Varios médicos y enfermeras católicas ofrecen su testimonio sobre esta pandemia
Los sanitarios, premio Princesa de Asturias: ¿cómo influyó la fe en su día a día en primera línea?
Los sanitarios españoles, tanto médicos, como enfermos y auxiliares que han luchado en primera línea contra el coronavirus durante esta pandemia fueron reconocidos este miércoles con el Premio Princesa de Asturias de la Concordia por su “entrega incondicional” y “su espíritu de sacrificio personal”. Miles de ellos han acabado contagiados y no son pocos los que han perdido la vida en estos meses.
“Con un espíritu de sacrificio personal sobresaliente en favor de la salud pública y del bienestar del conjunto de la sociedad, se han convertido ya en un símbolo de la lucha contra la mayor pandemia global que ha asolado a la humanidad en el último siglo”, explica el Patronato de este premio que entregará la Princesa Leonor.
Fe y medicina, de la mano en muchos profesionales
Entre este personal sanitario galardonado hay muchos católicos que han vivido estos duros acontecimientos desde la fe y a través de ella han realizado su labor profesional, yendo en ocasiones más allá para confortar espiritualmente a los pacientes que atendían.
Durante estas semanas algunos de ellos han ido ofreciendo su testimonio sobre esta terrible pandemia. Lágrimas, impotencia y sufrimiento se han mezclado con la esperanza del cristiano. Y esto les ha ayudado a ver en estos enfermos al mismo Cristo.
La esperanza de la vida eterna
Miguel Solana es enfermero del Hospital del Sureste de la Comunidad de Madrid donde también quedaron sobrepasados con la cantidad de enfermos de coronavirus. En conversación Religión en Libertad relata cómo pasó de estar recibiendo pacientes recién operados al estar en la planta quirúrgica a ir con un EPI (Equipos de Protección Individual) llevando pacientes “que literalmente se estaban ahogando porque el coronavirus les estaba invadiendo los pulmones”.
Una de las cosas más duras para él ha sido ver a los pacientes solos sin poder estar acompañados por sus familias e incluso muriendo sin sus seres queridos. “A pesar de la dureza de todo esto para mí ha sido un privilegio poder estar al lado del que está sufriendo, darle mi apoyo, mis cuidados, pero también unas palabras de ánimo, ese toque de humanidad, ese acompañamiento que todos necesitamos”, cuenta.
Pero sobre todo Miguel vio la importancia de dar “esperanza” a estos pacientes con sus gestos, sus cuidados y su actitud para “poder acompañar en este recorrido hacia la curación a unos y hasta Jesucristo a aquellos que murieron”.
“La verdad es que ha sido una gracia vivirlo con fe precisamente por la esperanza que tenemos en la vida eterna, de tener la certeza de que la vida no acaba con la muerte, sino que está el premio de la vida eterna”, recalca este joven enfermero.
La pandemia coincidió con la Cuaresma y la Pascua. Personalmente asegura que este duro acontecimiento le ha ayudado “a vivir este tiempo más de cara a Dios, a mí que soy una persona que a veces me cuesta hacer ayuno, limosna y oración. Me ha ayudado a ver que necesito a Dios en mi vida y que realmente Él es el único que da vida”.
Teresa, madre de familia voluntaria en IFEMA
Teresa Rodríguez de Vera es también enfermera aunque ejercía su profesión en un colegio. Con el Estado de Alarma tuvo que confinarse en casa con su marido y sus cuatro hijos. Pero la situación tan complicada que se vivía en los hospitales –cuenta a ReL- “me hizo sentir una gran inquietud por ayudar” y tras hablarlo con su esposo Carlos “vimos conveniente ofrecer mi disponibilidad para trabajar aún con el miedo del contagio a la familia y la complejidad de la logística en casa, ya que suponía un aislamiento preventivo y que Carlos quedara al mando del timón”.
Una vez como voluntaria fue enviada al gran hospital de campaña que se montó en IFEMA. “El tiempo en el hospital ha sido muy gratificante para mí a pesar de la dureza que allí se vivía. El poder ayudar al enfermo, sobre todo a nivel humano, ha sido un verdadero regalo. El agradecimiento de los pacientes se palpaba en el aire, con sus palabras, sus lágrimas y sus miradas, algo que verdaderamente te animaba a seguir al pie del cañón. Y por encima de todo gracias a Dios, que ha sido el que me ha dado la fuerza para vencer el miedo y seguir adelante”, relata.
De este modo, Teresa reconoce que “la importancia de la oración ha sido vital en este tiempo para que Dios nos cuidara, para continuar y para ayudar a muchos pacientes a curarse. Ciertamente ha sido así, Dios nos ha cuidado, se ha desbordado con nosotros desde el primer minuto y así lo hemos sentido cada noche al volver a casa”.
La "providencia amorosa" de Dios
Por su parte, Herminio García Verde es enfermero en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de Santa Bárbara (Soria). “En estos tres meses de pandemia hemos experimentado de cerca la frustración y la decepción porque nuestros tratamientos y cuidados no resultaban efectivos y los pacientes no mostraban la mejoría esperada. Hemos llorado y acompañado en el dolor a tres compañeras por la muerte de sus madres y su padre. Hemos sentido miedo de contagiarnos y de contagiar a nuestros familiares. Hemos dado ánimos a nuestras compañeras que han estado en cuarentena al dar positivo en los test. Hemos sentido rabia por no contar desde el primer momento con los EPIs (equipos de protección individual)”, explica.
En este tiempo asegura no haber “sentido miedo” pues ha procurado “protegerme razonablemente a la hora de cuidar a los pacientes y, a la vez, he puesto mi confianza en la Providencia amorosa de Dios Padre. Él cuida de mí para que yo pueda cuidar de sus hijos enfermos.
Este enfermero recuerda que el día de Pascua envío aun mensaje a todos sus compañeros de la UCI. Decía lo siguiente: “En medio de esta pandemia, que nos tiene secuestrados en casa con miedo y temor, también con desconfianza, los cristianos celebramos la victoria de Jesús sobre toda clase de esclavitud, sobre el miedo, el temor, la enfermedad, el dolor, el sufrimiento y la muerte. ¡HA RESUCITADO! Y nos llena de alegría y esperanza. También de confianza porque vamos a superar esta situación y vamos a sonreír fundiéndonos en un gran abrazo. ¡Ánimo, la pandemia ya va vencida Verdaderamente ha resucitado el Señor!”.
La suerte de tener la fuerza de Dios
Blanca Gracia Gutiérrez es una joven médico intensivista que trabaja en dos hospitales de Madrid y que también ha luchado hasta la extenuación estos meses. En una entrevista con Ecclesia explicaba que “la verdad es que quienes tenemos la fuerza de Dios somos unos afortunados. Cuando me piden que rece por ellos, lo hago y les digo que ellos también recen. Como si se lo estuviera diciendo yo misma a Dios, o como si Jesús estuviera hablando con el paciente. Son los últimos minutos que estará consciente, así que intento tratarle como si fuera el padre de mi mejor amiga e intento explicar las cosas de la manera más llana posible, pero dejando claro que lo que hacemos tiene una evidencia científica detrás”.
En la etapa más dura de la pandemia en Madrid contaba que “los momentos de desconexión son, realmente, de reconexión conmigo misma. Reconozco que estoy tan agotada que me cuesta rezar, me cuesta el silencio… lo que me sale es ponerme a llorar. Así que para descansar me pongo música, me conecto a algunas oraciones por Instagram, participo en algún concierto, leo alguna oración que me han enviado. Se trata, para mí, de descansar en el Señor y dar gracias por algo del día”.
"Como si Jesús estuviera conectado a un respirador"
Por su parte, Sara Palmés es enfermera en el Hospital de Igualada, uno de los grandes focos del coronavirus en Cataluña. Estuvo en la UCI en las semanas más críticas y acabó contagiada, igual que muchos de sus compañeros. Esta joven comentaba en sus redes sociales que a los enfermos a los que atendió en esta unidad “unos se recuperan pero otros no. Me gusta acompañarlos en estos momentos tan duros que viven. Con unos celebro la vida y doy gracias a Dios. Con otros acompaño en el sentimiento y rezo a Dios por las almas de los que nos dejan”.
Cuido pacientes de los que no conozco su historia. No sé de dónde vienen, ni quiénes son. Pero entonces imagino que todos son Jesús, y los cuido como si el mismo Jesús estuviera conectado a un respirador. Ya intentaba hacerlo antes de la Covid, pero ahora, estos días, lo vivo con más intensidad. No soy perfecta, intento ser mejor cada día, pero por Jesús lo daría todo, y eso es lo que intento hacer cada día en el trabajo”, confesaba.