Una teoría de espurio origen
¿Un Papa como Anticristo? El cardenal Newman deshizo esa idea con argumentos demoledores
«¿Son los valdenses, los albigenses y los "fraticelli" los intérpretes auténticos de las profecías?», se preguntaba en 1840, antes incluso de convertirse.
La renuncia de Benedicto XVI al pontificado convierte a su sucesor, según las supuestas profecías de San Malaquías, en el último Papa, y por tanto convierte los años de vida que le queden al llamado Pedro Romano en los últimos tiempos que señala el Apocalipsis.
A pesar de las normas de prudencia con las que debe ser considerado un texto de 1595 atribuido a un obispo fallecido en 1148, y de la rotundidad de las afirmaciones de falsedad de expertos como el padre Luis Santamaría, miembro de RIES (Red Iberoamericana de Estudios de las Sectas), el hecho ha puesto sobre la mesa innumerables especulaciones sobre la personalidad del próximo Pontífice. Desde la búsqueda entre los cardenales de Pedros (Pierre Tauran, Peter Turkson) y de romanos (Tarcisio Bertone nació cerca de Turín, en pueblo llamado Romano Canavese) -a pesar de que los supuestos lemas de San Malaquías no siempre son tan directos- al reverdecer de la figura del Anticristo, quien podría sentarse personalmente, y en cuestión de días, en la sede del primer Pedro.
"Marca de la casa" protestante
Lo cierto es que la vinculación entre el Papa y el Anticristo la hicieron célebre los reformadores protestantes, y es habitual en las obras de Lutero, Calvino, Zwinglio, Melanchton o Cranmer. Se refieren al Papado como institución, y los distintos teólogos de esas comunidades divergen en considerarlo como la primera o la segunda bestias del Apocalipsis.
El cardenal John Henry Newman (18011890) fue un poco más allá y en un artículo publicado en octubre de 1840 (cinco años antes de su conversión al catolicismo) en la revista British Critic, bajo el título "La idea protestante del Anticristo" (recogido en el volumen 2 de sus Ensayos críticos e históricos, publicados por Ediciones Encuentro), apuntaba que los heresiarcas citados habían bebido en tres fuentes heterodoxas para esa interpretación: los albigeneses, los valdenses y los fraticelli. Y por una razón: la necesidad de satanizar (en este caso, usando en sentido estricto la palabra) la autoridad que les sancionaba: "La creencia de que el Papa es el Anticristo parece ser una conclusión gradualmente formada y madurada, a partir de la creencia de que la Iglesia de Roma era Babilonia, por tres grupos heréticos entre los siglos XI y XVI a consecuencia de haber sido sometidos a persecución por sus opiniones".
"¿Son éstos los oráculos de los que la Iglesia de Cristo ha de recibir la verdadera interpretación de las profecías y cuya mera afirmación de que su enemigo es el Anticristo debe aceptarse como el propio cumplimiento de la profecía y demostración de que la consumación de los tiempos ha llegado?", se preguntaba John Henry Newman cuando aún era anglicano pero ya detectaba la falta de sustento histórico, hermenéutico y teológico de la comunidad a la que pertenecía.
¿Y el Papa como persona?
El argumento no acababa ahí, porque no se trataba sólo de rebatir que el Papado (es decir, la institución, la autoridad) fuese el Anticristo, sino de que pudiese serlo, en la interpretación de los Padres de la Iglesia, el Papa como persona. Newman sacó a relucir ahí toda su erudición al refutar punto por punto las alegaciones de los heterodoxos.
Citan un pasaje de San Bernardo, cuando San Bernardo no habla en él del Papa, sino del antipapa Pedro León. Citan a Joaquín el Abad hablando de que el Anticristo será elevado a la Sede Apostólica, cuando Joaquín el Abad dice que el Anticristo expulsará al Papa (es decir, no será el Papa) de la Sede Apostólica para ocuparla él. Citan a San Gregorio Magno como si hubiese dicho que quien se proclame obispo de la Iglesia universal es el Anticristo, cuando aquel Papa dijo que sería "el precursor" del Anticristo. (Pincha aquí para ver el texto original inglés de la argumentación completa.)
¿El Anticristo como Papa? Queda claro, según Newman, que ésa no es una idea católica, sino protestante, y ni siquiera original, sino que bebe en heterodoxos medievales. Y además en heterodoxos medievales de corte gnóstico, que se sentían perseguidos por los Papas injustamente, pues en apariencia propugnaban una pureza extrema de vida y de virtudes evangélicas. La historia muestra, dicho sea de paso, lo lejos que estaba la realidad de sus comunidades de tal pretensión moralizante.
A pesar de las normas de prudencia con las que debe ser considerado un texto de 1595 atribuido a un obispo fallecido en 1148, y de la rotundidad de las afirmaciones de falsedad de expertos como el padre Luis Santamaría, miembro de RIES (Red Iberoamericana de Estudios de las Sectas), el hecho ha puesto sobre la mesa innumerables especulaciones sobre la personalidad del próximo Pontífice. Desde la búsqueda entre los cardenales de Pedros (Pierre Tauran, Peter Turkson) y de romanos (Tarcisio Bertone nació cerca de Turín, en pueblo llamado Romano Canavese) -a pesar de que los supuestos lemas de San Malaquías no siempre son tan directos- al reverdecer de la figura del Anticristo, quien podría sentarse personalmente, y en cuestión de días, en la sede del primer Pedro.
"Marca de la casa" protestante
Lo cierto es que la vinculación entre el Papa y el Anticristo la hicieron célebre los reformadores protestantes, y es habitual en las obras de Lutero, Calvino, Zwinglio, Melanchton o Cranmer. Se refieren al Papado como institución, y los distintos teólogos de esas comunidades divergen en considerarlo como la primera o la segunda bestias del Apocalipsis.
El cardenal John Henry Newman (18011890) fue un poco más allá y en un artículo publicado en octubre de 1840 (cinco años antes de su conversión al catolicismo) en la revista British Critic, bajo el título "La idea protestante del Anticristo" (recogido en el volumen 2 de sus Ensayos críticos e históricos, publicados por Ediciones Encuentro), apuntaba que los heresiarcas citados habían bebido en tres fuentes heterodoxas para esa interpretación: los albigeneses, los valdenses y los fraticelli. Y por una razón: la necesidad de satanizar (en este caso, usando en sentido estricto la palabra) la autoridad que les sancionaba: "La creencia de que el Papa es el Anticristo parece ser una conclusión gradualmente formada y madurada, a partir de la creencia de que la Iglesia de Roma era Babilonia, por tres grupos heréticos entre los siglos XI y XVI a consecuencia de haber sido sometidos a persecución por sus opiniones".
"¿Son éstos los oráculos de los que la Iglesia de Cristo ha de recibir la verdadera interpretación de las profecías y cuya mera afirmación de que su enemigo es el Anticristo debe aceptarse como el propio cumplimiento de la profecía y demostración de que la consumación de los tiempos ha llegado?", se preguntaba John Henry Newman cuando aún era anglicano pero ya detectaba la falta de sustento histórico, hermenéutico y teológico de la comunidad a la que pertenecía.
¿Y el Papa como persona?
El argumento no acababa ahí, porque no se trataba sólo de rebatir que el Papado (es decir, la institución, la autoridad) fuese el Anticristo, sino de que pudiese serlo, en la interpretación de los Padres de la Iglesia, el Papa como persona. Newman sacó a relucir ahí toda su erudición al refutar punto por punto las alegaciones de los heterodoxos.
Citan un pasaje de San Bernardo, cuando San Bernardo no habla en él del Papa, sino del antipapa Pedro León. Citan a Joaquín el Abad hablando de que el Anticristo será elevado a la Sede Apostólica, cuando Joaquín el Abad dice que el Anticristo expulsará al Papa (es decir, no será el Papa) de la Sede Apostólica para ocuparla él. Citan a San Gregorio Magno como si hubiese dicho que quien se proclame obispo de la Iglesia universal es el Anticristo, cuando aquel Papa dijo que sería "el precursor" del Anticristo. (Pincha aquí para ver el texto original inglés de la argumentación completa.)
¿El Anticristo como Papa? Queda claro, según Newman, que ésa no es una idea católica, sino protestante, y ni siquiera original, sino que bebe en heterodoxos medievales. Y además en heterodoxos medievales de corte gnóstico, que se sentían perseguidos por los Papas injustamente, pues en apariencia propugnaban una pureza extrema de vida y de virtudes evangélicas. La historia muestra, dicho sea de paso, lo lejos que estaba la realidad de sus comunidades de tal pretensión moralizante.
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