Santoral hoy: Beata Miguelina de Pesaro, terciaria franciscana.
Por la Pasión de Cristo, todo a los pobres.
Beata Miguelina (Micaelina) Metelli de Pesaro, terciaria franciscana. 19 de junio.
Miguelina nació en Pesaro en 1300, y fue hija de nobles. Fue una niña piadosa y atenta a las cosas de la religión y la piedad. Con doce años sus padres la entregaron al Duque Malatesta, de Rímimi, el cual falleció a los 8 años de matrimonio, dejándole un hijo y numerosas posesiones.
Pero el mundo no atraía a la joven viuda, sino la piedad. En 1321 visitó Pesaro la beata Soriana, una mística y peregrina con fama de santa. Miguelina la acogió en su casa y se prendó de sus virtudes, su intensa oración y penitencias. Quería seguirla en aquella vida radical por Cristo, pero no decía nada porque le unía un gran amor a su hijito, al que no dejaría por nada. Amén de la vida cómoda que llevaba, que temía abandonar y flaquear luego. Al poco tiempo, estando ambas orando en la iglesia de San Francisco, la beata Soriana tuvo una revelación sobre que Miguelina igualmente abandonaría el mundo para vivir como ella. No sabía Miguelina como podría ser aquello, pues no estaba decidida a nada. Pero he aquí que en unos días, su pequeño hijo falleció traumáticamente en uno de sus ataques de epilepsia.
Esto supuso un duro golpe, que al mismo tiempo hizo ver a Miguelina que ya nada le ataba al mundo, pues las posesiones eran nada junto al hijo perdido y al cielo que podría ganar. Hizo fundar la Tercera Orden de San Francisco en Pesaro, y profesó en ella, como la beata le había aconsejado antes de despedirse y continuar su vida de peregrina. Luego de prometer sus votos, Miguelina vendió sus bienes y una parte la fue distribuyendo entre los pobres, y otra parte la donó a asociaciones de caridad de la ciudad. Se lanzó a intensa vida de piedad, con oración y confesión frecuente, comulgando siempre que le daban permiso. El Sacramento y la Santísima Virgen eran sus grandes devociones. Mendigaba a las puertas de las iglesias, para ella misma y para los pobres, cuidaba a los mendigos y los enfermos abandonados, y asistía a los leprosos que pasaban por la ciudad como si fueran sus hijos.
Su radicalidad, contra todo lo que esperaba de una noble, despertó el recelo del Duque de Pesaro, que junto a otros la consideraron loca y la encerraron encadenada. Pero los guardias, teniendo pena de ella, la dejaron escapar. La leyenda dice que, como a San Pedro, un ángel rompió sus cadenas y la liberó. Como fuera, ya que su única locura era seguir a Cristo imitando la radicalidad de su Padre San Francisco, los ricos la dejaron en paz. Así que siguió su vida cristiana extrema, entre la caridad, la oración y la penitencia. Se disciplinaba en honor a la Pasión de Cristo. Esta devoción al Señor paciente y humilde, crucificado y muerto, la impulsó a peregrinar a los Santos Lugares. En la Basílica del Santo Sepulcro tuvo una visión de Cristo glorioso y derramando misericordia sobre el mundo. Tantas palabras amorosas y sentimientos le trasmitió el Señor en esta visión, que al terminar, tuvo que predicar a los peregrinos sobre las bondades y méritos de la Pasión del Salvador.
Luego de visitar casi toda Palestina, a los años regresó a Pesaro, donde continuó su vida penitente y mística, siendo querida y admirada por la ciudad. Fundó la Hermandad de la Anunciación, para cuidar a los pobres y enfermos, y enterrar a los difuntos. En la Pascua de 1356 se sintió enferma y presintió que el fin (el inicio para los que aman a Dios) estaba cerca. Falleció el Domingo de Trinidad, 19 de junio del mismo año. Su culto pronto comenzó en la ciudad, y muchos alcanzaron gracias por su intercesión al invocarla en su sepulcro, en el santuario de Santa María de la Gracia. Por ello en 1737 Clemente XII aprobó su culto inmemorial.
A 19 de junio además se celebra a Santa Rivannone, reclusa.