Una misión insólita para los «conservadores creativos»
Los papables del «eje norteamericano» se perfilan con fuerza para el cónclave
Cuatro estadounidenses y un canadiense responden a criterios de «juventud», experiencia pastoral y línea ratzingeriana que pueden ser decisivos.
Dirigir la barca de Pedro con el anterior Pedro aún vivo: ésa es la tarea que recibirá de la Iglesia, a partir de una fecha posterior al 28 de febrero, el sucesor de Benedicto XVI tras su decisión de renunciar al pontificado.
Cinco norteamericanos en la parrilla de salida
Una misión no inédita en la historia, pero sí insólita y nunca vista desde hace más de medio milenio. Para ella comienzan a perfilarse nombres entre los 118 cardenales electores, que serán 117 el día del cónclave por cumplir el día 26 de febrero ochenta años el purpurado ucraniano Lubomyr Husar.
El "eje norteamericano"
A reserva del viejo adagio "quien entra Papa sale cardenal", el "eje norteamericano" que forman cuatro obispos estadounidenses y uno canadiense se perfila como decisivo para la votación final, si es que entre ellos no está quien sea elegido obispo de Roma.
"Conservadores creativos"
Por su edad, que permite arranques enérgicos y pontificados largos; por su experiencia pastoral en la realidad de las diócesis hoy día; por su línea ratzingeriana y su estrecha vinculación al actual Papa; y por responder al patrón de los llamados "conservadores creativos" (es decir, de probada ortodoxia, claros y valientes en sus decisiones y abiertos a todas las líneas de trabajo de la Nueva Evangelización), figuran entre los mejor situados para recabar el apoyo de sus compañeros de cónclave.
Los episcopados van cambiando poco a poco
En todas las quinielas aparece el actual prefecto de la Congregación de Obispos, el canadiense Marc Ouellet, de 68 años, antiguo arzobispo de Québec (2002-2010). Sólo lleva dos años y medio en su actual responsabilidad curial, pero su mano se ha notado desde el principio en la selección de los distintos titulares de las diócesis, que hace mano a mano con los nuncios y otros prelados para presentarle al Papa los candidatos. Por su posición conoce de primera mano la realidad de la Iglesia entera. Preside la Comisión Pontifica para América Latina, el subcontinente con mayor número de católicos del mundo. Tiene experiencia ecuménica por su paso como secretario del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos. Y a su formación como filósofo y teólogo se une su desenvoltura en los seis grandes idiomas cultos: francés, inglés, español, alemán, italiano y portugués.
Hermenéutica de la continuidad y militancia provida
El otro norteamericano actualmente en la Curia es el prefecto de la Signatura Apostólica, el estadounidense Raymond Burke, de 64 años. Canonista de prestigio, es una de las personas más próximas a la hermenéutica de la continuidad, eje programático del pontificado de Benedicto XVI, tiene amplia experiencia pastoral como obispo de La Crosse (Wisconsin) primero, y arzobispo de San Luis (Missouri) (2003-2008) después. Es uno de los obispos más militantemente provida de los Estados Unidos, no habiendo permanecido ajeno a la realidad de su iglesia nativa en los cinco años que lleva en Roma. Como titular de su diócesis, primero, y hasta esta misma semana (en que lo dijo así en una entrevista a la revista irlandesa Catholic Voice), ha insistido siempre en que debe negarse la comunión a los políticos que favorecen el aborto.
Sin miedos ni complejos ante políticos y medios
Sin duda el más mediático de este "eje norteamericano" es el arzobispo de Nueva York. El cardenal Timothy Dolan, de 63 años, fue arzobispo de Milwakee (2002-2009) antes de llegar a la diócesis de la Gran Manzana. Un año después se convertía en presidente de la poderosa conferencia episcopal estadounidense, que se partió en dos: 128 frente a 111 votos. Por primera vez en más de medio siglo, los obispos no elegían como su presidente al vicepresidente anterior. ¿Razón? Dicho vicepresidente, Gerald Kicanas, era el candidato del ala considerada progre, derrotada en toda regla. Dolan es simpático y abierto, se maneja muy bien ante cámaras y micrófonos, sabe ofrecer gestos y titulares (como bajar a batear a un estado de béisbol), tiene mano izquierda para hacer política (logró bendecir las dos convenciones, republicana y demócrata, en las pasadas elecciones), pero además adopta posiciones de neta identidad católica en todas las cuestiones, desde la oposición a la mezquita de la Zona Cero a los ayunos cuaresmales, pasando, por supuesto, por su firmeza ante el matrimonio homosexual o el mandato abortista de Barack Obama.
La influencia discreta y las decisiones clave
Donald Wuerl, de 72 años, arzobispo de Washington, responde a un perfil totalmente distinto. Llegó en 2006 a la capital de Estados Unidos tras haber sido obispo auxiliar de Seattle y titular de Pittsburgh. Como Dolan, no tiene experiencia curial, aunque sí romana (estudió en la Gregoriana), pero sí ejerce una discreta influencia diplomática como miembro de la Orden de Malta, y además forma parte de los Caballeros de Colón, la organización católica más influyente en su país. En el otoño de 2009 fue el inspirador, por parte católica, de la Declaración de Manhattan, que congregó a líderes cristianos de todas las denominaciones para defender la vida, la familia y la libertad religiosa frente a las pretensiones de la Administración Obama. En su afán de salir a buscar a los fieles sin esperar a que vengan, lanzó una campaña de marketing en su diócesis (vallas y autobuses incluidos) bajo el lema ¿Sientes que algo te falta? Quizá es Dios, de gran impacto. Y es bien conocido en el Vaticano por su permanente contacto con el cardenal William Levada, cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, para la instauración del ordinariato católico en Estados Unidos.
Derrotando al mal en sus peores reductos
Por último, el gran tapado del episcopado de Estados Unidos puede ser el cardenal Sean O´Malley, de 68 años. Fue el hombre escogido por Juan Pablo II para enfrentarse a la peor crisis padecida jamás por la Iglesia en su país: los casos de pederastia. Capuchino a la vieja usanza -es frecuente verle con sandalias y los pies desnudos-, llegó a la archidiócesis de Boston en 2003 cuando era probablemente el destino menos deseado del mundo para un obispo, tras años de escándalos, titulares morbosos e indemnizaciones millonarias por los abusos a menores. Tenía 59 años, pero ya veinte de experiencia como obispo, pues lo fue con 39. Hoy la diócesis de Boston es otra distinta a la que recibió: le ha dado la vuelta como hizo con las anteriores que ocupó (St Thomas, Fall River, Palm Beach), todas ellas con obispos anteriores negligentes o débiles ante esa lacra. Su acreditada energía ante el hecho más desacreditante que ha vivido la Iglesia en décadas -y no sólo en Estados Unidos-, unida a su fama de vivir una espiritualidad sencilla y auténtica ("te cala el alma con sólo mirarte", afirma un vaticanista) dotan de universalidad una tarea local dura y sacrificada -bailar con la más fea- que O´Malley ha cumplido a satisfacción de dos Papas, con el reconocimiento del cardenalato.
Wojtiianos, ratzingerianos y sesentones
Hay otros papables, pero cualquiera de estos cinco representa un matiz muy relevante dentro del perfil que presumiblemente tendrá el nuevo Papa, y guardan una cierta unidad. Tienen todos una fuerte personalidad, proyección universal, años por delante y una inequívoca vinculación cronológica con la segunda parte del pontificado wojtyliano y con el ratzingeriano, lo que les otorga un marchamo inequívoco de renovación.
En efecto:
Marc Ouellet:
2002, arzobispo de Québec
2003, cardenal
2010, prefecto de la Congregación de Obispos
Raymond Burke:
2003, arzobispo de San Luis
2008, prefecto de la Signatura Apostólica
2010, cardenal
Timothy Dolan:
2002, arzobispo de Milwakee
2009, arzobispo de Nueva York
2012, cardenal
Donald Wuerl:
2006, arzobispo de Washington
2010, cardenal
Sean O´Malley:
2003, arzobispo de Boston
2006, cardenal
La imprevista Iglesia perseguida
Y con una peculiaridad añadida: los cuatro estadounidenses. Inopinadamente, tras la elección de Obama en 2008, el país que nació bajo el signo de la libertad religiosa puede convertirse en breve, en virtud del célebre mandato del Departamento de Sanidad sobre seguros médicos a los empleados (que, incluso con las recientes modificaciones, pretende hacer cómplice a la Iglesia del aborto y de métodos reproductivos o anticonceptivos que repudia) en el máximo perseguidor de la Iglesia en Occidente. Potencialmente, cerrando cualquier institución católica (escuelas, hospitales, casas de acogida, fundaciones, universidades) que quiera ser fiel a su identidad.
Un Papa norteamericano sería un freno óptimo a ese designio y un movilizador de la resistencia como lo fue la elección de Juan Pablo II en Polonia y, de rebote, en todos los países tras el Telón de Acero.
Cinco norteamericanos en la parrilla de salida
Una misión no inédita en la historia, pero sí insólita y nunca vista desde hace más de medio milenio. Para ella comienzan a perfilarse nombres entre los 118 cardenales electores, que serán 117 el día del cónclave por cumplir el día 26 de febrero ochenta años el purpurado ucraniano Lubomyr Husar.
El "eje norteamericano"
A reserva del viejo adagio "quien entra Papa sale cardenal", el "eje norteamericano" que forman cuatro obispos estadounidenses y uno canadiense se perfila como decisivo para la votación final, si es que entre ellos no está quien sea elegido obispo de Roma.
"Conservadores creativos"
Por su edad, que permite arranques enérgicos y pontificados largos; por su experiencia pastoral en la realidad de las diócesis hoy día; por su línea ratzingeriana y su estrecha vinculación al actual Papa; y por responder al patrón de los llamados "conservadores creativos" (es decir, de probada ortodoxia, claros y valientes en sus decisiones y abiertos a todas las líneas de trabajo de la Nueva Evangelización), figuran entre los mejor situados para recabar el apoyo de sus compañeros de cónclave.
Los episcopados van cambiando poco a poco
En todas las quinielas aparece el actual prefecto de la Congregación de Obispos, el canadiense Marc Ouellet, de 68 años, antiguo arzobispo de Québec (2002-2010). Sólo lleva dos años y medio en su actual responsabilidad curial, pero su mano se ha notado desde el principio en la selección de los distintos titulares de las diócesis, que hace mano a mano con los nuncios y otros prelados para presentarle al Papa los candidatos. Por su posición conoce de primera mano la realidad de la Iglesia entera. Preside la Comisión Pontifica para América Latina, el subcontinente con mayor número de católicos del mundo. Tiene experiencia ecuménica por su paso como secretario del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos. Y a su formación como filósofo y teólogo se une su desenvoltura en los seis grandes idiomas cultos: francés, inglés, español, alemán, italiano y portugués.
Hermenéutica de la continuidad y militancia provida
El otro norteamericano actualmente en la Curia es el prefecto de la Signatura Apostólica, el estadounidense Raymond Burke, de 64 años. Canonista de prestigio, es una de las personas más próximas a la hermenéutica de la continuidad, eje programático del pontificado de Benedicto XVI, tiene amplia experiencia pastoral como obispo de La Crosse (Wisconsin) primero, y arzobispo de San Luis (Missouri) (2003-2008) después. Es uno de los obispos más militantemente provida de los Estados Unidos, no habiendo permanecido ajeno a la realidad de su iglesia nativa en los cinco años que lleva en Roma. Como titular de su diócesis, primero, y hasta esta misma semana (en que lo dijo así en una entrevista a la revista irlandesa Catholic Voice), ha insistido siempre en que debe negarse la comunión a los políticos que favorecen el aborto.
Sin miedos ni complejos ante políticos y medios
Sin duda el más mediático de este "eje norteamericano" es el arzobispo de Nueva York. El cardenal Timothy Dolan, de 63 años, fue arzobispo de Milwakee (2002-2009) antes de llegar a la diócesis de la Gran Manzana. Un año después se convertía en presidente de la poderosa conferencia episcopal estadounidense, que se partió en dos: 128 frente a 111 votos. Por primera vez en más de medio siglo, los obispos no elegían como su presidente al vicepresidente anterior. ¿Razón? Dicho vicepresidente, Gerald Kicanas, era el candidato del ala considerada progre, derrotada en toda regla. Dolan es simpático y abierto, se maneja muy bien ante cámaras y micrófonos, sabe ofrecer gestos y titulares (como bajar a batear a un estado de béisbol), tiene mano izquierda para hacer política (logró bendecir las dos convenciones, republicana y demócrata, en las pasadas elecciones), pero además adopta posiciones de neta identidad católica en todas las cuestiones, desde la oposición a la mezquita de la Zona Cero a los ayunos cuaresmales, pasando, por supuesto, por su firmeza ante el matrimonio homosexual o el mandato abortista de Barack Obama.
La influencia discreta y las decisiones clave
Donald Wuerl, de 72 años, arzobispo de Washington, responde a un perfil totalmente distinto. Llegó en 2006 a la capital de Estados Unidos tras haber sido obispo auxiliar de Seattle y titular de Pittsburgh. Como Dolan, no tiene experiencia curial, aunque sí romana (estudió en la Gregoriana), pero sí ejerce una discreta influencia diplomática como miembro de la Orden de Malta, y además forma parte de los Caballeros de Colón, la organización católica más influyente en su país. En el otoño de 2009 fue el inspirador, por parte católica, de la Declaración de Manhattan, que congregó a líderes cristianos de todas las denominaciones para defender la vida, la familia y la libertad religiosa frente a las pretensiones de la Administración Obama. En su afán de salir a buscar a los fieles sin esperar a que vengan, lanzó una campaña de marketing en su diócesis (vallas y autobuses incluidos) bajo el lema ¿Sientes que algo te falta? Quizá es Dios, de gran impacto. Y es bien conocido en el Vaticano por su permanente contacto con el cardenal William Levada, cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, para la instauración del ordinariato católico en Estados Unidos.
Derrotando al mal en sus peores reductos
Por último, el gran tapado del episcopado de Estados Unidos puede ser el cardenal Sean O´Malley, de 68 años. Fue el hombre escogido por Juan Pablo II para enfrentarse a la peor crisis padecida jamás por la Iglesia en su país: los casos de pederastia. Capuchino a la vieja usanza -es frecuente verle con sandalias y los pies desnudos-, llegó a la archidiócesis de Boston en 2003 cuando era probablemente el destino menos deseado del mundo para un obispo, tras años de escándalos, titulares morbosos e indemnizaciones millonarias por los abusos a menores. Tenía 59 años, pero ya veinte de experiencia como obispo, pues lo fue con 39. Hoy la diócesis de Boston es otra distinta a la que recibió: le ha dado la vuelta como hizo con las anteriores que ocupó (St Thomas, Fall River, Palm Beach), todas ellas con obispos anteriores negligentes o débiles ante esa lacra. Su acreditada energía ante el hecho más desacreditante que ha vivido la Iglesia en décadas -y no sólo en Estados Unidos-, unida a su fama de vivir una espiritualidad sencilla y auténtica ("te cala el alma con sólo mirarte", afirma un vaticanista) dotan de universalidad una tarea local dura y sacrificada -bailar con la más fea- que O´Malley ha cumplido a satisfacción de dos Papas, con el reconocimiento del cardenalato.
Wojtiianos, ratzingerianos y sesentones
Hay otros papables, pero cualquiera de estos cinco representa un matiz muy relevante dentro del perfil que presumiblemente tendrá el nuevo Papa, y guardan una cierta unidad. Tienen todos una fuerte personalidad, proyección universal, años por delante y una inequívoca vinculación cronológica con la segunda parte del pontificado wojtyliano y con el ratzingeriano, lo que les otorga un marchamo inequívoco de renovación.
En efecto:
Marc Ouellet:
2002, arzobispo de Québec
2003, cardenal
2010, prefecto de la Congregación de Obispos
Raymond Burke:
2003, arzobispo de San Luis
2008, prefecto de la Signatura Apostólica
2010, cardenal
Timothy Dolan:
2002, arzobispo de Milwakee
2009, arzobispo de Nueva York
2012, cardenal
Donald Wuerl:
2006, arzobispo de Washington
2010, cardenal
Sean O´Malley:
2003, arzobispo de Boston
2006, cardenal
La imprevista Iglesia perseguida
Y con una peculiaridad añadida: los cuatro estadounidenses. Inopinadamente, tras la elección de Obama en 2008, el país que nació bajo el signo de la libertad religiosa puede convertirse en breve, en virtud del célebre mandato del Departamento de Sanidad sobre seguros médicos a los empleados (que, incluso con las recientes modificaciones, pretende hacer cómplice a la Iglesia del aborto y de métodos reproductivos o anticonceptivos que repudia) en el máximo perseguidor de la Iglesia en Occidente. Potencialmente, cerrando cualquier institución católica (escuelas, hospitales, casas de acogida, fundaciones, universidades) que quiera ser fiel a su identidad.
Un Papa norteamericano sería un freno óptimo a ese designio y un movilizador de la resistencia como lo fue la elección de Juan Pablo II en Polonia y, de rebote, en todos los países tras el Telón de Acero.
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