La película «Dos Coronas» sobre la vida de San Maximilano Kolbe se estrena el 18 de mayo
«Todos lloramos en la escena de la ejecución del padre Kolbe, pasó algo espiritual, el Misterio»
El actor Adan Woronowicz, que interpretó al beato mártir Jerzy Popiełuszko en La libertad está en nosotros (2009, estrenada en España en 2012) se ha puesto en la piel de San Maximiliano Kolbe en la película Dos Coronas que se estrena en cines el 18 de mayo en España. Ha investigado al personaje, se ha emocionado con este sacerdote que se entregó por un padre de familia en Auschwitz y explica a ReL que durante el rodaje todos lloraron en la escena de la lenta ejecución y sintieron el Misterio: ahí estaba pasando algo que conectaba con Dios.
Adam Woronowicz ya conocía al padre Kolbe, pero con "Dos Coronas" ha quedado profundamente impresionado
- ¿En que se parecen Popieluszko y el padre Kolbe? Usted ha interpretado a ambos.
- En la película de Popieluzsko hay una escena en la que el pequeño Jerzy Popieluszko, de niño, ve en el desván de su abuela unas revistas de los Caballeros de la Inmaculada, la revista fundada por el padre Kolbe. Sabemos que a Popieluszko, que fue asesinado en 1984, le fascinaba la persona de Kolbe y su monasterio de Niepokalanów. Kolbe, de niño, tuvo una visión, que reflejamos en la película: la Virgen le muestra dos coronas, la de la pureza y la del martirio. Y obtiene ambas. Esta película cierra, quizá, ese círculo que se abría con aquella escena de Popieluszko.
Popieluszko, asesinado por comunistas;
y Maximiliano Kolbe, por los nazis;
dos grandes santos mártires del siglo XX
- ¿Interpretar a un mártir ayuda a interpretar al otro?
- Son dos personajes muy distintos y las películas son también muy diferentes. "Dos coronas", la historia de Kolbe, es una mezcla de documental y de historia dramatizada. Para mí lo más importante fue descubrir más de Kolbe. Era una persona muy exigente hacia sí mismo y que exigía mucho a los demás. Y todo por la Inmaculada. Él daba ejemplo. Pensemos que cada semana llegaban a Niepokalanów entre 10 y 15 novicios nuevos. Llego a tener más de 800 hermanos y padres, el mayor convento del mundo. Organizar aquello era como organizar un ejército.
- ¿Cómo conoció usted a Kolbe?
- En Polonia todos lo conocemos desde niño. Me hablaron de él siendo monaguillo, en el colegio, en peregrinaciones a Niepokalanów. Él y los Caballeros de la Inmaculada son muy conocidos. Pero, atención, lo que conocemos desde niños es al señor con gafas y uniforme de campo de concentración, el de los últimos días. Se pierden todas sus otras facetas, que son las que recupera "Dos Coronas". Era un visionario, que planeó una cápsula para ir al espacio, que quería hacer una televisión católica ya antes de la Segunda Guerra Mundial, que organizó unos bomberos, que planeaba crear un aeropuerto, sacar revistas en todos los idiomas, evangelizar todo el mundo... De no ser por su muerte en Auschwitz podría haber conseguido muchos de esos proyecto. Antes de esta película, yo desconocía todo esto.
- El padre Kolbe, con hábito, en fotos, suele llevar barba... Usted en la película casi no la usa.
- Lo cierto es que Kolbe a veces se la dejaba y otras veces no. En Japón tenía barba larga porque allí las condiciones eran muy difíciles y no tenía tiempo ni recursos para afeitarse. De vuelta a Polonia, se la afeitó, ya a finales de 1938. El barbero del convento de Niepokalanów guardó buena parte de la barba, y fue una suerte, porque ahora esos pelos son la única reliquia corporal que nos queda de él. Su cuerpo desapareció incinerado en Auschwitz.
- Hemos visto "Dos Coronas" y es emocionante toda la escena final, la ejecución por inanición. Pero usted, interpretando a Kolbe, no parece muy demacrado, no se queda en los huesos en esas escenas...
- Es que Kolbe no se quedó en los huesos. Hablamos con el custodio de Auschwitz, nos documentamos mucho. Había prisioneros que llegaban allí para ser exterminados muy rápido. Pero con muchos técnicos y prisioneros polacos no era así. Eran trabajadores y los alemanes les daban algo más de comida o trabajos menos extenuantes. A Kolbe lo pusieron en la cocina. Estuvo solo unos meses en el campo, y otras personas le ayudaban con cuidados y algo de comida, aunque él también la repartía. No estaba en los huesos y, de hecho, si no se hubiera entregado para salvar la vida de otro, podría haber llegado vivo al final de la guerra. Tenía 54 años, y pelo canoso y corto, pero mostrarlo totalmente demacrado, en los huesos, no habría sido realista.
- Aún así, la escena en el pabellón del alma tiene fuerza espiritual y emocional...
- Ese castigo de matar por hambre a un grupo encerrados en ese pabellón se impuso solo tres veces. La de Kolbe fue la tercera y última. Entraba el grupo de condenados, completamente desnudos y les dejaban sin comida y, sobre todo, sin agua. La falta de agua era lo que más hacía sufrir. Quizá bebieron su propia orina. En las ocasiones anteriores, los condenados gritaban, lloraban, blasfemaban... Pero aquí, con Kolbe, en el barracón solo se oían oraciones, el rezo del Rosario. Los nazis no habían visto nunca algo así. Otros presos pasaban por delante del barracón y se quitaban la gorra, como gesto de respeto. Los nazis intentaron evitar esos gestos, pero no pudieron. Pasados diez días, solo Kolbe y dos más seguían vivos. Los alemanes entraron y los remataron con una inyección letal. Pero Kolbe ya había logrado que pasara algo espiritual, algo misterioso, que la mente humana no llega a entender. No se aplicó más ese castigo.
Adam Woronowicz, en una de sus escenas del Kolbe con barba larga
- ¿Cómo se prepara esa escena en la película?
- Todos los que participamos en esa escena del barracón del hambre decidimos desnudarnos para realizarla. Hay solo dos o tres encuadres, muy austero. No buscábamos el morbo. Lo que había pasado tras esa puerta, en Auschwitz, era algo místico, algo sagrado, una noche física del Espíritu, quizá. Todos echamos a llorar al acabar esa escena. No sabíamos por qué. ¿La tensión? Quizá. O algo más. Fue una vivencia misteriosa. El Misterio: está ahí, se palpa, pero es difícil de contar. Está la escena final: Kolbe con dos compañeros, como Cristo. Pero es que históricamente así sucedió.
- ¿Cómo transmitir el Misterio, lo espiritual en el cine, hoy? Kolbe creía que el cine podía ser un gran instrumento para evangelizar.
- Para mí un gran ejemplo, que lo hace bien, es la película rusa "Ostrov" ["La isla", de 2006, escrita por Dmitri Sobolev y dirigida por Pavel Lungin, no es difícil de encontrar en Internet]. Con ella yo entendí lo que se puede hacer con el cine espiritual. Es muy difícil hablar del Misterio entre Dios y el hombre y su relación. Deberíamos poner místicos detrás de la cámara... y quizá también delante. Creo que Krzysztof Kieslowski lo consiguió, aunque no era místico, con "El Decálogo" [una teleserie de capítulos de 1 hora para la TV polaca en 1989]. Dicen que en Estados Unidos han comprado los derechos para hacer un remake. Creo que Tarkovsky también lo consigue en sus películas. Su director de fotografía, un sueco, lo transmitía con sus imágenes.
- Para esta transmisión del Misterio, ¿es mejor centrarse en biografías, o en historias colectivas, como quizá Katyn, de pueblos?
- Ambas cosas son necesarias. El cine americano prefiere centrarse en un protagonista, no entiende el protagonismo de un colectivo. Pero en la película "Andrey Rubliov", de Tarkovsky, vemos que hace las dos cosas a la vez: la historia del santo y la del pueblo ruso de su época. Las películas que hemos dicho persistirán muchas décadas, llegarán a su público.
- Está usted hablando de autores un poco densos, contundentes...
- ¡El mundo espera este tipo de películas! Y no necesariamente los ya creyentes. Son las películas que tocarán a los buscadores, los que buscan algo auténtico. Hay hambre. "Dos coronas" nació porque Francisco estuvo en la celda de Maximiliano Kolbe y la gente de otros países, de otras televisiones, preguntaba quién era ese Kolbe, querían saber más de su historia. La idea del director, Michal Kondrat, fue responder a ese hambre con una película ágil.
Dos Coronas es una película emocionante y especial, medio-documental, medio-dramatizada, que se estrena el 18 de mayo en España
Adam Woronowicz ya conocía al padre Kolbe, pero con "Dos Coronas" ha quedado profundamente impresionado
- ¿En que se parecen Popieluszko y el padre Kolbe? Usted ha interpretado a ambos.
- En la película de Popieluzsko hay una escena en la que el pequeño Jerzy Popieluszko, de niño, ve en el desván de su abuela unas revistas de los Caballeros de la Inmaculada, la revista fundada por el padre Kolbe. Sabemos que a Popieluszko, que fue asesinado en 1984, le fascinaba la persona de Kolbe y su monasterio de Niepokalanów. Kolbe, de niño, tuvo una visión, que reflejamos en la película: la Virgen le muestra dos coronas, la de la pureza y la del martirio. Y obtiene ambas. Esta película cierra, quizá, ese círculo que se abría con aquella escena de Popieluszko.
Popieluszko, asesinado por comunistas;
y Maximiliano Kolbe, por los nazis;
dos grandes santos mártires del siglo XX
- ¿Interpretar a un mártir ayuda a interpretar al otro?
- Son dos personajes muy distintos y las películas son también muy diferentes. "Dos coronas", la historia de Kolbe, es una mezcla de documental y de historia dramatizada. Para mí lo más importante fue descubrir más de Kolbe. Era una persona muy exigente hacia sí mismo y que exigía mucho a los demás. Y todo por la Inmaculada. Él daba ejemplo. Pensemos que cada semana llegaban a Niepokalanów entre 10 y 15 novicios nuevos. Llego a tener más de 800 hermanos y padres, el mayor convento del mundo. Organizar aquello era como organizar un ejército.
- ¿Cómo conoció usted a Kolbe?
- En Polonia todos lo conocemos desde niño. Me hablaron de él siendo monaguillo, en el colegio, en peregrinaciones a Niepokalanów. Él y los Caballeros de la Inmaculada son muy conocidos. Pero, atención, lo que conocemos desde niños es al señor con gafas y uniforme de campo de concentración, el de los últimos días. Se pierden todas sus otras facetas, que son las que recupera "Dos Coronas". Era un visionario, que planeó una cápsula para ir al espacio, que quería hacer una televisión católica ya antes de la Segunda Guerra Mundial, que organizó unos bomberos, que planeaba crear un aeropuerto, sacar revistas en todos los idiomas, evangelizar todo el mundo... De no ser por su muerte en Auschwitz podría haber conseguido muchos de esos proyecto. Antes de esta película, yo desconocía todo esto.
- El padre Kolbe, con hábito, en fotos, suele llevar barba... Usted en la película casi no la usa.
- Lo cierto es que Kolbe a veces se la dejaba y otras veces no. En Japón tenía barba larga porque allí las condiciones eran muy difíciles y no tenía tiempo ni recursos para afeitarse. De vuelta a Polonia, se la afeitó, ya a finales de 1938. El barbero del convento de Niepokalanów guardó buena parte de la barba, y fue una suerte, porque ahora esos pelos son la única reliquia corporal que nos queda de él. Su cuerpo desapareció incinerado en Auschwitz.
- Hemos visto "Dos Coronas" y es emocionante toda la escena final, la ejecución por inanición. Pero usted, interpretando a Kolbe, no parece muy demacrado, no se queda en los huesos en esas escenas...
- Es que Kolbe no se quedó en los huesos. Hablamos con el custodio de Auschwitz, nos documentamos mucho. Había prisioneros que llegaban allí para ser exterminados muy rápido. Pero con muchos técnicos y prisioneros polacos no era así. Eran trabajadores y los alemanes les daban algo más de comida o trabajos menos extenuantes. A Kolbe lo pusieron en la cocina. Estuvo solo unos meses en el campo, y otras personas le ayudaban con cuidados y algo de comida, aunque él también la repartía. No estaba en los huesos y, de hecho, si no se hubiera entregado para salvar la vida de otro, podría haber llegado vivo al final de la guerra. Tenía 54 años, y pelo canoso y corto, pero mostrarlo totalmente demacrado, en los huesos, no habría sido realista.
- Aún así, la escena en el pabellón del alma tiene fuerza espiritual y emocional...
- Ese castigo de matar por hambre a un grupo encerrados en ese pabellón se impuso solo tres veces. La de Kolbe fue la tercera y última. Entraba el grupo de condenados, completamente desnudos y les dejaban sin comida y, sobre todo, sin agua. La falta de agua era lo que más hacía sufrir. Quizá bebieron su propia orina. En las ocasiones anteriores, los condenados gritaban, lloraban, blasfemaban... Pero aquí, con Kolbe, en el barracón solo se oían oraciones, el rezo del Rosario. Los nazis no habían visto nunca algo así. Otros presos pasaban por delante del barracón y se quitaban la gorra, como gesto de respeto. Los nazis intentaron evitar esos gestos, pero no pudieron. Pasados diez días, solo Kolbe y dos más seguían vivos. Los alemanes entraron y los remataron con una inyección letal. Pero Kolbe ya había logrado que pasara algo espiritual, algo misterioso, que la mente humana no llega a entender. No se aplicó más ese castigo.
Adam Woronowicz, en una de sus escenas del Kolbe con barba larga
- ¿Cómo se prepara esa escena en la película?
- Todos los que participamos en esa escena del barracón del hambre decidimos desnudarnos para realizarla. Hay solo dos o tres encuadres, muy austero. No buscábamos el morbo. Lo que había pasado tras esa puerta, en Auschwitz, era algo místico, algo sagrado, una noche física del Espíritu, quizá. Todos echamos a llorar al acabar esa escena. No sabíamos por qué. ¿La tensión? Quizá. O algo más. Fue una vivencia misteriosa. El Misterio: está ahí, se palpa, pero es difícil de contar. Está la escena final: Kolbe con dos compañeros, como Cristo. Pero es que históricamente así sucedió.
- ¿Cómo transmitir el Misterio, lo espiritual en el cine, hoy? Kolbe creía que el cine podía ser un gran instrumento para evangelizar.
- Para mí un gran ejemplo, que lo hace bien, es la película rusa "Ostrov" ["La isla", de 2006, escrita por Dmitri Sobolev y dirigida por Pavel Lungin, no es difícil de encontrar en Internet]. Con ella yo entendí lo que se puede hacer con el cine espiritual. Es muy difícil hablar del Misterio entre Dios y el hombre y su relación. Deberíamos poner místicos detrás de la cámara... y quizá también delante. Creo que Krzysztof Kieslowski lo consiguió, aunque no era místico, con "El Decálogo" [una teleserie de capítulos de 1 hora para la TV polaca en 1989]. Dicen que en Estados Unidos han comprado los derechos para hacer un remake. Creo que Tarkovsky también lo consigue en sus películas. Su director de fotografía, un sueco, lo transmitía con sus imágenes.
- Para esta transmisión del Misterio, ¿es mejor centrarse en biografías, o en historias colectivas, como quizá Katyn, de pueblos?
- Ambas cosas son necesarias. El cine americano prefiere centrarse en un protagonista, no entiende el protagonismo de un colectivo. Pero en la película "Andrey Rubliov", de Tarkovsky, vemos que hace las dos cosas a la vez: la historia del santo y la del pueblo ruso de su época. Las películas que hemos dicho persistirán muchas décadas, llegarán a su público.
- Está usted hablando de autores un poco densos, contundentes...
- ¡El mundo espera este tipo de películas! Y no necesariamente los ya creyentes. Son las películas que tocarán a los buscadores, los que buscan algo auténtico. Hay hambre. "Dos coronas" nació porque Francisco estuvo en la celda de Maximiliano Kolbe y la gente de otros países, de otras televisiones, preguntaba quién era ese Kolbe, querían saber más de su historia. La idea del director, Michal Kondrat, fue responder a ese hambre con una película ágil.
Dos Coronas es una película emocionante y especial, medio-documental, medio-dramatizada, que se estrena el 18 de mayo en España
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