Benedicto XVI ya está en el Líbano
El Papa pide que no se vendan armas a Siria, y considera positiva la Primavera Árabe si es tolerante
El Papa pide en el país de los Cedros preservar el equilibrio entre musulmanes y cristianos.
"Debemos finalmente cesar la importación de armas a Siria, porque sin esto la guerra no puede terminar... En cambio de armas, más bien debemos importar creatividad e ideas de paz", dijo Benedicto XVI a los periodistas que le acompañaban en el vuelo del viaje al Líbano, al definir "un pecado grave" el comercio de armas.
En el vuelo de menos de tres horas que lo trajo desde Roma a este país donde conviven 18 confesiones religiosas 12 cristianas, 4 musulmanas y judía-, único de Medio Oriente con un presidente cristiano (maronita), el Papa también denunció el fundamentalismo y consideró positiva "la primavera árabe", siempre y cuando la libertad implique también la tolerancia.
"El fundamentalismo es siempre una falsificación de las religiones porque Dios Invita a crear paz en el mundo y la tarea de los credos en el mundo es crear paz. En la imagen de los otros respetamos la imagen de Dios", dijo Benedicto XVI, que llegó al país de los cedros en medio a medidas extremas de seguridad y máxima alerta después del asesinato del embajador estadounidense en Benghazi y la oleada de protestas en el mundo por una película ofensiva para el Islam.
Primavera Árabe, positiva pero...
"La primavera árabe es ciertamente una cosa positiva que expresa deseos de democracia, de libertad y de afirmación de la identidad árabe y expresa el grito de gran parte de la juventud culturalmente más preparada", dijo el Santo Padre.
Sin embargo, advirtió el Papa de los peligros implícitos en la misma: "La historia de las revoluciones nos enseña que siempre existe el peligro de que nazca odio y por eso debemos hacer todo lo posible para que la libertad vaya en la justa dirección", indicó.
"El deseo de libertad, si bien es importante y positivo, corre el riesgo de olvidar un aspecto fundamental de la libertad, que es la tolerancia hacia el otro", destacó. Son palabras de Benedicto XVI en el avión que lo ha trasladado a Líbano.
El milagro del Papa
Coincidiendo con la visita, el periódico de mayor difusión en Líbano, L’Orient-le jour, habla del milagro del papa o de una simple coincidencia pero horas antes de la llegada del pontífice, el Gobierno parece haber recobrado la cohesión, el Ejército parece haber recuperado el control de la zona sur de Beirut, algunos clanes han declarado el apoyo a los militares y la guinda de la tarta es que reina la calma en Trípoli la septentrional ciudad libanesa contagiada de la epidemia bélica de Siria.
Primer discurso papal
Benedicto XVI pidió hoy en suelo libanés que se preserve el equilibrio entre cristianos y musulmanes en el Líbano, a su llegada al aeropuerto de Beirut donde inició una visita de tres días a este país. "Es muy importante el equilibrio entre cristianos y musulmanes. Hay que preservarlo y tiene que ser ponderado", dijo el Santo Padre.
El Papa visita por primera vez el Líbano en sus siete años de pontificado.
En el mismo aeropuerto de la capital libanesa, fue recibido por el entonces presidente Charles Helu, que estuvo acompañado de dirigentes religiosos, miembros del Gobierno, diputados y embajadores.
A continuación, ReL les ofrece el discurso íntegro del primer mensaje papal al Líbano a su llegada, a las 13,45, al aeropuerto Rafiq Hariri de Beirut:
Señor Presidente de la República,
señores Presidentes del Parlamento y del Consejo de Ministros,
queridas Beatitudes, miembros del Cuerpo diplomático,
autoridades civiles y religiosas,
queridos amigos
Tengo el gozo, Señor Presidente, de responder a su amable invitación a visitar su país, así como a la de los patriarcas y obispos católicos del Líbano. Esta doble invitación manifiesta, si acaso fuera necesario, la doble finalidad de mi visita a vuestro país. Subraya las excelentes relaciones existentes desde siempre entre el Líbano y la Santa Sede, y quisiera contribuir a reforzarlas. Esta visita es también la respuesta a la que me habéis hecho en el Vaticano, en noviembre del 2008, y más recientemente en febrero del 2011, una visita a la que ha seguido nueve meses más tarde la del Señor Primer Ministro.
Fue entonces, durante nuestro segundo encuentro, cuando se bendijo la majestuosa imagen de san Marón. Su presencia silenciosa en la cabecera de la Basílica de San Pedro recuerda de manera permanente al Líbano, en el mismo lugar en el que fue sepultado el apóstol Pedro. Manifiesta una herencia espiritual de siglos, que confirma la veneración de los libaneses hacia el primero de los apóstoles y sus sucesores. Los patriarcas maronitas, para remarcar su gran devoción a Simón Pedro, añaden a su nombre el de Boutros. Resulta agradable ver que san Marón, desde el santuario petrino, intercede continuamente por vuestro país y por todo el Oriente Medio. Señor Presidente, le agradezco desde ahora todos los esfuerzos realizados para el buen éxito de mi estancia entre ustedes.
Otro motivo de mi visita es la firma y entrega de la Exhortación apostólica postsinodal de la Asamblea especial para Oriente Medio del Sínodo de Obispos, Ecclesia in Medio Oriente. Se trata de un importante acontecimiento eclesial. Agradezco a todos los patriarcas católicos que se han desplazado, y de modo especial al Patriarca emérito, el querido Cardenal Nasrallah Boutros Sfeir, y a su sucesor, el Patriarca Béchara Boutros Raï. Saludo fraternalmente a todos los obispos del Líbano, así como a los que han viajado hasta aquí para rezar conmigo y recibir este documento de las manos del Papa. Por vuestro medio, saludo paternalmente a todos los cristianos de Oriente Medio. La Exhortación, destinada al mundo entero, pretende ser para ellos una hoja de ruta para los próximos años. Me alegro asimismo de poder encontrar durante estos días a numerosas representaciones de las comunidades católicas de vuestro país, de poder celebrar y rezar juntos. Su presencia, su compromiso y su testimonio son una aportación reconocida y altamente apreciada en la vida cotidiana de todos los habitantes de vuestro querido país.
Me complace saludar también con gran deferencia a los patriarcas y obispos ortodoxos que han venido a recibirme, así como a los representantes de las diversas comunidades religiosas del Líbano. Queridos amigos, vuestra presencia, demuestra la estima y la colaboración que deseáis promover entre todos en el respeto mutuo. Os agradezco vuestros esfuerzos, y estoy seguro de que continuaréis buscando caminos de unidad y concordia. No olvido los tristes y dolorosos acontecimientos que han afligido a vuestro hermoso país durante muchos años. La buena convivencia, típicamente libanesa, debe demostrar, a todo Oriente Medio y al resto del mundo, que dentro de una nación puede haber colaboración entre las diferentes Iglesias, miembros todos de la única Iglesia católica, en un espíritu fraternal de comunión con los demás cristianos y, al mismo tiempo, la convivencia y el diálogo respetuoso entre los cristianos y sus hermanos de otras religiones. Sabéis tan bien como yo que este equilibrio, que se presenta por todas partes como un ejemplo, es extremadamente delicado. A veces amenaza con romperse cuando se tensa como un arco, o se somete a presiones que son con demasiada frecuencia partidistas, ciertamente interesadas, contrarias y extrañas a la armonía y dulzura libanesa. Es necesario entonces dar prueba de verdadera moderación y gran sabiduría. Y la razón debe prevalecer sobre la pasión unilateral para favorecer el bien común de todos. El gran rey Salomón, que conoció a Hirán, rey de Tiro, ¿acaso no tenía a la sabiduría como la virtud suprema? Por eso se la pidió a Dios insistentemente, y Dios le dio un corazón sabio e inteligente (1 R 3,912).
Vengo también para decir lo importante que es la presencia de Dios en la vida de cada uno y cómo la forma de vivir juntos, esta convivencia que desea testimoniar vuestro país, será profunda en la medida en que esté fundada en una actitud de acogida y benevolencia hacia el otro, en la medida que esté enraizada en Dios, que desea que todos los hombres sean hermanos. El famoso equilibrio libanés, que quiere seguir siendo una realidad, se puede prolongar gracias a la buena voluntad y al empeño de todos los libaneses. Sólo entonces podrá servir de modelo para los habitantes de toda la región, y del mundo entero. No se trata únicamente de una obra humana, sino de un don de Dios que hay que pedir con insistencia, preservar a cualquier precio, y consolidar con determinación.
Los lazos entre el Líbano y el Sucesor de Pedro son históricos y profundos. Señor Presidente y queridos amigos, vengo al Líbano como un peregrino de paz, como un amigo de Dios, y como un amigo de los hombres. «سَلامي أُعطيكُم »: «La paz os dejo», dijo Cristo (Jn 14,27). Y, más allá de vuestro país, vengo también hoy simbólicamente a todos los países de Oriente Medio, como un peregrino de paz, como un amigo de Dios, y como un amigo de todos los habitantes de todos los países de la región, cualquiera que sea su pertenencia y su creencia. Cristo les dice también a ellos: «سَلامي أُعطيكُم ». Vuestros gozos y penas están continuamente presentes en la oración del Papa y pido a Dios que os acompañe y alivie. Os puedo asegurar que rezo particularmente por todos los que sufren en esta región, que son muchos. La imagen de san Marón me recuerda lo que vivís y soportáis.
Señor Presidente, sé que vuestro país me prepara una hermosa acogida, una acogida calurosa, la que se reserva a un hermano al que se ama y se respeta. Sé que vuestro país quiere ser digno de «l’Ahlan wa Sahlan» libanés. Lo es ya, y lo será más de ahora en adelante. Me siento feliz de estar con todos vosotros. Que Dios os bendiga a todos. (لِيُبَارِك الربُّ جميعَكُم ). Gracias.
©Librería Editorial Vaticana