Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Pedro es supernumerario, pero su familia no era practicante y perdió a su madre de niño

No sabía ni rezar pero en un Erasmus cambio su vida: encontró el Opus Dei y hoy es padre de 8 hijos

Pedro, con su mujer Raquel, y sus ocho hijos / Foto: Web del Opus Dei
Pedro, con su mujer Raquel, y sus ocho hijos / Foto: Web del Opus Dei

ReL

Pedro es padre de una familia muy numerosa, concretamente de ocho hijos. Natural de Oporto, en Portugal, creció sin la referencia de una madre, pues falleció cuando apenas tenía 5 años. Sin atracción hacia la fe fue gracias a una beca Erasmus y al Opus Dei como finalmente profundizó en este encuentro con Dios, hasta el punto de que hoy su familia pertenece a la Prelatura.

“Aunque fui a escuelas católicas, no había ninguna práctica cristiana en mi familia. Sólo íbamos a las bodas, bautizos y misas que mi abuela ofrecía por el alma de mi madre”, recuerda en la web del Opus Dei.

Eso sí, una cosa se le quedó marcada de su infancia: la explicación del mensaje de Fátima. “La idea de tener una madre en el cielo, que ama a los niños de manera especial y les enseña a dar sentido al sufrimiento, ofreciéndolo por todo el mundo, fue muy importante para mí”, recuerda Pedro, y más siendo entonces un niño que no mucho antes había perdido a su madre.

Según fue creciendo se interesó por la arquitectura, aunque su padre quería que fuera ingeniero. Cuenta que salía “por la noche siempre que podía. Mi padre no me imponía grandes reglas pero me exigía que cumpliera con mis deberes en casa y en la escuela”.

Pedro, supernumerario del Opus Dei en Oporto (Portugal).

Un punto muy importante en su vida se produjo cuando tenía 15 años. En ese momento comenzó a asistir a un club de chicos del Opus Dei. Según explica, “el club juvenil Vega tenía una buena sala de estudio y muchas actividades al aire libre, acampadas y partidos de rugby en la playa. Había un ambiente de mucho nivel intelectual que me sedujo. Hablábamos de arte, filosofía, historia, música y también de fútbol, todo ello con una buena dosis de humor y diversión”.

Fue allí donde aprendió a rezar, pues en su casa nunca se rezaba. También empezó a leer el Evangelio y a tener un trato con Dios. Además, comenzó a ir a misa todos los domingos y a confesar frecuentemente. Así lo hizo hasta los 17 años, cuando colocó a Dios en un segundo o tercer plano.

Los amigos, el ordenador y el deporte estaban ahora por delante de Dios. “A los 18 años fui a la Universidad de Minho, en Guimarães, para estudiar arquitectura. Vivía solo, una excelente oportunidad para dar alas a la libertad que había ido conquistando. Dios seguía jugando un papel secundario, pero al menos iba a misa los domingos y me confesaba de vez en cuando”, cuenta Pedro.

A los 21 años solicitó una beca Erasmus y se la concedieron en Holanda, concretamente en Eindhoven. Antes de partir se reencontró con su primera novia, y reactivaron la breve relación que habían tenido cuatro años antes.” Sabía que el tiempo que pasaríamos separados sería un gran desafío. Le dije: ¡Raquel si cuando vuelva de Holanda seguimos saliendo es señal de que nos vamos a casar!".

Quizás por la soledad, por la distancia de su tierra, o rebuscando en su vida, en Holanda algo le hizo buscar una iglesia católica. Pedro relata que “allí comenzó un proceso de reconexión con Dios, con un compromiso diferente. En un país extraño, sin mis amigos, Dios era el único Amigo al que podía recurrir. Entonces me di cuenta de que no podía seguir siendo un cristiano de domingo, no podía dar un testimonio a medias cuando me preguntaban por mi fe en la universidad. Me di cuenta de que Dios tenía muy pocos amigos, ¡y en Holanda esa constatación me pareció más fuerte!”.

Pedro, durante su Erasmus eh Holanda

Pedro, durante su Erasmus eh Holanda.

Aquel fue un paso definitivo en su vida: “sentí la presencia de Dios de una manera que nunca antes había sentido. Y empecé a hablar con Él durante el día y a confiarle todo mi trabajo”.

Iba a misa todos los domingos en holandés y un conocido portugués le puso en contacto con la presencia del Opus Dei en Holanda. “Mientras en Oporto tenía un centro del Opus Dei casi en la puerta de mi casa, en Holanda debía recorrer muchos kilómetros en bicicleta y en tren, con viajes quincenales a Utrecht y Ámsterdam”, señala Pedro.

Sin embargo, estas dificultades lejos de desanimarle fortaleció en él su decisión de acercarse más a Dios. Al final de su beca Erasmus tenía decidido que al volver a Portugal Dios sería el centro de su vida y que el mejor camino para conseguirlo sería a través del Opus Dei.

“Tras nueve meses en la Technisch Universiteit de Eindhoven volví a Oporto. Corría el año 2006. Mi noviazgo con Raquel había sobrevivido a la prueba de estar lejos. Además, mientras yo estaba en Países Bajos, ella también acudió a un centro del Opus Dei en Oporto, por sugerencia mía. Empezó a tener formación religiosa y a tomarse en serio su fe. Y esto nos unió aún más. Mis amigos de último curso de Arquitectura de Guimarães se sorprendieron de mi cambio espiritual, al verme acudir a misa todos los días y al hablar con ellos sobre Dios”, relata.

A su vez se enteró de un curso de retiro para universitarios. Y cuenta que le dijo a Dios: “¡Ahora es el momento de mostrarme lo que quieres de mí! Me inscribí en el retiro que duró desde el jueves por la tarde hasta el domingo. Pregunté durante todo el día: Señor ¿qué quieres de mí, sabes que estoy dispuesto a dar toda mi vida. ¿Qué quieres de mí?”.

“El tercer día del retiro, el domingo, después de una enorme insistencia y cuando parecía encontrar solo oscuridad y silencio por parte de Dios escuché con una suave voz en mi conciencia: ¡Usa tu libertad! Era para mí la respuesta, ¡era para mí la luz! El peso que había cargado durante meses había desaparecido. Ahora sabía que Dios me quería libre y elegí libremente ser supernumerario, formar una familia, ser marido y padre, si Él lo permitía”, confiesa.

Pedro se casó con Raquel en 2010 y pronto llegaron los hijos, María en 2011 y luego Clara en 2012.

“Mi trabajo por aquella época era intenso. Cuando Raquel estaba embarazada de Clara me di cuenta de que pasaba tres horas al día con María durante la semana... ¡y era tan pequeña! Empecé a pedirle a Dios y particularmente a través de la Virgen que me permitiera tener otro trabajo que me permitiera pasar más tiempo con mi hija pequeña. Recuerdo haber peregrinado con un buen amigo a la capilla de Nuestra Señora de la Concepción, en Foz, pidiendo esa gracia del Cielo”, relata este padre portugués.

Y la gracia le fue concedida tras emprender una empresa agrícola mientras trabajaba como arquitecto en Oporto. En 2013 dejó la empresa de arquitectura y se dedicó a tiempo completo a la agricultura. Hoy exporta hierbas aromáticas secas y ecológicas a cinco países europeos.

Mientras tanto nacieron Graça, Helena, Afonso, Isabel, Luísa de Guadalupe y Joaquim.

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