«Sin fraternidad es imposible una sociedad justa», dice Francisco en el mensaje del Día de la Paz
"La fraternidad, fundamento y camino para la paz". Este es el título del primer Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del Papa Francisco. Esta jornada se celebra el primero de enero. El Papa, para 2014, desea a todas las personas y los pueblos, una vida llena de alegría y de esperanza. Puedes leer el mensaje íntegro aquí.
Según explica el Santo Padre, la fraternidad es una dimensión esencial del hombre, sin ella, es imposible la construcción de una sociedad justa. Y la fraternidad se empieza a aprender en el seno de la familia. “La familia -dice Francisco-, es la fuente de toda fraternidad, y por eso es también el fundamento y el camino primordial para la paz”.
La "globalización de la indiferencia"
Sin embargo, a menudo los hechos, en un mundo caracterizado por la “globalización de la indiferencia”, que poco a poco nos “habitúa” al sufrimiento del otro, cerrándonos en nosotros mismos, contradicen y desmienten esa vocación.
La globalización, como ha afirmado Benedicto XVI, nos acerca a los demás, pero no nos hace hermanos. Las numerosas situaciones de desigualdad, de pobreza y de injusticia revelan no sólo una profunda falta de fraternidad, sino también la ausencia de una cultura de la solidaridad.
"Fraternidad enraizada en la paternidad de Dios"
Una verdadera fraternidad entre los hombres requiere una paternidad trascendente. A partir del reconocimiento de esta paternidad, se consolida, explica el Pontífice, la fraternidad entre los hombres: “La fraternidad está enraizada en la paternidad de Dios”.
Es “una paternidad, por tanto, escribe el Santo Padre, que genera eficazmente fraternidad, porque el amor de Dios, cuando es acogido, se convierte en el agente más asombroso de transformación de la existencia y de las relaciones con los otros, abriendo a los hombres a la solidaridad y a la reciprocidad.
En otro pasaje de su largo mensaje el Papa subraya el trabajo de sus predecesores en el campo de la fraternidad y la paz, recordando lo que escribió Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate: “La falta de fraternidad entre los pueblos y entre los hombres es una causa importante de la pobreza”.
Descontento, marginación, soledad
Asistimos con preocupación al crecimiento de distintos tipos de descontento, de marginación, de soledad. “Una pobreza como ésta sólo puede ser superada -señala Francisco- redescubriendo y valorando las relaciones fraternas en el seno de las familias y de las comunidades, compartiendo las alegrías y los sufrimientos, las dificultades y los logros que forman parte de la vida de las personas”.
“Una forma más de promover la fraternidad -explica el Papa- y así vencer la pobreza, es el desprendimiento de quien elige vivir estilos de vida sobrios y esenciales, de quien, compartiendo las propias riquezas, consigue así experimentar la comunión fraterna con los otros”.
Este cambio en el estilo de vida, el Papa Francisco lo desea en una sociedad que está viviendo graves crisis financieras y económicas que tienen su origen en el progresivo alejamiento del hombre de Dios y del prójimo, en la búsqueda insaciable de bienes materiales, por un lado, y en el empobrecimiento de las relaciones interpersonales y comunitarias, por otro. El hecho de que las crisis económicas se sucedan una detrás de otra debería llevarnos a las oportunas revisiones de los modelos de desarrollo económico.
Corrupción y crimen, ofensas graves a Dios
Luego el Papa dirige una encarecida exhortación a cuantos siembran violencia y muerte con las armas, para que redescubran, en quien hoy consideran sólo un enemigo al que exterminar, a su hermano y no alcen su mano contra él. Renuncien a la vía de las armas y vayan al encuentro del otro con el diálogo, el perdón y la reconciliación. También se oponen a la fraternidad -señala- “la corrupción y el crimen organizado”: “Estas organizaciones ofenden gravemente a Dios, perjudican a los hermanos y dañan a la creación, más todavía cuando tienen connotaciones religiosas”.
En el contexto amplio del carácter social del hombre, por lo que se refiere al delito y a la pena, el Papa también denuncia las condiciones inhumanas de muchas cárceles, donde el recluso a menudo queda reducido a un estado infrahumano y humillado en su dignidad. Asimismo la visión cristiana de la creación conlleva a proteger y a cultivar la naturaleza, usando sabiamente los recursos en beneficio de todos, respetando la belleza, y los seres vivos y su función en el ecosistema. En definitiva, la naturaleza está a nuestra disposición, y nosotros estamos llamados a administrarla responsablemente.
Imprescindible apertura a Dios
“La fraternidad tiene necesidad de ser descubierta, amada, experimentada, anunciada y testimoniada”, concluye el Papa. “Pero sólo el amor dado por Dios nos permite acoger y vivir plenamente la fraternidad. El necesario realismo de la política y de la economía no puede reducirse a un tecnicismo privado de ideales, que ignora la dimensión trascendente del hombre. Cuando falta esta apertura a Dios, toda actividad humana se vuelve más pobre y las personas quedan reducidas a objetos de explotación”.
Sólo si aceptan moverse en el amplio espacio asegurado por esta apertura a Dios que ama a cada hombre y a cada mujer, la política y la economía conseguirán estructurarse sobre la base de un auténtico espíritu de caridad fraterna y podrán ser instrumento eficaz de desarrollo humano integral y de paz.
Según explica el Santo Padre, la fraternidad es una dimensión esencial del hombre, sin ella, es imposible la construcción de una sociedad justa. Y la fraternidad se empieza a aprender en el seno de la familia. “La familia -dice Francisco-, es la fuente de toda fraternidad, y por eso es también el fundamento y el camino primordial para la paz”.
La "globalización de la indiferencia"
Sin embargo, a menudo los hechos, en un mundo caracterizado por la “globalización de la indiferencia”, que poco a poco nos “habitúa” al sufrimiento del otro, cerrándonos en nosotros mismos, contradicen y desmienten esa vocación.
La globalización, como ha afirmado Benedicto XVI, nos acerca a los demás, pero no nos hace hermanos. Las numerosas situaciones de desigualdad, de pobreza y de injusticia revelan no sólo una profunda falta de fraternidad, sino también la ausencia de una cultura de la solidaridad.
"Fraternidad enraizada en la paternidad de Dios"
Una verdadera fraternidad entre los hombres requiere una paternidad trascendente. A partir del reconocimiento de esta paternidad, se consolida, explica el Pontífice, la fraternidad entre los hombres: “La fraternidad está enraizada en la paternidad de Dios”.
Es “una paternidad, por tanto, escribe el Santo Padre, que genera eficazmente fraternidad, porque el amor de Dios, cuando es acogido, se convierte en el agente más asombroso de transformación de la existencia y de las relaciones con los otros, abriendo a los hombres a la solidaridad y a la reciprocidad.
En otro pasaje de su largo mensaje el Papa subraya el trabajo de sus predecesores en el campo de la fraternidad y la paz, recordando lo que escribió Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate: “La falta de fraternidad entre los pueblos y entre los hombres es una causa importante de la pobreza”.
Descontento, marginación, soledad
Asistimos con preocupación al crecimiento de distintos tipos de descontento, de marginación, de soledad. “Una pobreza como ésta sólo puede ser superada -señala Francisco- redescubriendo y valorando las relaciones fraternas en el seno de las familias y de las comunidades, compartiendo las alegrías y los sufrimientos, las dificultades y los logros que forman parte de la vida de las personas”.
“Una forma más de promover la fraternidad -explica el Papa- y así vencer la pobreza, es el desprendimiento de quien elige vivir estilos de vida sobrios y esenciales, de quien, compartiendo las propias riquezas, consigue así experimentar la comunión fraterna con los otros”.
Este cambio en el estilo de vida, el Papa Francisco lo desea en una sociedad que está viviendo graves crisis financieras y económicas que tienen su origen en el progresivo alejamiento del hombre de Dios y del prójimo, en la búsqueda insaciable de bienes materiales, por un lado, y en el empobrecimiento de las relaciones interpersonales y comunitarias, por otro. El hecho de que las crisis económicas se sucedan una detrás de otra debería llevarnos a las oportunas revisiones de los modelos de desarrollo económico.
Corrupción y crimen, ofensas graves a Dios
Luego el Papa dirige una encarecida exhortación a cuantos siembran violencia y muerte con las armas, para que redescubran, en quien hoy consideran sólo un enemigo al que exterminar, a su hermano y no alcen su mano contra él. Renuncien a la vía de las armas y vayan al encuentro del otro con el diálogo, el perdón y la reconciliación. También se oponen a la fraternidad -señala- “la corrupción y el crimen organizado”: “Estas organizaciones ofenden gravemente a Dios, perjudican a los hermanos y dañan a la creación, más todavía cuando tienen connotaciones religiosas”.
En el contexto amplio del carácter social del hombre, por lo que se refiere al delito y a la pena, el Papa también denuncia las condiciones inhumanas de muchas cárceles, donde el recluso a menudo queda reducido a un estado infrahumano y humillado en su dignidad. Asimismo la visión cristiana de la creación conlleva a proteger y a cultivar la naturaleza, usando sabiamente los recursos en beneficio de todos, respetando la belleza, y los seres vivos y su función en el ecosistema. En definitiva, la naturaleza está a nuestra disposición, y nosotros estamos llamados a administrarla responsablemente.
Imprescindible apertura a Dios
“La fraternidad tiene necesidad de ser descubierta, amada, experimentada, anunciada y testimoniada”, concluye el Papa. “Pero sólo el amor dado por Dios nos permite acoger y vivir plenamente la fraternidad. El necesario realismo de la política y de la economía no puede reducirse a un tecnicismo privado de ideales, que ignora la dimensión trascendente del hombre. Cuando falta esta apertura a Dios, toda actividad humana se vuelve más pobre y las personas quedan reducidas a objetos de explotación”.
Sólo si aceptan moverse en el amplio espacio asegurado por esta apertura a Dios que ama a cada hombre y a cada mujer, la política y la economía conseguirán estructurarse sobre la base de un auténtico espíritu de caridad fraterna y podrán ser instrumento eficaz de desarrollo humano integral y de paz.
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