Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Beato Pedro de Luxemburgo, cardenal.

Beato Pedro de Luxemburgo, cardenal.

Amado por un antipapa y un papa.

Ramón Rabre

Beato Pedro de Luxemburgo.
Beato Pedro de Luxemburgo.

Beato Pedro de Luxemburgo, cardenal. 5 de julio.

Nació el 20 de julio de 1369, en la noble familia de Guido, conde de Ligny y Matilde de Chantillon. Su madre murió cuando Pedro, que era el quinto hijo, tenía 3 años de edad. Pedro fue criado y educado por su tía, la condesa de Urgieres, una mujer cultísima y muy piadosa que le buscó los mejores preceptores del momentos. A los 6 años Pedro leía, escribía, contaba muy bien, sabía dos idiomas, música, modales. Pero sobre todo, era piadoso y caritativo. A esta misma edad hizo voto de perpetua castidad por el Reino de Dios y convenció a su hermana de 12 años hacer lo mismo.

Cuando Pedro cumplió los 12 años fue enviado a París para perfeccionar sus estudios. Se graduó de Filosofía y ambos Derechos. A punto de terminar los estudios murió su padre y muy poco después su hermano mayor, Conde de San Paulo fue hecho prisionero por los ingleses. Pedro fue intercambiado por su familia, quedando de rehén en Calais mientras su hermano era liberado y gestionaba la elevada suma de dinero que los ingleses pedían por él. Los ingleses se prendaron de sus virtudes en breve y he aquí que, confiando en su palabra, le dejaron en libertad. Incluso dice la leyenda que el rey inglés Ricardo II pretendió que el santo joven pasara a Inglaterra para servirle de secretario.

Volvió Pedro a París a continuar los estudios, pensando ya en serio consagrar su vida a Dios. Conoció personalmente a Felipe de Maisieres, antiguo canciller de los reinos de Jerusalén y de Chipre, quien había abandonado el mundo y tomado el hábito de los monjes celestinos, fundados por San Pedro Celestino (19 de mayo), viviendo en adelante en oración y penitencia. El ejemplo de este santo varón le determinó más aún. Cuando terminó la Universidad Pedro recibió una canonjía en la catedral de París, un regalo de su familia. Un puesto comprado, vamos. Siendo seglar Pedro cumplía más con la Regla que los canónigos presbíteros, siendo en breve querido por todos.

Las influencias familiares, forma amable del nepotismo, y el aprecio que le tenía el arzobispo de París hizo que el antipapa Clemente VII, que residía en Avignon a causa del Cisma de Occidente, le nombrara Arcediano de Dreux y obispo de Metz, teniendo Pedro 15 años de edad. No es cosa de extrañar, cuando el mismo Clemente había sido consagrado arzobispo a los 26 años. Así, a esa tierna edad, Pedro fue ordenado presbítero y consagrado obispo. Inauguró su mandato entrando en la ciudad montado en un burro, como Cristo había entrado en Jerusalén. Pronto visitó toda la sede, y ayudado por sus consejeros, puso orden en lo que era necesario. Su sede era muy rica, pero el joven obispo vivía con toda humildad y sencillez, dejando muchas de sus rentas personales para los pobres y necesitados. Y otra parte la empleó en resarcir el daño causado a los campesinos por los saqueos de su hermano, el Conde de San Paulo.

Su actividad pastoral hizo que en 1386 el mismo Clemente VII le creara cardenal, mandando viviera junto a sí en la corte pontificia. En aquella corte, poco ejemplar, el joven Pedro brilló por su santidad enseguida. No era amigo de las adulaciones, las intrigas, ni descuidaba sus deberes religiosos en aras de diplomacias o reuniones. Sus penitencias se hicieron conocidas, escandalizando a algunos prelados más dados al mundo que a la observancia religiosa. El papa pidió al santo rebajara sus austeridades, pero este le respondió: "yo siempre seré un siervo inútil; pero al menos sabré obedecer", moderando desde entonces sus deseos de penitencia, en aras de la obediencia, más sublime virtud.

Su oración era muy subida, teniendo frecuentes éxtasis, un par de ellos en plena calle o en las iglesias de la ciudad. En una ocasión se le apareció el Señor en el camino y Pedro se postró inmediatamente en el suelo, sin mirar antes que estaba en medio de un lodazal, comprobándose al levantarse que, por milagro, sus ropas estaban limpísimas.

Tenía por delante Pedro una vida prometedora en el estado eclesiástico, quien sabe si hasta papa habría llegado a ser, pero Dios tenía otros planes. En 1387 el joven cardenal cayó preso de unas intensas fiebres que le fueron consumiendo poco a poco. Se trasladó a Villenueve, donde los aires eran más sanos, y allí recibió algunas visitas, entre ellas la de su hermano mayor, obispo nada ejemplar de Cambrai. Pedro le exhortó tan vivamente a mudar de vida y a ser ejemplo para sus fieles, que desde ese día su hermano fue otro. Luego se despidió de sus criados y amigos, y poniéndose a bien con Dios, entregó su alma a Dios, el 2 de julio de 1387, a los 18 años de edad.

Clemente VII celebró sus funerales y lloró por tan gran perdida, diciendo: "esta santa alma aplacará la cólera del cielo y nos alcanzará la paz a la Iglesia". El santo cuerpo, que despedía un aroma dulcísimo, fue trasladado a Avignon y sepultado en el cementerio de la iglesia de San Miguel, donde luego los monjes celestinos fundarían un monasterio y darían culto al santo joven. Hasta 1400 milagros se tienen anotados que ocurrieron al venerar sus santas reliquias o implorar su protección.

El caso más famoso ocurrió el 5 de julio de 1432, cuando un niño se desplomó de una torre y quedó despedazado. Su padre tomó los miembros y la cabeza rota, los metió en una bolsa e imploró la intercesión de nuestro Pedro, poniendo la bolsa sobre su sepultura. Y he aquí que, milagrosamente, el niño se movió dentro de la bolsa, apareciendo revivido. El caso fue documentado con testigos presenciales, y remitido al papa y a las más famosas universidades, que lo dieron por milagro. El portento aumentó tanto la devoción al joven angelical, que el 5 de julio quedó marcado como el de su memoria litúrgica. 

Curiosamente, si un antipapa llamado Clemente VII le enterró, sería el verdadero papa Clemente VII quien le beatificaría el 4 de abril de 1527. Probablemente su cercanía al antipapa haya demorado su beatificación y truncado para siempre su canonización.

Fuentes:

-"Año cristiano o Ejercicios devotos para todos los días del año". Julio. R.P. JUAN CROISSET. S.J. Barcelona, 1865.
-"Vidas de los Santos". Tomo VII. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD.

A 5 de julio además se celebra a:
Santos Zoé y Nicostrato, mártires.
Santa Trófima, virgen y mártir.
San Guillermo de Hirsau, abad.

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