Durante el Ángelus
«Francisco de Asís llegó a ser un testigo fidelísimo de Jesús», dice el Papa
Durante el Ángelus en Castel Gandolfo, el Pontífice indicó al santo de Asís y a San Buenaventura como «testimonios del Evangelio».
El Papa Benedicto XVI, en sus palabras previas al rezo del Ángelus, desde la residencia de verano de Castel Gandolfo, dijo que “toda la historia tiene como centro a Cristo, que garantiza también novedad y renovación en toda época”.
El Santo Padre señaló que “en Jesús, Dios ha dicho y dado todo, pero puesto que Él es un tesoro inagotable, el Espíritu Santo jamás termina de revelar y de actualizar su misterio. Por tanto, la obra de Cristo y de la Iglesia no retrocede, sino que siempre avanza”.
Benedicto XVI también remarcó la importancia de la enseñanza de San Buenaventura de Bagnoregio, Doctor de la Iglesia cuya fiesta ce celebra el 15 de julio, quien en teología apuntó a la centralidad de Jesucristo en la vida de la Iglesia.
El Papa recordó que San Buenaventura fue biógrafo de San Francisco de Asís, y escribió de él que “confieso ante Dios que la razón que me ha hecho amar más la vida del beato Francisco es que ella se asemeja a los inicios y al crecimiento de la Iglesia”.
“Estas palabras nos remiten directamente al Evangelio de este domingo, que presenta el primer envío en misión de los Doce Apóstoles por parte de Jesús”, indicó el Santo Padre.
En el Evangelio del domingo, Marcos narra que “Jesús llamó junto a sí a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos” y “les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja; sino calzar sandalias y no llevar dos túnicas”.
El Papa indicó que “Francisco de Asís, después de su conversión, practicó a la letra este Evangelio, llegando a ser un testigo fidelísimo de Jesús; y asociado de modo singular al misterio de la Cruz, fue transformado en ‘otro Cristo’, tal como lo presenta San Buenaventura”.
En su saludo a los peregrinos de lengua española, tras el rezo del Ángelus, Benedicto XVI les recordó que “la finalidad de la Iglesia es la propagación del Reino de Dios, para hacer partícipes a todos los hombres de la redención”.
“Animo, pues, a todos los miembros de la Iglesia, y de modo especial a los laicos, a responder con generosidad y prontitud de corazón a la voz de Cristo, para unirse más íntimamente a él y colaborar en su misión salvífica”.
El Santo Padre señaló que “en Jesús, Dios ha dicho y dado todo, pero puesto que Él es un tesoro inagotable, el Espíritu Santo jamás termina de revelar y de actualizar su misterio. Por tanto, la obra de Cristo y de la Iglesia no retrocede, sino que siempre avanza”.
Benedicto XVI también remarcó la importancia de la enseñanza de San Buenaventura de Bagnoregio, Doctor de la Iglesia cuya fiesta ce celebra el 15 de julio, quien en teología apuntó a la centralidad de Jesucristo en la vida de la Iglesia.
El Papa recordó que San Buenaventura fue biógrafo de San Francisco de Asís, y escribió de él que “confieso ante Dios que la razón que me ha hecho amar más la vida del beato Francisco es que ella se asemeja a los inicios y al crecimiento de la Iglesia”.
“Estas palabras nos remiten directamente al Evangelio de este domingo, que presenta el primer envío en misión de los Doce Apóstoles por parte de Jesús”, indicó el Santo Padre.
En el Evangelio del domingo, Marcos narra que “Jesús llamó junto a sí a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos” y “les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja; sino calzar sandalias y no llevar dos túnicas”.
El Papa indicó que “Francisco de Asís, después de su conversión, practicó a la letra este Evangelio, llegando a ser un testigo fidelísimo de Jesús; y asociado de modo singular al misterio de la Cruz, fue transformado en ‘otro Cristo’, tal como lo presenta San Buenaventura”.
En su saludo a los peregrinos de lengua española, tras el rezo del Ángelus, Benedicto XVI les recordó que “la finalidad de la Iglesia es la propagación del Reino de Dios, para hacer partícipes a todos los hombres de la redención”.
“Animo, pues, a todos los miembros de la Iglesia, y de modo especial a los laicos, a responder con generosidad y prontitud de corazón a la voz de Cristo, para unirse más íntimamente a él y colaborar en su misión salvífica”.
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