Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Encuentro de Francisco con 500 catecúmenos

El Papa a los conversos al final del año de la Fe: «Tenemos en común una cosa: el deseo de Dios»

ReL / ZENIT

Recibidos en el Año de la Fe.
Recibidos en el Año de la Fe.

Hoy concluye el Año de la Fe con la celebración de la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, pero ayer por la tarde tuvo lugar uno de los actos más importantes del año: la admisión al Catecumenado de más de 500 personas venidas de 47 países diferentes. El marco de la celebración fue la Basílica de San Pedro, y en ella se encontraban además de los catecúmenos, cada uno de sus catequistas.

Invitados a entrar en la Iglesia
La Liturgia dio comienzo con los “ritos de introducción” que se hicieron en el atrio de la basílica. Allí el Papa acogió a una representación de los candidatos, para después invitarles a entrar en la iglesia.



En sus palabras, Francisco recordó que aunque han venido de muchos países, tradiciones culturales y experiencias diferentes, "sentimos tener entre nosotros muchas cosas en común. Sobre todo una: el deseo de Dios". Un deseo que es importante mantener vivo, este anhelo de encontrar al Señor y tener experiencia de Él, de su amor y de misericordia, indicó el Papa. Y añadió que "si falta la sed del Dios viviente, se corre el riesgo de que la fe se convierta en costumbre, se arriesga que se apague, como el fuego que no es reavivado".

Llamados a ser mediadores
A continuación hizo referencia a la lectura del Evangelio leído en la celebración. Se trata del momento en que san Juan Bautista indica a sus discípulos que Jesús es el Cordero de Dios: "Dos de ellos siguen al maestro, y después, a su vez, se convierten en ´mediadores´ que permiten a los otros encontrar al Señor, conocerlo y seguirlo". Para el Papa, en este pasaje hay tres momentos que evocan la experiencia del catecumenado: la escucha, el encuentro y el caminar.

Sobre la escucha, el Santo Padre indicó que al igual que los discípulos "también vosotros, queridos catecúmenos, habéis escuchado a aquellos que os han hablado de Jesús y os han propuesto seguirlo, convirtiéndoos en sus discípulos a través de bautismo".



El segundo momento es el del encuentro: "Después de haberlo encontrado, se dan cuenta en seguida de algo nuevo en su corazón: la necesidad de transmitir su alegría también a los otros, para que éstos la puedan encontrar”.

Contemplar la escena de Andrés que encuentra a su hermano Simón y lo conduce a Jesús es una escena que nos hace mucho bien contemplar, ha advertido el Papa. Nos hace bien porque "nos recuerda que Dios no nos ha creado para estar solos, cerrados en nosotros mismos, sino para poder encontrarnos con Él y para abrirnos al encuentro con los otros".

Es Dios quien toma la iniciativa
Asimismo, recordó que "en la Biblia, Dios aparece siempre como aquél que toma la iniciativa del encuentro con el hombre: es Él quien busca al hombre y precisamente lo busca cuando el hombre está en la experiencia amarga y trágica de traicionar a Dios y de huir de Él. Dios no espera para buscarlo: lo busca enseguida".

Un encuentro que cuando llega, "no es nunca un encuentro rápido, porque Dios desea permanecer mucho tiempo con nosotros para apoyarnos, para consolarnos, para donarnos su alegría". Y explicó que "como nosotros le anhelamos y le deseamos, así también Él tiene el deseo de estar con nosotros, porque nosotros le pertenecemos, somos ´cosa´ suya, somos sus criaturas. También Él, podemos decir, tienen sed de nosotros, de encontrarnos".

El último aspecto que trató el Papa ha sido el de caminar. "Los discípulos caminan hacia Jesús y después hacen una parte del camino junto a Él". La fe es un camino con Jesús en que en algunos momentos nos sentimos cansados y confusos, pero la fe "nos da la certeza de la presencia constante de Jesús en cada situación, también en la más dolorosa o difícil de entender".



Para concluir, deseó a los catecúmenos que recorran este camino "con alegría, seguros del apoyo de toda la Iglesia, que os mira con confianza", y les invitó a "mantener el entusiasmo del primer momento que os ha hecho abrir los ojos a luz de la fe, a recordar, como el discípulo amado, el día, la hora, en la que por primera vez os habéis quedado con Jesús, habéis sentido su mirada sobre vosotros. No os olvidéis nunca esta mirada de Jesús".

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