Via Crucis
La claridad del Papa: «Dios no calla ante el mal del mundo: su respuesta es la Cruz de Cristo»
«Si acepto su amor, me salvo. Si lo rechazo, me condeno. Pero no por Él, que sólo ama y salva, sino por mí mismo», recordó Francisco.
Francisco presidió este Viernes Santo desde la colina del Palatino el Via Crucis del Viernes Santo, tradición restaurada por Pío XI en 1925 tras un largo periodo en que fue olvidada desde su primera celebración por Benedicto XIV en 1741.
Ante decenas de miles de personas con velas (entre ellas el alcalde de Roma, Gianni Alemanno), el Papa contempló el recorrido, por el interior del Coliseo, de las catorce estaciones que rememoran la Pasión y Muerte de Jesús.
El cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini, llevó la cruz en la primera y última estaciones, una familia italiana y otra india en la segunda y tercera, un enfermo y tres voluntarios de Lourdes la cuarta y quinta, dos seminaristas chinos la sexta y séptima, dos franciscanos de la Custodia de Tierra Santa la octava y novena, un religioso nigeriano la décima y uno libanés la undécima, y dos jóvenes brasileños la decimosegunda y decimotercera, para recordar que en julio próximo tiene lugar la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro.
El texto de las meditaciones que acompañaron al Via Crucis fue redactado por jóvenes libaneses bajo la dirección del cardenal Becharas Boutros Rai, patriarca maronita. Así se lo pidió Benedicto XVI tras su viaje a Líbano de septiembre pasado, al que hizo referencia Francisco en las palabras que dirigió a los asistentes tras las catorce estaciones: "Cuando el Papa Benedicto fue al Líbano vimos la belleza y la fuerza de la comunión de los cristianos de aquella tierra y la amistad de tantos hermanos musulmanes. Fue una señal para el Oriente Medio y para el mundo entero, un signo de esperanza".
La respuesta de Dios al mal
El Papa predicó brevemente sobre la Cruz: "No quiero decir muchas palabras, porque esta noche debe quedar una sola palabra, que es la Cruz misma. La Cruz de Jesús es la Palabra con la que Dios respondió al mal del mundo. A veces nos parece que Dios no responde al mal, que calla. En realidad Dios ya habló, ya respondió, y su respuesta es la Cruz de Cristo: una Palabra que es amor, misericordia, perdón. También es juicio: Dios nos juzga amándonos. Si acepto su amor, me salvo, si lo rechazo, me condeno, no por Él, sino por mí mismo, porque Dios no condena, el sólo ama y salva".
une Parole qui est amour, miséricorde, pardon. Elle est aussi jugement : Dieu nous juge en nous aimant. Si j’accueille son amour, je suis sauvé, si je le refuse je suis condamné, non par lui, mais par moi-même, parce que Dieu ne condamne pas, il aime et sauve seulement.
"Queridos hermanos", concluyó, "la palabra de la Cruz es también la respuesta de los cristianos al mal que continúa actuando en nosotros y a nuestro alrededor. Los cristianos deben responder al mal con bien, tomando sobre sí la cruz, como Jesús".