Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Algunas encíclicas afirman verdades inderogables, dice el obispo argentino

Monseñor Héctor Aguer: «La contraposición doctrina-pastoral es una estafa al pueblo de Dios»

Monseñor Héctor Aguer: «La contraposición doctrina-pastoral es una estafa al pueblo de Dios»
Monseñor Aguer defiende que la doctrina de las encíclicas «Humanae Vitae» de Pablo VI y «Veritatis Splendor» y «Fides et Ratio» de Juan Pablo II es inderogable.

Germán Masserdotti / ReL

En estas semanas de 2018 se van cumpliendo tres aniversarios de sendas encíclicas fundamentales: 50 años de Humanae Vitae del Beato Pablo VI (25 de julio de 1968) sobre la propagación humana de la prole rectamente ordenada y 25 años de Veritatis Splendor (6 de agosto de 1993) sobre algunas cuestiones fundamentales de la doctrina moral de la Iglesia y 20 años de Fides et Ratio (14 de septiembre de 1998) sobre las relaciones entre la fe y la razón, ambas de San Juan Pablo II.

El arzobispo emérito de La Plata (Argentina), Héctor Aguer, miembro honorario de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino, considera en una entrevista concedida a Germán Masserdotti para ReL que se trata de “textos fundamentales” que asientan “una doctrina inmodificable”, y que contraponer la doctrina y la pastoral “hace mucho daño, el peor cuando se instala metodológicamente en el proceso formativo de los futuros sacerdotes. Constituye, además, una estafa al pueblo de Dios y a todos los hombres de buena voluntad, que tienen derecho a que se les ofrezca el don inapreciable de la verdad”.

-En ambas encíclicas San Juan Pablo II se dirige a sus “venerables hermanos en el episcopado”, y no, como es frecuente, a todos los fieles cristianos y a los hombres de buena voluntad...

-Esa diferencia no me parece especialmente significativa. La pregunta parece interpretarla como una advertencia al episcopado. Podría ser. En realidad, todas las encíclicas han sido dirigidas en primer lugar a los obispos, aunque a través de ellos están destinadas a toda la Iglesia.

»Lo que sí considero importante subrayar es que los documentos citados de San Juan Pablo II son textos fundamentales para esclarecer la enseñanza católica en el contexto de la cultura vigente, marcada por el relativismo, la negación del orden natural y aun de la ratio de la naturaleza humana.

»El constructivismo gnoseológico y social impregna profundamente el modo de pensar y de vivir de nuestros contemporáneos –vale una generalización considerando la extensión del fenómeno y las proporciones estadísticas que pueden establecerse. Se infiltra cada vez más en las comunidades católicas.

»Los ambientes universitarios, especialmente los estatales, y la abrumadora mayoría de los medios de comunicación se muestran como ámbitos en los que la descristianización de la cultura conlleva la deshumanización de las personas y de las sociedades.

»El magisterio del Papa Wojtyla fue continuado luminosamente por su sucesor, Benedicto XVI. En relación con Fides et Ratio, se puede señalar la importancia de la lección académica que el Papa Ratzinger impartió en la Universidad de Ratisbona, el 12 de septiembre de 2006.

-Como fiel cristiano, encuentro sacerdotes o religiosos que no tienen mucha idea de lo que enseña el Magisterio de la Iglesia. Me pregunto si, al menos, leyeron los documentos...

-Es verdad que existe una extendida indiferencia por el magisterio eclesial. El desconocimiento preciso de los textos quedaba otrora de algún modo disculpado porque –sin hablar de la carencia de medios de difusión como los actuales– se verificaba una aceptación general de la doctrina católica de fide et moribus, una especie de vulgata del catolicismo, aunque no faltaran baches en la formación de los sacerdotes, y más aún de los fieles. Pero la confusión generada por lo que dio en llamarse el espíritu del Concilio, en contra de la enseñanza expresa del mismo, hizo un daño inmenso, y en buena medida continúa haciéndolo; a aquel eslogan se han sumado otros flatus vocis que llevan gato encerrado.

»Recuerdo que siendo adolescentes, con un grupo de amigos –uno de ellos es obispo, y otros profesionales destacados– nos reuníamos semanalmente para estudiar las encíclicas sociales de León XIII, publicadas en un volumen por la Acción Católica Argentina. Altri tempi! La ignorancia de esos textos clave del Magisterio sería más disculpable que la oposición, sobre todo si ese desconocimiento se debe a deficiencias de la organización formativa de los seminarios y otros centros académicos. Con ideas correctas y buena disposición esos defectos se podrían remediar.

-¿Qué relación podría establecerse entre Humanae Vitae y Veritatis Splendor?

-Humanae vitae tradendae fue una encíclica profética, que costó mucho dolor al Beato Pablo VI, y que no fue aceptada por vastos medios eclesiales; obispos, teólogos y pastores desorientaron e indujeron a error al pueblo de Dios.

»Un caso particularmente escandaloso fue la oposición a la encíclica de Carlo María Martini, SJ, el biblista filólogo que llegó a ser cardenal arzobispo de Milán, y chef de file del progresismo eclesiástico. Martini perseveró en su error hasta el final, como aparece en su último libro, Conversaciones nocturnas en Jerusalén.

»Humanae Vitae trata el problema específico de la moralidad de los métodos artificiales de regulación de la natalidad, al cual aplica la doctrina de la Iglesia sobre la responsabilidad de la libertad y la objetividad del orden moral, por referencia a la naturaleza humana y a las leyes que la rigen, como creación de Dios. El orden sobrenatural de la redención eleva y sana la naturaleza; la gracia hace posible lo que parece imposible a las meras fuerzas humanas.

»Veritatis Splendor enfoca los fundamentos del orden moral, cuya demolición sistemática comenzó con la crítica y el rechazo a la encíclica de Pablo VI. El texto de Juan Pablo II, como el de su predecesor, asienta, a mi parecer, una doctrina inmodificable; no creo que cualquier instancia magisterial se atreva a contradecirla, al menos expresamente (porque devaneos, ocultamientos y simulaciones, desgraciadamente son siempre posibles, y temibles). Si la Iglesia modificara autoritativamente esa doctrina se destruiría a sí misma.

-San Juan Pablo II confirma la misma enseñanza de Humanae Vitae. ¿Habría alguna tonalidad propia en cuanto a la explicación de la doctrina permanente de la Iglesia?

-Es lógico que descubramos en ambos documentos tonos diversos de acentuación y estilo.

»Humanae Vitae es una encíclica concisa, cuyo lenguaje podía resultar familiar a cualquier sacerdote, y hasta a cualquier católico fiel, no infectado por el virus modernista-progresista.

»Veritatis splendor, veinticinco años posterior, contiene un desarrollo filosófico-teológico más amplio, y desde sus palabras iniciales enfoca una cuestión cultural clave: el reconocimiento de que existe la verdad, de la cual reciben las opiniones su validez y legitimación. Esta obra de San Juan Pablo II es tan actual, o más todavía, que el día de su publicación.

»A la relación entre las dos encíclicas podría aplicarse la norma que rige en la Iglesia el desarrollo doctrinal, una evolución homogénea in eodem scilicet dogmate eodem sensu, eademque sententia; hay una actualización permanente en plena continuidad, sin alteración esencial. En el caso señalado se advierte una voluntad expresa del magisterio de afirmar la doctrina católica ante los errores contemporáneos.

-En Veritatis Splendor, la primera referencia que hace Juan Pablo II a Humanae Vitae es sobre la reprobación de la doctrina que separa el acto moral de las dimensiones corpóreas de su ejercicio. ¿Qué implican estas afirmaciones?

-La referencia al orden corpóreo, a la base biológica de la persona humana, se opone a los lances que proceden de un pseudoplatonismo, en el cual prima la voluntad de poder que aspira a modificar a su antojo la realidad unitaria del compuesto humano. Estas afirmaciones son de máxima actualidad y permiten un correcto discernimiento de situaciones impuestas por el totalitarismo cultural que nos invade, por ejemplo en la ideología de género y la educación sexual pretendidamente integral que más que educación debe llamarse perversión (es este el término que Sigmund Freud emplea en su Introducción al psicoanálisis para calificar al onanismo y a la sodomía).

»El mismo criterio vale para juzgar el intento de legalizar el aborto, presentado como una ampliación de los derechos de la mujer y un problema de salud pública, desconociendo la realidad de la concepción y el carácter humano y personal del fruto de la misma.

»El constructivismo no acepta la existencia de leyes biológicas ni de la dimensión corpórea de la persona como una realidad dada, no fabricada culturalmente. Un ejemplo clásico: Simone de Beauvoir en El segundo sexo sostiene que mujer no se nace, se hace, y la considera un estado intermedio entre el macho y el castrado. ¡Un modelo de feminismo!

-Un texto al respecto de Humanae Vitae remite a Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica

-La referencia de Humanae Vitae n. 10 al texto tomasiano de I-II, q. 94 a.2 subraya que la paternidad responsable implica el reconocimiento de que existen leyes biológicas que forman parte de la persona humana. Santo Tomás, en el lugar citado, afirma que el orden de los preceptos de la ley natural es paralelo al orden de las inclinaciones naturales. Además de la inclinación general a la conservación de la vida, hay también otras que aspiran a bienes más particulares conforme a lo que tenemos en común con los demás animales (de allí quod omnia animalia natura docet), como la relación sexual y la crianza y educación de la prole. La inteligencia descubre el sentido de las pasiones y los impulsos innatos, y la voluntad puede ejercer sobre ellos el dominio racional necesario para permanecer en el bien a pesar de las dificultades.

»Este planteo ya se encuentra claramente establecido por Aristóteles en su Ética a Nicómaco: es la virtud que el Filósofo llama sofrosýne, es decir, moderación, templanza.

-Más adelante, Juan Pablo II vuelve a citar Humanae Vitae cuando se ocupa de los “actos intrínsecamente malos”. Parece un lenguaje de Jurassic Park

-Considero que la afirmación de que existen actos intrínsecamente malos en razón de su objeto, y que no pueden justificarse en ninguna circunstancia, es una enseñanza irreformable de la Iglesia. En el Catecismo de la Iglesia Católica se presenta la existencia de actos intrínsecamente malos como una doctrina común: hay actos que por sí y en sí mismos independientemente de las circunstancias y de las intenciones, son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto, como la blasfemia, el perjurio, el homicidio y el adulterio (1756).

»Me llama la atención que en la exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia no se cite una sola vez la Veritatis Splendor, lo cual podría haber evitado la ambigüedad de los pasajes que han creado confusión, la que se siguió a la publicación del documento, y que aún perdura. Las dudas advertidas por notables teólogos, desgraciadamente no han sido explicadas.

»Es sabido que algunos teólogos y pastores niegan la existencia de actos intrínsecamente malos, o por lo menos eluden esta enseñanza y, por consiguiente, crean confusión entre los fieles y los que no lo son. Como consecuencia se induce una situación equívoca respecto del orden sacramental.

»La apelación a la misericordia está fuera de lugar en este caso, porque se la propone de modo heterodoxo, y no tal como la Iglesia la ha entendido y aplicado siempre. Es un despropósito afirmar que antaño la Iglesia se aferraba cerrilmente a la justicia y su aplicación, y ahora se derrite dulcemente ofreciendo misericordia. Para contradecir esta desviación basta citar la encíclica Dives in Misericordia, de San Juan Pablo II.

»A propósito del lenguaje propio de Jurassic Park, el escritor Mario Vargas Llosa, quien por haber ganado el Nobel de literatura cree que puede pontificar de omni re scibili, ha repetido, en un artículo reciente sobre el aborto publicado en La Nación, el eslogan masónico sobre la Iglesia cavernícola y oscurantista.

»Algo semejante machaca de continuo Loris Zanatta, historiador de Bolonia que mira de lejos nuestras peripecias, y cree que la Iglesia argentina está empecinada en promover el mito de la Argentina católica, y de vivar a Cristo Rey. ¡Ojalá esto fuera verdad!, considerando autocráticamente que el nuestro es un Estado confesional. Se nota que este señor no lee las declaraciones siempre chirles, anodinas, dialogantes, democráticas del episcopado. Lo mueve su postura ideológica.

-Tanto Juan Pablo II como Pablo VI reiteran que Cristo fue intransigente con el mal, pero misericordioso con las personas. ¿En dónde quedaría, entonces, esa versión moral “rigorista” que nos quieren vender como propia de la Iglesia?

-Desgraciadamente, se ha extendido una contraposición entre doctrina y pastoral. La exposición de la doctrina, su difusión, el empeño para que ésta sea comprendida y aceptada, es un gesto exquisitamente pastoral, sobre todo una obligación irrenunciable del obispo, sucesor de los apóstoles. El epískopos es el centinela, el vigía, puesto en alto (epí) para observar, registrar qué está bien, y qué está mal. No sería un buen pastor si omitiera esta dimensión de su ministerio; faltaría a la caridad que debe a su rebaño. Lo dicho vale análogamente del presbítero.

»La pastoral, la caridad pastoral, no es burocracia organizativa, ni marketing mediático, ni buenismo sentimental, ni populismo ideologizado, maniobrero o politizado, sino amor efectivo que busca el bien de todos, y en especial el bien supremo de la salvación que la sangre del Crucificado pone a nuestro alcance.

»La verdadera experiencia pastoral no se aprende solamente en un curso de teología pastoral, o de ensayos o de improvisaciones, sino en la doctrina de la fe eclesial, en la oración íntima con el gran Evangelizador, en la comunión con el Espíritu Santo, y en la devoción a los Apóstoles, los Padres de la Iglesia, los grandes misioneros; y, en general, se la recibe como una gracia por la intercesión de la Madre de la Iglesia.

»La contraposición antedicha doctrina-pastoral hace mucho daño, el peor cuando se instala metodológicamente en el proceso formativo de los futuros sacerdotes. Constituye, además, una estafa al pueblo de Dios y a todos los hombres de buena voluntad, que tienen derecho a que se les ofrezca el don inapreciable de la verdad.

»La divagación pastoralista, que tiene varias décadas de existencia, es retomada ahora en el eslogan Iglesia en salida, como si ella no haya estado en salida desde el día de Pentecostés, con sus más y sus menos en cada época. Aquella contraposición doctrina-pastoral resulta más peligrosa cuando impone presuntas renovaciones de la formación en los seminarios. Por ejemplo, cuando se impulsa a los seminaristas, prematuramente, desde los primeros años, a meter barba en cáliz, como expresa el dicho castizo, y a vivir los fines de semana en las parroquias, dejando así de hecho su formación pastoral en manos del clero, de sus virtudes y de sus manías; muchos se convertirán en padres abandónicos, en patrones, en ideologizadores. En este caso hay que rezar mucho para que quienes sean elegidos para el ministerio sacerdotal sean hombres valientes, serenos, orantes, inteligentes y modelos de caridad.

»Es de temer que se imponga la vieja manía de postergar la ordenación, dejando en remojo a los candidatos avanzados, como si fueran sospechosos o tarambanas, y extendiendo arbitrariamente el ejercicio de los ministerios y del diaconado. Los resultados ya conocidos de esos últimos años de Iglesia en salida deberían hacernos reflexionar.

»Señalo un último ejemplo respecto de la liturgia. Se ha presionado en muchas diócesis para que la música sagrada que se practica en los seminarios sea remplazada por una música más pastoral, la que se ejecuta en parroquias y capillas. En estas suele reinar la guitarra, castigada con buena voluntad por jóvenes y adultos. Cantos sentimentales, carentes de contenido teológico o de recia espiritualidad; lo inferior, el mal gusto, los ritmos percutidos que favorecen el movimiento semidanzante y los aplausos, ha remplazado a la música sagrada: no sólo al gregoriano y la polifonía, sino también cantos vernáculos, viejos o nuevos, que pueden cantarse a cappella, o acompañados de un modesto órgano o armonio; ¡o siquiera por una guitarra bien tocada por un guitarrista experto!

»Los salmos, las dos colecciones editadas hace décadas por el padre Catena, han desaparecido.

»En una asamblea plenaria de los obispos argentinos he oído a dos de ellos sostener que no hay ya diferencia entre lo sagrado y lo profano; contradiciendo lo que enseña el Concilio Vaticano II, en su Constitución sobre la Liturgia, en especial en el capítulo VI sobre la Música Sagrada. Se ha desacralizado la liturgia, se ha abolido un valor imprescindible para gozar de una plena humanidad, y de la belleza de Dios, que puede atisbarse a través de la belleza litúrgica.

»Lo razonable es formar a los futuros sacerdotes en la tradición musical siempre nueva de la Iglesia, para que una vez ordenados puedan renovar el repertorio del cantoral litúrgico, en lo literario y en lo musical. Pero se procede exactamente al revés: se destruye la obra educativa sostenida durante años, que iría dando fruto con los años, y se introducen en los ámbitos de aprendizaje y cultivo del repertorio eclesial, los modelos penosos, las migajas que tantos años de incuria han arrojado al pueblo de Dios.

»El populismo eclesiástico deja en manos de laicos incompetentes lo que debería ser tarea de verdaderos maestros. ¡Es el pueblo el que decide! Deciden más bien la ignorancia y los prejuicios progresistas de los clérigos; de los obispos primero. Platón se escandalizaría, porque para él la educación del hombre comienza con la música, que alcanza su plenitud en el amor de lo bello. Por allí debería comenzar la educación del seminarista, para que llegue a ser verdadero liturgo de Dios.

-Tanto Pablo VI como Juan Pablo II piden de los teólogos moralistas “un asentimiento leal, interno y externo, a la enseñanza del Magisterio, sea en el campo del dogma como en el de la moral”. Parece que, en algunos, brilla por su ausencia…

-Como ya he señalado, la oposición a Humanae Vitae desencadenó una crítica demoledora de los fundamentos del orden moral, de la teología moral. Quizá ha sido en esta sección de la ciencia de la fe, del lógos sobre Dios y su Palabra de vida, donde se ha sentido más el efecto del desarraigo de la actividad teológica respecto de lo que Benedicto XVI llamó, en más de una oportunidad, la gran tradición de la Iglesia.

»Es verdad que también en el campo dogmático hubo y hay autores que se deslizan hacia la heterodoxia, so capa de renovación y sintiéndose reformadores de lo que no es necesario reformar. Una teología plenamente actualizada puede percibir argumentos nuevos, jamás empleados, y resolver aquellas cuestiones que la Iglesia ha dejado a la libre discusión. El despiste o derrape se produce por influjo de filosofías subjetivistas e inmanentistas; por no comprender, o por no querer aceptar, lo que con tanta claridad y copia de argumentos expresó el Papa Ratzinger en su lección de Ratisbona, en 2006; a saber, que la metafísica griega ha entrado a formar parte de la fe cristiana.

»Sin embargo, ha sido en el espacio de la moral donde el daño se hizo más notorio, porque se refiere más directamente a las costumbres de los fieles, donde el paganismo vigente se impone tiránicamente a través de los medios de comunicación, y del anonimato relativo de las redes. Si la enseñanza en los seminarios y facultades de teología, y otros institutos de formación de religiosos y laicos, admite programas, profesores y textos inadecuados al fin tan delicado de formar buenos sacerdotes, ilustrados y santos, fieles a la doctrina católica, el mal se difundirá con una progresión negativa, lamentable, desorientando a los fieles, dejándolos inermes ante el declive neopagano de la cultura vivida en la sociedad actual.

»No faltan los maestros timoratos, los equilibristas, los extremistas de centro, de cuyos labios solo se caen las palabras diálogo y encuentro con la cultura. Conviene releer las Cartas del Apóstol Pablo, y subrayar pasajes que vienen al caso, por ejemplo: Rom 1, 18-32; 1 Cor. 6, 9-29; Fil 8, 18-21; Col 3, 5-12; 2 Tim. 4, 1-5. Nadie podrá decir que esa enseñanza apostólica está desactualizada; al teólogo le corresponde actualizarla debidamente, tomando en cuenta la analogía entre la situación que vivían las primeras comunidades, y la que afrontan los fieles de hoy, en una sociedad paganizada.

-En lo que se refiere a la teología moral, Juan Pablo II enseña que necesita de una visión filosófica correcta tanto de la naturaleza humana y de la sociedad como de los principios generales de una decisión ética. ¿No le parece que esta enseñanza, en general, cayó “en saco roto”?

-Respondo, también en general, afirmativamente. Esa frase de Fides et Ratio es actualísima, y creo que no faltan en la Iglesia, obispos, sacerdotes, intelectuales y comunidades de fieles que desarrollan el diálogo con la cultura contemporánea de acuerdo con esos principios.

»Insisto en el valor extraordinario del magisterio de San Juan Pablo II y Benedicto XVI; la Iglesia no puede desdecirse de esas enseñanzas, que son definitivas, aun cuando no se trate de definiciones ex cathedra. Por lo general, quienes siguen esa ruta no suelen merecer ascensos, y son blanco de la indiferencia, la crítica o la burla de los periodistas especializados en cuestiones religiosas; o, mejor dicho en chismes eclesiásticos.

-Juan Pablo II  también subraya “el papel fundamental que corresponde a la verdad en el campo moral”. A partir de la experiencia de homilías que uno oye, ¿le parece que esto se cumple?

-El relativismo ético y el subjetivismo individualista se han infiltrado en los fieles católicos por contagio de la cultura vigente; que se impone con ambición totalitaria. Señalo un planteo erróneo muy difundido, el que opone una moral que podíamos calificar de trascendental (hacer el bien… ¡sean buenos!) a otra que llamaríamos predicamental que establece normas bien precisas, como los Diez Mandamientos del decálogo de la Torá, que Jesús ratificó y reinterpretó en el Evangelio, comentados con amplitud en el Catecismo de la Iglesia Católica. Son los problemas éticos más urgentes, que menciona Fides et Ratio 98.

»Falla muchas veces la referencia a una sana antropología, y a una metafísica del bien. Se hace desear también muchas veces la falta de una concepción correcta del pecado, lejos tanto del rigorismo como del laxismo. San Juan Pablo II reclamaba una atenta reflexión que ponga de relieve su arraigo en la Palabra de Dios, en la Sagrada Escritura, los Padres y Doctores de la Iglesia (incluyo a Catalina de Siena, la Gran Teresa, y Teresita del Niño Jesús), y el posterior desarrollo homogéneo de la teología. Son el fundamento imprescindible para dar respuesta a las inquietudes, dramas y esperanzas de los hombres y mujeres de hoy.

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