Se levanta a las 5:30 horas
Benedicto XVI vive como un monje en su primer año de retiro: reza, pasea, estudia, contesta cartas
Desde hace un año las dulces notas de una partitura marcan el tiempo del soberano «autoenclaustrado», como él mismo se define. Cuando se le escucha tocar el piano por la noche, revela a sus amigos el arzobispo Georg Gänswein, significa que la jornada del “jubilado” de 87 años Joseph Ratzinger transcurrió con serenidad.
Música de Mozart, Bach y Beethoven
En el monasterio “Mater Ecclesiae”, el Papa emérito, como un rey exiliado, ha recreado su universo de afectos y pasiones: los estudios de teología, el rosario recitado con su fiel secretario-hijo espiritual don Georg (que lo sigue llamando «Santo Padre»), la convivencia cotidiana con las cuatro Memores Domini que se ocupan del aposento, la correspondencia, alguna visita y, por supuesto, la música adorada. Sobre todo Mozart, Bach y Beethoven. Con gran lucidez y discreta forma física, vive oculto y en oración, inspirándose en la regla benedictina. A los que presagiaban escenarios de disputas medievales por la convivencia sin precedentes de dos Papas en la Curia, Francisco aclaró, a fines de julio en la entrevista concedida a los periodistas durante el vuelo de regreso de Río de Janeiro: «Es como tener al abuelo en casa».
Relación fluida con Francisco
Bergoglio nunca ha dejado de dirigirse a su predecesor, con visitas y llamadas telefónicas, para aprovechar el tesoro de su experiencia y para manifestarle su afecto. Durante las últimas festividades hubo un intercambio de visitas. Francisco, poco antes de Navidad, fue a ver a Ratzinger a su «buen retiro» (en compañía del mayordomo Sandro Mariotti, alias “Sandrone”, que llevaba una canasta como regalo), y el Papa emérito, cuatro días después, respondió a la invitación de sus sucesor asistiendo a un desayuno en la residencia Santa Marta.
La lógica de la renuncia
Hace seis meses, durante una misa celebrada para el grupo de ex-alumnos en la capilla del Gobernatorado, Benedicto XVI pronunció palabras que parecían evocar el sentido de su renuncia al Trono de Pedro. La lógica cristiana invierte por completo la lógica humana: se responde al mal con amor, la salvación se obtiene mediante el sufrimiento de la Cruz, y el «buen lugar» no es el «primer lugar» codiciado durante toda la vida, sino ese que nos hace humildes y nos lleva a experimentar el amor gratuito de Dios.
Las salidas públicas del Papa emérito han sido raras, a pesar de que Bergoglio haya insistido en que «puede salir cuando quiera». Lo hizo de incógnito el pasado 4 de enero, para ir a ver a su hermano Georg al hospital Gemelli, y, hace algunos meses (el día de la publicación de la encíclica “Lumen Fidei”), para bendecir con Bergoglio la estatua de San Miguel de los Jardines Vaticanos.
Cada domingo celebra y predica para su pequeñísima “corte” de familiares en el ex-convento reestructurado de cuatro pisos (incluido el subterráneo, que cuenta con un ascensor, en donde el hermano mayor de Ratzinger siempre tiene una habitación a su disposición).
Se levanta a las 5:30 horas
Un horario cotidiano que indica una vida de estudio. Despertador a las 5.30, misa antes de las 7, mañanas dedicadas a la lectura de los padres de la Iglesia y a la correspondencia personal que llega a la Secretaría de Estado. Una siesta después del almuerzo, el paseo cotidiano con Gänswein por el jardin que rodea el convento, el rosario, más horas en la biblioteca para leer y escribir, la cena y la fundamental cita con el telediario de las 20. A las 22 la luz se apaga.
Los únicos cambios a esta rutina son las visitas que recibe: encuentros cuyo contenido a veces es revelado por los protagonistas. El cardenal Tarcisio Bertone indicó que lo invitó a almorzar en su departamento durante las fiestas de Navidad. Hay colaboradores de su antiguo entourage que lo visitan, después de haber superado el shock inicial que desencadenó el valiente anuncio de su renuncia el 11 de febrero. Entre los visitantes que han pasado por el salón de su nueva residencia destacan el actor Lino Banfi y el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Gerhard Ludwig Müller, teólogo como el Papa emérito.
Música de Mozart, Bach y Beethoven
En el monasterio “Mater Ecclesiae”, el Papa emérito, como un rey exiliado, ha recreado su universo de afectos y pasiones: los estudios de teología, el rosario recitado con su fiel secretario-hijo espiritual don Georg (que lo sigue llamando «Santo Padre»), la convivencia cotidiana con las cuatro Memores Domini que se ocupan del aposento, la correspondencia, alguna visita y, por supuesto, la música adorada. Sobre todo Mozart, Bach y Beethoven. Con gran lucidez y discreta forma física, vive oculto y en oración, inspirándose en la regla benedictina. A los que presagiaban escenarios de disputas medievales por la convivencia sin precedentes de dos Papas en la Curia, Francisco aclaró, a fines de julio en la entrevista concedida a los periodistas durante el vuelo de regreso de Río de Janeiro: «Es como tener al abuelo en casa».
Relación fluida con Francisco
Bergoglio nunca ha dejado de dirigirse a su predecesor, con visitas y llamadas telefónicas, para aprovechar el tesoro de su experiencia y para manifestarle su afecto. Durante las últimas festividades hubo un intercambio de visitas. Francisco, poco antes de Navidad, fue a ver a Ratzinger a su «buen retiro» (en compañía del mayordomo Sandro Mariotti, alias “Sandrone”, que llevaba una canasta como regalo), y el Papa emérito, cuatro días después, respondió a la invitación de sus sucesor asistiendo a un desayuno en la residencia Santa Marta.
La lógica de la renuncia
Hace seis meses, durante una misa celebrada para el grupo de ex-alumnos en la capilla del Gobernatorado, Benedicto XVI pronunció palabras que parecían evocar el sentido de su renuncia al Trono de Pedro. La lógica cristiana invierte por completo la lógica humana: se responde al mal con amor, la salvación se obtiene mediante el sufrimiento de la Cruz, y el «buen lugar» no es el «primer lugar» codiciado durante toda la vida, sino ese que nos hace humildes y nos lleva a experimentar el amor gratuito de Dios.
Las salidas públicas del Papa emérito han sido raras, a pesar de que Bergoglio haya insistido en que «puede salir cuando quiera». Lo hizo de incógnito el pasado 4 de enero, para ir a ver a su hermano Georg al hospital Gemelli, y, hace algunos meses (el día de la publicación de la encíclica “Lumen Fidei”), para bendecir con Bergoglio la estatua de San Miguel de los Jardines Vaticanos.
Cada domingo celebra y predica para su pequeñísima “corte” de familiares en el ex-convento reestructurado de cuatro pisos (incluido el subterráneo, que cuenta con un ascensor, en donde el hermano mayor de Ratzinger siempre tiene una habitación a su disposición).
Se levanta a las 5:30 horas
Un horario cotidiano que indica una vida de estudio. Despertador a las 5.30, misa antes de las 7, mañanas dedicadas a la lectura de los padres de la Iglesia y a la correspondencia personal que llega a la Secretaría de Estado. Una siesta después del almuerzo, el paseo cotidiano con Gänswein por el jardin que rodea el convento, el rosario, más horas en la biblioteca para leer y escribir, la cena y la fundamental cita con el telediario de las 20. A las 22 la luz se apaga.
Los únicos cambios a esta rutina son las visitas que recibe: encuentros cuyo contenido a veces es revelado por los protagonistas. El cardenal Tarcisio Bertone indicó que lo invitó a almorzar en su departamento durante las fiestas de Navidad. Hay colaboradores de su antiguo entourage que lo visitan, después de haber superado el shock inicial que desencadenó el valiente anuncio de su renuncia el 11 de febrero. Entre los visitantes que han pasado por el salón de su nueva residencia destacan el actor Lino Banfi y el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Gerhard Ludwig Müller, teólogo como el Papa emérito.
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