9 hijos y 9 años como familia misionera en Serbia: en verano, el obispo ha confirmado a 8 de ellos
El pasado 24 de julio, a las 19.30 horas, ocho hermanos de una familia del Camino Neocatecumenal, de misión en Serbia desde hace nueve años, recibieron el sacramento de la Confirmación. Son José ( de 18 años), Laura (de 17), Sonia (14), Alberto (13), Tomás (11), Isabel (10), Daniel (9) y Maria Magdalena (7) de Oliva Pérez, hijos de Alberto y Sonia. Junto a ellos, se confirmó también una prima, Sofía de Oliva, hija de Isaac e Noemí. Como explica el párroco, Lorenzo Fernández Riaño, SCJ, reciben el sacramento de la confirmación tras prepararse para ello en los últimos meses. Diocesismalaga.es ha podido conversar con ellos.
- ¿Desde cuándo vivís en misión en Serbia?
- Fuimos enviados por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en 2010. Llevamos, pues, nueve años. Cinco en una ciudad pequeñita de montaña que se llama Užice y los últimos 4, a petición del Arzobispo de la diócesis de Belgrado Stanislav Hočevar, en la capital, Belgrado.
- ¿Qué hace una familia como la vuestra en ese país?
- Somos una familia misionera, que como tantas que hay en el mundo, portamos una luz que da sentido a la vida de los hombres y que los conduce al cielo, a la vida eterna. Esta luz es Cristo resucitado de la muerte, el misterio Pascual, fundamento de nuestro matrimonio y cuyo fruto son nuestros 9 hijos.
Todo gracia de Dios: la familia cristiana, la comunión, el perdón de los pecados... Serbia es un país que ha quedado devastado, no por la guerra (que también), sino por el comunismo. Una sociedad desestructurada. El demonio ha destruido la familia. ¿Cómo? Atacando a la mujer. Destruye la fábrica de la vida y acabas con la familia y con la sociedad. Allí el aborto es una pandemia. Conocemos mujeres que han abortado hasta 20 veces. Imagínate.
- ¿En qué consiste vuestra aportación?
- San Juan Pablo II y su sucesores siempre han hablado de la Nueva Evangelización. Nosotros somos un pequeña parte de esto. Sólo nuestra presencia, a semejanza de la Sagrada Familia de Nazaret, es portadora de esta luz que tiene el poder de cambiar la vida de los hombres, que como nosotros, hemos estado bajo la esclavitud del demonio y hemos sido salvados. Hace un mes y medio mi mujer sufrió una trombo embolia pulmonar y estuvo 17 días ingresada en un hospital de Serbia. En esta historia de sufrimiento hemos sentido de nuevo que el Señor nos confirmaba la llamada a estar allí. Principalmente a mi esposa que, sostenida por la oración, la de los hermanos, y consolada por el Espíritu Santo en Pentecostés ha estado sola en el hospital ya que sólo podíamos entrar para estar con ella una horita al día. Ha sido una luz. Los médicos nos dijeron que lo que más les había sorprendido era que ella, una señora de occidente, española, hubiese estado allí, callada, sin quejarse de nada, sin exigir nada.
- ¿Qué significa este sacramento de la Confirmación para vuestra familia? ¿Cómo lo estáis viviendo?
- Primero muy agradecidos de que D. Jesús haya querido venir a presidir la Eucaristía, pero sobre todo muy contentos de que nuestros hijos puedan recibirlo. Por diversos motivos ninguno de ellos había podido recibirlo. Dice el profeta Isaias: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, para curar los corazones desgarrado...". Por el bautismo hemos sido ungidos y enviados. Nosotros y especialmente nuestros hijos viven esta realidad de enviados, este apostolado y para ellos es una cruz, porque están solos, sin sus amigos, sin su familia, en un país extranjero, donde tantas veces experimentamos lo que es vivir como inmigrantes, como los últimos.
- ¿Cuándo volvéis a la misión?
- El día 28 de agosto volvemos a la misión (si Dios lo permite, por la enfermedad de Sonia). Para todos nosotros cada vuelta a la misión es un pequeño Getsemani, porque es entrar en la cruz. Estamos seguros de que ser ungidos de nuevo va a ser una gracia especial para nuestros hijos y para nosotros, para entrar en la voluntad de Dios. Lo viviremos en la esperanza de que Dios les confirme, por medio del Espíritu Santo, que no hay otro lugar mejor donde gastar sus vidas que en la Evangelización. Rezad por nosotros.