Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Joseph Fitzgerald formó parte del equipo de balonmano de EE.UU.

De dirigir balones en Atlanta 96 a dirigir vocaciones: «El título más grande es ser hijo de Dios»

De dirigir balones en Atlanta 96 a dirigir vocaciones: «El título más grande es ser hijo de Dios»
El atleta olímpico Joseph Fitzgerald descubrió su vocación al sacerdocio en la adoración eucarística

ReL

Pasó de lanzar y recibir balones durante los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 como parte del equipo estadounidense de balonmano a dirigir vocaciones sacerdotales en Nueva York. Este es el caso de Joseph Fitzgerald, quien descubrió su llamado al sacerdocio orando frente al Santísimo Sacramento y que ahora recuerda a los deportistas de los presentes Juegos en Río que "su más grande título, sin importar las medallas que puedan ganar, es ser un hijo de Dios".

Según da a conocer ACI Prensa, el director de vocaciones de la diócesis de Rockville Centre en Nueva York (Estados Unidos), P. Joe Fitzgerald, fue un atleta que compitió en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, pero que hoy se dedica a guiar a aquellos que han sentido el llamado al sacerdocio.

En diálogo con el National Catholic Register, el P. Fitzgerald aseguró que participar en las olimpiadas le generó gran emoción, pero era imposible compararlo con el sacerdocio.

“Estoy muy feliz con la decisión que tomé. En mi partido final de balonmano marqué ocho goles y nunca miré atrás. Estoy totalmente en paz con haber dejado el deporte y buscar el sacerdocio. Hay algo en mi vocación que nunca podría haber logrado con el balonmano o en cualquier otro deporte”, aseguró.

“La vida de un sacerdote, bien vivida, es muy satisfactoria porque el sacerdocio es, como decía San Juan María Vianney, el amor del corazón de Jesús”, agregó.

Competir para la gloria de Dios
Con respecto a la preparación que deben tener los atletas que participarán en las Olimpiadas Río 2016 explicó que a pesar de todo el trabajo realizado, “las prácticas, las pruebas y las medallas no definen quiénes son. Su más grande título, sin importar las medallas que puedan ganar, es ser un hijo de Dios. Sabiendo esto, deben competir, no para su propia gloria, sino para la gloria de Dios”.

“Me hubiera gustado haber entendido esto mucho antes, pero tomé demasiado en serio el deporte y a mí mismo”, agregó.



El P. Fitzgerald formaba parte del equipo de balonmano de Estados Unidos junto a su hermano Thomas. Viajaron a decenas de países para las competencias y regresaron a casa tras participar en el escenario deportivo más grande del mundo en Atlanta 1996.

Antes de entrar en el Seminario de la Inmaculada Concepción en el año 2001, el P. Fitzgerald se desempeñó como ministro de la juventud en la parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Lindenhurst (Nueva York).

“Fue durante un servicio de adoración eucarística cuando se hizo tan clara la vocación sacerdotal que no era suficiente hablar de ser un seguidor de Cristo; tuve que serlo verdaderamente”, expresó.

El P. Fitzgerald fue ordenado el 9 de junio de 2007, y ahora, como director de vocaciones busca “animar a otros hombres a compartir esta vida de generosidad y amor que permite el sacerdocio”.

“Los 31 hombres valientes que estudian para nuestra diócesis es el número más grande que hemos tenido en 30 años, y probablemente será más grande aún, cuando los hombres estén más abiertos a lo que Dios tiene reservado para ellos”, agregó el sacerdote.

Para escuchar el llamado de Dios: apagar la tecnología
El presbítero considera que el primer paso esencial para escuchar la llamada de Dios es “apagar la tecnología” y entrar en "una cultura de silencio".

“No podemos rezar bien o incluso pensar bien cuando el ruido distrae nuestra atención a cada paso. Es muy fácil que nuestro tiempo se sature de todo tipo de información inútil que nos impide entrar en un diálogo con Dios”, aseguró.

En su opinión, la relación de una persona con Dios debe ser “reforzada por la Eucaristía, las Sagradas Escrituras y la adoración eucarística”.

Finalmente dijo que se debe estar cerca de aquellos que viven la vocación que uno está considerando. “Hay que ver de cerca lo que es aquella posible vocación, en mi caso fue estar cerca de los sacerdotes y ver lo que hacían diariamente en la Iglesia”, resaltó.
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