El Papa, a los padres conciliares vivos
«Se puede discutir la palabra "aggiornamento", pero la intuición de Juan XXIII fue y es exacta»
Benedicto XVI mantuvo un emotivo encuentro con algunos obispos que están en Roma y participaron como tales en el Concilio Vaticano II.
Veinticuatro horas después de la inauguración del Año de la Fe, coincidente en fecha con el quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, el Papa recibió a un grupo singular de prelados: los presidentes de conferencias episcopales, los patriarcas de las Iglesias orientales y algunos obispos presentes en Roma para el acontecimiento, que vivieron como padres conciliares hace medio siglo aquel magno acontecimiento.
No todos, porque el más joven tiene 85 años y 102 el de mayor edad. Son 69, de los cuales sólo 40 hicieron el Concilio en su integridad.
A ellos el Papa (quien también jugó un papel decisivo en el Vaticano II como teólogo particular del cardenal Josef Frings, aunque no como padre conciliar), tras las palabras del cardenal Francis Arinze (quien lo fue sólo en la última sesión, al ser nombrado obispo en 1965), les dedicó unas palabras emotivas, pero que también tomaron por derecho las polémicas sobre el movimiento que entonces se puso en marcha en la Iglesia.
"Son muchos los recuerdos que afloran en nuestra mente, y que todos tenemos bien impresos en el corazón, de aquel periodo tan vivo, rico y fecundo que fue el Concilio. Sólo querría recordar una palabra, lanzada por el Beato Juan XXIII casi a modo de programa, que se repetía continuamente en los trabajos del Concilo: la palabra aggiornamento [puesta al día, en italiano, n.n.]", dijo el Papa.
Esa palabra fue objeto de polémica en aquel momento, por el alcance que debía tener y por su significado teológico, y Benedicto XVI no ha pasado por alto las suspicacias que generó: "Alguno se preguntará si, tal vez incluso desde el principio, aquella no fue una expresión del todo feliz. Creo que sobre la elección de las palabras se podría discutir durante horas y se encontrarían pareceres continuamente discordantes, pero estoy convencido de que la intuición que el Beato Juan XXIII resumió en esta palabra fue y es todavía exacta".
"El cristianismo", justificó el Papa, "no debe ser considerado como ´algo del pasado´, ni ser vivido con la mirada siempre dirigida ´hacia atrás´, porque Jesucristo es ayer, hoy y siempre... Por eso -continuó- es siempre nuevo". No es un árbol que crece, da sus frutos y luego envejece, sino "un árbol en perenne ´aurora´, siempre joven. Y esa actualidad, ese aggiornamento, no significa ruptura con la Tradición, sino que expresa su continua vitalidad; no significa reducir la fe, rebajándola al nivel de la moda pasajera, al nivel de lo que nos apetece o a lo que apetece a la opinión pública, sino al revés. Justo como hicieron los Padres conciliares, debemos llevar el ´hoy´ que vivimos a la medida del evento cristiano, debemos llevar el ´hoy´ de nuestro tiempo al ´hoy´ de Dios".
El Papa concluyó recordando la llamada universal a la santidad que hizo el Concilio: "La santidad muestra el verdadero rostro de la Iglesia", y es ella la que "hace entrar el ´hoy´ eterno de Dios en el ´hoy´ de nuestra vida, en el ´hoy´ del hombre de nuestro tiempo".