Chadwick Moore pide «humildad» y un poco de «vergüenza»
Un periodista homosexual plantea las mismas críticas que Rocío Monasterio sobre el Orgullo Gay
Esta semana han sacudido el panorama informativo español las declaraciones a La Contra TV de Rocío Monasterio sobre las celebraciones callejeras del Orgullo Gay:
Diversas asociaciones LGBT atacaron a la diputada autonómica de Vox y presidenta del partido en Madrid por estas palabras, recogidas por la práctica totalidad de los medios de comunicación españoles, desde El País o la cadena SER a La Vanguardia, pasando por los grandes canales de televisión como Telecinco, Antena 3 o La Sexta, que las incorporaron a los programas de debate en sus respectivas parrillas
Pero lo cierto es que la inquietud expresada por Monasterio es compartida incluso en el ámbito homosexual. Lo que ella dijo respecto a Madrid, fue descrito así por Chadwick Moore respecto a Nueva York como epicentro del Orgullo Gay en todo el mundo: “Piense en ello como las Olimpiadas de la droga, el alcoholismo, la fornicación pública, las orgías colectivas y los traseros peludos expuestos en la cara de los niños”.
Chadwick Moore, durante una entrevista televisiva.
Moore es un reconocido periodista homosexual residente en la Gran Manzana –aunque natural de Tennessee–, colaborador, entre otros, del Playboy, el The New York Times, Breibart News y el Spectator. Es en este último medio donde, bajo el provocador título En este Orgullo celebremos la vergüenza, publicó un artículo el 17 de junio donde hacía esas afirmaciones y, entre otras cosas, explicaba la verdad sobre el mito fundacional de dicha celebración: la redada del 28 de junio de 1969 en el Stonewall, un garito gay, lo cual desató la oleada de protestas que se considera fundacional del movimiento reivindicativo homosexualista.
La verdad sobre el Stonewall
En vez de disculparse por aquella intervención policial, como ha hecho el jefe de la Policía neoyorquina, James P. O’Neill, Moore propone una disculpa distinta: “Lo sentimos. Solamente estábamos haciendo nuestro trabajo. No podíamos saber que un control rutinario hace cincuenta años en un negocio ilegal desataría en todo el mundo durante los siguientes cincuenta años el horror de las manifestaciones del Orgullo”.
Afirma Moore que todos los garitos gay de Nueva York eran de la Mafia: “En 1966, el Gordo Tony Lauria, de la familia Genovese del crimen organizado, compró el Stonewall, entonces un modesto restaurante familiar, y lo convirtió en un repugnante antro para gays. Los servicios se atascaban continuamente. No había salidas de incendio ni jabón para lavar los vasos. Las bebidas alcohólicas se aguaban y se robaban. Los empleados hacían de proxenetas y se dedicaban a chantajear a los clientes con la amenaza de ‘sacarlos del armario’”.
Los controles en este tipo de locales eran habituales, pero la corrupción policial era grande y o bien avisaban antes o bien se hacían por la tarde, con los antros vacíos. Fuese lo que fuese lo que determinase hacer aquella redada aquella noche, “lo que está claro es que no se hizo en Stonewall solamente porque allí se citasen los gays”.
En cuanto homosexual, Moore se felicita (“es algo maravilloso”) de que, como resultado de aquellas revueltas, desaparecieran las “leyes que criminalizaban la homosexualidad”. Pero denuncia las numerosas mentiras que rodean la mitología en torno a aquellos hechos. Ni el lugar declarado “patrimonio histórico nacional” por Barack Obama se ubica donde el antiguo Stonewall, ni la rebelión de 1969 fue iniciada por “dos transexuales negras”, como difunde ahora el lobby LGBT.
“Actualmente, las lesbianas y los marxistas dirigen el movimiento de los derechos de los gays y han levantado el gigantesco Complejo Industrial LGBT”, denuncia Moore, y como el transgenerismo (“que en 1969 no existía ni como palabra”) es la nueva bandera de culto, han convertido a Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera en ídolos y han conseguido que Nueva York aprueba que se les construya un monumento junto al Stonewall.
Sylvia, a la izquierda, y Marsha, a la derecha, en la época de las manifestaciones por la redada en Stonewall.
Pero no eran transgénero: “Se identificaban como travestis, hombres que se visten de mujer, lo contrario de hombres que creen que son mujeres”. Además, “Rivera estaba a treinta manzanas de distancia, sin conocimiento a consecuencia de la heroína, cuando se desarrollaron los disturbios, y Johnson admitió en entrevistas que no estaba allí cuando comenzaron”. Aunque la propaganda del World Pride 2019 muestra otra cosa (incluso mujeres musulmanas con hijab), dice Moore, “el movimiento por los derechos de los gays fue fundado por hombres gays, blancos casi en su totalidad”.
En su opinión, ahora el movimiento se ha rendido a "demócratas, grandes empresas, marxistas e identitarios raciales”: “No hay nada de que enorgullecerse en el hecho de que el poderoso lobby LGBT tenga tan bajo concepto de su propia gente que base todos sus logros políticos en mentiras y desinformación”.
Y si antes consideraban sus iconos a Oscar Wilde, Quentin Crisp y Freddie Mercury, “hoy nos contentamos con imágenes 3D asexuadas de Pete Buttigieg, drag-queens contando cuentos en escuelas infantiles, ‘niños transgénero’ químicamente castrados y toda una generación de niñatos privilegiados adictos a las fantasías porno de dominación boicoteando sándwiches de pollo [alusión al boicot a Chick-fil-A] llevando ante el Tribunal Supremo a pasteleros ancianos”.
“No hay nada en ello por lo que sentirse orgulloso”, sentencia: “Cuando veas hacer el pato por la calle a viejos desnudos con cueros y anillos en los pezones y los testículos golpeando las rodillas, o monstruos drag de tercera categoría enseñando sus traseros a masas de niños, recuerda que estos no son comportamientos de personas honorables, ni siquiera rebeldes. Todos los saben, pero nadie se atreve a decirlo”.
El orgullo y la vergüenza
Luego hace una sórdida descripción del despertar (con una “profunda y oscura vergüenza”) a la mañana siguiente del Pride: “Todos hemos estado ahí, es parte de la experiencia del Orgullo”. Y tras citar al psicólogo Joseph Burgo cuando dijo que la cultura estadounidense a lo largo de lo últimos cien años había sido una rebelión contra la vergüenza, en particular en lo relacionado con el sexo, Moore añade: “Cuanto más la gente la ha abandonado, más infeliz se ha hecho”.
“Si alguien le dijese esto al Gran Negocio Gay durante estas vulgares orgías del Orgullo, que buscan más impactar y ofender que celebrar”, dice, la comunidad gay sería mejor apreciada: “Y tal vez también muchos de nosotros seríamos personas más felices y más estables”.