Jonás pensaba que en España podría huir de Dios... «¿Cuántos más lo intentan?», plantea el Papa
«Dejemos escribir nuestra vida por Dios». Fue la exhortación del Papa Francisco en la Misa matinal del lunes 7 de octubre en la Residencia Santa Marta.
El Papa analizó las figuras de Jonás y del Buen Samaritano. A veces, observó el Santo Padre, puede pasar que también un cristiano, un católico huya de Dios, mientras que un pecador, considerado lejano de Dios, escuche la voz del Señor.
Huir de los encargos de Dios
El Papa Francisco desarrolló su homilía centrándola en el tema de la “fuga de Dios”. Jonás, subrayó el Pontífice, “tenía su historia escrita” y “no quería ser molestado. El Señor lo envió a Nínive, y él se embarcó hacia España. Huía del Señor”:
“La fuga de Dios. Se puede huir de Dios, aun siendo cristiano, siendo católico, siendo de la Acción Católica, siendo sacerdote, obispo, Papa ... todos, ¡todos pueden huir de Dios! Es una tentación diaria. No escuchar a Dios, no escuchar su voz, no sentir en el corazón su propuesta, su invitación. Se puede escapar directamente".
Escapar, para no llegar tarde a misa
"Hay otras formar de huir de Dios, un poco más educadas, un poco más sofisticadas, ¿no? En el Evangelio, encontramos a este hombre medio muerto, tirado al borde del camino, y por casualidad, un sacerdote pasaba por ese camino - un sacerdote digno, con la sotana, bueno, ¡muy bueno! Miró y observó: ‘Llegaré tarde a misa’, y se fue. No había oído la voz de Dios allí”.
Luego pasó un levita, que, dijo el Papa, quizás habrá pensado: “Si yo me detengo, si me acerco, tal vez ya esté muerto, y mañana tengo que ir al juez y dar testimonio” ... y se fue. Él, también, observó el Obispo de Roma, huyó “de esta voz de Dios”.
El samaritano sí escucho
Y añadió: “Sólo tiene la capacidad de escuchar la voz de Dios, uno que habitualmente huía de Dios, un pecador”, un samaritano. Este, señaló el Papa, “es un pecador, alejado de Dios, y sin embargo "escuchó la voz de Dios y se acercó". El samaritano, subrayó el Santo Padre “no estaba acostumbrado a las prácticas religiosas, a la vida moral, incluso teológicamente estaba equivocado” porque los samaritanos “creían que a Dios se le debiese adorar en otro lugar y no donde el Señor quería”.
Sin embargo el samaritano “entendió que Dios lo llamaba, y no huyó”. “Se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, luego lo puso sobre el caballo”, e incluso “lo llevó a un albergue y cuidó de él. Perdió toda la noche”:
El peligro de cerrar el corazón
“El sacerdote llegó a tiempo para la Santa Misa, y todos los fieles fueron felices, y el levita tuvo, al día siguiente, un día tranquilo, de acuerdo con lo que él había pensado hacer, porque no tuvo todo ese embrollo de ir al juez y todas esas cosas... ¿Y por qué Jonás huyó de Dios? ¿Por qué el sacerdote huyó de Dios? ¿Por qué el levita huyó de Dios? Porque tenían el corazón cerrado, y cuando tienes el corazón cerrado, no puedes escuchar la voz de Dios. En cambio, un samaritano que iba por el camino “lo vio y se conmovió”: tenía un corazón abierto, era humano. Y la humanidad lo acercó”.
“Jonás – observó el Papa - tenía un diseño de su vida: quería escribir su historia”, y así también el sacerdote y el levita. “Un diseño de trabajo”. En cambio, agregó, este pecador, el samaritano “se dejó escribir la vida por Dios: cambió todo, aquella noche, porque el Señor le acercó la persona de este pobre hombre, herido, gravemente herido, tirado en la calle”:
Que Dios escriba nuestra vida
“Me pregunto, a mí, y pregunto a ustedes: ¿nos dejamos escribir la vida, nuestra vida, por Dios o queremos escribirla nosotros? Y esto nos habla de la docilidad: ¿somos dóciles a la Palabra de Dios? ‘Sí, ¡yo quiero ser dócil!’. Pero tú, ¿tienes la capacidad de escucharla, de oírla? ¿Tienes la capacidad de encontrar la Palabra de Dios en la historia de cada día, o son tus ideas las que te mantienen, y no dejas que la sorpresa del Señor te hable?”.
“Tres personas que están huyendo de Dios - resumió el Obispo de Roma - y otra en una situación irregular”, que es “capaz de escuchar, abrir el corazón y no huir”. Estoy seguro, dijo Francisco, que todos nosotros vemos que “el samaritano, el pecador, no huyó de Dios”.
Que el Señor, concluyó, “nos conceda escuchar la voz del Señor, Su voz, que nos dice: ¡También tú anda y has así!”.
El Papa analizó las figuras de Jonás y del Buen Samaritano. A veces, observó el Santo Padre, puede pasar que también un cristiano, un católico huya de Dios, mientras que un pecador, considerado lejano de Dios, escuche la voz del Señor.
Huir de los encargos de Dios
El Papa Francisco desarrolló su homilía centrándola en el tema de la “fuga de Dios”. Jonás, subrayó el Pontífice, “tenía su historia escrita” y “no quería ser molestado. El Señor lo envió a Nínive, y él se embarcó hacia España. Huía del Señor”:
“La fuga de Dios. Se puede huir de Dios, aun siendo cristiano, siendo católico, siendo de la Acción Católica, siendo sacerdote, obispo, Papa ... todos, ¡todos pueden huir de Dios! Es una tentación diaria. No escuchar a Dios, no escuchar su voz, no sentir en el corazón su propuesta, su invitación. Se puede escapar directamente".
Escapar, para no llegar tarde a misa
"Hay otras formar de huir de Dios, un poco más educadas, un poco más sofisticadas, ¿no? En el Evangelio, encontramos a este hombre medio muerto, tirado al borde del camino, y por casualidad, un sacerdote pasaba por ese camino - un sacerdote digno, con la sotana, bueno, ¡muy bueno! Miró y observó: ‘Llegaré tarde a misa’, y se fue. No había oído la voz de Dios allí”.
Luego pasó un levita, que, dijo el Papa, quizás habrá pensado: “Si yo me detengo, si me acerco, tal vez ya esté muerto, y mañana tengo que ir al juez y dar testimonio” ... y se fue. Él, también, observó el Obispo de Roma, huyó “de esta voz de Dios”.
El samaritano sí escucho
Y añadió: “Sólo tiene la capacidad de escuchar la voz de Dios, uno que habitualmente huía de Dios, un pecador”, un samaritano. Este, señaló el Papa, “es un pecador, alejado de Dios, y sin embargo "escuchó la voz de Dios y se acercó". El samaritano, subrayó el Santo Padre “no estaba acostumbrado a las prácticas religiosas, a la vida moral, incluso teológicamente estaba equivocado” porque los samaritanos “creían que a Dios se le debiese adorar en otro lugar y no donde el Señor quería”.
Sin embargo el samaritano “entendió que Dios lo llamaba, y no huyó”. “Se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, luego lo puso sobre el caballo”, e incluso “lo llevó a un albergue y cuidó de él. Perdió toda la noche”:
El peligro de cerrar el corazón
“El sacerdote llegó a tiempo para la Santa Misa, y todos los fieles fueron felices, y el levita tuvo, al día siguiente, un día tranquilo, de acuerdo con lo que él había pensado hacer, porque no tuvo todo ese embrollo de ir al juez y todas esas cosas... ¿Y por qué Jonás huyó de Dios? ¿Por qué el sacerdote huyó de Dios? ¿Por qué el levita huyó de Dios? Porque tenían el corazón cerrado, y cuando tienes el corazón cerrado, no puedes escuchar la voz de Dios. En cambio, un samaritano que iba por el camino “lo vio y se conmovió”: tenía un corazón abierto, era humano. Y la humanidad lo acercó”.
“Jonás – observó el Papa - tenía un diseño de su vida: quería escribir su historia”, y así también el sacerdote y el levita. “Un diseño de trabajo”. En cambio, agregó, este pecador, el samaritano “se dejó escribir la vida por Dios: cambió todo, aquella noche, porque el Señor le acercó la persona de este pobre hombre, herido, gravemente herido, tirado en la calle”:
Que Dios escriba nuestra vida
“Me pregunto, a mí, y pregunto a ustedes: ¿nos dejamos escribir la vida, nuestra vida, por Dios o queremos escribirla nosotros? Y esto nos habla de la docilidad: ¿somos dóciles a la Palabra de Dios? ‘Sí, ¡yo quiero ser dócil!’. Pero tú, ¿tienes la capacidad de escucharla, de oírla? ¿Tienes la capacidad de encontrar la Palabra de Dios en la historia de cada día, o son tus ideas las que te mantienen, y no dejas que la sorpresa del Señor te hable?”.
“Tres personas que están huyendo de Dios - resumió el Obispo de Roma - y otra en una situación irregular”, que es “capaz de escuchar, abrir el corazón y no huir”. Estoy seguro, dijo Francisco, que todos nosotros vemos que “el samaritano, el pecador, no huyó de Dios”.
Que el Señor, concluyó, “nos conceda escuchar la voz del Señor, Su voz, que nos dice: ¡También tú anda y has así!”.
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