Último adiós al cardenal Somalo: hombre «pacífico, bondadoso y acogedor» que sirvió a 7 pontífices

El pasado martes 10 de agosto falleció el cardenal Eduardo Martínez Somalo, originario de La Rioja y camarlengo en la Santa Sede tras la muerte de San Juan Pablo II. Vatican News recoge cómo fue su último adiós en la misa de exequias, celebrada en el Vaticano por  el cardenal Giovanni Battista Re.

Durante la homilía, reconoció en la figura de Somalo un cardenal que “amó a la Iglesia con inteligencia y bondad” durante toda una vida “al servicio del Papa, de la Santa Sede y de la Iglesia universal”.

Martínez Somalo, al que algunos ya le recuerdan como “el hombre que los Papas querían a su lado” por su continuo servicio a siete pontífices en las más altas esferas eclesiales.

Un hombre "pacífico, bondadoso y acogedor"

Su largo periodo como purpurado generó una fructífera “vida laboriosa” marcada por importantes tareas encomendadas “por la confianza de los pontífices”. Battista Re añadió que en todo momento realizó esta labor como una “generosa dedicación por el bien de la Iglesia y la salvación de las almas”.

Se refirió también a la personalidad del difunto cardenal, que destacó por ser un “hombre pacífico por temperamento, bondadoso y acogedor, dotado de una aguda inteligencia para captar el núcleo de los problemas y de una gran capacidad para evaluar a las personas y los acontecimientos”. Se “entregó mucho a la Iglesia y colaboró con siete pontífices romanos, a los que amaba y con los que siempre actuó en estrecha unión”.

Un instante del funeral del cardenal Martínez Somalo, celebrado por el cardenal Giovanni Battista Re.

Entregó su vida al servicio de siete pontífices

En el funeral, Battista Re profundizó en el recorrido del difunto cardenal en el servicio a cada pontífice. Nacido en 1927 en la localidad de Baños del Río Tobía y ordenado sacerdote en 1954, sirvió a Pablo VI como nuncio apostólico en Colombia y arzobispo.

En mayo de 1979, Juan Pablo II “quiso que fuera su estrecho colaborador y lo nombró sustituto de la Secretaría de Estado, cargo que ocupó durante nueve años con gran sintonía de pensamiento y acción con el Papa, procurando llevar a cabo sus indicaciones y proyectos apostólicos”.

En 1988 fue nombrado prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos y recibió la púrpura cardenalicia. Cuatro años más tarde fue nombrado jefe del Departamento de Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica.

El cardenal Re destacó la "gran confianza" que depositó en él Juan Pablo II, hasta el punto de que lo envió como representante en numerosos eventos eclesiales internacionales, y luego le confió el cargo de camarlengo de la Santa Iglesia Romana. Así, “desde el momento del fallecimiento del difunto Juan Pablo II y mientras duró la Sede vacante, desempeñó su delicada función con gran competencia y sabiduría”.

Días antes de su fallecimiento fue visitado por el Papa Francisco, y aceptó “su lenta pero inexorable decadencia con pleno abandono a la voluntad de Dios, sostenido y reanimado por la gran esperanza cristiana”, expresando “palabras de gratitud a sus hermanas y a quienes generosamente hicieron lo posible por asistirlo”.