Jueves, 26 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Gorriarán, exdiputado ateo: «Atacar las procesiones es como creer la Leyenda Negra. Son una joya»

Procesión de Jesús de la Justicia de Guatemala.
Salida de la procesión de Jesús de la Justicia de Guatemala.

J.M.C.

Ante curiosos o quienes no le conocen, el cofundador de UPyD y exdiputado por la misma formación Carlos Martínez Gorriarán se define como "laico militante", fue trotskista en su juventud y actualmente es un "ateo convencido" al que la religión le atrae como "espiritualidad social y personal". Lo que no se considera es "ignorante voluntario, clerical comunista o falso racionalista de religión atea". Por eso, y también como profesor universitario de Estética, puede sorprender que en pleno Viernes Santo arremetiese contra el laicismo que carga cada año por estas fechas contra la Semana Santa y las procesiones.

Lo hizo en su columna de opinión de Vozpopuli, Elogio escéptico de la Semana Santa. Él mismo comienza reconociendo que las procesiones son para él "algo bastante exótico" que, si dejaron de celebrarse en su San Sebastián natal desde hace 60 años, solo fue debido a un "proceso de secularización" en el que la religión comenzaba a dar muestras de convertirse en "cosa privada resignada a algún vía crucis".

En su caso, no solo contempla las procesiones como "una joya" en el plano cultural. También las define como una "extraordinaria pervivencia de la espiritualidad del Barroco hispano", y una "combinación perfecta" de elementos que despiertan "la experiencia de la belleza".

Y es por esa razón por la que considera que cada año por estas fechas "la opinión separatista e izquierdosa o simplemente acomplejada" ataca las celebraciones de Semana Santa. Porque "no lo ve europeo" o porque "son muy españolas".

Las procesiones, dice, "constituyen parte de esa materia simbólica compartida que forma las naciones, la continuidad intemporal de ciertas costumbres y sentimientos comunitarios".

Carlos Martínez Gorriarán.

Atacar las procesiones, dice Gorriarán, es `como abominar del Día de la Hispanidad, creer la Leyenda Negra, negar la Reconquista e incluso la vieja nación llamada España´. 

Solo bajo el contexto de la "politización del arte, la grotesca descolonización de Urtasun y el vandalismo de la cultura de la cancelación", se entiende que atacar las procesiones es, "para cierto mundillo sectario, una convención tan obligada como abominar del Día de la Hispanidad, creer la Leyenda Negra, negar la Reconquista e incluso la vieja nación llamada España".

En su caso, propone "romper una lanza" por una Semana Santa que, para ser apreciada, "basta con un poco de sensibilidad estética y una pizca de espiritualidad, abrirse al misterio y a lo radicalmente inmaterial".

Explica que "no es necesario ser católico, ni tradicionalista, ni nacionalista español" para reconocer el valor de las procesiones católicas: basta con "contemplarlas con el mismo talante necesario para elevarse con grandes músicos del barroco protestante", pues "¿quién puede rechazar a Bach solo porque no es luterano?".

Fuera de la religión, afirma, "no hay nada tan cercano a lo sagrado y la mística como el arte: la estética es profundamente espiritual, aunque sea escéptica en asuntos de fe".

Para el mismo Gorriarán, "ateo convencido", o para el "escéptico en materia religiosa", esa espiritualidad también puede permitir "elevarse sobre lo material económico". Y el ejemplo de las procesiones, "combinación perfecta de los estímulos necesarios para despertar la experiencia de la belleza", son buen ejemplo de ello: "Luz y oscuridad, música y silencio, dolor y placer, la vida, la muerte y lo divino, el tormento y la esperanza de justicia, son las cuestiones existenciales perennes en forma de emociones religiosas".

También pone en boga el fenómeno de las procesiones por su carácter social, pues "componen una obra de arte coral que implica prácticamente a toda la comunid, disolviendo la frontera entre público y actores, profano y sagrado, rito y renovación".

Para el exdiputado ateo, "pocos espectáculos consiguen semejante exaltación controlada de las emociones encauzadas por el ritual y gobernadas por las artes", siendo comparables "al teatro y la tragedia clásica griega. Esas procesiones son una joya extraordinaria. Que sigan mucho tiempo procesionando entre nosotros", concluye.

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