En «línea Ratzinger»: Dios en el centro del debate
Los papables italianos: un perfil intelectual para derrotar en su terreno a la cultura atea
"Los italianos" son, en el colegio cardenalicio, una categoría propia. La romanità de la Iglesia, la larga tradición de Papas transalpinos y la nutrida representación de sus sacerdotes y obispos en la Curia romana es suficiente argumento. Lo cual no quiere decir que respondan a una unidad de criterio, más bien al contrario. Tradicionalmente eran los grupos formados entre ellos los que decidían la Sede de Pedro.
Eso empezó a cambiar con la internacionalización de la Curia que emprendió ya Pío XII, y que luego no ha hecho sino acelerarse. Y, sobre todo, con la elección del arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla, en octubre de 1978.
Nada apunta a que en el inmediato cónclave vayan a actuar de forma conjunta, y de hecho las alusiones a "las divisiones en el cuerpo eclesial" que hizo Benedicto XVI en la homilía del Miércoles de Ceniza se refieren en buena medida a ellos, notoriamente enfrentados en torno a las figuras del cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone, y de su predecesor, Angelo Sodano, como puso de manifiesto el caso Vatileaks.
En cualquier caso, varios purpurados italianos pueden suscitar nutridos apoyos en el cónclave.
Angelo Scola
Junto al canadiense Marc Ouellet, un nombre que figura en todas las quinielas para suceder a Benedicto XVI es el arzobispo de Milán, Angelo Scola, de 71 años. Hay una razón poderosa: el mismo Benedicto XVI pareció situarle en esa pista de salida cuando en julio de 2011 le nombró arzobispo de Milán, una de las más importantes del mundo y tradicionalmente papable, tras haber sido desde 2002 Patriarca de Venecia, sede que también lo es. Su perfil es muy similar al de Joseph Ratzinger por su estatura intelectual, por nadie discutida. Se formó en el Sacro Cuore de Milán y en Friburgo, donde fue profesor de Teología Moral. En 1971 Ratzinger y Scola se conocieron y empezaron a compartir su pasión por teólogos como Henri de Lubac y Hans Urs von Balthasar. Scola ha sido siete años rector de la Lateranense, una de las grandes universidades pontificias, y si alguien podría continuar la línea del diálogo fe y cultura y de la unidad entre fe y razón -línea maestra del pontificado benedictino-, es él. Su retrato teológico es en algunos puntos casi indistinguible del ratzingeriano, al que añade veinte años de experiencia pastoral y un carácter menos retraído que el del Papa que se va y muy apto para el trato con los medios de comunicación.
Angelo Bagnasco
De la misma generación que Scola -a la que todo apunta que pertenecerá el nuevo pontífice, si en algo pesan las razones de "vigor de cuerpo y espíritu" aducidas por Benedicto XVI para su renuncia- es el arzobispo de Génova (lo fue también castrense), Angelo Bagnasco, de 70 años. Lleva siete años por una diócesis por la cual han pasado en los últimos setenta años nombres tan ilustres como Giuseppe Siri (papable en 1978), Giovanni Canestri, Dionigi Tettamanzi (papable en 2005) y el mismo Bertone. Preside desde 2007 la conferencia episcopal italiana, cuando puso fin al mandato de dieciséis años del cardenal Camillo Ruini. No dudó en enfrentarse con Silvio Berlusconi durante los turbulentos meses que precedieron a su dimisión en noviembre de 2011. Las pocas posibilidades del Cavaliere de regresar a la presidencia del consejo de ministros italiano no auguran ahí una dificultad política a su elección como Papa. Ha sido un buen apoyo de Benedicto XVI en sus relaciones con el Estado italiano, y responde también al modelo de relación del actual Pontífice con el Occidente descristianizado: fue durante dieciocho años profesor de Ateísmo Contemporáneo en la Facultad de Teología, así que conoce bien a qué se enfrenta. Su labor como vicepresidente de la conferencia episcopal europea le ha hecho conocido y apreciado por muchos de los obispos del viejo continente que coincidirán en el cónclave de marzo.
Angelo Amato
Aún más conocido por obispos y cardenales de todo el mundo es el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Desde que Benedicto XVI decidiese que las beatificaciones debían tener lugar en la diócesis del elevado a los altares, el cardenal Angelo Amato, de 74 años, no ha parado de recorrer el mundo representando al Papa en jornadas y ceremonias que reúnen a lo más granado de cada episcopado nacional. Salesiano y experto en ecumenismo -en particular con la Ortodoxia-, a esa experiencia añade su paso por la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde fue secretario en los últimos años de Joseph Ratzinger en ese cargo, antes de su elevación al solio pontificio. Cardenal desde 2010, tiene en contra su edad y su condición curial y profesoral, pero nadie duda de que su opinión, y tal vez su persona, va a ser tenida muy en cuenta en breve.
Mauro Piacenza
En enero de este año, Benedicto XVI decidió traspasar las competencias sobre los seminarios de la Congregación para la Educación Católica a la Congregación para el Clero. La apariencia meramente burocrática de la medida apenas disimulaba su calado, porque fue una muestra de la gran confianza de Joseph Ratzinger en el prefecto de este último dicasterio, el cardenal Mauro Piacenza, de 68 años. Además en un área que el Papa que se va considera fundamental: la formación sacerdotal. Don Mauro lleva en la congregación desde 1990, así que nadie conoce mejor las cualidades personales que deben atesorar los candidatos al presbiteriado. Al unificar todo el trabajo en ese sentido, Benedicto XVI marcaba una línea de trabajo que es esencial para la recristianización del mundo. Además -¿coincidencia?-, al igual que en Scola o Bagnasco, Ratzinger ha promocionado en Piacenza a un experto en cultura contemporánea e historia del ateísmo, que enseñó en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas de su genovesa diócesis natal. Su condición también curial puede no ser un obstáculo.
Crescenzio Sepe
Un obispo contra la Mafia. No es el primero, pero sí de los más vigorosos: "También nosotros sabemos golpear a la camorra. ¿Cómo pretende un anticristiano presentarse como cristiano ante la comunidad?". Con estas palabras, en mayo de 2011 el cardenal Crescenzio Sepe, de 69 años, arzobispo de Nápoles desde hacía cinco años, difundió una orden a sus sacerdotes para que, a los mafiosos públicos no arrepentidos, ni se les enterrase en camposanto, ni se les oficiasen funerales, ni se les permitiese ser padrinos en bautizos o bodas. Este enfrentamiento con el mal en su terreno le ha dado crédito y fama al cardenal Sepe, pero no es su única virtud, pues es uno de los conclavistas más completos en su formación y diversidad de actividades. Ha sido (es) pastor, conoce a la perfección el funcionamiento de la Curia (ha sido secretario de la Congregación del Clero y prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos), tiene formación diplomática (estudió en la tradicionalmente denominada Academia de Nobles Eclesiásticos) y experiencia en nunciaturas y en la Secretaría de Estado. Pocos purpurados hay más conocidos por sus pares. Y tiene un punto que puede ser decisivo según se desarrollen las votaciones: ha tenido la confianza de dos pontífices, porque fue Juan Pablo II quien le hizo cardenal en 2001 como reconocimiento a la que ya era una gran tarea al servicio de la Iglesia.
Gianfranco Ravasi
El presidente del Consejo Pontificio para la Cultura se presenta como uno de los candidatos del ala considerada más progresista del cónclave. El cardenal Gianfranco Ravasi, de 70 años, llegó a ese puesto por la gran estima que tiene Benedicto XVI por su labor como exégeta. Procede del Pontificio Instituto Bíblico y prácticamente toda su obra está consagrada a la hermenéutica sagrada. Mediático y audaz en sus propuestas, su perfil puramente intelectual puede ser un hándicap para tomar las riendas de la Iglesia tras la renuncia de un Papa, pero los vaticanistas consideran que recibirá votos, al menos en las primeras votaciones.
En resumen, los papables italianos son dos o tres años mayores de media que los papables norteamericanos, y tienen un perfil algo más intelectual. Pero -con la particularidad de Sepe- coinciden en una impronta ratzingeriana que, parece, será decisiva para la fumata blanca.
Eso empezó a cambiar con la internacionalización de la Curia que emprendió ya Pío XII, y que luego no ha hecho sino acelerarse. Y, sobre todo, con la elección del arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla, en octubre de 1978.
Nada apunta a que en el inmediato cónclave vayan a actuar de forma conjunta, y de hecho las alusiones a "las divisiones en el cuerpo eclesial" que hizo Benedicto XVI en la homilía del Miércoles de Ceniza se refieren en buena medida a ellos, notoriamente enfrentados en torno a las figuras del cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone, y de su predecesor, Angelo Sodano, como puso de manifiesto el caso Vatileaks.
En cualquier caso, varios purpurados italianos pueden suscitar nutridos apoyos en el cónclave.
Angelo Scola
Junto al canadiense Marc Ouellet, un nombre que figura en todas las quinielas para suceder a Benedicto XVI es el arzobispo de Milán, Angelo Scola, de 71 años. Hay una razón poderosa: el mismo Benedicto XVI pareció situarle en esa pista de salida cuando en julio de 2011 le nombró arzobispo de Milán, una de las más importantes del mundo y tradicionalmente papable, tras haber sido desde 2002 Patriarca de Venecia, sede que también lo es. Su perfil es muy similar al de Joseph Ratzinger por su estatura intelectual, por nadie discutida. Se formó en el Sacro Cuore de Milán y en Friburgo, donde fue profesor de Teología Moral. En 1971 Ratzinger y Scola se conocieron y empezaron a compartir su pasión por teólogos como Henri de Lubac y Hans Urs von Balthasar. Scola ha sido siete años rector de la Lateranense, una de las grandes universidades pontificias, y si alguien podría continuar la línea del diálogo fe y cultura y de la unidad entre fe y razón -línea maestra del pontificado benedictino-, es él. Su retrato teológico es en algunos puntos casi indistinguible del ratzingeriano, al que añade veinte años de experiencia pastoral y un carácter menos retraído que el del Papa que se va y muy apto para el trato con los medios de comunicación.
Angelo Bagnasco
De la misma generación que Scola -a la que todo apunta que pertenecerá el nuevo pontífice, si en algo pesan las razones de "vigor de cuerpo y espíritu" aducidas por Benedicto XVI para su renuncia- es el arzobispo de Génova (lo fue también castrense), Angelo Bagnasco, de 70 años. Lleva siete años por una diócesis por la cual han pasado en los últimos setenta años nombres tan ilustres como Giuseppe Siri (papable en 1978), Giovanni Canestri, Dionigi Tettamanzi (papable en 2005) y el mismo Bertone. Preside desde 2007 la conferencia episcopal italiana, cuando puso fin al mandato de dieciséis años del cardenal Camillo Ruini. No dudó en enfrentarse con Silvio Berlusconi durante los turbulentos meses que precedieron a su dimisión en noviembre de 2011. Las pocas posibilidades del Cavaliere de regresar a la presidencia del consejo de ministros italiano no auguran ahí una dificultad política a su elección como Papa. Ha sido un buen apoyo de Benedicto XVI en sus relaciones con el Estado italiano, y responde también al modelo de relación del actual Pontífice con el Occidente descristianizado: fue durante dieciocho años profesor de Ateísmo Contemporáneo en la Facultad de Teología, así que conoce bien a qué se enfrenta. Su labor como vicepresidente de la conferencia episcopal europea le ha hecho conocido y apreciado por muchos de los obispos del viejo continente que coincidirán en el cónclave de marzo.
Angelo Amato
Aún más conocido por obispos y cardenales de todo el mundo es el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Desde que Benedicto XVI decidiese que las beatificaciones debían tener lugar en la diócesis del elevado a los altares, el cardenal Angelo Amato, de 74 años, no ha parado de recorrer el mundo representando al Papa en jornadas y ceremonias que reúnen a lo más granado de cada episcopado nacional. Salesiano y experto en ecumenismo -en particular con la Ortodoxia-, a esa experiencia añade su paso por la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde fue secretario en los últimos años de Joseph Ratzinger en ese cargo, antes de su elevación al solio pontificio. Cardenal desde 2010, tiene en contra su edad y su condición curial y profesoral, pero nadie duda de que su opinión, y tal vez su persona, va a ser tenida muy en cuenta en breve.
Mauro Piacenza
En enero de este año, Benedicto XVI decidió traspasar las competencias sobre los seminarios de la Congregación para la Educación Católica a la Congregación para el Clero. La apariencia meramente burocrática de la medida apenas disimulaba su calado, porque fue una muestra de la gran confianza de Joseph Ratzinger en el prefecto de este último dicasterio, el cardenal Mauro Piacenza, de 68 años. Además en un área que el Papa que se va considera fundamental: la formación sacerdotal. Don Mauro lleva en la congregación desde 1990, así que nadie conoce mejor las cualidades personales que deben atesorar los candidatos al presbiteriado. Al unificar todo el trabajo en ese sentido, Benedicto XVI marcaba una línea de trabajo que es esencial para la recristianización del mundo. Además -¿coincidencia?-, al igual que en Scola o Bagnasco, Ratzinger ha promocionado en Piacenza a un experto en cultura contemporánea e historia del ateísmo, que enseñó en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas de su genovesa diócesis natal. Su condición también curial puede no ser un obstáculo.
Crescenzio Sepe
Un obispo contra la Mafia. No es el primero, pero sí de los más vigorosos: "También nosotros sabemos golpear a la camorra. ¿Cómo pretende un anticristiano presentarse como cristiano ante la comunidad?". Con estas palabras, en mayo de 2011 el cardenal Crescenzio Sepe, de 69 años, arzobispo de Nápoles desde hacía cinco años, difundió una orden a sus sacerdotes para que, a los mafiosos públicos no arrepentidos, ni se les enterrase en camposanto, ni se les oficiasen funerales, ni se les permitiese ser padrinos en bautizos o bodas. Este enfrentamiento con el mal en su terreno le ha dado crédito y fama al cardenal Sepe, pero no es su única virtud, pues es uno de los conclavistas más completos en su formación y diversidad de actividades. Ha sido (es) pastor, conoce a la perfección el funcionamiento de la Curia (ha sido secretario de la Congregación del Clero y prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos), tiene formación diplomática (estudió en la tradicionalmente denominada Academia de Nobles Eclesiásticos) y experiencia en nunciaturas y en la Secretaría de Estado. Pocos purpurados hay más conocidos por sus pares. Y tiene un punto que puede ser decisivo según se desarrollen las votaciones: ha tenido la confianza de dos pontífices, porque fue Juan Pablo II quien le hizo cardenal en 2001 como reconocimiento a la que ya era una gran tarea al servicio de la Iglesia.
Gianfranco Ravasi
El presidente del Consejo Pontificio para la Cultura se presenta como uno de los candidatos del ala considerada más progresista del cónclave. El cardenal Gianfranco Ravasi, de 70 años, llegó a ese puesto por la gran estima que tiene Benedicto XVI por su labor como exégeta. Procede del Pontificio Instituto Bíblico y prácticamente toda su obra está consagrada a la hermenéutica sagrada. Mediático y audaz en sus propuestas, su perfil puramente intelectual puede ser un hándicap para tomar las riendas de la Iglesia tras la renuncia de un Papa, pero los vaticanistas consideran que recibirá votos, al menos en las primeras votaciones.
En resumen, los papables italianos son dos o tres años mayores de media que los papables norteamericanos, y tienen un perfil algo más intelectual. Pero -con la particularidad de Sepe- coinciden en una impronta ratzingeriana que, parece, será decisiva para la fumata blanca.
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