Martes, 03 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Mauro Lepori, abad general del Císter, habla de San José como «eco del Padre»

«Dios confió su Hijo a María y a José como un niño necesitado de todo, totalmente dependiente»

Mauro Giuseppe Lepori.
El padre Lepori, abad general del Císter, recuerda la importancia de San José en la vida espiritual, análoga a la que tuvo en la Sagrada Familia. Foto: captura Canal EncuentraMadrid.

Luis Javier Moxó / ReL

El año 2021 ha sido para toda la Iglesia el año de San José, convocado así por Francisco para conmemorar el 150º aniversario de su proclamación como patrono de la Iglesia universal por el Papa Pío IX.

El padre Mauro Giuseppe Lepori, suizo de 62 años, abad general del Císter desde 2010, filósofo y teólogo y autor de diversos libros publicados en España por Ediciones Encuentro, se ha sumado a esta celebración josefina con el último de ellos: San José, el eco del Padre. 

-¿Cómo ha vivido este año, que acaba de terminar, dedicado a San José?

-Ha sido, para mí, una maravillosa oportunidad para volver a tomar conciencia de la paternidad de San José hacia mí. Es como si la Iglesia nos hubiera donado la gracia de encomendarnos a su cuidado paternal. Todo padre tiene una "línea educativa", tiene convicciones, tiene valores que quiere inculcar en sus hijos. En el año dedicado a San José se nos ha dado la oportunidad de redescubrir esta "línea educativa" de San José, que no es baladí porque es la misma con la que educó humanamente al Hijo de Dios, junto con María.

»Así como desde la Cruz Jesús nos dio a su Madre, a través de la Iglesia también nos da a su padre humano, para que nos eduque como le ha educado a Él en Nazaret. José nos educa al silencio, es decir, a la escucha de Dios que siempre nos habla a cada uno. José nos educa a obedecer a Dios y, por lo tanto, a descubrir que nuestra vida es un camino trazado por el Señor, a través de todas las circunstancias cotidianas. José nos educa a la responsabilidad en las relaciones y en el trabajo, es decir, nos enseña a amar responsablemente y a tener una relación responsable con todo lo que hacemos y con la realidad que se pone a nuestra disposición para cuidarla y favorecer su fecundidad y belleza.

San José y el Niño Jesús, en un cuadro de Vicente Berdusán.

San José y el Niño Jesús, en un cuadro de Vicente Berdusán (1666).

-¿En qué sentido San José es para Jesús un eco del Padre? 

-Dios confió su Hijo a María y a José como un niño necesitado de todo, totalmente dependiente. La encarnación de Dios no es una ficción: Cristo realmente pasó por todas las etapas del crecimiento humano, desde la concepción hasta la muerte, incluso siendo su concepción obra del Espíritu Santo y su muerte una muerte redentora y pascual. En este estado de dependencia, Jesús ha sentido la necesidad de que incluso la paternidad eterna del Padre se le transmitiera a través de la figura humana de José.

»Por esta razón, José ciertamente tuvo la gracia y el mérito de ser para Jesús un testigo fiel de la voluntad y el amor del Padre. Para vivir esto, San José, por encima de todo, obedeció. La obediencia es el secreto de transmitir al hombre la voluntad de Dios y, por tanto, todo el bien y el amor que el Padre quiere darnos. Quien obedece acoge a Dios mismo, su presencia que "se hace carne" en nuestras vidas. San José entendió que para vivir esto tenía que escuchar, callar, dar tiempo a Dios para que se revelara, para que le revelara Su voluntad.

Portada de 'San José, el eco del Padre'.

San José, el eco del Padre: una meditación del abad general del Císter.

»Si San José recibió las instrucciones de Dios en un sueño, esto no significa que fuera fácil para él aguardarlas: abrirse a la voluntad de Dios, a su palabra que muestra el camino, es un drama, una "noche oscura" difícil de cruzar, pero también una experiencia de luz en las tinieblas que renueva la esperanza.

-¿Cuáles han sido sus principales descubrimientos sobre la figura de San José?

-Sobre todo, la toma de conciencia de la que hablo en la introducción del libro: que la paternidad de San José se nos dona para que Cristo crezca en nuestra humanidad. No hay mayor gracia que la vida de Cristo en nosotros, como escribe San Pablo a los Gálatas: “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Y mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Ga 2, 20).

»Para que esto se convierta en una experiencia real es importante que esta gracia pascual nos alcance y nos acompañe con una presencia eclesial madura (paterna como la de José y materna como la de María) allí donde nacemos, crecemos, vamos a la escuela, aprendemos a amar, a trabajar, a regocijarnos y sufrir. Para llegar a ser hombres y mujeres que aman la vida y saben darla. Cada vida tiene su Nazaret, un lugar de crecimiento humano elemental, comenzando por la familia, o por otros ámbitos comunitarios en los que la persona crece.

»Hoy urge recuperar este ámbito educativo eclesial, también para redescubrir que renacer y crecer en Cristo es una plenitud de humanidad que de otro modo sería imposible, porque sólo Cristo es la verdad original y completa del hombre. Que San José sea patrono de la Iglesia nos recuerda este valor especial de su paternidad para con nosotros. 

-En la crisis de fe, paternidad, madurez y virilidad que sufrimos hoy, ¿qué valores y actitudes de San José debemos imitar o aprender más y mejor?

-He hablado de su obediencia. Pero detrás de la obediencia, detrás de la escucha y el silencio, hay una concepción del yo que es el gran secreto de toda renovación personal y comunitaria que toda crisis y la crisis de todo requiere: la percepción humilde de uno mismo, la conciencia de que sólo Dios es Dios, y nosotros estamos constantemente hechos por Él con amor, modelados como la arcilla a la que el buen alfarero da forma, belleza, capacidad de servir al bien común.

»La humildad no es un dimitir de nuestro poder de generar, construir o conquistar. La humildad es la conciencia de estar hechos para una paternidad, una edificación, una victoria que no son sólo las que nuestras fuerzas hacen posible, sino las que Dios quiere realizar a través nuestro. Estamos hechos para ser padres y madres como Dios. Estamos llamados a edificar como Dios crea. Estamos llamados a vencer con la victoria de Dios, que es la victoria pascual en la muerte y resurrección de Cristo. Es el amor humilde lo que permitió a José ser el padre del Hijo de Dios, trabajar con el Creador del universo y vencer a los tiranos del mundo con el suave poder del Reino de Dios.

Colaboración en la traducción del italiano: Purificación de Vicente y Carmen García-Balbuena.

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