Santa Paula Romana, viuda.
"deseé siempre la hermosura de tu Casa"
Santa Paula Romana, viuda. 26 de enero.
Fue esta gran mujer de aquellas que tuvieron la entereza de soportar el carácter de San Jerónimo (30 de enero y 9 de mayo, traslación de las reliquias) y seguir sus directrices en aras de alcanzar la vida perfecta. Ya eso tiene que haberle ganado el cielo.
Nació Paula el 5 de mayo de 347. Fueron sus padres Rogato, y Blesilla, cristianos y descendientes de las más nobles familias romanas. Paula creció en medio del auge del cristianismo como religión oficial, asistiendo a las celebraciones y tomando parte con su madre en las numerosas obras de caridad de la Iglesia romana. En 364, teniendo 17 años Paula se casó con Toxocio, un patricio convertido a la fe de cristo, virtuoso e igualmente de ascendencia noble. Tuvieron cinco hijos: Santa Blesilla (22 de enero), Santa Eustoquio (21 de septiembre), Santa Paulina (30 de agosto), Rufina y Toxocio. Fue un matrimonio feliz, muy dado a la piedad y las obras de caridad, en las que gastaban ingentes cantidades de dinero.
En 380 Paula quedó viuda y a la par del marido, perdió todo interés en la vida social que antes llevaba por razón de su estado. Se desprendió de sus galas y vestidos lujosos, para enfundarse en túnicas austeras y oscuras. Dejó de salir y solo se la veía para ir a las celebraciones religiosas, visitar enfermos o hacer obras de caridad. La oración y el trabajo manual se convirtieron en sus únicas aficiones permitidas. Comenzó a frecuentar a damas piadosas, como Santa Furia, Santa Balbina (2 de mayo) y sus hijas Santa Marcela (31 de enero) y Santa Asela (6 de diciembre). También fue amiga de Santa Lea (22 de marzo), Santa Melania la Joven (31 de diciembre), y Santa Fabiola (27 de diciembre). Todas eran mujeres que vivían piadosamente, y con ellas comenzó a interesarse en la vida monástica, ajena a Roma en ese momento.
También tuvo Paula relación estrecha con el papa San Dámaso (11 de diciembre), y con varios prelados que visitaban al papa. En su casa se hospedó el gran San Epifanio (12 de mayo). Por medio del mismo papa conoció a San Jerónimo, con quien entabló una fuerte amistad y a quien encomendó su alma y su vocación de vida retirada. Mientras no pudo seguir esta vocación, Paula se dedicó a la educación de sus hijos, haciéndoles buenos cristianos. Les consiguió buenos matrimonios, salvo a Eustoquio, quien siguió los pasos de su madre, consagrando su virginidad a Cristo. Así, Besilla se casó con Leto, un noble romano, Paulina se casó con San Pamaquio (30 de agosto) y Rufina casó con Alejo, caballero romano.
Vio Paula morir jóvenes a sus hijas Blesilla y Rufina, lo cual la llenó de dolor y, además, de amargura, pues tuvo que soportar la murmuración de los romanos, que acusaban a su estilo de educación austera y penitente el ser la causa de la enfermedad y muerte de las muchachas. Y no solo estas calumnias tuvo que soportar, sino además, se le infamó diciendo que bajo la apariencia de santidad, tenía relaciones con Jerónimo, a quien acusaban de enajenar a mujeres casadas o solteras para dominarlas y ganar favores de todo tipo, sexuales, políticos y económicos. Este ambiente desagradable hizo que Jerónimo decidiera marcharse de la ciudad y llevarse consigo a sus dirigidas, para establecerlas en monasterios lejos de aquella urbe maliciosa. Así, en 385 se marcharían. Sobre esto escribirá San Jerónimo: "Dejémosle a Roma sus multitudes; le dejaremos sus arenas ensangrentadas, sus circos enloquecidos, sus teatros empapados en sensualidad y, para no olvidar a nuestros amigos, le dejaremos también el cortejo de damas que reciben sus diarias visitas".
En unos meses desembarcaron en Tierra Santa, luego de pasar por Salamina y Antioquía. Paula y sus amigas visitaron los Santos Lugares y entablaron amistad con monjes de aquellos desiertos. Visitaron Jerusalén y finalmente llegaron a Belén, donde vivía San Jerónimo. Leyendas tardías la hacen dar un gran viaje por toda Tierra Santa, llegando hasta Egipto y entablando amistad con San Arsenio (19 de enero) y otros famosos anacoretas, pero los antiguos testimonios no dicen nada de eso. Así que dejémosla en Belén tranquilamente. En esta ciudad levantaron un monasterio junto a la Gruta de la Natividad y conectado con la Basílica edificada por Santa Helena (13 y 18 de agosto). En 389 el monasterio estuvo terminado y todas hicieron sus votos monásticos, tomando el velo. Una de ellas, según leyendas colaterales, sería Santa Zoé (13 de febrero), una pecadora convertida por San Martiniano de Cesarea (13 de febrero).
El monacato oriental establecía una serie de oraciones a lo largo del día y de la noche, que Paula y las suyas tomaron y adaptaron para las mujeres. Leían o escuchaban la Escritura, se les predicaba, trabajaban para mantenerse y oraban constantemente. Dícese que Paula aprendió griego, siríaco y hebreo, llegando a ser una gran conocedora de las Escrituras, sobre las cuales versaba y enseñaba a sus monjas. Ciertamente, en los "Comentarios" que San Jerónimo hace sobre algunos libros bíblicos y los cuales dedica a Paula, se nota por el lenguaje que usa el santo Doctor, que ella debía conocerlos bien y que no le eran ajenos.
En 394 tuvo que padecer la expulsión de su monasterio por parte de Juan, patriarca de Jerusalén, y la causa no fue otra que el enconamiento contra San Jerónimo, cuyos métodos y palabras para defender la ortodoxia de la fe, le ganaban enemigos aún entre los católicos. Ese mismo año, ya de vuelta en su monasterio, Paula enfermó de gravedad y estuvo a punto de la muerte. Epifanio y Jerónimo le suplicaron moderara sus austeridades y se permitiera un vaso de vino de vez en cuando, para reconfortar la salud, pero fue ella tan vehemente en defender la austeridad y la penitencia, que fue Epifanio quien prometió nunca más beberlo.
En 395, muerto San Teodosio I (17 de enero), arreciaron por todos lados las incursiones de los bárbaros enemigos del Imperio. Numerosas ciudades importantes fueron saqueadas por los barbaros, por lo cual, Paula tomó a sus vírgenes consagradas y todas se fueron hasta Acre, junto al mar, teniendo siempre un barco listo para zarpar en caso de que los enemigos llegasen a ellas. Allí estuvieron en paz un tiempo, hasta que los hunos fueron derrotados y todas pudieron volver a Belén.
En el año 403 la enfermedad la volvió a atacar, viéndose que sería la última. Rezaba Paula: "Señor, con ansia deseé siempre la hermosura de tu Casa, y el lugar donde continuamente resplandece tu gloria. Esta he siempre procurado y esta ha sido el único blanco del espíritu mío, por esto elegí vivir humilde, y despreciada en la Casa de mi Dios, antes que morar rica, y apreciada en los palacios suntuosos de los pecadores". Pasada la Navidad y la Epifanía empeoró. A sus monjas que lloraban por ella les dijo: "ningún género de pena siento, ni desasosiego, porque todo lo que ven mis ojos es el lugar de la paz y el descanso". Luego quedó en profundo silencio durante días, hasta que oyendo las oraciones de los moribundos, abrió los ojos y exclamó: "Flores se han visto en nuestra tierra, ha llegado el tiempo de coger las mieses", y expiró dulcemente, el martes 26 de enero del año fie 404, teniendo 56 de vida. Sus funerales se celebraron el día 28 y fueron muy sentidos, siendo celebrados por varios obispos y con la asistencia de muchos monjes. El día 31 de enero se le sepultó en un sepulcro excavado en la Gruta de la Natividad. San Jerónimo escribió su epitafio:
"Aquí en su fruto, flor yace la rama
de Agamenones, Gracos y Escipiones:
Paula es su nombre, a quien el Orbe aclama
primiceria de Roma en los Blasones
madre digna de Eustochio (virgen llama
que a sacras teas muchos dio blandones)
siguió en Belén à Cristo en gran pobreza,
reduciendo a un establo su grandeza".
Las reliquias de Santa Paula sufrieron el olvido del tiempo y la furia de las persecuciones, aunque Campania dice poseerlas. En Belén se conserva su sepulcro vacío.
Fuentes:
-"Memorias venerables de los más insignes profesores del Instituto que plantó en la Iglesia su Doctor Máximo, el Gran Padre San Jerónimo". FR. FRANCISCO PI. O.S.H. Barcelona, 1776.
-"Vidas de los Santos". Tomo I. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.
A 26 de enero además se celebra a
San Tito, obispo.
San Tujen de Daoulas, abad.