Misionero angloespañol «amenazado» en África, narra el «auge vibrante» de la fe en dificultad
Durante gran parte de su vida sacerdotal desde su ordenación en 1982, el angloespañol Christopher Hartley Sartorius ha dedicado su vida a llevar el Evangelio como misionero a regiones de todo el mundo, algunas de ellas con graves peligros y amenazas.
República Dominicana, Etiopía… y Sudán del Sur. Probablemente es uno de los países que mejor conozca de cara a la labor misionera, aunque explica a La Razón que su experiencia en el país en el que se encuentra actualmente el Papa Francisco de viaje apostólico se ha centrado en la zona cristiana.
Como fundador de la Fundación Misión de la Misericordia en 1999, ha contribuido en gran medida a la cooperación y desarrollo de proyectos para mejorar las condiciones de vida de los más necesitados. Por ello, es conocedor de la labor de la Iglesia en Sudán del Sur, uno de los países más pobres del mundo.
La verdadera misión de la Iglesia
En este sentido, tiene muy claro que si la Iglesia renuncia a la misión que le fue encomendada por Cristo, "no está cumpliendo con su tarea". Una tarea que radica en "el anuncio del Evangelio, la celebración de los sacramentos y congregar a la comunidad en la caridad".
Y esto, dice, es una labor de los misioneros, pero también de catequistas "que juegan un papel crucial donde la presencia del sacerdote es más esporádica".
"La misión de la Iglesia es atender a la totalidad de la persona, siempre recordando lo que la Teología llama signos de credibilidad -que al encontrarse con Cristo, los ciegos veían, los sordos oían y los cojos andaban-". Y es por eso que "la Iglesia aquí no atiende únicamente almas, sino personas".
"Un alma sin cuerpo es un fantasma, un cuerpo sin alma es un cadáver", incide.
Por ello, apunta a un mensaje sobre el que Francisco ha incidido en sus viajes. Una "tentación de la Iglesia" por la que, "presionada por necesidades imperiosas del sufrimiento de los pobres", lo estrictamente material "se convierta en su razón de ser".
En este caso, la conclusión es "una Iglesia convertida en una gigantesca ONG" que "dejaría de tener sentido".
"Me quito el sombrero"
Esto, en el caso de la Iglesia de Sudán del Sur, le lleva a afirmar con orgullo que "es la institución con más escuelas, universidades y centros de formación profesional".
"Me quito el sombrero por la labor impresionante de los misioneros y congregaciones. Mi parroquia, en medio de la selva, tiene la mejor escuela católica con 700 alumnos y es la única escuela secundaria de la zona. No hay una persona educada en Sudán del Sur, inclusive sus políticos, que no haya estudiado en un colegio católico", asegura.
Una parte fundamental de la misión de Hartley en Sudán del Sur es la coordinación con sus ayudantes para llevar la Misa a todas las comunidades donde tiene presencia. Cuenta que la gente llora al poder recibir los sacramentos gracias a su labor.
Cuando hay amenazas
Hartley fue el primer sacerdote católico que llegó a Gode, en el sureste de Etiopía. Una zona a la que se refiere como "el corazón del islam" en el país. Sufrió amenazas.
En este sentido, duda de la "visión fantasiosa del islam" sostenida por "mucha gente". "A mí me odiaban, pero siempre quedaban fascinados por el amor de la Iglesia a los enfermos y los pobres, incluso con todo ese odio visceral contra los cristianos siempre fueron capaces de reconocerlo y agradecerlo".
Por su experiencia en Sudán del Sur, puede afirmar que "la vida de los misioneros y de los cristianos siempre está expuesta a riesgos", especialmente la de "sacerdotes y religiosos" radicados en países con luchas étnicas, en las que los sacerdotes o religiosas son asesinados más a causa de su etnia que de la persecución.
El islam, "acobardado" en Sudán del Sur
Durante los últimos tres años, Hartley ha vivido en el sur de Sudán del Sur. Una zona cristiana en la que, por el momento, "el islam más militante" es reducido y "solo intenta penetrar" desde Tambura. Explica que, a día de hoy, el peligro del "islam militante" en Sudán del Sur se encuentra en el norte, en la frontera con Sudán.
Con todo, afirma que según su experiencia observa que "aborrecen el islam" y que este está "muy acobardado".
Hablando de Juba, la misma capital de Sudán del Sur, observa que solo ha encontrado dos mezquitas, "muy pequeñitas".
"La catedral católica es más grande que la mezquita más importante de la ciudad. La sensación al hablar con la gente a pie de calle es de que aborrecen el islam, y te cuentan infinitud de atrocidades. En Sudán del Sur nadie quiere saber nada acerca del islam", afirma.
Actualmente, el islam es una minoría en Sudán del Sur, pero el sacerdote afirma: "Esto es algo típico del islam, todos son buenísimos y simpatiquísimos hasta que son el 52% de donde están. Entonces se transforman radicalmente en completos déspotas ".
El cristianismo, "vibrante" y "en auge" en Sudán del Sur
Por el momento, "son una pequeña minoría dentro de un cristianismo increíblemente vibrante (con sus propias lacras, eso sí)".
Un cristianismo que además se encuentra en auge en el país, y el motivo es a su juicio el sacrificio y dificultades de los fieles a causa de su fe: "[Los cristianos] han luchado por su fe en la guerra civil, han sufrido por su fe, han sido perseguidos por su fe. Muchos en mi parroquia han vivido semanas y meses en la selva, aterrorizados por el islam. Llegaban a amordazar a los bebés para que no lloraran y que no pudieran encontrarles así los musulmanes, en los tiempos en que Sudán era un solo país".
Antes de concluir, Hartley se explaya en torno a cómo los católicos -especialmente los españoles- pueden ayudar a los fieles católicos de Sudán del Sur.
"El bautismo nos impele a todos a ser corresponsables en la obra misionera de la Iglesia. Cada uno tendrá que pensar cómo responder. Hay algunos que vamos físicamente a la misión. Hay gente que puede ir una temporada, otros que nunca podrán ir, pero todos pueden ofrecer sus oraciones y la generosidad de su dinero", expresa.
Otra de las opciones es que se anime a los jóvenes a "ir a colaborar, a pasar una temporada teniendo una experiencia de misión" o de "orar por la obra misionera".
"Los enfermos que ofrecen sus sufrimientos, todos los cristianos que ofrezcan sus oraciones, todos los cristianos que compartan lo poco o lo mucho que tengamos para que la labor misionera continúe", enumera.
Antes de concluir, Hartley valora la inmensa labor que la Iglesia española "está haciendo por las misiones", pero llama a no perder de vista la verdadera urgencia misionera. "Lo que más necesitan las misiones, son misioneros: no es dinero, ni nada más. Lo que pedimos es que vengan más misioneros", concluye.