El Papa pide que los cristianos de Oriente Medios sean reconocidos como ciudadanos de pleno derecho
Poco antes de iniciar el histórico viaje a la península arábiga, concretamente a Emiratos Árabes Unidos que inicia este domingo, el Papa Francisco recibió a los miembros de la Comisión Conjunta Internacional para el Diálogo Teológico entre la Iglesia Católica y las Iglesias ortodoxas orientales. En su discurso, el Santo Padre pidió entre otras cosas que los cristianos que viven en los países de Oriente Medio donde están presentes estas iglesias puedan gozar de los mismos derechos que el resto de habitantes del país.
Representantes católicos y ortodoxos han estado durante la semana debatiendo para así seguir acercando posturas con el objetivo de encontrar la ansiada unidad de los cristianos. De este modo, Francisco dijo a los participantes que “rezo y os animo para que vuestra reflexión actual sobre los Sacramentos nos ayude a continuar el camino hacia la plena comunión, hacia la celebración común de la santa Eucaristía. Habéis dedicado esta sesión a reflexionar sobre el sacramento del matrimonio. Me gusta pensar en lo que dice Génesis: ‘Dios creó al hombre a su imagen; varón y hembra los creó’. El hombre es completamente a imagen de Dios no cuando está solo, sino cuando vive en la comunión estable de amor, porque Dios es comunión de amor”.
Igualmente, Francisco recordó que muchos de los participantes pertenecen a las iglesias de Oriente Medio tan “terriblemente probadas por la guerra, la violencia y la persecución”. Por ello, indicó que “Oriente Medio debe convertirse en una tierra de paz, no puede seguir siendo un campo de batalla. La guerra, hija del poder y la miseria, ceda el puesto a la paz, hija del derecho y de la justicia, y que también nuestros hermanos cristianos sean reconocidos como ciudadanos con plenos e iguales derechos”.
La comunión que brota de la sangre de los mártires
De este modo, agregó que “las vidas de los muchos santos de nuestras Iglesias son semillas de paz arrojadas en esas tierras y florecidas en el cielo. Desde allí nos apoyan en nuestro camino hacia la plena comunión, un camino que Dios desea, un camino que nos pide que procedamos no de acuerdo con las conveniencias del momento, sino dóciles a la voluntad del Señor: que "todos sean uno". Él nos llama, cada vez más, al testimonio coherente de la vida y a la búsqueda sincera de la unidad”.
Para acabar, Francisco recalcó que la semilla de esta comunión brota y continúa siendo irrigada por “la sangre de los testigos de la unidad, por la sangre derramada por los mártires de nuestro tiempo: miembros de diferentes Iglesias que, unidas por el sufrimiento común por el nombre de Jesús, ahora comparten la misma gloria".