Viernes, 27 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

El Papa anima a seguir rezando por la paz y presenta a la Iglesia como una madre paciente

R. Lancho / Zenit

Como cada miércoles, Francisco aprovechó la audiencia para besar niños
Como cada miércoles, Francisco aprovechó la audiencia para besar niños
Francisco ha lanzado un nuevo llamamiento por la paz. En la mañana del miércoles, al finalizar la audiencia general, el Santo Padre ha recordado que "cada año, el día 21 de septiembre, las Naciones Unidas celebran la ´Jornada Internacional de la Paz´, y el Consejo Ecuménico de las Iglesias apela a sus miembros para que en ese día se rece por la paz.

Nueva llamada a orar por la paz
Invitó a los católicos de todo el mundo a unirse a los otros cristianos para continuar a implorar de Dios el don de la paz en los lugares más atormentados de nuestro planeta. "Pueda la paz, don de Jesús, habitar siempre en nuestros corazones y sostener los propósitos y las acciones de los responsables de las Naciones y de todos los hombre de buena voluntad. Comprometámonos todos a animar los esfuerzos para una solución diplomática y política de los focos de guerra que aún preocupan. Mi pensamiento va especialmente a la querida población siria, cuya tragedia humana puede ser resuelta sólo con diálogo y la negociación, en el respeto de la justicia y de la dignidad de cada persona, especialmente los más débiles e indefensos".

El buen tiempo sigue acompañando las audiencias de los miércoles en la plaza de San Pedro. No eran aún ni las 9 de la mañana cuando ya se podía ver una gran multitud de peregrinos que esperaban la llegada del papa Francisco. Pero no ha sido hasta pocos minutos antes de las 10 cuando el santo padre ha llegado a la plaza en el jeep descubierto. Durante media hora el obispo de Roma ha pasado bendiciendo y saludando a los presentes, y ha dado comienzo la audiencia a las 10.30.

La catequesis de hoy ha seguido la línea de la semana pasada: la Iglesia como madre.

Ha subrayado tres cosas sobre las actitudes de una madre.

1) En primer lugar, la madre enseña a caminar en la vida, orienta a los hijos. En este punto ha invitado a pensar en los días mandamientos, pero ha pedido que sean leídos desde una clave en positivo. "La madre quiere el bien para sus hijos, ha señalado.

2) En segundo lugar ha indicado que la madre siempre y en toda situación tiene la paciencia de continuar acompañando a los hijos aún cuando sus adultos y ya caminan por sí solos. "Una madre sabe dar la cara", ha dicho el santo padre usando una expresión en español. La madre no juzga, no cierra las puertas, la Iglesia no tiene miedo de entrar en nuestra noche para darnos esperanza, ha comentado Francisco.

3) Y en tercer lugar ha afirmado que una madre sabe llamar a cualquier puerta por los hijos, lo hace con amor. "Llama también y sobre todo a la puerta del corazón de Dios, las madre rezan mucho por los hijos, especialmente por los más débiles y los que necesitan más" ha añadido el santo padre. Y ha recordado a la madre de san Agustín "¡Cuantas oraciones ha hecho santa Mónica por su hijo!" Del mismo modo lo hace la Iglesia, "porque la iglesia pone en las manos del Señor con la oración todas las situaciones de sus hijos".

Publicamos a continuación la síntesis de la catequesis que el papa ha hecho en lengua española:

"Queridos hermanos y hermanas:
Retomo de nuevo hoy la imagen de la Iglesia como madre a partir de lo que hace una mamá con sus hijos. En primer lugar, ella con ternura, afecto y amor les enseña a caminar por el sendero de la vida y sabe orientarlos cuando se desvían del camino. De igual forma, la Iglesia enseña la senda de la vida a través de los mandamientos, que son una invitación a no hacer ídolos materiales, a recordar a Dios, a tener respeto por los padres, a ser honestos, a estar cerca del prójimo... En segundo lugar, una mamá, a pesar de que sus hijos se hacen adultos, los acompaña en el camino, y aunque éstos se equivoquen, los comprende, protege y ayuda. Así es la Iglesia, una madre misericordiosa, que busca ayudar y nunca cierra las puertas de su casa, sino que ofrece siempre su amor e invita a retomar el camino a quien lo ha perdido. Por último, una mamá reza y confía sus hijos a Dios, en particular a los más débiles o necesitados. Lo mismo hace la Iglesia poniendo en las manos del Señor todas las situaciones de sus hijos; los confía a la fuerza de la oración, en la que Dios no permanece indiferente. Él sabe siempre sorprendernos. La Madre Iglesia es consciente de ello.

Al finalizar ha saludado "a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Colombia, Venezuela, Argentina, México y los demás países latinoamericanos. Invito a todos a ver la Iglesia como la mamá que indica el camino, que es paciente, misericordiosa, comprensiva y sabe poner a todos en las manos de Dios".

Catequesis completa en italiano
(traducida por José A. Varela V. para Zenit)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy vuelvo a la imagen de la Iglesia como madre. Me gusta mucho esta imagen de la Iglesia como madre. Es por eso que he querido volver a ella, porque me parece que esta imagen nos dice no sólo cómo es la Iglesia, sino también cuál es el rostro que debería tener cada vez más la Iglesia, nuestra Madre Iglesia.
Permítanme destacar tres cosas, siempre viendo a nuestras madres, a todo lo que hacen, cómo viven, lo que sufren por sus hijos, continuando con lo que dije el miércoles pasado. Me pregunto: ¿qué hace una madre?

1. En primer lugar, nos enseña a caminar por la vida, nos enseña a ir bien por la vida, sabe cómo orientar a los niños, busca siempre de mostrar el camino correcto en la vida para crecer y convertirse en adultos. Y lo hace con cariño, siempre con amor, incluso cuando trata de enderezar nuestro camino porque nos desviamos un poco en la vida o tomamos rumbos que conducen hacia un acantilado. Una madre sabe lo que es importante para que un niño camine bien en la vida, y no lo ha aprendido de los libros, sino que lo aprendió del propio corazón. ¡La Universidad de las madres es su propio corazón! Allí aprenden cómo sacar adelante a sus propios hijos.
La Iglesia hace lo mismo: orienta nuestra vida, nos da lecciones para caminar bien. Pensemos en los Diez Mandamientos: nos indican un camino que es necesario recorrer, para madurar, tener algunos puntos fijos en la forma en que nos comportamos. Y son el resultado de la ternura, del amor mismo de Dios, que nos lo ha donado. Ustedes me pueden decir: ¡pero son mandatos! Son un conjunto de ¡"no"!

Me gustaría invitarlos a leerlos --tal vez los han olvidado un poco--, y luego pensarlos en positivo. Verán que se relacionan con la forma en que nos comportamos en relación a Dios, con nosotros mismos y con los demás, justamente lo que nos enseña una madre para vivir bien. Nos invitan a no hacernos ídolos materiales que luego nos esclavizan, a recordarnos de Dios, a respetar a los padres, a ser honestos, a respetarnos unos a otros... Traten de verlos así, y considerarlos como si fueran las palabras, las enseñanzas que da la madre para ir bien en la vida. Una madre nunca enseña lo que es malo, lo único que quiere es el bien de los hijos, y así también lo hace la Iglesia.

2 . Me gustaría decirles una segunda cosa: cuando un niño crece, se convierte en un adulto, toma su camino, se asume sus responsabilidades, camina con sus piernas, hace lo que quiere y, a veces, también sucede que se sale del camino, ocurre algún accidente. La mamá siempre, en todas las situaciones, tiene la paciencia para seguir acompañando a sus hijos. Lo que la impulsa es el poder del amor; una madre sabe cómo seguir con discreción, con ternura el camino de los hijos, e incluso cuando se equivocan siempre encuentra la manera de entender, para estar cerca, para ayudar. Nosotros, en mi tierra, se dice que una madre sabe "dar la cara". ¿Qué quiere decir esto? Esto significa que una madre sabe "poner la cara" por los propios hijos, por lo que está lista a defenderlos siempre.

Pienso en las madres que sufren por sus hijos en la cárcel o en situaciones difíciles: no preguntan si son culpables o no, siguen amándolos aunque a menudo sufran la humillación, pero no tienen miedo, no dejan de entregarse.

La Iglesia es así, es una madre misericordiosa, que entiende, que siempre trata de ayudar, de alentar incluso a sus hijos que estaban equivocados; no cierra jamás las puertas de la casa; no juzga, sino que ofrece el perdón de Dios, ofrece su amor que invita a retomar el camino, incluso a aquellos hijos que han caído en un profundo abismo, la Iglesia no tiene miedo de entrar en su noche para darles esperanza; ¡la Iglesia no tiene miedo de entrar en nuestra noche, en la oscuridad del alma y de la conciencia, para darnos esperanza! ¡Porque la Iglesia es madre!

3 . Una última reflexión. Una madre sabe también pedir, tocar todas las puertas para sus hijos, sin calcular, y lo hace con amor. Y pienso en cómo las madres saben también, y por encima de todo ¡tocar a la puerta del corazón de Dios! Las madres rezan mucho por sus hijos, especialmente por los más débiles, por los que más lo necesitan, por los que en la vida han seguido caminos peligrosos o equivocados. Hace unas semanas, he celebrado en la iglesia de San Agustín, aquí en Roma, donde se conservan las reliquias de su madre, santa Mónica. ¡Cuántas oraciones ha elevado a Dios esa santa madre por su hijo, y cuántas lágrimas ha derramado! Pienso en ustedes, queridas madres: ¡cuánto rezan por sus hijos, sin cansarse! Continuen orando, ¡a confiar a sus hijos a Dios: Él tiene un gran corazón! Llamen a la puerta del corazón de Dios con la oración por los niños.

Y lo mismo ocurre con la Iglesia: pone en las manos del Señor, con la oración, todas las situaciones de sus hijos. Confiamos en el poder de la oración de la Madre Iglesia: el Señor no permanece insensible. Siempre sabe cómo sorprendernos cuando menos lo esperamos. ¡La Madre Iglesia lo sabe!

Estos eran los pensamientos que quería decirles hoy: veamos en la Iglesia a una buena madre que nos muestra el camino a seguir en la vida, que sabe ser siempre paciente, compasiva, misericordiosa, y que sabe cómo ponernos en las manos de Dios.
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