Una extrabajadora denuncia las aberraciones que se llevan a cabo en los centros trans para menores
Los abusos que está provocando el lobby trans especialmente en los menores está llegando ya a escandalizar incluso a los propios partidarios de la causa. Es el caso de Jamie Reed, extrabajadora del Centro Transgénero del Hospital de San Luis de Misuri, que ha denunciado las prácticas “moral y médicamente espantosas” que se llevan a cabo contra los niños.
La denuncia la ha realizado una persona que, según sus propias palabras, es una “mujer queer y “más a la izquierda de que Bernie Sanders”.
Una vez que abandonó este centro escribió una carta al fiscal general del estado denunciando lo que ocurría y accedió a prestar una declaración jurada. El jueves, Andrew Bailey anunció que había abierto una investigación.
Tal y como informa Israel Duro en Voz Media, nuevo medio de comunicación conservador destinado a la comunidad hispana y EEUU, Reed ha denunciado que los menores son sistemáticamente diagnosticados como si fueran trans iniciando en ellos de manera inusualmente rápida la hormonación, utilizando para ello incluso medicamentos experimentales.
Según relata esta extrabajadora, esto se produce también con los niños más pequeños, sin asegurarse de que los pacientes habían comprendido que los cambios sería irreversibles. Por otro lado, asegura que en muchas ocasiones, los médicos ponían su autoridad por encima de los padres.
Casos que se multiplican gracias al sistema
En una carta abierta publicada en The Free Press, Reed explica que no le ha sido nada fácil tomar la decisión de denunciar. "Casi todo el mundo me ha aconsejado que agache la cabeza. Pero no puedo hacerlo en conciencia. Porque lo que les está ocurriendo a decenas de niños es mucho más importante que mi comodidad. Y lo que les está ocurriendo es moral y médicamente espantoso", escribe.
En su denuncia, muestra con su experiencia lo que los datos van mostrando por todo el mundo: el número de menores de edad que habían llegado al centro para hacer la transición se había multiplicado y el perfil de los que acudía era completamente distinto a los que acudían hasta ese momento.
“Cuando empecé había probablemente 10 llamadas de este tipo al mes. Cuando me fui había 50, y alrededor del 70% de los nuevos pacientes eran chicas. A veces llegaban grupos de chicas del mismo instituto. Hasta 2015 aproximadamente, un número muy reducido de estos niños constituía la población de casos de disforia de género pediátrica. Entonces, en todo el mundo occidental, empezó a haber un aumento espectacular de una nueva población: Chicas adolescentes, muchas de ellas sin antecedentes de angustia de género, que de repente declaraban ser transgénero y exigían tratamiento inmediato con testosterona”, relata.
Desde el propio centro recomendaban a los pacientes terapeutas afines para facilitar los trámites, e incluso crearon una plantilla modelo que pusieron a disposición de estos profesionales a la hora de apoyar la petición de los menores.
Casos concretos y espeluznantes
Reed mostró su repulsa a estos tratamientos en niñas "por lo poco que entendían estos jóvenes las profundas repercusiones que el cambio de género tendría en sus cuerpos y mentes". Sin embargo, sólo se hacía énfasis en la necesidad de llevar a cabo la transición
En su denuncia también ponía varios ejemplos de adolescentes que comenzaron este cambio irreversible sin saber en realidad qué estaban haciendo. A un paciente se le prescribió un tratamiento con bicalutamida, un medicamento utilizado para tratar el cáncer de próstata metastásico, y uno de sus efectos secundarios es que feminiza el cuerpo de los hombres que lo toman, incluida la aparición de mamas. El centro recetó este medicamento contra el cáncer como bloqueador de la pubertad y agente feminizante para los chicos. Como la mayoría de los medicamentos contra el cáncer, la bicalutamida tiene una larga lista de efectos secundarios, y este paciente experimentó uno de ellos: toxicidad hepática. Fue enviado a otra unidad del hospital para su evaluación e inmediatamente se le retiró el fármaco.
Por otro lado, cuenta los casos de varios adolescentes que se arrepintieron y querían acabar el tratamiento cuando en realidad ya era demasiado tarde. Reed relata la historia de una joven que decía que quería ser un varón y que llegó a extirparse las mamas. Tres meses llamó al centro diciendo que volvía a sentirse mujer y recuperar sus pechos.
En otras ocasiones, la testosterona debilitó tejidos vaginales, produciendo sangrados abundantes que requirieron atención de urgencias en hospitales, o el crecimiento del clítoris hasta producir dolorosas rozaduras con los pantalones a la adolescente.
Pero otro aspecto que denuncia Reed era el ataque a la patria potestad de los padres, “hasta qué punto los médicos se consideraban más informados a la hora de tomar decisiones sobre el destino de estos niños".
"En Misuri, sólo se requiere el consentimiento de uno de los progenitores para el tratamiento de su hijo. Pero cuando había una disputa entre los padres, parecía que el centro siempre se ponía del lado del progenitor que daba su consentimiento", añade.
Puedes leer la carta íntegra de esta extrabajadora, traducida al español, en este enlace de La Gaceta.