Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Normas muy generales, a veces confusas, aunque con algunas ideas concretas a nivel de parroquia

Nuevas instrucciones vaticanas a obispos sobre ecumenismo: salir al encuentro y tomar decisiones

Nuevas instrucciones vaticanas a obispos sobre ecumenismo: salir al encuentro y tomar decisiones
Encuentro ecuménico de líderes cristianos en Malta en 2017, con el obispo Scicluna como anfitrión... las nuevas normas piden a los líderes católicos tomar la iniciativa e invitar

Pablo J. Ginés/ReL

El Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos ha lanzado hoy el documento El obispo y la unidad de los cristianos: Vademécum ecuménico, con el objetivo de ayudar a los obispos y eparcas (obispos católicos orientales) a "comprender y cumplir mejor su responsabilidad ecuménica", "esperando que en sus páginas encuentren pautas claras y útiles".

El texto cita mucho la Unitatis Redintegratio de Pablo VI de 1964 (el decreto del Concilio Vaticano II sobre ecumenismo). Estas instrucciones de 2020 tienen 42 puntos y no parece que realmente logren ofrecer muchas "pautas claras y útiles", ya que son normas muy generales, mientras que las circunstancias son muy distintas en los distintos países y entre las distintas comunidades eclesiales (ortodoxos, anglicanos, protestantes de distintos tipos), y siempre cambiantes debido a las migraciones o incluso a los cambios en doctrina. El documento parece animar a cada obispo, o a cada conferencia episcopal, a crear sus propios protocolos.

Hacerse católico es un "cambio de afiliación eclesial"

El documento nunca usa la palabra "proselitismo" (que el Papa Francisco usa siempre en su acepción negativa, como una forma tramposa de lograr adherentes). Cuando el texto habla de "conversión" se refiere siempre a la conversión de cada cristiano (católico o no) hacia Cristo. Sí habla de "el cambio de afiliación eclesial", que "es por su misma naturaleza algo distinto de la actividad ecuménica".

"Las comunidades locales deben acoger con alegría a aquellos que deseen entrar en plena comunión con la Iglesia católica, aunque como dice el Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos: “debe evitarse cuidadosamente cualquier manifestación de triunfalismo”. Manteniendo siempre un profundo respeto por la conciencia de las personas afectadas, quienes manifiestan su intención de abandonar la Iglesia católica deben ser conscientes de las consecuencias de su decisión. Motivado por el deseo de mantener relaciones sólidas con los interlocutores ecuménicos, en algunas circunstancias es posible acordar con otra comunidad cristiana un “código de conducta”. Esto conviene en particular cuando a cambiar de afiliación son miembros del clero", escribe el único párrafo que trata sobre la acogida en el catolicismo (o su abandono).

La participación en los sacramentos

¿Puede un no católico participar en los sacramentos católicos? En una nota a pie de página, el documento recuerda que ya hay acuerdos pastorales con algunas Iglesias ortodoxas orientales sobre la eucaristía recíproca en casos de necesidad (en 1984 con la Iglesia ortodoxa siria, y en 2001 entre la Iglesia caldea [católicos siríacos] y la Iglesia asiria del oriente). Muchas conferencias episcopales, sínodos, eparquías y diócesis han publicado instrucciones o documentos al respecto".

Después, el texto da ideas generales y no queda muy claro si se refiere a cristianos orientales perseguidos y desplazados en países bajo persecución musulmana (con sacramentos plenamente válidos y sucesión apostólica), o a cristianos de países opulentos occidentales, incluyendo protestantes con "sacerdocio" femenino y sin verdaderos sacramentos más allá del bautismo.

Así, leemos: "Generalmente, la participación en los sacramentos de la eucaristía, la reconciliación y la unción se limita a quienes están en plena comunión. Sin embargo, aplicando el segundo principio, el Directorio continúa afirmando que “de modo excepcional y con ciertas condiciones, puede autorizarse o incluso recomendarse la admisión de cristianos de otras Iglesias y Comunidades eclesiales a estos sacramentos”.

"La communicatio in sacris está permitida para el cuidado de las almas dentro de ciertas circunstancias, y cuando éste sea el caso debe ser reconocida como deseable y recomendable. La evaluación de la aplicabilidad de estos dos principios requiere un ejercicio de discernimiento por parte del obispo diocesano, teniendo siempre en cuenta que la posibilidad de la comunicación in sacris difiere según las Iglesias y Comunidades eclesiales implicadas. El Código de Derecho Canónico describe las situaciones en las que los católicos pueden recibir sacramentos de otros ministros cristianos (cf. CIC 844, §2. Véase también CCEO 671, §2). El mismo canon afirma que en caso de peligro de muerte, o si el obispo diocesano juzga que hay “grave necesidad”, los ministros católicos pueden administrar los sacramentos a otros cristianos “que lo pidan espontáneamente, con tal de que profesen la fe católica respecto a esos sacramentos y estén bien dispuestos” (CIC 844, §4; véase también CCEO 671, §3)", continúa el texto, que parece, por lo tanto, referirse a situaciones de riesgo de muerte o persecución violenta, pero nunca lo concreta.

El texto añade: "Es importante subrayar que el juicio del obispo sobre lo que constituye una “grave necesidad” y sobre el momento más apropiado para compartir el sacramento de modo excepcional, es siempre un discernimiento pastoral, es decir, se trata del cuidado y de la salvación de las almas. Los sacramentos nunca deben ser compartidos por mera cortesía. La prudencia debe ejercerse para evitar confusión o el escándalo entre los fieles. Sin embargo también deben tenerse en cuenta aquellas palabras de San Juan Pablo II cuando escribía: “es motivo de alegría recordar que los ministros católicos pueden, en determinados casos particulares, administrar los sacramentos de la eucaristía, la penitencia y la unción de enfermos a otros cristianos que no están en comunión plena con la Iglesia católica”.

En este párrafo se remite a la cita que habla de los acuerdos con los ortodoxos sirios y los asirios orientales... que no son improvisaciones de obispos aquí o allá, sino acuerdos a nivel eclesial entre denominaciones. Además, Juan Pablo II lo limitaba a aquellas personas que creen en la plena enseñanza católica sobre el sacramento (por ejemplo, personas de tradición protestante que habían llegado a creer en la Presencia real -y no meramente simbólica- de Cristo en la eucaristía consagrada por sacerdotes católicos u ortodoxos).

El texto afirma que son los obispos los que deben "ayudar al clero a discernir cuándo se aplican esas condiciones y cuándo sería apropiada la participación en la vida sacramental en casos individuales". Añade que "si la diócesis o la conferencia episcopal no tienen directrices sobre las disposiciones canónicas para compartir la vida sacramental de forma excepcional, y si considera que tales directrices serían útiles en su contexto, contactar la comisión ecuménica episcopal".

El texto no aporta ejemplos que puedan servir como las "pautas claras y útiles" que en teoría debía ser su motivación.

Encuentro Ecuménico en la Universidad católica de Notre Dame, EEUU, en marzo de 2019

Encuentro ecuménico de representantes de distintas denominaciones cristianas en la Universidad de Notre Dame (EEUU) en marzo de 2019

En países católicos, deben invitar los católicos

El texto afirma que "los católicos no han de esperar a que otros cristianos se acerquen a ellos; al contrario, deben estar siempre dispuestos a dar el primer paso. Esta cultura del encuentro es un requisito previo para cualquier verdadero ecumenismo".

"Los católicos tienen un deber particular de participar en el movimiento ecuménico cuando son mayoría. El diálogo de la caridad se construye mediante la suma de iniciativas sencillas que fortalecen los lazos de la comunión:
- el intercambio de mensajes o delegaciones en ocasiones especiales;
- las visitas recíprocas,
- las reuniones entre los responsables locales de la pastoral;
- y los “gemelages” o convenios entre comunidades o instituciones (diócesis, parroquias, seminarios, escuelas y coros).
Así, con palabras y gestos demostramos nuestro amor no sólo hacia nuestros hermanos y hermanas en Cristo, sino también hacia las comunidades cristianas a las que pertenecen, porque “reconocemos y apreciamos con gozo los tesoros verdaderamente cristianos”, que se encuentran en ellas", afirma el texto.

La tarea del obispo

Estas instrucciones vaticanas van dirigidas a los obispos. Les proclaman que "la tarea ecuménica del obispo es promover tanto el “diálogo de la caridad” como el “diálogo de la verdad”.

También detallan que "los obispos, sea que actúen singularmente o como conferencia episcopal, deben evitar cualquier tipo de confusión o malentendidos y velar que no se dé motivo de escándalo entre los fieles".

El texto constata que "la base de la formación ecuménica exige que 'la fe católica hay que exponerla con más profundidad y con más rectitud, para que tanto por la forma como por las palabras pueda ser cabalmente comprendida también por los hermanos separados'. Estas exposiciones deben evidenciar que “hay un orden o ‘jerarquía’ de las verdades en la doctrina católica, por ser diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana”. [...] Al sopesar las verdades, en lugar de enumerarlas simplemente, los católicos han de alcanzar una comprensión más exacta de la unidad que existe entre los cristianos".

Evitar representaciones polémicas de la historia y teología

Además, se explica que "la virtud de la caridad exige que los católicos eviten presentaciones polémicas de la historia cristiana y de la teología y, en particular, que eviten tergiversar las posiciones de los otros cristianos. Más bien, los formadores imbuidos por una actitud de caridad, pondrán siempre el acento en la fe cristiana que compartimos con los demás, presentando con equilibrio y precisión las diferencias teológicas que nos dividen. De esta manera, la formación puede ayudar a eliminar los obstáculos al diálogo entre los cristianos".

Es importante el papel de los medios de comunicación en la actividad ecuménica. Así, dice el texto, "los que representan a la Iglesia [católica] en las comunicaciones sociales deben estar impregnados por las disposiciones ecuménicas anteriormente descritas. La presencia católica en los medios de comunicación debe demostrar que los católicos estiman a sus hermanos y hermanas en Cristo, y que están disponibles para escuchar y aprender de ellos".

Incluso en la web diocesana se recomienda "publicar noticias ecuménicas a través del sitio web para que los fieles de la diócesis puedan ver que su obispo se reúne, ora y trabaja con las otras comunidades cristianas locales".

A nivel parroquial y cercano

El ecumenismo no es cosa sólo de expertos, sino que debe darse también en las parroquias. Así, "el Directorio Ecuménico (45, 67) prevé que cada parroquia, como “lugar de auténtico testimonio ecuménico”, cuente con un responsable de las relaciones ecuménicas".

Más que discutir de teología -sobre todo si no están bien preparados-, lo que pueden hacer los católicos de a pie con otros cristianos es rezar juntos. "Los católicos no sólo pueden, sino que deben, buscar oportunidades para orar con los otros cristianos", dice el documento que recomienda dos formas de orar: con el Padrenuestro y recitando juntos los salmos.

Otra propuesta que se hace es compartir la devoción por los santos, mártires y santuarios (que aceptan algunos anglicanos, algunos luteranos europeos y todos los ortodoxos y cristianos orientales). "La devoción común a un santo, a un santuario o a una imagen particular puede ser motivo para organizar una peregrinación, una procesión o una celebración ecuménica", afirma el texto.

También se declara que "los católicos cuando honran a los cristianos de otras tradiciones que sufrieron el martirio, reconocen las riquezas que Cristo les ha concedido y les rinden un valioso testimonio".

Como base de todo esfuerzo ecuménico, el documento recuerda que "es necesario que los católicos, antes de comenzar por sus relaciones con los otros cristianos, “examinen su fidelidad a la voluntad de Cristo con relación a la Iglesia y, como es debido, emprendan animosos la obra de renovación y de reforma”. Esta renovación interior dispone y ordena a la Iglesia al diálogo y a relacionarse con los demás cristianos".

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