El poder de la oración
Un rosario en procesión de niños con antorchas salvó la Piedad del Valle cuando todo parecía perdido
Durante la homilía de este domingo, Santiago Cantera evocó otros momentos de la historia en que triunfó la humildad sobre la soberbia.
El Evangelio del día era el Sermón de la Montaña, y Fray Santiago Cantera, monje benedictino del Valle de los Caídos que dijo la misa este domingo en la abadía, recordó que en las bienaventuranzas se exalta la humildad frente a la soberbia del «hombre que se hace Dios».
Citó como ejemplos los sistemas totalitarios que han pretendido instaurar «el paraíso en la tierra», como el comunismo, y que no han dejado otro rastro que «sangre y miseria»: «Aún no hace tantos años lo hemos podido comprobar de forma más trágica con la caída de lo que no pocos presentaban como el “paraíso soviético”, y nos podemos temer que a semejante término lleven las tendencias neomarxistas de un progresismo laicista y también del indigenismo en Hispanoamérica».
Pero también late esa soberbia en el origen de la actual crisis económica, que «ha nacido de la codicia y del terrenalismo, del materialismo, del consumismo y del hedonismo propios del sistema liberalcapitalista. Las entidades financieras han especulado con un dinero que no existía y nosotros hemos querido vivir por encima de las posibilidades reales, y si a ello se unen políticas económicas desacertadas, el resultado es el que tenemos».
Frente a esa rebeldía del hombre se alza el poder de la oración, y en ese sentido Fray Santiago contó un hecho relevante que tuvo lugar durante el asedio gubernamental que sufrió la basílica, sólo parcialmente atenuado.
«Cuando se inició la segunda fase del cierre de la Basílica y del Valle para desmantelar la Piedad, un puñado de unos veinte niños, que eran los que ese fin de semana estaban en la Escolanía, en una noche fría como tantas de este lugar, quisieron realizar una procesión de antorchas rezando el Rosario hasta la imagen de la Virgen con su Hijo muerto en sus brazos, para pedir que no permitiera que la quitaran. Llegados allí, terminaron a sus pies con las letanías y cantos marianos. Hoy la imagen de la Piedad permanece en su sitio», remachó el oficiante para dejar claro el poder de la oración frente a la soberbia de los hombres.
El recinto volvió a abarrotarse de fieles, lo que obligó a salir a dar la comunión a varios de los monjes de la abadía.
Citó como ejemplos los sistemas totalitarios que han pretendido instaurar «el paraíso en la tierra», como el comunismo, y que no han dejado otro rastro que «sangre y miseria»: «Aún no hace tantos años lo hemos podido comprobar de forma más trágica con la caída de lo que no pocos presentaban como el “paraíso soviético”, y nos podemos temer que a semejante término lleven las tendencias neomarxistas de un progresismo laicista y también del indigenismo en Hispanoamérica».
Pero también late esa soberbia en el origen de la actual crisis económica, que «ha nacido de la codicia y del terrenalismo, del materialismo, del consumismo y del hedonismo propios del sistema liberalcapitalista. Las entidades financieras han especulado con un dinero que no existía y nosotros hemos querido vivir por encima de las posibilidades reales, y si a ello se unen políticas económicas desacertadas, el resultado es el que tenemos».
Frente a esa rebeldía del hombre se alza el poder de la oración, y en ese sentido Fray Santiago contó un hecho relevante que tuvo lugar durante el asedio gubernamental que sufrió la basílica, sólo parcialmente atenuado.
«Cuando se inició la segunda fase del cierre de la Basílica y del Valle para desmantelar la Piedad, un puñado de unos veinte niños, que eran los que ese fin de semana estaban en la Escolanía, en una noche fría como tantas de este lugar, quisieron realizar una procesión de antorchas rezando el Rosario hasta la imagen de la Virgen con su Hijo muerto en sus brazos, para pedir que no permitiera que la quitaran. Llegados allí, terminaron a sus pies con las letanías y cantos marianos. Hoy la imagen de la Piedad permanece en su sitio», remachó el oficiante para dejar claro el poder de la oración frente a la soberbia de los hombres.
El recinto volvió a abarrotarse de fieles, lo que obligó a salir a dar la comunión a varios de los monjes de la abadía.
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