Domingo, 24 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Francisco y Benedicto XVI, de nuevo juntos, y en un simbólico acto contra el demonio

ReL

En los jardines del Vaticano.
En los jardines del Vaticano.

El Papa Francisco y el Papa Emérito Benedicto XVI se encontraron este viernes durante la inauguración de un monumento a San Miguel Arcángel, del artista Giuseppe Antonio Lomuscio, en los jardines del Vaticano, en el Palacio de la Gobernación.

Ambos permanecieron sentados ante el monumento, que representa la victoria del ángel sobre el demonio, a quien pisotea: "En los jardines del Vaticano hay varias obras de arte, pero ésta tiene una posición de especial importancia, tanto en la disposición, como en el significado que expresa. No es sólo una obra de celebración, sino una invitación a la reflexión y a la oración, que encaja muy bien en el Año de la Fe", dijo el Papa durante el acto.

Francisco advierte constantemente contra la intervención del demonio contra los hombres. Encomendarse a San Miguel Arcángel con la oración de León XIII es un buen escudo.

 Y añadió que San Miguel es la muestra de la trascendencia de Dios, que "lucha para restaurar la justicia divina" y "defiende al pueblo de Dios de sus enemigos, y sobre todo del enemigo por excelencia, el diablo".

Es Dios quien interviene a través del ángel, y por tanto la imagen inaugurada recuerda "que el mal ha sido vencido" y que en el camino y en las pruebas de la vida las personas están acompañadas "por los ángeles de Dios" que ayudan a "superar muchos peligros".

El Papa Francisco también consagró el Estado de la Ciudad del Vaticano a San José y San Miguel Arcángel: "Pedimos a San Miguel Arcángel que nos defienda del mal y lo aleje", proclamó antes de regar el monumento con el hisopo e impartir su bendición.

El Papa León XIII ordenó que tras cada misa se rezase una oración contra el demonio, a la que pertenecen las palabras citadas:

Arcángel San Miguel,
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo
contra la perversidad y las acechanzas del demonio.
Reprímale Dios,
pedimos suplicantes,
y tú, príncipe de la milicia celestial,
arroja al infierno con el divino poder
a Satanás y a los otros espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para la perdición de las almas.
Amén.

Aunque suprimida tras la reforma litúrgica de 1969, esta oración siguió formando parte de la devoción de muchos fieles, y en los últimos años ha vuelto a extenderse con rapidez como remedio eficaz en la tentación.

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