la fe en Cristo, escribiendo: “ustedes por obra suya creen en Dios, que lo ha resucitado de entre los muertos, de modo que su fe y su esperanza están dirigidas a Dios”. Pedro es el punto de referencia firme en la comunidad porque está fundado en la Roca que es Cristo. Así estuvo Juan Pablo II, verdadera piedra, anclado a la gran Roca. 

Una semana después de la canonización de Juan XXIII y de Juan Pablo II, estamos reunidos en esta iglesia de los polacos en Roma, para agradecer al Señor el don del santo Obispo de Roma hijo de vuestra nación. ¡En esta iglesia donde él vino más de 80 veces! Él siempre vino aquí en diversos momentos de su vida y de la vida de Polonia. En los momentos de tristeza y de abatimiento, cuando todo parecía perdido, él no perdía la esperanza. Él no perdía la esperanza, porque su fe y su esperanza estaban fijos en Dios. Y así era piedra, roca, para esta comunidad. Era piedra, roca para esta comunidad, que aquí reza, que aquí escucha la Palabra, prepara los Sacramentos y los administra, recibe a los necesitados, canta y hace fiesta, y desde aquí sale a las periferias de Roma.

Ustedes, hermanos y hermanas, hacen parte de un pueblo que ha sido muy probado en su historia. El pueblo polaco sabe bien que para entrar en la gloria es necesario pasar a través de la pasión y la cruz. Y no lo saben porque lo han estudiado, sino porque lo han vivido. San Juan Pablo II, como digno hijo de su patria terrena, siguió este camino. Lo siguió de un modo ejemplar, recibiendo de Dios el despojo total. Por esto su carne reposa en la esperanza.

Y nosotros ¿estamos dispuestos a seguir este camino? Ustedes, queridos hermanos, que forman hoy la comunidad cristiana de polacos en Roma ¿quieren seguir este camino? San Pedro, también con la voz de san Juan Pablo II, les dice “compórtense con temor de Dios en el tiempo en que viven aquí abajo como extranjeros”.

Es verdad, somos viandantes, no errantes. En camino, pero sabemos donde vamos. Los errantes no lo saben. Somos peregrinos pero no vagabundos, come decía san Juan Pablo II. Los dos discípulos de Emaús en la ida eran errantes, no sabían dónde terminarían, pero al regreso ¡no! Al regreso eran ¡testigos de la esperanza que es Cristo! Porque lo habían encontrado a Él, el Viandante resucitado. Este Jesús, es el Viandante resucitado que camina con nosotros. Jesús hoy está aquí, está aquí entre nostros. Está aquí con su Palabra, camina con nosotros, es el Viandante resucitado.

También nosotros podemos convertirnos en viandantes resucitados si su Palabra enciende nuestro corazón, y la Eucaristía nos abre los ojos a la fe y nos nutre de esperanza y de caridad. También nosotros podemos caminar junto a los hermanos y hermanas que están tristes y desesperados, y encender sus corazones con el Evangelio, y partir el pan con ellos, el pan de la fraternidad. Que san Juan Pablo II nos ayude a ser viandantes resucitados. Amén.
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