Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Santa Eugenia-Eugenio, virgen y mártir.

Ramón Rabre

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Martirio de Santa Eugenia.
Martirio de Santa Eugenia.

Santa Eugenia-Eugenio, virgen y mártir. 25 de diciembre y 27 del mismo (liturgia mozárabe).

La leyenda de Santa Eugenia nos cuenta que nació en 183, y era hija de Felipe, gobernador general del emperador Comodo en Egipto, y de Claudia, emparentada con el emperador. Amos tenían su residencia en Alejandría. Era Felipe hombre culto, que educó a su hija en letras, artes y ciencias. Su amor por la lectura y el saber la llevó a leer las cartas de San Pablo, que le proporcionaron sus esclavos Santos Proto y Jacinto (11 de setiembre) y mediante estas se convirtió a la fe de Cristo. Gracias a su nueva fe, a los 16 años consagró su virginidad a Cristo. De su agudeza y sabiduría la leyenda da nota con esta anécdota: querían casarla con un magnífico joven y como Eugenia no quería, comenzaron a narrarle las prendas de los antepasados el joven. Y Eugenia replicó: "¿Es que me he de casar con él o con los suyos?" Como sabía que su padre era opuesto a la verdadera fe, y a su voto de virginidad, se disfrazó de hombre y junto a sus eunucos huyó de la ciudad. Iban de camino cuando pasaron delante de un monasterio y oyeron cantar a los monjes el salmo: "Los dioses de los gentiles son demonios; el que nosotros adoramos es el verdadero Dios, creador del cielo y de la tierra". Y quisieron quedarse, para a adorar al verdadero Dios. El abad San Elio (21 de julio) la bautizó con el nombre de Eugenio, bautizó a Proto y Jacinto y les admitió en la comunidad.

Por su parte, la versión en la leyenda de Proto y Jacinto difiere un poco, pues cuenta que de camino encontraron a San Heleno (23 de noviembre), obispo de Heliópolis, que junto a 10.000 cristianos había sido desterrado. Eugenia, Proto y Jacinto fueron bautizados luego de confesarle ella su verdadero sexo. Aún así, Heleno la bautizó con el nombre de Eugenio y se retiraron al desierto como eremitas. Como carmelitas, dirá por su parte la leyenda del Carmelo.

Como fuese, Eugenia es ahora el monje Eugenio. Como “religioso”, Eugenia-Eugenio se entregó a la penitencia y la oración, era muy humilde, caritativa y siempre era la primera en cumplir la Regla. El Señor le premió con gracias, como el don de sanar y hacer otros milagros. A la muerte de San Elio, la comunidad le eligió abad, y aunque Eugenia se negó, tuvo que aceptar. Como superior fue aún más humilde y paciente, y demostraba gran amor a todos los monjes. Y muchos fueron sanados por sus oraciones o al tocarles. Sucedió que una enferma, de nombre Melania, fue sanada por Eugenia, pero el diablo que poseía a la mujer, le instigó para que acusara al “abad” de haberla violado. Eugenia fue llamada ante el gobernador Felipe, su propio padre. Eugenia se defendió, pero al ver que no tenía salida, abrió su hábito y enseñó su pechos, demostrando era una mujer. Además, reveló a su padre quien era: Eugenia, su perdida hija. Al contarles su historia, sus padres se convirtieron a la fe de Cristo, y en menos de un año fue elegido obispo, y sería martirizado en 262. Su memoria litúrgica es a 13 de septiembre.

Después del martirio de su padre, Eugenia y Claudia abrieron un asilo para ayudar a las viudas pobres. La leyenda carmelitana añade que fue religiosa, dándole el velo a ella y a Santa Cirila (18 de octubre), el papa carmelita San Dionisio (19 de enero):

"Estaba en su tiempo muy extendida en Roma, y otras partes la profesión monástica según consta de los cánones, que acerca de los monjes y vírgenes consagradas habían hecho sus predecesores. Especialmente después que la esclarecida Virgen Santa Eugenia la trajo de Egipto, adonde la profesó en el monasterio de San Heleno (…) Por su ejemplo se agregaron a la santa, muchos coros de doncellas nobilísimas, y cuidábalas el santo Pontífice [Dionisio] como la más ilustre porción (según dice San Cipriano) de los rediles de Cristo (...). Quiso el Señor que muchas de ellas gozasen duplicadas aureolas, añadiendo a la de su virginidad, la del martirio. El año de 262, lo padeció Santa Eugenia con sus santos compañeros Proto y Jacinto". Flores del Carmelo.


Y en paz monástica vivía hasta que imperando Galieno, Eugenia bautizó a la cristiana Blasila o Basilisa, cuyo prometido las denunció por cristianas al esta rechazarle para ser virgen a perpetuidad. Blasila fue llamada a declarar y fue decapitada. Aunque una versión dicen que Blasila sería bautizada por el papa San Cornelio (16 de septiembre) y otra por el papa San Sotero (11 de agosto). En fin. El caso es que junto a ella fueron decapitados Proto y Jacinto. Eugenia, por su parte fue llevada al templo de Diana, para que para que sacrificara a la diosa, pero el templo se derrumbó, con lo que la acusaron de practicar la magia. La echaron al río Tíber con una piedra al cuello, pero la soga se desató y Eugenia emergió ilesa. Fue atrapada de nuevo y decapitada, el 25 de diciembre del año 262. Fue enterrada en las catacumbas de Aproniano en la Via Latina y sus reliquias están en Roma en la Iglesia de los Santos Apóstoles. Su culto es muy antiguo y ya en el siglo IV tenía su propia iglesia dedicada en Roma, en la cual se hacía estación la noche de Navidad, haciendo una conmemoración de su martirio. En Rávena ya es conocida y venerada al menos desde el siglo VI, pues junto a Proto y Jacinto aparece representada en la basílica de San Apolinar.

En realidad todo esto no es más que una historia de carácter piadoso, hecha para aleccionar sobre la vida religiosa, la castidad, la fe de los mártires. Pero más probable es que Proto y Jacinto, dos mártires reales pero inciertos hayan sido incorporados a la “historia” de Eugenia, para darles más credibilidad y dotarles de unas actas. En la leyenda de Eugenia se ve claramente dos momentos, que probablemente respondan a dos santas distintas. Una vida y persecución en Alejandría y otras en Roma. La leyenda se encargaría de unirlo todo.


Fuentes:
-"Vidas de los Santos". Tomo XV. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD.
-“Flores del Carmelo, vidas de los santos de N. S. del Carmen”. FR. JOSÉ DE SANTA TERESA. Madrid, 1678.

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